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Críticas ordenadas por utilidad
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7,6
122.114
10
7 de enero de 2008
7 de enero de 2008
740 de 827 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé si conoces al Nota, así que te lo voy presentando. Es un tío tranquilo que vive para él y sus cosas, nada más (y nada menos, como si esto fuera fácil). No le importa el dinero y sólo busca estar a su ritmo, ya sabes, que no le toquen mucho los cojones. ¿Ya te suena? ¿No? Porque lo has construído tú, con todas esas cosas que has querido hacer o decir y nunca te has atrevido, podría decirse incluso que vive dentro de ti.
También te quería presentar a Walker, es colega del Nota. Vive obsesionado con el Vietnam porque es el único recuerdo feliz que le queda después de que su mujer le abandonara. Es judío, o dice serlo, y hazme caso, mejor no lo molestes en Sabbat. Además es una auténtica máquina creando prejuicios, para todo y sobre todos ¿Tampoco te suena? Quizás si te digo que también lo has construído tú, con todas y cada una de tus neuras lo ubiques mejor, porque también vive dentro de ti.
Espera, espera, no te vayas. Te presentaré a Dony. No creo que te diga mucho, vive aplastado por un brutal complejo de inferioridad y te dejará hablar cada vez que abras esa boca. Dony es el conjunto de todas las veces que te has callado, de todos tus silencios que han permitido a otros dar el paso. O quizás sea fruto de todas y cada una de las veces que has humillado o ninguneado a cualquiera de la gente con la que compartes tu tiempo, pero eso no lo podremos saber. Eso sí, es obvio que también está dentro de ti.
Los tres se juntan para jugar a los bolos, son algo más que amigos, son personas a las que la vida ha acabado por juntar y eso es un vínculo demasiado fuerte.
Y es que El gran Lebowski no es sólo una película de risa, ni un compendio de momentos brillantes y diálogos geniales; es un bonito homenaje al cine como parte de la vida, como parte de uno mismo, como forma de reflexión vital, como terapia y como estímulo. Irrepetible.
También te quería presentar a Walker, es colega del Nota. Vive obsesionado con el Vietnam porque es el único recuerdo feliz que le queda después de que su mujer le abandonara. Es judío, o dice serlo, y hazme caso, mejor no lo molestes en Sabbat. Además es una auténtica máquina creando prejuicios, para todo y sobre todos ¿Tampoco te suena? Quizás si te digo que también lo has construído tú, con todas y cada una de tus neuras lo ubiques mejor, porque también vive dentro de ti.
Espera, espera, no te vayas. Te presentaré a Dony. No creo que te diga mucho, vive aplastado por un brutal complejo de inferioridad y te dejará hablar cada vez que abras esa boca. Dony es el conjunto de todas las veces que te has callado, de todos tus silencios que han permitido a otros dar el paso. O quizás sea fruto de todas y cada una de las veces que has humillado o ninguneado a cualquiera de la gente con la que compartes tu tiempo, pero eso no lo podremos saber. Eso sí, es obvio que también está dentro de ti.
Los tres se juntan para jugar a los bolos, son algo más que amigos, son personas a las que la vida ha acabado por juntar y eso es un vínculo demasiado fuerte.
Y es que El gran Lebowski no es sólo una película de risa, ni un compendio de momentos brillantes y diálogos geniales; es un bonito homenaje al cine como parte de la vida, como parte de uno mismo, como forma de reflexión vital, como terapia y como estímulo. Irrepetible.
5
1 de abril de 2009
1 de abril de 2009
256 de 331 usuarios han encontrado esta crítica útil
Titula una crítica por ahí algo relacionado con la vertiente exculpatoria de la película, algo muy light, eso sí. No es la única crítica que lo menciona, no, pero todas ellas lo hacen de pasada, pero a todos os ha fascinado la vertiente estética y yo debería dejarme llevar por ella más allá de los fríos análisis que pueda realizar, pero no puedo. Y no porque esta parte artística sea desdeñable, ni mucho menos, la animación es espectacular, sublime, el ritmo de la película es más que notable, ayudado por una banda sonora que acompaña en la acción y mejora ciertos momentos de impass, al mismo tiempo que dota de mayor dramatismo cuando así se necesita. El problema está en los objetivos, en el fondo y contenidos del mensaje final, pues un buen sobre no hace más bonita la carta, aunque en principio sí facilita su digestión.
