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Críticas ordenadas por utilidad
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8,2
24.111
10
10 de octubre de 2011
10 de octubre de 2011
59 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La Parada de los Monstruos” es una película asombrosa y meritoria. Sin contar con interpretaciones magistrales, ni con una técnica rayana en la excelencia, consigue epatar y escupirnos en la cara más de una ignominia propiamente humana.
Hacia 1932, el cine de terror, heredero del legado expresionista alemán, estaba de moda en Estados Unidos. “Freaks” fue rodada bajo los auspicios de la MGM, interesada en convertir esa moda cinematográfica en una gallina de huevos de oro. El resultado, empero, fue muy polémico a la par que un fracaso comercial ya que lo que había parido Browning era demasiado grotesco como para no zaherir conciencias. Los “monstruos” de “Freaks” eran personas afectadas en la vida real por enfermedades degenerativas y/o deformidades, seres infravalorados socialmente y relegados a la exhibición circense. Con un claro alegato a favor del respeto que la sociedad no sentía por estas personas, y una historia donde los “normales” desplegaban su crueldad hacia los “distintos”, se convertía a dicha sociedad en el verdadero monstruo, inversión de papeles que no debió de ser fácil de digerir.
Hacia 1932, el cine de terror, heredero del legado expresionista alemán, estaba de moda en Estados Unidos. “Freaks” fue rodada bajo los auspicios de la MGM, interesada en convertir esa moda cinematográfica en una gallina de huevos de oro. El resultado, empero, fue muy polémico a la par que un fracaso comercial ya que lo que había parido Browning era demasiado grotesco como para no zaherir conciencias. Los “monstruos” de “Freaks” eran personas afectadas en la vida real por enfermedades degenerativas y/o deformidades, seres infravalorados socialmente y relegados a la exhibición circense. Con un claro alegato a favor del respeto que la sociedad no sentía por estas personas, y una historia donde los “normales” desplegaban su crueldad hacia los “distintos”, se convertía a dicha sociedad en el verdadero monstruo, inversión de papeles que no debió de ser fácil de digerir.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
1) De cómo nos dejamos subyugar por la belleza física: Hans (un “freak”), se enamora perdidamente de Cleopatra, mujer hermosísima sin taras físicas. Obsesionado por conseguir el amor de ésta, menospreciará el sentimiento sincero que hacia él tiene Frieda, otra “freak” como él.
2) De cómo rechazamos y repelemos aquello que es distinto: la escena en la que los “freaks” se encuentran jugando en el bosque y el propietario de la parcela les increpa con total menosprecio es muy ilustrativa. Sólo la ternura de Madame Tetrallini consigue ablandar el corazón de éste, sirviendo de contrapunto a la ignominia. Ella les dice a los “freaks” algo así como “Qué vergüenza, os tengo dicho que no os asustéis, Dios nos quiere a todos”.
3) De cómo disfrutamos infligiendo dolor a los que, por algún motivo, se hallan en desfavor: el comportamiento gratuitamente cruel y humillante de Hércules y Cleopatra hacia los “freaks” es el paradigma.
4) De cómo la ambición por el dinero hace de nosotros verdaderos monstruos (esta vez, sin comillas): todo el plan urdido por Cleopatra y Hércules sólo persigue ese fin, quedarse con el dinero de Hans.
5) De cómo el corporativismo y la venganza nos son tan propios: el espectador se identifica con los “freaks” y, en ese sentido, apoya la resolución del conflicto a partir de la más cruel de las venganzas. Todos deseamos que, unidos, destrocen a los villanos, porque hemos sufrido como nuestras las vejaciones a Hans y a sus compañeros de circo. Sin embargo, el castigo draconiano no es ético ni moral, por más que nuestros sentimientos heridos nos lo pidan.
6) De cómo hay gente buena en el mundo. Y ahí es donde aparecen los personajes de Phroso y de Venus que, sin ser “freaks”, no menosprecian a aquéllos que son distintos.
Por lo demás, la cinta está plagada de escenas bien impactantes, de ésas que se quedan en nuestra memoria de forma sempiterna, como la boda de Hans y Cleopatra (se le encoge a uno el corazón), el “Torso Viviente” (hombre sin extremidades) encendiéndose un cigarrillo sin ayuda de nadie (¡alucinante!), o el preludio de la venganza de los “freaks” (esos rostros amenazadores bajo la lluvia, a punto de perpetrar su represalia). Y hay incluso lugar para el humor: la relación amorosa de una de las siamesas; y para el amor: Phroso y Venus, Hans y Frieda; y para muchas otras cosas merecedoras de reseña que, sin duda, se me quedan en el tintero.
