Recuerdo por allá en el año 2001, cuando aún era pequeño, la profunda emoción que me asaltó al ver la primera película del niño mago, poco después imaginaba que este mundo era real y heurísticamente me llevo a tener mi primer encuentro con la literatura, mi primer libro que leía no por deber de la escuela sino por gusto propio.

Ahora habiendo pasado 15 años, de un hecho cognoscible y palpable en mis recuerdos, encuentro que mi alma pueril lamentablemente ha sucumbido ante mi idiosincrasia frutal; lo sé, he madurado. Pero esto no me ha dado impedimento de apreciar esta entrañable obra, que de la mano de Rowling, nos vuelve a traer a ese mundo tan imaginario y real para ese crio que llevamos dentro.

A primera vista destaca el cast protagónico, nuestros cuatro amigos con personalidades bien definidas y un tanto peculiares, se harán querer desde su primera aparición. Es de agradecer ver a un protagonista alejado de chulerías, un introvertido cuidador de animales, acompañado de un inocente bonachón y dos entrañables damas, todos ellos harán de múltiples situaciones, brotar una sonrisa al espectador. La trama, auto conclusiva pero que deja cabos sueltos para posteriores entregas, es también a mi parecer un punto fuerte. A medida que el filme transcurre se va desembrollando una historia oscura y de misterio al mejor estilo potterico, que hará de sus dos horas de duración, un viaje ameno y emocionante. Y por supuesto, no podían faltar los maravillosos animales fantásticos, que se lucen a través de un despliegue de efectos especiales, demostrando que la magia aún vive.

En definitiva, Animales fantásticos y donde encontrarlos, deja un buen sabor de boca, y funciona de aperitivo para lo que viene, no decepciona y garantiza una agradable viaje al cine. Y aunque algunos ya hemos crecido, nos hará recordar que aún existe magia en nuestros corazones nostálgicos.

Hace algunos días me preguntaba por qué desaparece regularmente el papel higiénico de mi casa, sin cavilación un día mi padre me dijo que era ella, nuestra empleada de servicio. No obstante había una sonrisa en su cara, como de que ello no importaba; solo basto tan graciosa expresión para entender que no era la pérdida del papel sino una mucho más grande, la que ocasionaba que mi padre no se molestase con aquella mujer que a veces tan presente nos parece ausente, porque no valoramos el trabajo que hacen para nosotros, ni mucho menos conocemos las tortuosas vidas que han tenido que sufrir tan humildes mujeres.

Roma es un tributo y una declaración de amor, a aquellas mujeres presentes en nuestra vida que con su trabajo hacen del diario vivir una tarea mucho más sencilla; esas segundas madres que no nos parieron, y que a pesar de ello, jamás lo deseamos porque tan cruelmente desdeñamos su pobreza y origen. Roma ha dejado de ser la capital del imperio para convertirse en nuestro hogar, un recuerdo nostálgico que Cuarón representa con profunda maestría a lo largo del metraje, no solo en su estupendo apartado visual, sino en una historia, que si tienes tiempo de apreciar su lento desarrollo, sabrás valorar por sus cargas del humanismo más puro y sincero que se haya podido apreciar en mucho tiempo. Esta no es una historia de grandes aventuras, ni mucho menos del drama que deja tu respiración en vilo, es simplemente el retrato del más hogareño recuerdo, que protagonizado por la valentía y sensibilidad de una mujer de carne y hueso, te hará recordar y valorar un poco a aquellas que su servicio prestan.

Poco después de lo anecdótico del recuerdo con el robo de los rollos de papel higiénico, aprendí a no quejarme de los ocasionales daños que ella hace a mis pertenencias sin querer, de levantar los pies cuando pasa trapeando, o de tener cuidado de no manchar mi ropa con la abundante lejía que riega en el baño. Yo sé que ella, no ha tenido una vida fácil, que perdió a un hijo y que sin esposo anda, por ello mi más grata admiración por aquellas que sufren en silencio.