Entiendo que muchos destaqueis la parte artística, de verdad que lo comprendo y lo respeto, incluso a mi me ha hecho subirle la nota y concederle el aprobado, un aprobado a todas luces injusto para lo que ha conseguido indignarme la película en sí, especialmente en tres puntos muy concretos:
-Efectismo, sensiblería fácil. Ari Folman debería ver Bloody Sunday y aprender cómo se recrea la desolación posterior a la batalla sin caer en lo vulgar de recorrer los cadáveres y describir sus formas, debería ver Nuit et brouillard y sentir el lirismo perturbador que envuelve a cada tortura, a cada asesinato injusto, el recuerdo de un hecho va, o debería ir, mucho más allá de la simple determinación de la culpa.
-Aquí puedo mencionar también el propio despliegue artístico de la propuesta, excelente en sí mismo pero desacompasado con el tono de la película. Narrar una matanza no requiere planos a contraluz de una bonita puesta de sol, no, al contrario, requiere oscuridad y requiere crudeza. Si las pretensiones de la película transcurren hacia lo dura que es la guerra y se nos intentan mostrar mediante una bonita animación recreándose en lo estupendo de los encuadres, la denuncia pierde su efecto en pos de la total sumisión a lo puramente estético. Vals con Bashir es antes un ejercicio de estilo que una reflexión sobre el dolor de la guerra y su recuerdo.
-Porque aquí llega el principal fallo de la película, lo que la convierte de decepcionante a absolutamente indignante. Desde el planteamiento de la historia hasta su estructura narrativa, durante los 80 minutos de metraje se nos muestra a un personaje buscando los recuerdos perdidos, los recuerdos de una masacre de la que, en su subsconsciente, se cree directamente culpable.
(y me salto al spoiler por si las moscas)
Entiendo que muchos destaqueis la parte artística, de verdad que lo comprendo y lo respeto, incluso a mi me ha hecho subirle la nota y concederle el aprobado, un aprobado a todas luces injusto para lo que ha conseguido indignarme la película en sí, especialmente en tres puntos muy concretos:
-Efectismo, sensiblería fácil. Ari Folman debería ver Bloody Sunday y aprender cómo se recrea la desolación posterior a la batalla sin caer en lo vulgar de recorrer los cadáveres y describir sus formas, debería ver Nuit et brouillard y sentir el lirismo perturbador que envuelve a cada tortura, a cada asesinato injusto, el recuerdo de un hecho va, o debería ir, mucho más allá de la simple determinación de la culpa.
-Aquí puedo mencionar también el propio despliegue artístico de la propuesta, excelente en sí mismo pero desacompasado con el tono de la película. Narrar una matanza no requiere planos a contraluz de una bonita puesta de sol, no, al contrario, requiere oscuridad y requiere crudeza. Si las pretensiones de la película transcurren hacia lo dura que es la guerra y se nos intentan mostrar mediante una bonita animación recreándose en lo estupendo de los encuadres, la denuncia pierde su efecto en pos de la total sumisión a lo puramente estético. Vals con Bashir es antes un ejercicio de estilo que una reflexión sobre el dolor de la guerra y su recuerdo.
-Porque aquí llega el principal fallo de la película, lo que la convierte de decepcionante a absolutamente indignante. Desde el planteamiento de la historia hasta su estructura narrativa, durante los 80 minutos de metraje se nos muestra a un personaje buscando los recuerdos perdidos, los recuerdos de una masacre de la que, en su subsconsciente, se cree directamente culpable.
(y me salto al spoiler por si las moscas)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Todos los testimonios que recibe son de indulgencia hacia sus acciones, de comprensión hacia sus decisiones y lo que en su día pasó, en definitiva, de autocomplacencia. Todos y cada uno de los personajes que desfilan ante el protagonista se muestran totalmente ignorantes de lo que allí ocurrió, de su grado de implicación en el asunto y acaban por convencer a Ari de que la culpa tampoco es suya. Bien, pasando por alto un hecho tan grave como que todo lo anterior es completamente incierto (el Tsahal y el jefe del Estado Mayor, Ariel Sharon, fueron declarados culpables por la comisión abierta por el propio gobierno israelí), lo cual ya es mucho pasar por alto a mi modo de ver las cosas, tenemos que la película vuelca sus esfuerzos en intentar convencer al sufrido Ari de que su pesar es excesivo ya que su pasividad en aquel momento, igual que la de todos los soldados presentes, fue correcta, y lo que es más, que no debe sentir remordimientos por aquello porque no pudo hacer nada.