En definitiva, debería ser pecado no haber visto “La Parada de los Monstruos”. Se merece una gran ovación y el mayor de los aplausos.
2) De cómo rechazamos y repelemos aquello que es distinto: la escena en la que los “freaks” se encuentran jugando en el bosque y el propietario de la parcela les increpa con total menosprecio es muy ilustrativa. Sólo la ternura de Madame Tetrallini consigue ablandar el corazón de éste, sirviendo de contrapunto a la ignominia. Ella les dice a los “freaks” algo así como “Qué vergüenza, os tengo dicho que no os asustéis, Dios nos quiere a todos”.
3) De cómo disfrutamos infligiendo dolor a los que, por algún motivo, se hallan en desfavor: el comportamiento gratuitamente cruel y humillante de Hércules y Cleopatra hacia los “freaks” es el paradigma.
4) De cómo la ambición por el dinero hace de nosotros verdaderos monstruos (esta vez, sin comillas): todo el plan urdido por Cleopatra y Hércules sólo persigue ese fin, quedarse con el dinero de Hans.
5) De cómo el corporativismo y la venganza nos son tan propios: el espectador se identifica con los “freaks” y, en ese sentido, apoya la resolución del conflicto a partir de la más cruel de las venganzas. Todos deseamos que, unidos, destrocen a los villanos, porque hemos sufrido como nuestras las vejaciones a Hans y a sus compañeros de circo. Sin embargo, el castigo draconiano no es ético ni moral, por más que nuestros sentimientos heridos nos lo pidan.
6) De cómo hay gente buena en el mundo. Y ahí es donde aparecen los personajes de Phroso y de Venus que, sin ser “freaks”, no menosprecian a aquéllos que son distintos.
Por lo demás, la cinta está plagada de escenas bien impactantes, de ésas que se quedan en nuestra memoria de forma sempiterna, como la boda de Hans y Cleopatra (se le encoge a uno el corazón), el “Torso Viviente” (hombre sin extremidades) encendiéndose un cigarrillo sin ayuda de nadie (¡alucinante!), o el preludio de la venganza de los “freaks” (esos rostros amenazadores bajo la lluvia, a punto de perpetrar su represalia). Y hay incluso lugar para el humor: la relación amorosa de una de las siamesas; y para el amor: Phroso y Venus, Hans y Frieda; y para muchas otras cosas merecedoras de reseña que, sin duda, se me quedan en el tintero.
En definitiva, debería ser pecado no haber visto “La Parada de los Monstruos”. Se merece una gran ovación y el mayor de los aplausos.

7,3
24.400
3
3 de octubre de 2011
3 de octubre de 2011
74 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenía ganas de ver “La Pianista” ya que, por un lado, su puntuación en Filmaffinity invitaba a ello (esto no tiene por qué coincidir con el criterio personal de uno pero, como poco, suele ser garante de unos mínimos), y por otro, me interesaba seguir descubriendo a Haneke, del cual sólo había visto “Funny Games” (las dos), película que me gustó bastante (la primera, más). Ahora que ya la he visto, no sé bien por dónde empezar, de estupefacta que me he quedado.
El caso es que considero que está rodada con seriedad, está cuidada, y eso se aprecia en la calidad de su factura. Sin embargo, la historia que me cuenta, así como la forma elegida para contármela, no me suscita ningún interés y sí bastante desconcierto.
Para empezar, yo a los personajes no sé por dónde pillarlos. Muchas de sus acciones me parecen extrañas, pero no por lo mórbido, desagradable y enfermizo de éstas, sino por la casi inexistente ligazón entre su modo de proceder y las reacciones que cabría esperar en ellos. Y es que incluso en los comportamientos más dementes existe una suerte de lógica que no acierto a descubrir aquí. Tal vez esto haga que la película resulte inquietante, que serlo, lo es, pero para mí, dicha inquietud, a fuerza de no encontrar recompensa, acaba por convertirse en exasperación. Además, ese ritmo parsimonioso –sustento de secuencias eternas que languidecen frente a mis ojos sin decirme absolutamente nada– no contribuye a infundirme motivación para con la película.
