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6,4
15.459
8
9 de enero de 2011
9 de enero de 2011
62 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
Había seguido los sucesivos proyectos de Peter Weir posteriores a Master and Commander, y aunque había algunos interesantes, la verdad es que The Way Back era el más prometedor de todos. Había por ejemplo una adaptación de una novela muy post-moderna de William Gibson: Patter Recognition (aquí Mundo espejo); la leí ex-profeso por si la dirigía Weir y debo decir que me gustó muy poco y me alegro que no siguiera por ahí. Había también una intrigante película bélica ambientada en la Segunda Guerra Mundial sobre un mago que ayudaba al ejército inglés a vencer a los nazis: The war magician (para la que se habló incluso de protagonista: Tom Cruise); un encargo de una supuestamente sórdida película para lucimiento de Johnny Depp, Shantaram, que al parecer se frustró porque a Depp no le parecía suficientemente duro el guión del siempre conciliador Weir (aunque viendo The Tourist el criterio fílmico del productor-actor Depp da para pensar mucho); un drama sobre dos submarinistas que descubren un submarino nazi: Shadow Divers; incluso se propuso a Weir (o eso se rumoreaba) como director de El Hobbit, aunque me da que se asocia a El Hobbit todo lo que suene a australiano y que esos rumores son algo completamente ajeno al director de La última ola...
Por eso me decepcionaron mucho las primeras críticas de prensa y aficionados que leí. El proyecto me parecía interesante, y asistí a la proyección con bastantes reparos. Debo decir que lo que vi en pantalla no se corresponde con lo que había leído; desde mi punto de vista, es mucho mejor. A mi me gusta mucho The way back película (prefiero referirme a ella con su título original; hay traducciones peores, pero el título español es más obvio). Incluso el trailer es engañoso, y lleva a pensar en una película de grandes actos heroicos filmados con música estridente. Nada de eso. Por ejemplo, la escena más obvia al respecto, la tormenta de nieve, es muy breve; lo mismo ocurre con otros supuestos "momentos fuertes". Una de las grandes virtudes de The way back es que es mucho, pero mucho más sobria y elegante que todo eso. Weir es un estupendo director, alguien que valora las imágenes sobre todo, que propone sin imponer, y que sabe traducir la historia en planos; alguien cuya voluntad de huir de los subrayados se hace evidente un encuadre tras otro.
Por eso me decepcionaron mucho las primeras críticas de prensa y aficionados que leí. El proyecto me parecía interesante, y asistí a la proyección con bastantes reparos. Debo decir que lo que vi en pantalla no se corresponde con lo que había leído; desde mi punto de vista, es mucho mejor. A mi me gusta mucho The way back película (prefiero referirme a ella con su título original; hay traducciones peores, pero el título español es más obvio). Incluso el trailer es engañoso, y lleva a pensar en una película de grandes actos heroicos filmados con música estridente. Nada de eso. Por ejemplo, la escena más obvia al respecto, la tormenta de nieve, es muy breve; lo mismo ocurre con otros supuestos "momentos fuertes". Una de las grandes virtudes de The way back es que es mucho, pero mucho más sobria y elegante que todo eso. Weir es un estupendo director, alguien que valora las imágenes sobre todo, que propone sin imponer, y que sabe traducir la historia en planos; alguien cuya voluntad de huir de los subrayados se hace evidente un encuadre tras otro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Como no hay mucho espacio, quisiera destacar alguna cosa concreta. En primer lugar, el hecho de que tratándose de una película de grandes espacios no caiga en el paisajismo; no hay postales bonitas mientras los personajes agonizan. El retrato de la naturaleza es siempre cruel; si hay belleza, es una belleza paradójica, siempre amenazante y hostil. En segundo lugar, el avance de la historia a partir de elipsis bruscas pero nada obvias ni ilustrativas (¡incluso ya huida del gulag es una elipsis!). Por último, la compasión que se desprende de las sucesivas escenas de muertes de los integrantes de la expedición. En ellas no hay rutina, como he leído, sino un tacto y una cercanía por la vida humana muy difíciles de ver en una pantalla de cine actual. Desde la agonía por congelación de la primera víctima, con una alucinación fantasmagórica llena de magia y respeto, a la emocionante despedida del personaje de Saoirse Ronan; el lápiz balanceándose por el viento del desierto en la tumba del fugitivo-dibujante...