Bien, creo que con esto último, mi postura al respecto queda totalmente clara, a cada minuto que pasa estoy más indignado y me parece más increíble que sea el único de todos los que han escrito de Vals con Bashir que desprecie totalmente su mensaje y provoque en mi auténtico rechazo, por no decir asco. Y es que es verla y me duele el alma al saber que a alguien se le puede ocurrir cómo encontrar justificación a la pasividad ante tal masacre.
Finalmente, dejaré un par de cuestiones que me ha suscitado la película y que me gustaría que alguno de los que tan bien la ha puntuado me contestara:
Si su fin es puramente estético, ¿a qué vienen los 30 segundos del final? ¿A qué viene sacar a las víctimas cuando el punto de vista es el de los verdugos? ¿No es contradictorio sacar víctimas como tales cuando se ha instado al protagonista a que en sus recuerdos tome el papel de testigo?
¿De dónde nace el empeño de todos los que rodean a Ari de intentar que éste no se sienta culpable? ¿No es ésto contradictorio con lo que el amigo psiquiatra le dice sobre la posibilidad de fabricar recuerdos?
¿Está realmente justificado el despliegue estético que se realiza? Es decir, ¿es éste el enfoque adecuado para hacer memoria? ¿No resulta esta manera de hacer memoria ciertamente superficial?
Y por último, ¿de verdad es lo más remarcable de la masacre de Sabra y Shatila el trauma que ésta generó en el pueblo israelí? ¿De verdad?
Estoy abierto a recibir respuestas en el buzón, correo o donde ustedes prefieran, pero primero piensen sobre ello, creo que no se ha analizado lo suficiente en esta página lo que transmite la película.
Bien, creo que con esto último, mi postura al respecto queda totalmente clara, a cada minuto que pasa estoy más indignado y me parece más increíble que sea el único de todos los que han escrito de Vals con Bashir que desprecie totalmente su mensaje y provoque en mi auténtico rechazo, por no decir asco. Y es que es verla y me duele el alma al saber que a alguien se le puede ocurrir cómo encontrar justificación a la pasividad ante tal masacre.
Finalmente, dejaré un par de cuestiones que me ha suscitado la película y que me gustaría que alguno de los que tan bien la ha puntuado me contestara:
Si su fin es puramente estético, ¿a qué vienen los 30 segundos del final? ¿A qué viene sacar a las víctimas cuando el punto de vista es el de los verdugos? ¿No es contradictorio sacar víctimas como tales cuando se ha instado al protagonista a que en sus recuerdos tome el papel de testigo?
¿De dónde nace el empeño de todos los que rodean a Ari de intentar que éste no se sienta culpable? ¿No es ésto contradictorio con lo que el amigo psiquiatra le dice sobre la posibilidad de fabricar recuerdos?
¿Está realmente justificado el despliegue estético que se realiza? Es decir, ¿es éste el enfoque adecuado para hacer memoria? ¿No resulta esta manera de hacer memoria ciertamente superficial?
Y por último, ¿de verdad es lo más remarcable de la masacre de Sabra y Shatila el trauma que ésta generó en el pueblo israelí? ¿De verdad?
Estoy abierto a recibir respuestas en el buzón, correo o donde ustedes prefieran, pero primero piensen sobre ello, creo que no se ha analizado lo suficiente en esta página lo que transmite la película.
9
14 de octubre de 2008
14 de octubre de 2008
144 de 157 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ver Masacre: ven y mira es, sin duda alguna, una experiencia única. Contemplar ante tus ojos cómo desfilan los horrores de la guerra, las miserias del ser humano sin un ápice de exageración y con un realismo desmesurado y, sí, rozando lo puramente morboso, acercándose a lo simplemente grotesco. Pero hay maneras y maneras de ir concediéndole puntos a lo morboso y Klimov las conoce y aplica todas.
En la presentación, se muestra cómo Floryan cava en busca de un rifle para unirse a los partisanos bielorrusos -pieza clave, por cierto, en la desocupación de esta, por aquel entonces, república soviética de poético nombre: la Blanca Rusia- mientras es ayudado por un niño que viste un casco alemán y un largo abrigo militar. Un acercamiento al morbo con primeros planos del niño mientras alecciona a Flor para poder encontrar el fusil, un pequeño atisbo de la locura en que todos los civiles se van a ver sumidos. De ahí en adelante, el ambiente sólo puede crecer en dureza, en horror, en tristeza y en dolor. De ahí en adelante, la puta guerra.