Reconozco, eso sí, el gran mérito de los actores. Hacen un trabajo loable.
El caso es que considero que está rodada con seriedad, está cuidada, y eso se aprecia en la calidad de su factura. Sin embargo, la historia que me cuenta, así como la forma elegida para contármela, no me suscita ningún interés y sí bastante desconcierto.
Para empezar, yo a los personajes no sé por dónde pillarlos. Muchas de sus acciones me parecen extrañas, pero no por lo mórbido, desagradable y enfermizo de éstas, sino por la casi inexistente ligazón entre su modo de proceder y las reacciones que cabría esperar en ellos. Y es que incluso en los comportamientos más dementes existe una suerte de lógica que no acierto a descubrir aquí. Tal vez esto haga que la película resulte inquietante, que serlo, lo es, pero para mí, dicha inquietud, a fuerza de no encontrar recompensa, acaba por convertirse en exasperación. Además, ese ritmo parsimonioso –sustento de secuencias eternas que languidecen frente a mis ojos sin decirme absolutamente nada– no contribuye a infundirme motivación para con la película.
Reconozco, eso sí, el gran mérito de los actores. Hacen un trabajo loable.

8,1
44.803
10
6 de enero de 2012
6 de enero de 2012
54 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuánto me alegro de haberle concedido más de una oportunidad a David “pajas mentales” Lynch, pues ha sido gracias a ello que he podido llegar hasta esta maravilla de película. Mi primera aproximación a este controvertido director fue con Twin Peaks (la serie) y con Terciopelo Azul. Tras el visionado de esta última pensé “que te den, Lynch”. Sin embargo, he de reconocer que por encima de lo extraño, esnob y –en muchas ocasiones– ininteligible de sus argumentos (claro que, si donde pongo “ininteligible”, pongo “surrealista” u “onírico”, una tomadura de pelo se convierte en una “obra de culto”…), el cine del señor Lynch había logrado seducirme parcialmente con su estética, su fotografía, su banda sonora y, en definitiva, con la indiscutible maestría que late en su metraje. Ahí debió iniciarse mi relación amor-odio con este director. Después llegó “Mulholland Drive”, otra rayada espectacular pero, en mi opinión, con más sentido que “Terciopelo Azul”, y rodada a golpe de talento. Estoy empezando a perdonarte, David, pero no te absuelvo, todavía no…
Hasta que llego a “El Hombre Elefante”, obra bastante más convencional que la mayor parte de la filmografía de Lynch, y me quedo fascinada. Ahora sí, David, me rindo, tú ganas. ¡Eres bueno, cabrón!
Una vez hechas estas aclaraciones con respecto a mi relación con el director, me zambullo en la crítica, propiamente dicha, de esta inconmensurable obra:
(Sigue en spoiler sin desvelar nada)
Hasta que llego a “El Hombre Elefante”, obra bastante más convencional que la mayor parte de la filmografía de Lynch, y me quedo fascinada. Ahora sí, David, me rindo, tú ganas. ¡Eres bueno, cabrón!
Una vez hechas estas aclaraciones con respecto a mi relación con el director, me zambullo en la crítica, propiamente dicha, de esta inconmensurable obra:
(Sigue en spoiler sin desvelar nada)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Para empezar, la fotografía en blanco y negro me parece de lo más acertada. Hace de la película un clásico sin serlo, sumerge al espectador en un mundo de claroscuros donde predomina el patetismo, y crea una atmósfera lúgubre y malsana, en ocasiones esperpéntica, a la altura de los padecimientos del propio Merrick. En ese sentido, casi resulta inevitable encontrar paralelismos con otras películas como, por ejemplo, “La Parada de los Monstruos”.
El trabajo de Hopkins, una vez más, es sobresaliente. Y aunque la actuación de John Hurt tal vez resulte de difícil valoración (debido a lo disfrazado que queda su verdadero físico), lo cierto es que consigue conmover y hacer que uno empatice no sólo con el Merrick cinematográfico, sino también con el real. Al menos así me ha sucedido a mí, que no he podido sustraerme a la tentación de documentarme sobre el verdadero Joseph –que no John– Merrick.
