La premisa de la que parte esta película es interesante, si entendemos el terror como un reflejo transversal de los miedos nacidos de nuestro tiempo.

Tras la Covid-19, la pandemia que invade nuestros más oscuros y recónditos terrores nocturnos es la salud mental. En un mundo donde las apariencias, el masking y vivir de cara a la galería hacen aún más tenebroso ese rincón.

Smile muestra esa sonrisa siniestra que exponemos al mundo en las redes y que esconde retorcidos y escabrosos traumas que no queremos que salgan a la luz, dando a la salud mental un cariz de enfermedad contagiosa y peligrosa por su sigilo y silencio.

Como he dicho anteriormente, la idea de base es potente, sin embargo, en la ejecución toda esa idea queda emborronada por quedarse a medio camino entre el drama y el terror sin decidirse por uno u otro. El objetivo no termina de quedar claro y más allá de los jumpscares, no logra causar el miedo primitivo a la pérdida de la cordura que pretende infundirnos y que todos llegamos a experimentar en este mundo, por desgracia, cada vez más enfermo.