Ha sido una de las pocas películas de producción española que me ha dejado pegado a la butaca de principio a fin. Lo tiene todo: su dosis de intriga e incertidumbre, su exquisita emotividad, sus toques de humor desternillante y ante todo un inmejorable elenco de actores y actrices que se dejan la piel para que una simple história basada en la venganza y el honor de un pueblo sobre otro, se convierta en una hermosa história que enternecería al más insensible espectador.
Totalmente recomendable, todos y cada uno de sus 94 minutos, no dejan indiferente a nadie.

Producción con unas muy cuidadas localizaciones, un casting de actores inmejorable, un humor muy ácido e inteligente, aunque al alcance de todas las mentes. Una manera muy inteligente de satirizar con buen gusto, todos esos tópicos entre regiones distantes de nuestro país. La pareja protagonista esta sembrada en sus respectivos papeles, pero el señor Elejalde y la señora Machi, como era de esperar, hacen gala de la maestría ante la cámara, y no sólo porque esta les quiera, sino porque se ganan con creces ese calor que crean ante ella. Actores en estado de gracia, con una excelente idea, muy bien desarrollada. Digna de ser vista...y por supuesto reída.

Para ser suaves, podríamos decir que Papa Piquillo es digna de Óscar al lado de tan semejante despropósito. Algunas interpretaciones y el histrionismo de la construcción de algunos personajes es lo único que podríamos salvar de la película. El protagonismo de Mario Vaquerizo como Juanita roza lo insultante, con la continua intención del quiero y no puedo del humor. La trama es una amalgama de parches colocados uno sobre otro sin demasiado sentido, con la única pretensión de generar una comicidad que en contadas y raras ocasiones llega. El argumento es casi inexistente, más propio de una improvisación de actores noveles, que de guionistas profesionales con algo de sentido común y buen gusto. El ritmo en casi su totalidad es digno de documental de la 2, óptimo para una soporífera siesta. En conclusión, tras 85 interminables minutos en los que continuas viendo la película con la fantasiosa esperanza de ver algo digno de tu tiempo y con la cada vez más escasa ilusión de ver algo decente, acabas visionando los créditos de la película con la sensación de que te han tomado el pelo como nunca antes lo habían hecho.