Y ahora llegamos a lo que verdaderamente me turba en esta obra: la hostia a bocajarro que para mí supone ser consciente de hasta dónde puede llegar la crueldad humana. Esa crueldad me daña tanto como me desconcierta, me lleva de Rousseau a Hobbes y de Hobbes a Rousseau, de Gandhi a Mengele y de Mengele a Gandhi, me obliga a reflexionar sobre la jodida dualidad del ser humano que crea ángeles y demonios; seres de una misma especie que gravitan en los extremos del bien y del mal, exactamente como Treves y Bytes. Esos planteamientos morales, filosóficos y existencialistas, me abocan a un doloroso desconcierto cuando trato de comprender qué son mis congéneres y qué soy yo misma. Y eso, además de la inevitable sensibilización que produce esta película, es lo que me ha fascinado de “El Hombre Elefante”. Por ello, para dotar de un título a esta crítica, me quedo con la frase de Treves: “¿Soy yo un hombre bueno, o tal vez un malvado?”.
El trabajo de Hopkins, una vez más, es sobresaliente. Y aunque la actuación de John Hurt tal vez resulte de difícil valoración (debido a lo disfrazado que queda su verdadero físico), lo cierto es que consigue conmover y hacer que uno empatice no sólo con el Merrick cinematográfico, sino también con el real. Al menos así me ha sucedido a mí, que no he podido sustraerme a la tentación de documentarme sobre el verdadero Joseph –que no John– Merrick.
Y ahora llegamos a lo que verdaderamente me turba en esta obra: la hostia a bocajarro que para mí supone ser consciente de hasta dónde puede llegar la crueldad humana. Esa crueldad me daña tanto como me desconcierta, me lleva de Rousseau a Hobbes y de Hobbes a Rousseau, de Gandhi a Mengele y de Mengele a Gandhi, me obliga a reflexionar sobre la jodida dualidad del ser humano que crea ángeles y demonios; seres de una misma especie que gravitan en los extremos del bien y del mal, exactamente como Treves y Bytes. Esos planteamientos morales, filosóficos y existencialistas, me abocan a un doloroso desconcierto cuando trato de comprender qué son mis congéneres y qué soy yo misma. Y eso, además de la inevitable sensibilización que produce esta película, es lo que me ha fascinado de “El Hombre Elefante”. Por ello, para dotar de un título a esta crítica, me quedo con la frase de Treves: “¿Soy yo un hombre bueno, o tal vez un malvado?”.

7,3
27.993
6
18 de agosto de 2013
18 de agosto de 2013
52 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues sí, ingeniosa y original, la película arranca con una interesante propuesta que, al menos a mí, consigue atraparme. Ante cada “continuará…” mi avidez de espectadora responde silenciosamente con un “sí, por favor, que continúe, que quiero más”. Mi atención está completamente centrada en la pantalla, yo también me siento dentro de esa casa. Pero lo cierto es que la cinta acaba por perder fuelle y llega a su conclusión con mucha menos energía, intensidad y verosimilitud de lo que había mostrado al principio. El último tercio augura, no diré que el derrumbamiento de lo hasta el momento construido, pero sí un remate que no está a la altura de las expectativas generadas. Va de más a menos, por tanto, generando una sensación global de que merece la pena y el aplauso, aun consciente de que falló en su conclusión.
Ahora siento unas terribles ganas de leer la obra Mayorga.
Ahora siento unas terribles ganas de leer la obra Mayorga.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El hecho de que gran parte de lo narrado en la historia de Claude pueda ser, sencillamente, producto de su imaginación no justifica que algunos hechos cojeen a la hora de resultar coherentes.
Desde el conato de idilio entre éste y la madre del amigo, algunos de los elementos de su historia y, por tanto, de la de Ozon, comienzan a resultarme inverosímiles, inapropiados. Eso sin contar lo del examen, que también tiene tela… Y una vez tomado este camino del “todo vale” (o casi todo) llegamos a un final que, al contrario de lo que hubiese deseado Germain, a mí me decepciona mucho más de lo que me sorprende y, desde luego, no creo que “no hubiese podido ser otro”.
Que la esposa de Germain se acueste con el mozo es tan impropio que no puedo sino considerar que el chaval se lo ha inventado, y eso es algo que nunca sabremos. Pero sí sabemos que abandona a su marido, de la noche a la mañana, y yo pienso “¿perdona?”. No sé, juraría que durante toda la cinta se nos había presentado a un matrimonio que se llevaba bien, que compartían sus inquietudes y se escuchaban, por mucho que, según apunta ella en un momento de la película “no hacemos el amor desde que empezaste a ayudar a Claude”. O me falta imaginación y se me han escapado cosas, o esto no tiene ni pies ni cabeza.