Sospecho que si se acusa de aburrimiento al devenir de la historia es sólo porque, por su propia naturaleza, los diálogos se van volviendo más escasos. Y del cine comercial (esta es una peli comercial, pero una estupenda peli comercial) se esperan mensajes explícitos y diálogos explicativos.
Es posible que en la era del cinismo que vivimos, una película que apele a la amistad y la camaradería suene trasnochada y blanda, pero creo que The way back mantiene un tono muy notable, en todo momento... salvo en el final (es mi gran pero, un pero personal, a la película; el epílogo no me parece una buena idea, ni siquiera me gusta la superposición de los pasos sobre las imágenes de archivo, aunque debo decir que no le falta sentido; de hecho, el "regreso" del título original, es sobre todo el regreso del personaje de Jim Sturgess para reencontrase con su esposa y aliviar la mala conciencia de ella haciéndole partícipe de su perdón por haberle delatado).
Para mi The way back es buen cine. De lo mejor que he visto este año. Y ójala Weir ni se retire ni se vuelva más obvio si la película no triunfa. Yo entré en la historia y la disfruté; para mi ha sido una notable experiencia cinematográfica. Ójala Weir, ya con 67 años, consiga levantar algún proyecto más, porque es uno de los pocos nombres actuales cuya presencia en cartel anima a seguir viendo cine.
Sospecho que si se acusa de aburrimiento al devenir de la historia es sólo porque, por su propia naturaleza, los diálogos se van volviendo más escasos. Y del cine comercial (esta es una peli comercial, pero una estupenda peli comercial) se esperan mensajes explícitos y diálogos explicativos.
Es posible que en la era del cinismo que vivimos, una película que apele a la amistad y la camaradería suene trasnochada y blanda, pero creo que The way back mantiene un tono muy notable, en todo momento... salvo en el final (es mi gran pero, un pero personal, a la película; el epílogo no me parece una buena idea, ni siquiera me gusta la superposición de los pasos sobre las imágenes de archivo, aunque debo decir que no le falta sentido; de hecho, el "regreso" del título original, es sobre todo el regreso del personaje de Jim Sturgess para reencontrase con su esposa y aliviar la mala conciencia de ella haciéndole partícipe de su perdón por haberle delatado).
Para mi The way back es buen cine. De lo mejor que he visto este año. Y ójala Weir ni se retire ni se vuelva más obvio si la película no triunfa. Yo entré en la historia y la disfruté; para mi ha sido una notable experiencia cinematográfica. Ójala Weir, ya con 67 años, consiga levantar algún proyecto más, porque es uno de los pocos nombres actuales cuya presencia en cartel anima a seguir viendo cine.

7,2
103.333
3
9 de febrero de 2013
9 de febrero de 2013
53 de 71 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay una secuencia tremenda, sobre la que poco he leído, en esta pelicula de Amenábar. En ella, un tetrapléjico católico, un sacerdote, acude a la casa del protagonista para convencerlo de que abandone su deseo de morir, con unos argumentos católico-iluminados-anti-eutanasia que provocan su comprensible rechazo.
Hay que ir con mucha sutileza cuando se tocan ciertos temas, y si algo caracteriza a A. Amenábar, que sus virtudes debe tener, no es, más que les pese a su legión de seguidores, la sutileza. Toda la secuencia está planificada en torno al sentimiento de triunfo del personaje de J. Bardem, y el fracaso del cura católico POR EL HECHO DE NO PODER SUBIR LAS ESCALERAS. Amenábar convierte esto en un secuencia cómica. Es un "pretendes defender mi dignidad como persona, pero ni siquiera eres capaz de subir las escaleras". El cura tiene que gritar sus "loas a la vida" desde el piso de abajo, ante la sonrisa triunfal del personaje de J. Bardem (al que llamaré siempre así, nunca R. Sampedro).
La moraleja de semejante situación es atroz, y se resume en esto: "un tetrapléjico que desee seguir viviendo, es risible, porque no puede subir una escaleras".
