Allen utiliza la pantalla de cine como espejo para mostrarnos, paradójicamente, las diferencias entre la vida real y la ficticia. Aporta ideas interesantes como la comparación de Dios con el guionista de cine, la supuesta libertad de la persona frente al determinismo del personaje o la tentadora e inquietante posibilidad de intercambiar realidad y ficción. Pienso en "La invención de Morel", de Adolfo Bioy Casares.

No se equivoque. El boxeo es sólo la excusa temática (tan buena como cualquier otra) para mostrarnos el gran combate. El único y definitivo: el combate de la vida. Lo sabemos perdido desde el primer instante, sí, pero ello no impide que, de todas formas, soñemos con ganarlo. ¿Por qué?. Porque resistir es ganar. Porque la victoria está en el camino. Como se repite en la película, protégete en todo momento, y quizás puedas esquivar los golpes. Algunos golpes. Si eres bueno, o tienes suerte, saldrás mejor parado que otros. Si no, puede que pienses en tirar la toalla. Tú, y sólo tú, decides.
Eastwood conoce el corazón humano, y lo retuerce sin piedad. O (permítaseme la ironía, y aunque no sea exactamente lo mismo) "Sin perdón". Me ha conmovido.

La ví hace años, cuando todavía era un niño y, lógicamente, no pude apreciarla en su justa medida. Hoy la he redescubierto, y he quedado impresionado. Su guión es sólido, aplastantemente lógico, medido al milímetro y respetuoso con la inteligencia del espectador. Sería la envidia del 90% del cine actual. Sin multimillonarios efectos especiales, consigue pegarte al asiento con la sola fuerza de su planteamiento. Sin mencionar, cómo no, a la maravillosa Audrey Hepburn. Uno llega a los créditos finales lamentando no ser el esposo de la bellísima invidente.