(continúa un análisis/destripe de ciertas partes de la trama en la zona de spoiler)
Fundamental para la creación de ese ambiente cruel y de apocalipsis individual que azota al espectador es el sonido, no sólo la música, sino el excelente manejo que se realiza del sonido mientras acompaña a la imagen. El sonido marca la pauta en la película, en los momentos cumbre introduce al espectador en la perspectiva del protagonista y eleva su grado de implicación a límites difícilmente alcanzables, con el consiguiente sufrimiento que éste padece. Sufrimiento que muta en insania.
El progresivo envejecimiento de Floryan nos da una idea de la dureza de lo vivido y más sabiendo que, algún día y en algún lugar, todo eso fue real. Tras acabar la película debe comprobarse delante de un espejo si las balas que silbaban por encima de nuestra cabeza han provocado en nosotros el mismo resultado.
En la presentación, se muestra cómo Floryan cava en busca de un rifle para unirse a los partisanos bielorrusos -pieza clave, por cierto, en la desocupación de esta, por aquel entonces, república soviética de poético nombre: la Blanca Rusia- mientras es ayudado por un niño que viste un casco alemán y un largo abrigo militar. Un acercamiento al morbo con primeros planos del niño mientras alecciona a Flor para poder encontrar el fusil, un pequeño atisbo de la locura en que todos los civiles se van a ver sumidos. De ahí en adelante, el ambiente sólo puede crecer en dureza, en horror, en tristeza y en dolor. De ahí en adelante, la puta guerra.
(continúa un análisis/destripe de ciertas partes de la trama en la zona de spoiler)
Fundamental para la creación de ese ambiente cruel y de apocalipsis individual que azota al espectador es el sonido, no sólo la música, sino el excelente manejo que se realiza del sonido mientras acompaña a la imagen. El sonido marca la pauta en la película, en los momentos cumbre introduce al espectador en la perspectiva del protagonista y eleva su grado de implicación a límites difícilmente alcanzables, con el consiguiente sufrimiento que éste padece. Sufrimiento que muta en insania.
El progresivo envejecimiento de Floryan nos da una idea de la dureza de lo vivido y más sabiendo que, algún día y en algún lugar, todo eso fue real. Tras acabar la película debe comprobarse delante de un espejo si las balas que silbaban por encima de nuestra cabeza han provocado en nosotros el mismo resultado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y es que merece la pena dedicarle unas líneas a la media hora que sucede al bombardeo en el bosque. Todo en ella es perfecto, a mi parecer.
El pitido en los oídos y la posterior sordera temporal preceden al baño bajo la lluvia acumulada en los árboles más esperanzador. Volver a casa y descubrir que los zumbidos de las moscas se han apoderado de ella no te quita la alegría del cuerpo, aún... porque esa mirada atrás, en esa mirada te bajas de nuevo a la realidad de la guerra, en esa mirada hay más horror cinematográfico que en muchas horas de frustrados intentos de crudeza hollywoodienses. Esa mirada te lleva a sumergirte en una ciénaga, avanzando sin saber por qué ni hacia dónde.
Y uno ya no se recupera.
Todo lo que sigue es igual o más duro de afrontar que eso, pero permítidme que os diga que no le llega a la suela de los zapatos a esa secuencia. Todo lo que sucede en el granero, el retorno de la niña violada, etc... es de una crudeza enorme, pero no está tratado con la misma genialidad de la que Klimov hace gala en la huída de la casa familiar.
Eso, unido a ese final tan relacionado con el origen de la película (no olvidemos que fue un encargo), un final destinado a la personificación de la culpa bastante desacertado aunque estupendamente montado, resta méritos al titánico esfuerzo, que no por ello desmerece, ni mucho menos.
El pitido en los oídos y la posterior sordera temporal preceden al baño bajo la lluvia acumulada en los árboles más esperanzador. Volver a casa y descubrir que los zumbidos de las moscas se han apoderado de ella no te quita la alegría del cuerpo, aún... porque esa mirada atrás, en esa mirada te bajas de nuevo a la realidad de la guerra, en esa mirada hay más horror cinematográfico que en muchas horas de frustrados intentos de crudeza hollywoodienses. Esa mirada te lleva a sumergirte en una ciénaga, avanzando sin saber por qué ni hacia dónde.
Y uno ya no se recupera.
Todo lo que sigue es igual o más duro de afrontar que eso, pero permítidme que os diga que no le llega a la suela de los zapatos a esa secuencia. Todo lo que sucede en el granero, el retorno de la niña violada, etc... es de una crudeza enorme, pero no está tratado con la misma genialidad de la que Klimov hace gala en la huída de la casa familiar.
