A veces una película te deja plantado en la butaca cuando menos te lo esperas.
Como la vida misma, Mapa da vueltas y giros varios en torno a sensaciones semejantes, y juega con ellas. Lo mismo te hace reír, que te cuestiona e impele a ser crítico. Lo mismo te introduce en un momento de tedio vital, que te lanza a correr escaleras abajo por las calles de una gran ciudad.... y entonces, súbitamente, te detiene. No hay solución de continuidad, como en la vida misma, ni podemos escapar del continuo fluir de lo mismo, también como en la misma vida. Y es así como León Siminiani realiza un ejercicio de "mismidad" en el que cabemos todos. Una gran apuesta que se atreve a proponer un soliloquio dialogado a la vista del espectador y con el espectador. Al final, creo, sí, de alguna manera lo consigue, la "pérdida del control". Y entonces se abren nuevas puertas, en la pantalla y en el cine: retazos de vida, crítica, inteligencia, miradas, vacío, desolación, sonrisas, miseria, música, esperanza y, en definitiva, Arte.
Indispensable.