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4
30 de agosto de 2010
30 de agosto de 2010
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nueva película del director de 'Happiness'. Y 'Happiness' es lenta, sí, pero es mordaz y divertida. Esta secuela recoge el estilo, la forma de contar la historia, incluso el tipo de música asociado al hilo argumental de la historia, pero no contiene ni el ingenio ni la soltura de la primera.
Tiene un par de momentos acertados en alguna que otra conversación, pero en general se hace tediosa y sin ritmo.
El estilo de la película es el mismo que en 'Happiness': conversaciones entre los personajes que ponen de manifiesto la farsa particular que viven cada uno de ellos en un mundo especialmente decadente. La forma es la misma también: intercala una conversación tras otra, así hasta el final de la película. La música, cursi y pastelosa, agudiza la decadencia y el supuesto mundo de rosa que aspiran a tener cada uno de los personajes.
El conjunto, como consiguió ya en 'Happiness', muestra una parte de la sociedad que, vista desde fuera, es simpáticamente enferma pero que, desde dentro, lucha contra sus contradicciones, tan enraizadas en su cultura. La enfermedad es puramente psicológica y las contradicciones son la culpa y el perdón.
La película trata este tema, pero nada más. Tampoco consigue profundizar ni arrojar luz: los personajes hablan y hablan pero detrás no hay nada más que un problema enquistado. El director parece querer exteriorizar de nuevo con esta película un sentimiento de impotencia que parece perseguir al ciudadano medio americano. Pero en este caso satiriza menos, refleja con menor intensidad, aburre más y, sobre todo, parece haber estado menos inspirado en el guión, que a ratos te invita al sueño y, al cabo de la primera hora, la dejarías si no fuera porque estás en el cine.
'La vida en tiempos de guerra' me ha parecido aburrida, incluso tediosa, con algún que otro punto audaz que consigue hacerte sonreír. Una película que es un interminable diálogo y que sólo habla de un tema y además de forma circular, no puede considerarse para mí buen cine.
En 'Happiness' supo retratar la decadencia porque se centró en ella sin desviarse del tema. Esta segunda parte se ve obstaculizada por los complejos que en ella se reflejan: la culpa y el perdón. La decadencia ya no es la protagonista, sólo una herramienta para sugerir un problema cuya solución parece querer encomendarla a los dioses, no parece poder solucionarse en este mundo. La guerra, marco de fondo de la película, tiene el mismo problema: verse envuelto en ella parece fortuito; pero para salir la única forma que parecen encontrar es, de nuevo, desentenderse del problema, dejando todo como al principio, a punto para una secuela.
Tiene un par de momentos acertados en alguna que otra conversación, pero en general se hace tediosa y sin ritmo.
El estilo de la película es el mismo que en 'Happiness': conversaciones entre los personajes que ponen de manifiesto la farsa particular que viven cada uno de ellos en un mundo especialmente decadente. La forma es la misma también: intercala una conversación tras otra, así hasta el final de la película. La música, cursi y pastelosa, agudiza la decadencia y el supuesto mundo de rosa que aspiran a tener cada uno de los personajes.
El conjunto, como consiguió ya en 'Happiness', muestra una parte de la sociedad que, vista desde fuera, es simpáticamente enferma pero que, desde dentro, lucha contra sus contradicciones, tan enraizadas en su cultura. La enfermedad es puramente psicológica y las contradicciones son la culpa y el perdón.
La película trata este tema, pero nada más. Tampoco consigue profundizar ni arrojar luz: los personajes hablan y hablan pero detrás no hay nada más que un problema enquistado. El director parece querer exteriorizar de nuevo con esta película un sentimiento de impotencia que parece perseguir al ciudadano medio americano. Pero en este caso satiriza menos, refleja con menor intensidad, aburre más y, sobre todo, parece haber estado menos inspirado en el guión, que a ratos te invita al sueño y, al cabo de la primera hora, la dejarías si no fuera porque estás en el cine.
'La vida en tiempos de guerra' me ha parecido aburrida, incluso tediosa, con algún que otro punto audaz que consigue hacerte sonreír. Una película que es un interminable diálogo y que sólo habla de un tema y además de forma circular, no puede considerarse para mí buen cine.
En 'Happiness' supo retratar la decadencia porque se centró en ella sin desviarse del tema. Esta segunda parte se ve obstaculizada por los complejos que en ella se reflejan: la culpa y el perdón. La decadencia ya no es la protagonista, sólo una herramienta para sugerir un problema cuya solución parece querer encomendarla a los dioses, no parece poder solucionarse en este mundo. La guerra, marco de fondo de la película, tiene el mismo problema: verse envuelto en ella parece fortuito; pero para salir la única forma que parecen encontrar es, de nuevo, desentenderse del problema, dejando todo como al principio, a punto para una secuela.

8,0
159.846
6
26 de agosto de 2010
26 de agosto de 2010
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Origen (Inception) representa el cine de acción comercial al que nos estamos acostumbrando.