Se me dirá que exagero, que lo que el autor quiere señalar es que hay algo más allá de ser o no tetrapléjico, como es la vileza de ser católico. Que un tetrapléjico que desee seguir viviendo es digno, salvo que sea católico, que es su catolicismo lo que lo convierte en alguien abyecto (más aún, ni siquiera su catolicismo, sino su fastidisoso moralismo sermoneador y ejemplarizante).
Pero incluso plantear eso, tal como se hace aquí, tiene mucho de miserable.
Hay que ir con mucha sutileza cuando se tocan ciertos temas, y si algo caracteriza a A. Amenábar, que sus virtudes debe tener, no es, más que les pese a su legión de seguidores, la sutileza. Toda la secuencia está planificada en torno al sentimiento de triunfo del personaje de J. Bardem, y el fracaso del cura católico POR EL HECHO DE NO PODER SUBIR LAS ESCALERAS. Amenábar convierte esto en un secuencia cómica. Es un "pretendes defender mi dignidad como persona, pero ni siquiera eres capaz de subir las escaleras". El cura tiene que gritar sus "loas a la vida" desde el piso de abajo, ante la sonrisa triunfal del personaje de J. Bardem (al que llamaré siempre así, nunca R. Sampedro).
La moraleja de semejante situación es atroz, y se resume en esto: "un tetrapléjico que desee seguir viviendo, es risible, porque no puede subir una escaleras".
Se me dirá que exagero, que lo que el autor quiere señalar es que hay algo más allá de ser o no tetrapléjico, como es la vileza de ser católico. Que un tetrapléjico que desee seguir viviendo es digno, salvo que sea católico, que es su catolicismo lo que lo convierte en alguien abyecto (más aún, ni siquiera su catolicismo, sino su fastidisoso moralismo sermoneador y ejemplarizante).
Pero incluso plantear eso, tal como se hace aquí, tiene mucho de miserable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Quiero señalar dos cosas al respecto. Primera, quien ríe, cuando el cura católico se queda atrapado en mitad de la escalera, no es Ramón Sampedro. Ramón Sampedro no hizo esta película. Quien se ríe es Alejandro Amenábar, quien, obvio es señalarlo, no es tetrapléjico. Es alguien que puede caminar quien plantea una situación de burla en torno a un católico... por el hecho de ser tetrapléjico y no poder subir una escalera. Es difícil encontrar una película con una secuencia que contradiga tan sangrantemente su propio discurso.
Segundo, algo que igual sólo es importante para mi, pero que me provoca un inevitable rechazo hacia quien pudo idear una secuencia semejante. Cuando vi la peli por primera vez, supuse que la situación era el resultado de las investigaciones del autor sobre la vida de R. Sampedro, de la documentación previa, y que fue el personaje "real" quien dejó constancia en algún momento de aquella visita inoportuna. Pues bien, vean la entrevista de Amenábar en "Versión española" y comprobarán QUE LA SITUACIÓN ES INVENTADA. ¡Aquella visita nunca se produjo!
Quiero suponer que todo viene de la aversión de Ramón Sampedro por el cura del Opus en que se inspira el personaje de J. M. Pou, y que lo que Amenábar pretendía era ofrecerle una especie de venganza póstuma por haber tenido que aguantar sus sermones "pro-vida". Pero Sr. Director, usted no es tetrapléjico. ¿Se le olvidó esto? ¿No le tembló un poco el pulso cuando se puso a escribir una secuencia sobre lo gracioso que es que un tetrapléjico no pueda subir una escalera?
Por cierto, soy ateo y estoy a favor de la eutanasia. No tengo ningun simpatía por el Vaticano. Pero detesto los trazos gruesos, creo que los argumentos hay que defenderlos con inteligencia y que hay que respetar a los adversarios. Diría más, que no se puede confundir a una institución, ni siquiera a una institución religiosa, con las personas concretas que la siguen. No es todo tan sencillo. No vale con presentar obispos comiendo churros con chocolate (o la variante que aquí se presenta; perfectamente equiparable). Más que contradiga también mis convicciones, he conocido católicos que son personas deslumbrantes.