Eso sí, fantástica la imagen del final: todas esas ventanas repletas de historias escritas y por escribir.
Desde el conato de idilio entre éste y la madre del amigo, algunos de los elementos de su historia y, por tanto, de la de Ozon, comienzan a resultarme inverosímiles, inapropiados. Eso sin contar lo del examen, que también tiene tela… Y una vez tomado este camino del “todo vale” (o casi todo) llegamos a un final que, al contrario de lo que hubiese deseado Germain, a mí me decepciona mucho más de lo que me sorprende y, desde luego, no creo que “no hubiese podido ser otro”.
Que la esposa de Germain se acueste con el mozo es tan impropio que no puedo sino considerar que el chaval se lo ha inventado, y eso es algo que nunca sabremos. Pero sí sabemos que abandona a su marido, de la noche a la mañana, y yo pienso “¿perdona?”. No sé, juraría que durante toda la cinta se nos había presentado a un matrimonio que se llevaba bien, que compartían sus inquietudes y se escuchaban, por mucho que, según apunta ella en un momento de la película “no hacemos el amor desde que empezaste a ayudar a Claude”. O me falta imaginación y se me han escapado cosas, o esto no tiene ni pies ni cabeza.
Eso sí, fantástica la imagen del final: todas esas ventanas repletas de historias escritas y por escribir.
13 de marzo de 2012
13 de marzo de 2012
45 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras un segundo visionado de esta película, ya no me quedan dudas acerca de lo buena que es, si es que acaso en algún momento las tuve…
Hay varios elementos a destacar positivamente.
Empezamos con la actuación de Christian Bale. Está claro que la preparación física previa del actor impresiona sobremanera, lo que unido a un excelente trabajo interpretativo dota al personaje de credibilidad y facilita la identificación del espectador con su estado de demencia y decrepitud. Probablemente, no hubiese sido necesario que el actor apareciera tan famélico y debilitado, sin embargo, que suceda así nos ayuda a conectar con el infierno de incomprensión y paranoia en el que se aloja su existencia. Trevor Reznik se nos antoja muy vulnerable, física y anímicamente. Es un hombre perdido no sólo entre sus ropas, sino especialmente en los recovecos de su mente, acuciada ésta por las consecuencias de la falta de sueño, es un ser frágil que acaso encuentra un mínimo de amparo en los brazos del personaje de la prostituta. Su día a día es confuso, como nuestra percepción de la historia durante la mayor parte del metraje.
La atmósfera de confusión, así, está muy lograda. Sabemos que todo lo que parece estar sucediendo, probablemente no está sucediendo y que, por el contrario, hay una realidad que, a merced de dicha confusión, se nos escapa, aunque intuimos que está ahí, y no cabe duda de que desde el paulatino desarrollo del guión, se nos invita a intentar desvelarla mientras acompañamos a Trevor en su descenso al averno. Para ello contamos con algunas pistas, algunas muy evidentes (la presencia de Iván, un personaje cuya existencia es negada por el resto y tan sólo percibida por Trevor); otras, un tanto más sutiles (que aparezca “El Idiota” de Dostoievski no es casual).
Aunque algunos afirmen que es previsible, yo no creo que sea así. Las pistas son dosificadas y su inclusión en la película va acercando al espectador a la clarificación de muchos aspectos de ésta. Con ellas, vamos deshaciendo los nudos de la madeja hasta llegar a un desenlace explicativo que, al menos yo, no esperaba.
Hay varios elementos a destacar positivamente.
Empezamos con la actuación de Christian Bale. Está claro que la preparación física previa del actor impresiona sobremanera, lo que unido a un excelente trabajo interpretativo dota al personaje de credibilidad y facilita la identificación del espectador con su estado de demencia y decrepitud. Probablemente, no hubiese sido necesario que el actor apareciera tan famélico y debilitado, sin embargo, que suceda así nos ayuda a conectar con el infierno de incomprensión y paranoia en el que se aloja su existencia. Trevor Reznik se nos antoja muy vulnerable, física y anímicamente. Es un hombre perdido no sólo entre sus ropas, sino especialmente en los recovecos de su mente, acuciada ésta por las consecuencias de la falta de sueño, es un ser frágil que acaso encuentra un mínimo de amparo en los brazos del personaje de la prostituta. Su día a día es confuso, como nuestra percepción de la historia durante la mayor parte del metraje.
