Ahora sí, lo dejo. No puedo más y es normal. Os escribo desde la última planta del hospital con una sala llena de ramos de flores, todos ellos tiñen la habitación de unos colores enfermizos que realmente no me vienen bien. Me pregunta la enfermera que si ha sido mi último partido, ¡pues claro que lo ha sido! ¿Qué más quiere? Voy camino de los 40 y he ascendido al equipo a primera división, he catapultado al club por primera vez en su historia a la máxima división nacional, ahora me doy cuenta de lo que cuesta. Toda la vida jugando en primera sin darme cuenta lo difícil que es, ahora cuando tanto esfuerzo y tesón he derrochado, ahora que he tenido que salir a jugar en campos casi sin césped, con un rival que mordía y que presionaba de verdad, ahora que los rivales hacen entradas al tobillo y no hay veinte cámaras para grabarlo y denunciarlo, lo que se suele ver en primera no es de verdad. Allí solo están pendientes de lucirse, a ver quien atrapa el contrato más millonario con Nike o a ver quién agujerea la escuadra por mejor lugar. En segunda el fútbol es más sincero, a todos les gusta lo que hacen. Aquí, en este modesto club he encontrado lo que no tuve en 10 años en lo más alto y eso es humanidad. Todos y cada uno de mis compañeros son seres humanos, todos tienen su corazón, y bien grande, y todos luchamos por cada minuto que disfrutamos en el terreno de juego, Mike Shiner el primero.
Y sí, queridos aficionados, en esta última etapa he sido feliz, antes aunque lo pareciera solo era un fantasma, me escondía detrás de ese maravilloso escudo, era mi máscara contra el mundo, esa máscara que desperdició los mejores años de un padre para con su hija o fastidió la relación con la única mujer que me ha amado. Ahora no llevo escudos anti nada, soy yo mismo. Mientras escribo estas líneas sigo pensando en la retirada y no es tanto por este golpe que me tiene atrapado en esta colorida habitación sino porque ya está, ya lo tengo todo, ahora sí he conseguido el cariño y la admiración de todos con mi esfuerzo, ahora sí he logrado hacer una gran gesta en este caprichoso mundo del fútbol, ahora sí que llegado a lo más alto de mi carrera, ahora que, cuando solo puedo bajar y no queda nada más camino por recorrer, me retiro.
Por último querría escribir unas palabras de agradecimiento al míster, ese mexicano cabrón que es querido y odiado a partes iguales, ese mexicano que me rescató de las cloacas y me ha llevado a un lugar que nunca imaginé. Gracias Iñárritu, gracias por convertir mis últimos años de carrera en algo magnífico, gracias Iñárritu por emocionarnos con tus charlas antes de cada partido, gracias Alejandro por tu manera de transmitirnos el fútbol que muchos ven vacía e innecesaria –ay, sí se hubieran dejado llevar como sí lo hicimos nosotros dentro del campo– gracias Alejandro por ser como eres, uno de los mejores entrenadores que hay, gracias de todo corazón.