Una cosa más, señor director: tiene todo su derecho a ser anticlerical (hay muchos motivos para serlo), pero molesta mucho su actitud vergonzante al respecto. ¡Sea valiente! Si viste de talibanes a los católicos de Ágora, ¿por qué pretende convencernos de que no es una película anticatólica? ¿No se da cuenta que es lo mismo que llamar imbéciles a los espectadores? ¿O es lo que pretende?
Vuelvo a pasarme, entiendo que no es esa su intención, pero diré por qué lo hace: para perder, por este hecho, el menor número de espectadores. Sus convicciones tiemblan un poco ante la perspectiva de que la peli no sea rentable, aunque yo creo que hubiera habido poca diferencia de taquilla. Es comprensible, pero es una impostura.
Segundo, algo que igual sólo es importante para mi, pero que me provoca un inevitable rechazo hacia quien pudo idear una secuencia semejante. Cuando vi la peli por primera vez, supuse que la situación era el resultado de las investigaciones del autor sobre la vida de R. Sampedro, de la documentación previa, y que fue el personaje "real" quien dejó constancia en algún momento de aquella visita inoportuna. Pues bien, vean la entrevista de Amenábar en "Versión española" y comprobarán QUE LA SITUACIÓN ES INVENTADA. ¡Aquella visita nunca se produjo!
Quiero suponer que todo viene de la aversión de Ramón Sampedro por el cura del Opus en que se inspira el personaje de J. M. Pou, y que lo que Amenábar pretendía era ofrecerle una especie de venganza póstuma por haber tenido que aguantar sus sermones "pro-vida". Pero Sr. Director, usted no es tetrapléjico. ¿Se le olvidó esto? ¿No le tembló un poco el pulso cuando se puso a escribir una secuencia sobre lo gracioso que es que un tetrapléjico no pueda subir una escalera?
Por cierto, soy ateo y estoy a favor de la eutanasia. No tengo ningun simpatía por el Vaticano. Pero detesto los trazos gruesos, creo que los argumentos hay que defenderlos con inteligencia y que hay que respetar a los adversarios. Diría más, que no se puede confundir a una institución, ni siquiera a una institución religiosa, con las personas concretas que la siguen. No es todo tan sencillo. No vale con presentar obispos comiendo churros con chocolate (o la variante que aquí se presenta; perfectamente equiparable). Más que contradiga también mis convicciones, he conocido católicos que son personas deslumbrantes.
Una cosa más, señor director: tiene todo su derecho a ser anticlerical (hay muchos motivos para serlo), pero molesta mucho su actitud vergonzante al respecto. ¡Sea valiente! Si viste de talibanes a los católicos de Ágora, ¿por qué pretende convencernos de que no es una película anticatólica? ¿No se da cuenta que es lo mismo que llamar imbéciles a los espectadores? ¿O es lo que pretende?
Vuelvo a pasarme, entiendo que no es esa su intención, pero diré por qué lo hace: para perder, por este hecho, el menor número de espectadores. Sus convicciones tiemblan un poco ante la perspectiva de que la peli no sea rentable, aunque yo creo que hubiera habido poca diferencia de taquilla. Es comprensible, pero es una impostura.

6,4
19.716
6
10 de febrero de 2024
10 de febrero de 2024
31 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
He leído varias críticas y comentarios sobre La zona de interés y su condición de adaptación "de la novela de Martin Amis", y me llama la atención el hecho de que nadie parece haberla leído; incluso algunos que se reconocen seguidores del autor, señalan esta novela como una excepción y dicen no conocerla. No soy un experto en Martin Amis, pero me llamó la atención el proyecto y sí que la leí (y después, Mar gruesa), y si los críticos de la peli lo hubieran hecho también, al menos en algún caso hubieran señalado lo notablemente atípico de la adaptación [NOTA: tiempo después de escribir esto, debo decir que sí he visto reseñas que entran en detalle en las diferencias entre libro y película].
