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Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
14 de julio de 2012 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
De nada sirve que hable de las maravillas cinematográficas de Ciudadano Kane (no se ha dicho todo ya?). Técnicamente es muy buena, pero saltamos a lo siguiente. Para mí, Ciudadano Kane, es una de las películas más tristes que jamás se hayan hecho. Charles Forster Kane, es uno de los personajes más profundos que se han llegado a construir en el cine, y él sólo ocupa la película entera. A medida que el film avanza, no sentimos lástima por el personaje. Más bien incomprensión. ¿Por qué hace todo de ése modo? ¿Cuál es el motivo que le empuja a ser tan intolerante, incluso consigo mismo? ¿El motivo por el que sigue sus principios como si fueran los diez mandamientos? No sabemos el motivo de la rabia que le está comiendo desde el interior. El film muestra las consecuencias, y termina con la causa. Se supone que "Rosebud" tiene que ser la palabra mágica. Una palabra que pueda llegar a resumir la vida de un hombre en siete letras. Una palabra tiene que hacer que, habiendo compartido espacio con un hombre durante dos horas, comprendamos hasta el significado de su ser hasta el más profundo rincón de su alma. Lo que es Rosebud no es algo material, ni tampoco algo tan simple como parece. Rosebud es más que un símbolo, es una declaración. Orson Welles se plantea de introducirnos un personaje y hacer que lo conozcamos más que a nosotros mismos en dos horas, haciendo también una gran muestra de ideales de la vida y la filosofía humana. Parece muy arriesgado. Después de ésta película no se ha vuelto a intentar algo así. Pero, ¿lo consigue? La respuesta es: sí. Y es más, consigue que "Rosebud" sea una de las palabras más tristes, crueles y al mismo tiempo esperanzadoras, que nunca se hayan visto en el cine. Un 10 por el señor Welles, porque con en el 1941, hizo algo superior.
27 de junio de 2012
7 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hoy en día quizá nos hemos vuelto un tanto insensibles, pero la larga escena inicial, filmada con una sangre fría terrorífica, ya debería dejarnos mal sentados por un buen rato. Se da una premisa: un grupo de hombres aislados en el polo sur descubren algo fuera de lo normal. La película no tiene un argumento ni muy imprevisible ni muy elaborado. Pero ésto no es un defecto, por un motivo de peso: no necesita tener nada de ello para cumplir con su función. De los fundidos de imagen al largo tiempo que transcurre entre corte y corte de escena, sin mencionar un juego de luces y sombras impresionante, hacemos innegable la inmensa calidad directiva de la película, lo que hace extrañar la época dorada de Carpenter. Ver ésta película es como presenciar el hundimiento de un iceberg. No sabes cuándo lo hará, ni cómo. Sólo sabes que esperas que nadie salga herido y que terminará por cumplir su fatal destino. El guión está al servicio de la dirección, lo que da lugar a una poderosa simbiosis que crea la esencia de la película; porque la dirección es genial. Por otro lado tenemos un dato divertido, y es que puede ser que nos encontremos con una de las películas con más masculinidad de la historia del cine, si tenemos en cuenta que: [es un spoiler, sigue abajo]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
A parte de ser una docena de hombres liderados por la barba y el sombrero canadiense de Kurt Russell, casi todo el mundo muere quemado con un lanzallamas, o por lo menos, es rematado con él.

El final es impresionante. Dos hombres son la única barrera que separa la humanidad de su salvación, o bien de su perdición. Sólo sabemos una cosa, con la reflexión final de Kurt: "Creo que... deberíamos... esperar... a ver que pasa...". Y aparecen los créditos, quedándote con la sensación de que la historia ha pasado en presente, y que cuando llegues a casa habrá aún dos tíos (o uno y un monstruo) helándose el culo entre los glaciares de la Antártida.
14 de julio de 2012 2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde el primer fotograma, uno tiene una certeza: la de que acaba de signar un pacto con el autor al pagar la entrada; él ha hecho unas leyes que se adecuan a los fenómenos naturales, y ha creado un mundo que se basa en ellas. Su mundo, sus reglas. A diferencia de muchas otras películas que dejan claro éstos principios, Wes Anderson es increíblemente coherente en todo momento, y eso hace que la película, ayudada por unas tremendas actuaciones hechas por increíbles actores (del más pequeño al mayor), que rozan la perfección a nivel interpretativo, tenga una magia inexplicable que te envuelve en todo momento. La enorme música de Benjamin Britten te guía en el principio y el final, y te hace comprender el título de la película, a través de una magnificiente mensaje. Unos paisajes infinitamente bellos, personajes entrañables, y unos colores nostálgicos hacen que salgas del cine sabiendo que acabas de presenciar algo realmente único y especial, que te llena, y te hace pensar de que el mundo es un poco más bonito. En todo momento existe una dualidad muy marcada al largo de la película: el contraste entre el mundo puro e inocente, y el mundo crudo sin piedad. Ver cómo éstos mundos se mezclan, teniendo como resultado soluciones totalmente improbables pero altamente comprensibles, hace que uno, como por ejemplo un servidor, se quede enamorado de un largometraje tan precioso como éste.
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