Sin dudas, esta película formidable, con actuaciones sobresalientes como siempre de la insuperable Meryl Streep y del convincente Philip Hoffman, brillante, deja a los espectadores cierta incertidumbre para un lado u otro. Ciertos efectos, como las lamparitas que se queman en el despacho de la directora cuando entra el sospechado (por aquella), o las hojas en el patio.... parecen innecesarios y más acordes con el terror barato. Más allá de eso, y reflexionando bien, las propias palabras finales del personaje de la monja fanática: la confesión entre lágrimas frente a la joven monja, deja todo claro. Como corolario: sin pruebas, sólo nos queda La Inquisición. Además, la injusticia y la discriminación siempre flota, como en las palabras del personaje de Viola Davis, cuando expresa el estado de necesidad que su situación social le impone a aceptar todo, aún el abuso si hubiese ocurrido. Ocurre por fin, que la película se estrena en un contexto mundial atado al tsunami de denuncias de abusos a menores por parte de sacerdotes católicos, muchos de ellos por no decir. la mayoría probados en sede judicial (hasta el punto de hacernos pensar en una condena global a la institución toda) que aún subsiste y que seguramente condiciona cierta ambigüedad del trasfondo del film, a través de ciertas escenas sugerentes que en verdad sólo muestran conductas humanas solo cuestionables desde una moral muy puritana. Parecería que no se puede exculpar al sacerdote, por el solo hecho de serlo. Gran obra fílmica.