La obra de Martin Amis y la de Jonathan Glazer son profundamente distintas; tanto que, durante la proyección, me preguntaba por qué Glazer no habría llamado a su película de otra forma y hubiera firmado el guion como suyo (aunque hacer lo que ha hecho es mucho más honesto, claro). Queda la idea del retrato de la vida cotidiana de un grupo de nazis a cargo de la gestión de un campo de concentración junto al que viven, pared con pared; los problemas de las "emanaciones" del crematorio y alguna anécdota más; pero ni el tono de la historia ni el retrato de personajes (ni los personajes mismos) tienen nada que ver. Y conste que con ello no pretendo criticar la película del director de "Under the skin". Al contrario, me parece un atrevimiento y un hallazgo, pero Glazer ha hecho su propia versión de la situación y ha convertido el "off" del campo de concentración en el verdadero leitmotiv de la obra.
La obra de Martin Amis y la de Jonathan Glazer son profundamente distintas; tanto que, durante la proyección, me preguntaba por qué Glazer no habría llamado a su película de otra forma y hubiera firmado el guion como suyo (aunque hacer lo que ha hecho es mucho más honesto, claro). Queda la idea del retrato de la vida cotidiana de un grupo de nazis a cargo de la gestión de un campo de concentración junto al que viven, pared con pared; los problemas de las "emanaciones" del crematorio y alguna anécdota más; pero ni el tono de la historia ni el retrato de personajes (ni los personajes mismos) tienen nada que ver. Y conste que con ello no pretendo criticar la película del director de "Under the skin". Al contrario, me parece un atrevimiento y un hallazgo, pero Glazer ha hecho su propia versión de la situación y ha convertido el "off" del campo de concentración en el verdadero leitmotiv de la obra.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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La novela de Amis tiene interés, pero es más convencional que la película. Está bien resaltarlo porque rara vez se dice que una película pueda ser más interesante que la obra en la que se basa. La novela es un retrato de nazis siniestros, muy bien documentada (el epílogo insiste mucho en este punto), pero no demasiado original en su planteamiento. Cada capítulo respeta estrictamente el punto de vista de un personaje, y alguno de los principales ni siquiera aparecen en la película. El desarrollo de la historia no puede tener menos que ver. El carácter de la esposa es radicalmente distinto (y más original en película; los andares de Sandra Hüller y su huida de cualquier estilización son un hallazgo, muy lejos del carácter de "nazi buena" y atractiva-rebelde (tentada por la idea de cometer adulterio) de la esposa de la novela; es notable su capacidad para crear un personaje en una película construida sobre planos largos y donde el trabajo de los intérpretes es necesariamente distinto al habitual por casi total ausencia de primeros planos y casi de planos medios, muy lejano de cualquier afán psicologista). Lo mismo ocurre con Christian Friedel; el Rudolf Höss de la novela es un fantoche sanguinario de manual; el afán de Glazer de retratar la "cotidianeidad del nazismo", y hacerlo hasta las últimas consecuencias, convierte al personaje en otra cosa. Y esa otra cosa es más original. De hecho, la familia de la novela ni siquiera tiene hijos varones, sino dos hijas, pero el cambio es coherente con la idea de retratar una "familia nazi modelo" (aunque sea un modelo, inevitablemente, lleno de zonas oscuras) de Glazer. De alguna forma lo que retrata la película es el afán por adaptarse a las normas, ser "una buena persona", en un momento donde las normas de conducta las dicta nada menos que el nacional-socialismo; el carácter elíptico de los asesinatos está lleno de sentido, porque así es también en las conciencias de los personajes. La capacidad humana para eludir lo siniestro es así de espectacular.
No sé hasta qué punto me gusta o no La zona de interés película; tampoco tiene más importancia mi opinión. Pero no puedo dejar de reconocerle la osadía de su planteamiento y la valentía de llevarlo hasta las últimas consecuencias. Y como adaptación, por su libertad sobre el original, me parece modélica; lejos de usar la novela como una especie de "guión literario", aquí es sólo el punto de partida para una escritura distinta, para un nuevo trabajo de creación totalmente alejado en intereses al original. Y sólo por eso merece un aplauso.
No sé hasta qué punto me gusta o no La zona de interés película; tampoco tiene más importancia mi opinión. Pero no puedo dejar de reconocerle la osadía de su planteamiento y la valentía de llevarlo hasta las últimas consecuencias. Y como adaptación, por su libertad sobre el original, me parece modélica; lejos de usar la novela como una especie de "guión literario", aquí es sólo el punto de partida para una escritura distinta, para un nuevo trabajo de creación totalmente alejado en intereses al original. Y sólo por eso merece un aplauso.

