Que Sugarman ha tenido un éxito completo, no lo dudo, y por tanto no le quita mérito al hecho de que un documental adquiera el interés del público. Está bien hilado, bien contado, bien filmado, y el Oscar posiblemente sea más que merecido desde el punto de vista cinematográfico.

Pero la realidad es que si Searching for Sugar Man fuera una película sería un bodrio de serie B, con un guión telenovelesco que apenas satisfaría a los de lágrima fácil.

Para mí existen dos partes bien diferenciadas: la búsqueda de Sixto Rodríguez, que me parece súblime, y su encuentro. Hasta que dan con quién es él y qué fue de él, digamos la primera hora de documental, es cierto que atrapa y emociona. Pero la siguiente hora no sé por qué se pierde el Director en presentarnos a un personaje que reúne todos los tópicos del olvidado, de la injusticia, del incomprendido, del héroe anónimo, del talento que no logra triunfar.

¿Un obrero de la construcción que hace música comparable a Bob Dylan? ¡Venga ya! Ni una sola de las canciones pasa de ser regular. El obrero no es un filósofo genial que debía haber vendido millones de discos y sólo encontró su lugar en Sudáfrica. Es lo que es: un obrero de la construcción que probó fortuna y no tuvo ni carisma ni talento suficiente para llegar al gran público. Sólo logró algo en un país sacudido por una situación política de tal intensidad que creyó encontrar en sus letras un sentido a sus ideales.

Y por supuesto, todos esos topicazos... algunas frases las he escuchados en decenas de películas de las de sobremesa y siesta.

Tantas que a veces me daba la risa. Verídico. Una sensación de ... ¡Lo que faltaba! En algún momento creí que saldría algún drama de enfermedad incurable por ahí, pero no. Qué raro.