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Críticas ordenadas por utilidad
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7,4
40.289
8
2 de octubre de 2019
2 de octubre de 2019
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para empezar, decir que tengo una lista con innumerables películas estrenadas cada mes desde hace años. Películas que me interesan, bien por su argumento, independientemente de sus criticas; o bien por sus críticas, independientemente de su argumento. La lista es cada vez mayor, superando ya con creces al tiempo que le puedo dedicar a ver cine, teniendo en cuenta que las que de verdad quiero ver sí o sí, las veo en el cine. Voy por 2013 así que seguramente dicha lista se la deje a mis hijos en herencia, para que la continúen cuando yo ya no esté si me salen cinéfilos. Pues bien, hace una semana tocó La vida de Adele. No me considero cerrado de mente en cuanto a géneros cinematográficos, pero el de la película de Kechiche no es desde luego uno de mis favoritos. Soy más de westerns, cine negro y de gangsters. Pues bien, ha pasado una semana desde que la vi y no consigo quitármela de la cabeza.
Y no lo consigo. Y mira que esta semana vi uno de los mejores capítulos de la historia de la ficción televisiva, Ozymandias de Breaking Bad, por primera vez. Pues bien, después del shock y los aplausos iniciales a Vincent Gillian, mi cerebro volvió a repetir imágenes de Adele y Emma, De su amor, en su fase de ascenso y descenso. Con pocas películas me ha pasado esto, y la mayoría de ellas están dentro del grupo de mis películas favoritas de siempre, grupo en el que no meto aún a La vida de Adele… de momento.
En pocas ocasiones se ha visto en la pantalla una relación de amor y unos personajes tan reales, redondos, que transmitan tanto, a los que acompañas y con los que ya no solo es que te identifiques, sino que parece que estés dentro de su cabeza y los conozcas como un ser querido. La cámara a escasos centímetros de Adele y Emma logra una sensación de realidad, casi puedes tocar a los personajes. Sé que el rodaje fue muy criticado por las técnicas utilizadas por el director tunecino para sacar lo máximo de sus protagonistas, pero quién lo diría por la sensibilidad y la belleza con las que las filma.
Y qué actrices. Ambas están espectaculares, hablan con los ojos, los gestos, las bocas… Las palabras son redundantes porque casi puedes leer sus pensamientos solo con las miradas y su lenguaje no verbal. Intento buscar actuaciones femeninas comparables a las que nos regalan Léa Seydoux y Adèle Exarchopoulos y no las encuentro. Y hablo en la historia del cine, sabiendo la barbaridad que estoy diciendo. Y en especial Adèle. Entiendo que hayan cambiado el nombre de su personaje al suyo, porque ella es capaz de llevar sobre sus hombros (nunca mejor dicho) todo el peso de una película de 3 horas sin despeinarse. Su forma de comer, de dormir, de mirar, reírse, de llorar… Una actriz casi debutante hace fácil lo que actrices con décadas de experiencia, premios y fama, no podrían ni soñar.
Es obligatorio hablar de las escenas de sexo, tan polémicas. En mi opinión, estamos en una época en que ya debería estar desfasado el pudor y la incomodidad que sigue provocando ver cuerpos desnudos practicando sexo. Ha habido críticas desde el sector femenino y homosexual, denunciando que las escenas son fantasías sexuales y hasta pornográficas del hombre heterosexual medio. La ya famosa escena sexual de 10 minutos, me parece bella, tierna, dos personas conociéndose, comenzando a amarse, más preocupadas en el placer ajeno que en el suyo, y siendo una.
Hablamos de una película lenta y larga, pero que cuando acaba, después de 3 horas, y observas a Adèle alejarse de la cámara casi por primera vez en toda la cinta, solo pude decirme “no puede ser que esté acabando, no me podéis dejar así”. No sobra nada, incluso faltan cosas. Le he puesto un 8 porque quiero alejarme de la película para valorarla de forma más objetiva. Ahora mismo le pondría un 10. Y es que ha pasado una semana, y sigo sin poder quitármela de la cabeza.
Y no lo consigo. Y mira que esta semana vi uno de los mejores capítulos de la historia de la ficción televisiva, Ozymandias de Breaking Bad, por primera vez. Pues bien, después del shock y los aplausos iniciales a Vincent Gillian, mi cerebro volvió a repetir imágenes de Adele y Emma, De su amor, en su fase de ascenso y descenso. Con pocas películas me ha pasado esto, y la mayoría de ellas están dentro del grupo de mis películas favoritas de siempre, grupo en el que no meto aún a La vida de Adele… de momento.