6,4
1.245
7
24 de mayo de 2011
24 de mayo de 2011
28 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay un detalle significativo en los títulos de crédito de Álvarez Kelly; bueno varios. Por un lado son un comentario sobre la película, con imágenes históricas de soldados conduciendo ganado, en varias épocas (una especie de apunte, como el prórrogo de un libro, dirigido a marcar la importancia del ganado durante las guerras como aprovisionamiento para las tropas y la población) y otros dibujos de personajes y situaciones que tendrán que ver con la trama. No son simples estampas. La penúltima, por ejemplo, es bastante ilustrativa y humorística, acompañando la imagen del productor: un vaquero a la caballo persiguiendo una res desbocada. Y la última, a la que iba, junto al nombre del director, muestra a un jinete solitario; el primer plano de la película, al que se llega por un fundido encadenado, superpone el jinete del dibujo con el perfil del personaje interpretado por William Holden, el protagonista de la película. La identificación del director con su héroe se hace explícita desde el principio.
¿Pero qué tiene ese vividor mexicano para que Dmytryk se sienta tan cercano a él? La respuesta puede tener que ver con algunas circunstancias biográficas del director. En concreto con las presiones a las que se vio sometido, por una parte y durante el macarthismo, por la extrema derecha estadounidense, y por otro, sus tensiones con el partido comunista, al que perteneció durante años, pero del que acabó renegando por su dogmatismo y su tiranía. Dmytryk es, como Álvarez Kelly, un individualista, y eso difícilmente puede casar con el ideario comunista.
Álvarez Kelly no es, evidentemente, una película anticomunista. No hay una ideología concreta en su horizonte, al menos explícitamente. Pero el héroe de Dmytry es alguien que, obligado por las circunstancias a luchar en los dos bandos de la guerra civil estadounidense, acaba descubriendo que ambos están llevados por los mismos seres miserables, manipuladores, pasmosamente predispuestos a pasar por encima de quien sea necesario para conseguir sus objetivos. En este caso, más arribistas y mediocres en el bando de los futuros ganadores. El personaje sudista encarnado por Richard Widmark, tuerto por heridas de guerra, condenado a perder, al menos justifica sus miserias por su fidelidad a la causa del Sur, aunque viva en una tensión e insatisfacción permanentes; por otro lado, alguno de sus oficiales son bastante menos nobles, máquinas de matar. En el bando opuesto no se salva nadie: el retrato de los oficiales nordistas es absolutamente siniestro, empezando por el mayor Stigman (Patrick O'Neal), un arribista mediocre cuyo único mérito es saber aprovecharse de la vida de los demás.
¿Pero qué tiene ese vividor mexicano para que Dmytryk se sienta tan cercano a él? La respuesta puede tener que ver con algunas circunstancias biográficas del director. En concreto con las presiones a las que se vio sometido, por una parte y durante el macarthismo, por la extrema derecha estadounidense, y por otro, sus tensiones con el partido comunista, al que perteneció durante años, pero del que acabó renegando por su dogmatismo y su tiranía. Dmytryk es, como Álvarez Kelly, un individualista, y eso difícilmente puede casar con el ideario comunista.
Álvarez Kelly no es, evidentemente, una película anticomunista. No hay una ideología concreta en su horizonte, al menos explícitamente. Pero el héroe de Dmytry es alguien que, obligado por las circunstancias a luchar en los dos bandos de la guerra civil estadounidense, acaba descubriendo que ambos están llevados por los mismos seres miserables, manipuladores, pasmosamente predispuestos a pasar por encima de quien sea necesario para conseguir sus objetivos. En este caso, más arribistas y mediocres en el bando de los futuros ganadores. El personaje sudista encarnado por Richard Widmark, tuerto por heridas de guerra, condenado a perder, al menos justifica sus miserias por su fidelidad a la causa del Sur, aunque viva en una tensión e insatisfacción permanentes; por otro lado, alguno de sus oficiales son bastante menos nobles, máquinas de matar. En el bando opuesto no se salva nadie: el retrato de los oficiales nordistas es absolutamente siniestro, empezando por el mayor Stigman (Patrick O'Neal), un arribista mediocre cuyo único mérito es saber aprovecharse de la vida de los demás.