Eso, unido a ese final tan relacionado con el origen de la película (no olvidemos que fue un encargo), un final destinado a la personificación de la culpa bastante desacertado aunque estupendamente montado, resta méritos al titánico esfuerzo, que no por ello desmerece, ni mucho menos.

8,0
87.908
10
24 de septiembre de 2007
24 de septiembre de 2007
101 de 117 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda, una de mis películas favoritas, de esas que desaparecen de la memoria inexplicablemente y redescubierta hace poco tiempo. Hay quien dice que con los años ha perdido frescura, pero no puedo estar menos de acuerdo, sigue tan fresca como el primer día que la vi, su notable guión y su buen trabajo desde la dirección encaminan su principal valor al sobresaliente giro final, perfectamente manejado desde el principio. Un buen, en su línea, Spacey encabeza el reparto, por lo demás nada brillante pero resultón, sin más.
Quizá, lo que más fuelle le ha hecho perder son los centenares de imitadoras que le han salido, pero lejos de quedarse atrás, con su aire más simple y menos moderno que las actuales, las sobrepasa en la mayoría de los aspectos, pues Singer engrasa y ajusta con maestría una cinta para que todo funcione en su justo momento, evitando que el filme sobrepase sus pretensiones iniciales retorciéndolo en exceso; pues, aunque la complejidad es demasiado frecuente en sus copias, la característica fundamental de Sospechosos Habituales es su sencillez en el cómo y el qué de lo narrado. Quienes la acusan de tramposa no se dan cuenta que, desde el inicio, se nos muestra la solución (*) delante de nuestros propios ojos, aunque siempre nos pasará desapercibida y volveremos a caer en la gran trampa de Kaiser Sozé, la gran trampa de Bryan Synger.
Quizá, lo que más fuelle le ha hecho perder son los centenares de imitadoras que le han salido, pero lejos de quedarse atrás, con su aire más simple y menos moderno que las actuales, las sobrepasa en la mayoría de los aspectos, pues Singer engrasa y ajusta con maestría una cinta para que todo funcione en su justo momento, evitando que el filme sobrepase sus pretensiones iniciales retorciéndolo en exceso; pues, aunque la complejidad es demasiado frecuente en sus copias, la característica fundamental de Sospechosos Habituales es su sencillez en el cómo y el qué de lo narrado. Quienes la acusan de tramposa no se dan cuenta que, desde el inicio, se nos muestra la solución (*) delante de nuestros propios ojos, aunque siempre nos pasará desapercibida y volveremos a caer en la gran trampa de Kaiser Sozé, la gran trampa de Bryan Synger.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
* Ese plano con el que acaba la escena del prólogo nos muestra que no hay nadie mirando donde, después, Verbal Kim afirma haber estado observando la escena. La solución está ahí y, pese a haber visto la película varias veces ya, nunca lo recuerdo y me sorprendo en los maravillosos cinco últimos minutos.

6,0
110.276
10
1 de julio de 2008
1 de julio de 2008
88 de 100 usuarios han encontrado esta crítica útil
Querido espectador:
No es muy de mi agrado esto del género epistolar, pero no puedo dejar pasar la oportunidad de dedicarle (o dedicarte si me permites la osadía) unas palabras que espero tengas en cuenta.
En su día yo también caí en la trampa, me creí lo del terror, lo del trailer, lo que contaban algunos y claro, pasó lo que pasó y me llevé un hostiazo, y grande. Hoy es el día, con unos cuantos años más y unos cuantos prejuicios menos, en el que este monumento pasa a formar parte de mi lista de películas que me gustaron más la segunda vez que las vi, y la tercera...
Y es que donde se nos anunció una película de miedo, nos entregaron una obra maestra sobre el miedo. Miedo individual, miedo social, miedo a los demás y a uno mismo, miedo a la soledad y a determinadas compañías, miedo al futuro, al progreso, miedo al pasado y a sus fantasmas, miedo a la enfermedad y sus consecuencias, miedo al amor y amor contra el miedo. Todo lo que ese extraño y amplio vocablo nos induce a pensar, todo, está desmigajado en esta película con un buen gusto increíble. He visto dos veces la película en la última semana y podría estar disertando sobre lo que me ha hecho pensar esta maravilla durante horas, pero no es cuestión de aburrir sino de la propia película, querido espectador, el que haga reflexionar y sentir, pensar y decidir. Y conmigo lo ha conseguido.