Nos estamos acostumbrando a superproducciones con mucho ritmo, con una idea central atractiva y con un desarrollo de ésta demasiado académica. Buscamos (necesitamos) ver y decir que estamos delante de obras maestras; no tenemos paciencia y cualquier película trabajada se lleva este calificativo. Obras maestras hay pocas y Origen, por supuesto, no lo es.
La película empieza con una explosión de trama imposible de entender, con una presentación de los personajes envueltos en una historia compleja, dramática y de difícil salida. El espectador, en este caso yo, abrumado por las imágenes, acabo deseando que suceda algo que explique qué sucede para no creerme tan simple como para no conectar con la película.
Primer cebo académico al que sucumbo.
La historia, excesivamente compleja en un principio, sin posibilidad de comprensión al menos para mí, pide la siguiente pieza de una trama típica del cine comercial: un personaje a través del cual explicar la idea principal de la película. El modo de hacerlo se hace demasiado obvio.
Una vez el espectador comprende un poco de qué va, la película se lanza a desarrollarse y a sacar el jugo de su "idea central".
Lo malo es que esta idea, al ser complicada y llena de matices, se enfrenta a cualquier espectador riguroso con ganas de desmontarla y, por lo tanto, necesita ser explicada y controlada a lo largo de todo el film.
Aquí es cuando la película pierde su fuerza, su atractivo y no llega como una película de acción buena lo haría. Origen tiene problemas para explicarse, para desarrollarse, no se hace fluida. La "gran idea" tiene muchas grietas, demasiadas para sólo dos horas; Origen es víctima de su "idea central" porque engulle demasiados recursos. Y si a esto se le suma que, como toda película comercial, tiene que aparecer una historia romántica que permita al personaje principal poder dramatizar su historia y, a través del cual, lucir tanto su inteligencia como humanizar su supuesta genialidad, la película requiere de un ritmo superior al que el espectador puede soportar.
El ritmo es desenfrenado, dos horas y media corriendo, no hay espacios para respirar, para pensar o para asimilar la historia. El resultado es para mí un tanto decepcionante. La película se hace entretenida pero justamente por sus defectos: a falta de fluidez (la idea a través de la cual gira la historia se complejiza demasiado) los recursos del director han sido acelerar el ritmo y alargarlo interminablemente, hasta un punto, sin embargo, que, cuando la historia requiere comprensión y empatía con la historia de amor, el espectador no está en condiciones de sentir ni de retener sentimientos ni sensaciones que desprenden sus personajes principales. El espectador sólo se queda con un final abierto y con un despliegue de recursos impresionante para hacer de Origen una película tan rápida en su ritmo como en su olvido.
Nos estamos acostumbrando a superproducciones con mucho ritmo, con una idea central atractiva y con un desarrollo de ésta demasiado académica. Buscamos (necesitamos) ver y decir que estamos delante de obras maestras; no tenemos paciencia y cualquier película trabajada se lleva este calificativo. Obras maestras hay pocas y Origen, por supuesto, no lo es.
La película empieza con una explosión de trama imposible de entender, con una presentación de los personajes envueltos en una historia compleja, dramática y de difícil salida. El espectador, en este caso yo, abrumado por las imágenes, acabo deseando que suceda algo que explique qué sucede para no creerme tan simple como para no conectar con la película.
Primer cebo académico al que sucumbo.
La historia, excesivamente compleja en un principio, sin posibilidad de comprensión al menos para mí, pide la siguiente pieza de una trama típica del cine comercial: un personaje a través del cual explicar la idea principal de la película. El modo de hacerlo se hace demasiado obvio.
Una vez el espectador comprende un poco de qué va, la película se lanza a desarrollarse y a sacar el jugo de su "idea central".
Lo malo es que esta idea, al ser complicada y llena de matices, se enfrenta a cualquier espectador riguroso con ganas de desmontarla y, por lo tanto, necesita ser explicada y controlada a lo largo de todo el film.
Aquí es cuando la película pierde su fuerza, su atractivo y no llega como una película de acción buena lo haría. Origen tiene problemas para explicarse, para desarrollarse, no se hace fluida. La "gran idea" tiene muchas grietas, demasiadas para sólo dos horas; Origen es víctima de su "idea central" porque engulle demasiados recursos. Y si a esto se le suma que, como toda película comercial, tiene que aparecer una historia romántica que permita al personaje principal poder dramatizar su historia y, a través del cual, lucir tanto su inteligencia como humanizar su supuesta genialidad, la película requiere de un ritmo superior al que el espectador puede soportar.
El ritmo es desenfrenado, dos horas y media corriendo, no hay espacios para respirar, para pensar o para asimilar la historia. El resultado es para mí un tanto decepcionante. La película se hace entretenida pero justamente por sus defectos: a falta de fluidez (la idea a través de la cual gira la historia se complejiza demasiado) los recursos del director han sido acelerar el ritmo y alargarlo interminablemente, hasta un punto, sin embargo, que, cuando la historia requiere comprensión y empatía con la historia de amor, el espectador no está en condiciones de sentir ni de retener sentimientos ni sensaciones que desprenden sus personajes principales. El espectador sólo se queda con un final abierto y con un despliegue de recursos impresionante para hacer de Origen una película tan rápida en su ritmo como en su olvido.
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