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¿Qué tiene sobre ellos Álvarez Kelly, quien a fin de cuentas no destaca precisamente por sus ideales elevados, para que Dmytryk tome tan claro partido por él? Pues el hecho de que, aún moviéndose siempre en su propio beneficio, sabe hacer su trabajo. Álvarez Kelly es un profesional. En muchos momentos de la película, lo único que le evita ser asesinado es el hecho de que, por sus habilidades conduciendo ganado, los dos bandos lo necesitan. Las aptitudes de Kelly incluyen algo distinto a matar. Además, cuando la situación le obliga a tomar partido, lo hace con una generosidad de la que carecen sus antagonistas. En el momento de la verdad, cuando los ideales son puestos a prueba, es Álvarez Kelly quien demuestra estar a la altura de las circunstancias, salvando a un soldado sudista del fuego enemigo.
En un trabajo sobre el director, el crítico Antonio Castro señalaba: "Para Dmytryk -y Álvarez Kelly lo prueba incontestablemente- la única virtud que merece la pena respetar es el profesionalismo, con la única excepción de que la profesión sea la de asesinar semejantes".
La filosofía de Dmytryk, que pasa por un individualismo extremo, es en el fondo profundamente dionisíaca. Incluso el trabajo es una forma de autoafirmación (en último extremo, de placer). En cuanto a lo demás (como comenta el protagonista cuando le preguntan sobre por qué se jugó la vida por salvar a un soldado confederado, no exactamente enemigo, pero sí al menos no-amigo): "me gusta probarlo todo, coronel. Al menos una vez". Seguro que Dmytryk suscribía esta frase de su héroe.
En un trabajo sobre el director, el crítico Antonio Castro señalaba: "Para Dmytryk -y Álvarez Kelly lo prueba incontestablemente- la única virtud que merece la pena respetar es el profesionalismo, con la única excepción de que la profesión sea la de asesinar semejantes".
La filosofía de Dmytryk, que pasa por un individualismo extremo, es en el fondo profundamente dionisíaca. Incluso el trabajo es una forma de autoafirmación (en último extremo, de placer). En cuanto a lo demás (como comenta el protagonista cuando le preguntan sobre por qué se jugó la vida por salvar a un soldado confederado, no exactamente enemigo, pero sí al menos no-amigo): "me gusta probarlo todo, coronel. Al menos una vez". Seguro que Dmytryk suscribía esta frase de su héroe.

6,6
1.509
7
25 de noviembre de 2010
25 de noviembre de 2010
24 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más interesado por los personajes que por la aventura, esta especie de versión en falso western de La carrera del siglo, fue una de las últimas películas del siempre interesante Richard Brooks y aún no tratándose de su mejor película (algunos pasajes de aventura son un poco pesados y previsibles; la espectacularidad con que en su día estuvo planteada pinta poco en la era digital). Brooks, que antes de director fue guionista y periodista (aunque esto último no tenga por qué significar gran cosa) era un estupendo dialoguista, y se nota. Hay réplicas geniales. Hay una bonita loa de la amistad. Hay una reparto estupendo. Por otro lado, los personajes no serán personas, pero estoy convencido de que la actitud de un autor por sus personajes, y su forma de retratarlos, dice mucho de su actitud hacia las personas "reales"; al menos en algunos géneros es crucial. En Muerde la bala hay mucho de esa "mirada humanista" del director, una forma implícita de poner cierta actitud hacia "sus criaturas" por encima de los vaivenes de la peripecia argumental. Igual no parece lo más apropiado en una película de aventuras, pero yo creo que es lo apropiado siempre. Esas cosas también cuentan.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Como trasfondo, se guarda una crítica explícita a eso que se conoce como "sueño americano", el éxito social como medida del valor de una vida. El personaje de Gene Hackman, que en muchos aspectos es el propio Brooks, llega a decirlo explícitamente. Uno de los momentos más evidentes al respecto es la escena de la muerte del personaje de Ben Johnson, que ha iniciado la lucha con problemas del corazón y hasta el mismo instante de morir sigue pensando que puede ganar. Aparte de la labor estupenda del actor, la amargura viene no sólo de su relato de una vida de luchador, sino de su carácter de involuntaria víctima de unos ideales demasiado exigentes; apenas puede moverse, y sigue viéndose como ganador; la ambición es tan fuerte que lo deja ciego ante lo evidente; la inercia de la lucha sólo la apaga la muerte y sigue viva hasta el último instante...