La atmósfera de confusión, así, está muy lograda. Sabemos que todo lo que parece estar sucediendo, probablemente no está sucediendo y que, por el contrario, hay una realidad que, a merced de dicha confusión, se nos escapa, aunque intuimos que está ahí, y no cabe duda de que desde el paulatino desarrollo del guión, se nos invita a intentar desvelarla mientras acompañamos a Trevor en su descenso al averno. Para ello contamos con algunas pistas, algunas muy evidentes (la presencia de Iván, un personaje cuya existencia es negada por el resto y tan sólo percibida por Trevor); otras, un tanto más sutiles (que aparezca “El Idiota” de Dostoievski no es casual).
Aunque algunos afirmen que es previsible, yo no creo que sea así. Las pistas son dosificadas y su inclusión en la película va acercando al espectador a la clarificación de muchos aspectos de ésta. Con ellas, vamos deshaciendo los nudos de la madeja hasta llegar a un desenlace explicativo que, al menos yo, no esperaba.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La primera pista evidente es aportada cuando descubrimos que Iván no es sino un delirio de Trevor, una vez la empresa y sus compañeros niegan la existencia de éste. Quedan entonces pocas dudas al respecto de que no hay ningún complot en su contra. A partir de ahí, somos conscientes de que, probablemente, de todo aquello que vemos, parte es alucinación pura y dura. Pero aún no nos queda claro qué es real y qué es delirio, aparte de Iván, claro. Poco a poco, se nos irá desvelando.
Cuando Trevor descubre que el vehículo de Iván es el suyo propio, ya sabemos que este personaje no es sino un alter ego del protagonista. Sin embargo, todavía desconocemos qué parte de Trevor representa Iván. Será ya al final de la película cuando descubramos que es su conciencia atormentada, la explicación, en fin, de su insomnio y su locura. Es un Pepito Grillo soslayado.
Y ahí llega la presencia de “El Idiota”, el símbolo por excelencia del film. Trevor es un hombre bueno, como el protagonista de la novela. De no serlo, su conciencia no le atormentaría, aunque esto esté sucediendo, paradójicamente, desde su inconsciente. Otros paralelismos entre “El Idiota” y la nebulosa de ficción en la que anda sumergido Trevor son el nombre de Iván, ya que en la novela, éste es también el nombre de uno de los personajes; o la epilepsia del niño, enfermedad de la que es víctima el protagonista de la obra de Dostoievski.
Por último: ¿de verdad alguien imaginaba que lo que sucedía es que Trevor había matado a un niño en un atropello en el que se dio a la fuga y que esa era la razón de su locura? Pues yo no.
En definitiva, creo que la película es excelente, que el argumento está muy bien desarrollado, que no se la puede tachar de tramposa y que se merece el nueve con el que, finalmente, he decidido puntuarla.
Dulces sueños a los que tengan la conciencia tranquila…
Cuando Trevor descubre que el vehículo de Iván es el suyo propio, ya sabemos que este personaje no es sino un alter ego del protagonista. Sin embargo, todavía desconocemos qué parte de Trevor representa Iván. Será ya al final de la película cuando descubramos que es su conciencia atormentada, la explicación, en fin, de su insomnio y su locura. Es un Pepito Grillo soslayado.
Y ahí llega la presencia de “El Idiota”, el símbolo por excelencia del film. Trevor es un hombre bueno, como el protagonista de la novela. De no serlo, su conciencia no le atormentaría, aunque esto esté sucediendo, paradójicamente, desde su inconsciente. Otros paralelismos entre “El Idiota” y la nebulosa de ficción en la que anda sumergido Trevor son el nombre de Iván, ya que en la novela, éste es también el nombre de uno de los personajes; o la epilepsia del niño, enfermedad de la que es víctima el protagonista de la obra de Dostoievski.
Por último: ¿de verdad alguien imaginaba que lo que sucedía es que Trevor había matado a un niño en un atropello en el que se dio a la fuga y que esa era la razón de su locura? Pues yo no.
En definitiva, creo que la película es excelente, que el argumento está muy bien desarrollado, que no se la puede tachar de tramposa y que se merece el nueve con el que, finalmente, he decidido puntuarla.
Dulces sueños a los que tengan la conciencia tranquila…
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