En pocas ocasiones se ha visto en la pantalla una relación de amor y unos personajes tan reales, redondos, que transmitan tanto, a los que acompañas y con los que ya no solo es que te identifiques, sino que parece que estés dentro de su cabeza y los conozcas como un ser querido. La cámara a escasos centímetros de Adele y Emma logra una sensación de realidad, casi puedes tocar a los personajes. Sé que el rodaje fue muy criticado por las técnicas utilizadas por el director tunecino para sacar lo máximo de sus protagonistas, pero quién lo diría por la sensibilidad y la belleza con las que las filma.
Y qué actrices. Ambas están espectaculares, hablan con los ojos, los gestos, las bocas… Las palabras son redundantes porque casi puedes leer sus pensamientos solo con las miradas y su lenguaje no verbal. Intento buscar actuaciones femeninas comparables a las que nos regalan Léa Seydoux y Adèle Exarchopoulos y no las encuentro. Y hablo en la historia del cine, sabiendo la barbaridad que estoy diciendo. Y en especial Adèle. Entiendo que hayan cambiado el nombre de su personaje al suyo, porque ella es capaz de llevar sobre sus hombros (nunca mejor dicho) todo el peso de una película de 3 horas sin despeinarse. Su forma de comer, de dormir, de mirar, reírse, de llorar… Una actriz casi debutante hace fácil lo que actrices con décadas de experiencia, premios y fama, no podrían ni soñar.
Es obligatorio hablar de las escenas de sexo, tan polémicas. En mi opinión, estamos en una época en que ya debería estar desfasado el pudor y la incomodidad que sigue provocando ver cuerpos desnudos practicando sexo. Ha habido críticas desde el sector femenino y homosexual, denunciando que las escenas son fantasías sexuales y hasta pornográficas del hombre heterosexual medio. La ya famosa escena sexual de 10 minutos, me parece bella, tierna, dos personas conociéndose, comenzando a amarse, más preocupadas en el placer ajeno que en el suyo, y siendo una.
Hablamos de una película lenta y larga, pero que cuando acaba, después de 3 horas, y observas a Adèle alejarse de la cámara casi por primera vez en toda la cinta, solo pude decirme “no puede ser que esté acabando, no me podéis dejar así”. No sobra nada, incluso faltan cosas. Le he puesto un 8 porque quiero alejarme de la película para valorarla de forma más objetiva. Ahora mismo le pondría un 10. Y es que ha pasado una semana, y sigo sin poder quitármela de la cabeza.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En spoilers quería destacar y analizar cuatro escenas que me parecen el cénit de la Vida de Adele. Destaco 3 del que sería el Chapter 2 y solo una del Chapter 1, no por casualidad. Aunque la crítica se ha centrado en el despertar del amor, sexualidad y camino de la niñez a la edad adulta de Adèle en la primera hora y media, es la última parte de desamor y depresión la que me ha tocado la fibra:
- La escena del primer beso. La luz. El paisaje del el parque. Y sobre todo Emma y Adèle. No hablan, solo se miran, sonríen. La mirada decidida y segura de sí misma Emma. La mirada inexperta pero curiosa y juguetona de Adele. No hacen falta palabras, sobran. Los planos de Kechiche son aquí ya no a centímetros de las actrices, sino a milímetros, en algunos solo encuadra los ojos. Es un Sergio Leone, pero aquí nadie se va a disparar. Aquí empieza una de las mejores y más auténticas historias de amor de los últimos años.
- La escena de la discusión es el epicentro de la película. La catarsis, donde todo cambia para siempre. Donde las actuaciones de ambas actrices pasan de extraordinarias a legendarias. La voz endemoniada y que escupe ira de Emma. El semblante de Adèle y sus lágrimas (y moco), sabiendo que se le escapa el amor de su vida por su culpa. Es curioso, porque siempre que he sabido de una persona que engaña a su pareja, automáticamente he considerado a esta persona mala. Pero en el caso de Adèle siento empatía. Emma estaba alejándose de ella, y Emma era toda su vida. Y ese sentimiento la rompe y la confunde del todo. De ahí ese “¿Dónde voy a ir ahora?”
