Poner Amelie al baño María. Cocer unos huevos y dárselos a un lagarto de carnaval. Añadir unas gotas de cine cutre de Guerra Fría. Mezclar lo anterior en un molde de corrección política (minoría racial, homofobia y marginalidad social). Sazonar con amor raruno. Espolvorear música y acción.
Dificultad: media
Precio: 8,50€, con palomiteros y doblaje infame.
Valor nutricional: llena el estómago pero repite (mucho).

Sobre el papel todo podría funcionar. Sin embargo nada me resulta creíble. Los diálogos son teatrales, sin poder olvidar que uno está viendo a actores. Las fases de la pareja que intenta retratar son una colección de estereotipos; sí, sucede así en la vida real, pero ¿para qué queremos verlo? Y sobre todo, ¿por qué íbamos a verlo así, con ese trazo de brocha gorda? Leo en otras críticas disconfort con las escenas de sexo y las drogas. Es cierto, se cargan las tintas, pero no más que en el componente emocional, los entresijos familiares o el hastío de las rutinas. Sencillamente todo es amplificado para que nos quede clarísimo qué estamos viendo en cada momento. Y eso empobrece el conjunto. Nada queda a la imaginación, nada se sugiere, no hay posibilidad de adentrarnos en interpretaciones ambiguas o alternativas, ningún personaje tiene capas ni contradicciones notables; es el gran pecado de esta serie: la asfixia del espectador. Creo que es un producto pensado para veinteañeros tardíos sin muchas exigencias. Es preocupante que la crítica oficialista se rinda a un producto de estas características; el listón parece estar un poco bajo...