Uno no sabe cómo se consiguen esas cosas, por qué unas veces pasa y otras (la gran mayoría) pasa de largo, pero el mensaje de la película, en clave de terrorífica parábola, permanece en tu cabeza. Supongo que es meramente personal y supongo que ya te ha pasado, aunque supongo también que tiene que ver con la excepcional idea inicial, el magnífico guión que la desarrolla (con mucha calma) ante tus ojos, los actores que se prestan a llevarla a cabo, la excelsa fotografía (cada encuadre merece la pena, la composición de cada plano es una obra de arte), la música a tono con la intriga, el ritmo, etc... A todos los niveles, El bosque me parece una obra maestra, pero sobre todo a nivel interno, individual, por esa sensación de inconformismo que genera, por esa tensión que se respira, casi a cámara lenta, cuando ves esa mano que se acerca. Miedo me das o me darás si no has temblado viéndola, si no temes al miedo en cualquiera de sus formas, si lo has echado de tu vida.
Es aquí donde te digo que la veas sino las has visto y que te dejes aconsejar por mi y por Kurt si te instamos a que no hables de El Bosque con nadie, a que te enfrentes a ella dispuesto a vivir 100 minutos de un lirismo sobrecogedor y de un miedo que va bastante más allá de lo que estás acostumbrado, y si ya la has visto, olvídala, olvídala y disfrútala una y otra vez, si tienes la misma suerte que yo de ser capaz de hacerlo.
¿O acaso el miedo desaparece si te niegas a admitir que existe?
Atentamente,
No es muy de mi agrado esto del género epistolar, pero no puedo dejar pasar la oportunidad de dedicarle (o dedicarte si me permites la osadía) unas palabras que espero tengas en cuenta.
En su día yo también caí en la trampa, me creí lo del terror, lo del trailer, lo que contaban algunos y claro, pasó lo que pasó y me llevé un hostiazo, y grande. Hoy es el día, con unos cuantos años más y unos cuantos prejuicios menos, en el que este monumento pasa a formar parte de mi lista de películas que me gustaron más la segunda vez que las vi, y la tercera...
Y es que donde se nos anunció una película de miedo, nos entregaron una obra maestra sobre el miedo. Miedo individual, miedo social, miedo a los demás y a uno mismo, miedo a la soledad y a determinadas compañías, miedo al futuro, al progreso, miedo al pasado y a sus fantasmas, miedo a la enfermedad y sus consecuencias, miedo al amor y amor contra el miedo. Todo lo que ese extraño y amplio vocablo nos induce a pensar, todo, está desmigajado en esta película con un buen gusto increíble. He visto dos veces la película en la última semana y podría estar disertando sobre lo que me ha hecho pensar esta maravilla durante horas, pero no es cuestión de aburrir sino de la propia película, querido espectador, el que haga reflexionar y sentir, pensar y decidir. Y conmigo lo ha conseguido.
Uno no sabe cómo se consiguen esas cosas, por qué unas veces pasa y otras (la gran mayoría) pasa de largo, pero el mensaje de la película, en clave de terrorífica parábola, permanece en tu cabeza. Supongo que es meramente personal y supongo que ya te ha pasado, aunque supongo también que tiene que ver con la excepcional idea inicial, el magnífico guión que la desarrolla (con mucha calma) ante tus ojos, los actores que se prestan a llevarla a cabo, la excelsa fotografía (cada encuadre merece la pena, la composición de cada plano es una obra de arte), la música a tono con la intriga, el ritmo, etc... A todos los niveles, El bosque me parece una obra maestra, pero sobre todo a nivel interno, individual, por esa sensación de inconformismo que genera, por esa tensión que se respira, casi a cámara lenta, cuando ves esa mano que se acerca. Miedo me das o me darás si no has temblado viéndola, si no temes al miedo en cualquiera de sus formas, si lo has echado de tu vida.
Es aquí donde te digo que la veas sino las has visto y que te dejes aconsejar por mi y por Kurt si te instamos a que no hables de El Bosque con nadie, a que te enfrentes a ella dispuesto a vivir 100 minutos de un lirismo sobrecogedor y de un miedo que va bastante más allá de lo que estás acostumbrado, y si ya la has visto, olvídala, olvídala y disfrútala una y otra vez, si tienes la misma suerte que yo de ser capaz de hacerlo.
¿O acaso el miedo desaparece si te niegas a admitir que existe?
Atentamente,
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