Pero hay otro elemento menos obvio en el desarrollo del argumento que apunta en el mismo sentido, más aún mirado desde la actualidad donde vende mucho más no ya la violencia, sino yo diría que más bien el cinismo, en el cine comercial (bueno, ojalá fuera sólo el cine): aquí no importa tanto la competición (y mucho menos el éxito final) como quienes compiten. En una película actual, fácilmente los personajes hubieran ido aumentando sus tensiones y la rivalidad de la carrera los hubiera hecho sacar lo peor de ellos mismos. En Muerde la bala sin embargo hay una especie de solidaridad y compañerismo que va en aumento con el desarrollo de la aventura. Es algo muy "demodé", desde luego, pero precisamente por eso, para mi, más digno de elogio. Algunas cosas son demasiado ingenuas, como la transformación final del joven pendenciero y brutal; incluso algo más importante, como la rabia del personaje de Gene Hackman hacia quienes atacan a los animales o a las mujeres, en general contra quienes abusan de su poder sobre quienes no están en posición de defenderse; es un punto muy importante del sentido de la historia, muy probablemente fuera la filosofía del propio Brooks, pero ese "altruismo violento" es un poco forzado, demasiado "limpio", demasiado de "buen tipo".
El proyecto se debió quedar largo de metraje y debió haber imposiciones al respecto; se nota mucho la tijera, por ejemplo, en la escena final, una especie de amago a La soledad de el corredor de fondo (película, por cierto, 13 años anterior) aunque finalmente resulta otra cosa, aquí más convencional; los jinetes que llegan primeros a la meta, curiosamente los que más cotizaban a efectos de caché y taquilla, lo hacen agotados y exhaustos después de cruzar unas montañas heladas... de las que sólo hemos visto una panorámica y un par de flashes más.
Pero hay otro elemento menos obvio en el desarrollo del argumento que apunta en el mismo sentido, más aún mirado desde la actualidad donde vende mucho más no ya la violencia, sino yo diría que más bien el cinismo, en el cine comercial (bueno, ojalá fuera sólo el cine): aquí no importa tanto la competición (y mucho menos el éxito final) como quienes compiten. En una película actual, fácilmente los personajes hubieran ido aumentando sus tensiones y la rivalidad de la carrera los hubiera hecho sacar lo peor de ellos mismos. En Muerde la bala sin embargo hay una especie de solidaridad y compañerismo que va en aumento con el desarrollo de la aventura. Es algo muy "demodé", desde luego, pero precisamente por eso, para mi, más digno de elogio. Algunas cosas son demasiado ingenuas, como la transformación final del joven pendenciero y brutal; incluso algo más importante, como la rabia del personaje de Gene Hackman hacia quienes atacan a los animales o a las mujeres, en general contra quienes abusan de su poder sobre quienes no están en posición de defenderse; es un punto muy importante del sentido de la historia, muy probablemente fuera la filosofía del propio Brooks, pero ese "altruismo violento" es un poco forzado, demasiado "limpio", demasiado de "buen tipo".
El proyecto se debió quedar largo de metraje y debió haber imposiciones al respecto; se nota mucho la tijera, por ejemplo, en la escena final, una especie de amago a La soledad de el corredor de fondo (película, por cierto, 13 años anterior) aunque finalmente resulta otra cosa, aquí más convencional; los jinetes que llegan primeros a la meta, curiosamente los que más cotizaban a efectos de caché y taquilla, lo hacen agotados y exhaustos después de cruzar unas montañas heladas... de las que sólo hemos visto una panorámica y un par de flashes más.
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