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Críticas de Jacobo Bugallo
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Críticas ordenadas por utilidad
10
15 de abril de 2020
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“Flaubert quiso escribir un libro sobre la nada, y no pudo; ¿podré yo?” Un extenso número de películas han flirteado, divagado o fantaseado con la idea de “belleza”, pero rara vez alguna lo ha explorado de una forma tan magistralmente elegante, seductora e irónica como la maravillosa La gran belleza de Paolo Sorrentino, sin lugar a duda su obra maestra hasta la fecha. Heredera de La dolce vita de Federico Fellini y evolución de su destacada Las consecuencias del amor, en La gran belleza Sorrentino se convierte en un ilusionista que nos invita a presenciar su más sutil ejercicio de máscaras y disfraces, y para ello nos transporta a la gran belleza por antonomasia de Italia: Roma.

Como hilo conductor de esta obra de ilusionismo, Sorrentino se reúne de nuevo con su “elegido”, su extensión en el escenario, el soberbio Toni Servillo, quien interpreta al sofisticado, inteligente, y escéptico Jep Gambardella, un periodista cuyo único éxito que se atribuye es la publicación de una novela años atrás.

La gran belleza comienza con el 65 cumpleaños de Jep, para el que éste ha orquestado una multitudinaria, lujosa, faraónica fiesta en su casa, con la asistencia de todo tipo de personalidades de la alta sociedad italiana. El director nos seduce y fascina a través de exceso e ilusión para desvelarnos posteriormente que es simplemente eso, una ilusión, un disfraz. La opulencia se desvanece y lo único que permanece es la decadencia.

“Me gustan estos ‘trenes de nuestras fiestas, con la serpiente de gente bailando, me gustan porque no van a ninguna parte”

A medida que transcurren las escenas, rodadas con una exquisita sutileza y una simetría perfecta que no tiene nada que envidiar a las de Kubrick, descubrimos una sociedad vacía, de la que Jep es partícipe y cómplice, a la vez que consciente. A través de su relación con la “fauna” que le rodea, este dandi nocturno confiesa ser conocedor de su mediocridad e insignificancia, y precisamente asumirlo le otorga esa entereza moral que se manifiesta en sus decisiones. “Cuando llegué a Roma, a los 26 años, me precipité muy pronto en lo que podría llamarse ‘la espiral de la mundanidad’. Yo no quería ser simplemente un mundano. Quería convertirme en el rey de los mundanos”.

Cualquier ilusionista que se precie ha de convertir algo ordinario en algo extraordinario, y eso es lo que ha conseguido Sorrentino con La gran belleza, convirtiendo la mundanidad y el paso del tiempo en una magnífica y sarcástica reflexión sobre la vida y la muerte. Es posible que estemos ante una de las películas más bellas del S.XXI, o no. “En el fondo es solo un truco. Sí, es solo un truco.” JB
Jacobo Bugallo
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