La serie me interesó por el tema que le da título y que inicialmente aborda, pero que según avanzan los capítulos se descubre que es una mera excusa para vendernos una visión maniquea de la sociedad, en la que existe un orden jerárquico muy definido desde el punto de vista moral:

- La cúspide de la sociedad la forman las mujeres lesbianas, bendecidas por todas las virtudes y carentes de defectos.

- A continuación, el resto de las mujeres. En algunas (pocas) ocasiones se equivocan, pero sus intenciones son siempre nobles y saben rectificar a tiempo. Inteligentes, sensibles, activas, saben combatir por sus derechos y con ellas al mando desaparecerían las injusticias de la faz de la tierra.

- Más abajo nos encontramos a los varones gays. Aunque carecen de las cualidades innatas a las mujeres, se solidarizan con ellas y las apoyan en sus diversas luchas.

- Al fondo del saco, los varones heteros, casi todos escoria. Solo puede salvarse el que acepte sin chistar obedecer a los grupos anteriores/superiores, con el premio (no menor) de que, tras la sumisión, pasará a ser considerado “sexy”. Si no se somete, será indefectiblemente calificado como machirulo, pues no hay términos medios ni matices. Y dentro de los machirulos, lo peor de lo peor, la peste, son los obreros manuales y, cómo no, los empresarios.

Eso sí, Bilbao precioso.