- Depresión. Esto no es una escena, sino una sucesión de escenas. Adèle llorando desconsoladamente por las calles. Bailando con sus niños, recibiendo ramos y felicitaciones de los padres, haciendo su trabajo, que es su segunda pasión después de Emma, totalmente rota y sin fuerzas, a punto de partirse en mil pedazos. Insomnio, pesadillas, cigarrillos empalmados… Pura soledad. Ha perdido a su amor y ha sido su culpa. Años de remordimientos y dolor. ¿Quién no se ha sentido así alguna vez? La parte con la que más me he identificado de toda la película.
- La cena. Los gestos nada más verse, la sonrisa de Emma. Otra prueba más de que las palabras en esta película son puro envoltorio, porque los sentimientos llenan la escena. Adèle intenta evocarlos recurriendo a lo físico como última esperanza para reconquistar a Emma. Fracasa. Emma tiene cariño infinito por ella, pero ya no forma parte de su mundo. Desolador. La segunda mejor escena actuada de la película.
El final, la cruda realidad. Se cierra el círculo con Adèle dándose cuenta de que Emma jamás volverá a formar parte de su vida. Lo acepta, lo asimila, pero esa pesadumbre no le abandonará ya nunca más, estará ahí el resto de su vida, la vida de Adèle, que ya nunca veremos continuar. ¿Lo superará? ¿Acabará todo mal, como en la novela gráfica? El hecho de que el chico vaya en dirección contraria a la que se ha ido Adèle puede ser un mal presagio…
- La escena del primer beso. La luz. El paisaje del el parque. Y sobre todo Emma y Adèle. No hablan, solo se miran, sonríen. La mirada decidida y segura de sí misma Emma. La mirada inexperta pero curiosa y juguetona de Adele. No hacen falta palabras, sobran. Los planos de Kechiche son aquí ya no a centímetros de las actrices, sino a milímetros, en algunos solo encuadra los ojos. Es un Sergio Leone, pero aquí nadie se va a disparar. Aquí empieza una de las mejores y más auténticas historias de amor de los últimos años.
- La escena de la discusión es el epicentro de la película. La catarsis, donde todo cambia para siempre. Donde las actuaciones de ambas actrices pasan de extraordinarias a legendarias. La voz endemoniada y que escupe ira de Emma. El semblante de Adèle y sus lágrimas (y moco), sabiendo que se le escapa el amor de su vida por su culpa. Es curioso, porque siempre que he sabido de una persona que engaña a su pareja, automáticamente he considerado a esta persona mala. Pero en el caso de Adèle siento empatía. Emma estaba alejándose de ella, y Emma era toda su vida. Y ese sentimiento la rompe y la confunde del todo. De ahí ese “¿Dónde voy a ir ahora?”
- Depresión. Esto no es una escena, sino una sucesión de escenas. Adèle llorando desconsoladamente por las calles. Bailando con sus niños, recibiendo ramos y felicitaciones de los padres, haciendo su trabajo, que es su segunda pasión después de Emma, totalmente rota y sin fuerzas, a punto de partirse en mil pedazos. Insomnio, pesadillas, cigarrillos empalmados… Pura soledad. Ha perdido a su amor y ha sido su culpa. Años de remordimientos y dolor. ¿Quién no se ha sentido así alguna vez? La parte con la que más me he identificado de toda la película.
- La cena. Los gestos nada más verse, la sonrisa de Emma. Otra prueba más de que las palabras en esta película son puro envoltorio, porque los sentimientos llenan la escena. Adèle intenta evocarlos recurriendo a lo físico como última esperanza para reconquistar a Emma. Fracasa. Emma tiene cariño infinito por ella, pero ya no forma parte de su mundo. Desolador. La segunda mejor escena actuada de la película.
El final, la cruda realidad. Se cierra el círculo con Adèle dándose cuenta de que Emma jamás volverá a formar parte de su vida. Lo acepta, lo asimila, pero esa pesadumbre no le abandonará ya nunca más, estará ahí el resto de su vida, la vida de Adèle, que ya nunca veremos continuar. ¿Lo superará? ¿Acabará todo mal, como en la novela gráfica? El hecho de que el chico vaya en dirección contraria a la que se ha ido Adèle puede ser un mal presagio…
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