Hacer una película sobre adolescentes es tan difícil como tratar de explicar algo complejo durante esa confusa etapa de la vida llamada adolescencia. Es decir, lidiar entre la idiotez, la ignorancia, la dignidad y el reconocimiento de los demás, buscando tu lugar en la sociedad, sin que los que te escuchan se te echen a la yugular como perros rabiosos.
Nada de eso nos trae buenos recuerdos. Ni nos gusta muchas veces verlo retratado en la pantalla, pues es como volver a hincar los dientes en la acidez punzante del limón.

Todo se vive de forma intensa en esa época de grandes descubrimientos. El caso es: ¿Descubrimos algo nuevo? NO. Otros ya lo han descubierto antes que nosotros durante siglos y siglos. Y ahí es donde radica la estupidez y la vergüenza que envuelve nuestro recuerdo de la adolescencia, y la dificultad de hablar sobre ella en una cinta, pues cualquiera que desee contar una historia de adolescentes tendrá que contar una historia mil veces repetida y contada, pero hacerlo con la intensidad, la sinceridad y la autenticidad de la primera vez.

Sin duda Mottola se sale de dicho reto con un aprobado alto, pues Adventureland es una película agridulce, sencilla y sincera, auténtica como sus personajes perfectamente trazados, que consigue traspasar la barrera de lo puramente superficial de los sucesos para adentrarse en los deseos, la soledad ante el mundo, las preocupaciones y las aspiraciones de unos personajes no demasiado preocupados de lo que piensen los demás, ya que tampoco son demasiado capaces de adivinarlo.

Una película buena en su género. Humana y sobre todo Indie. Para todos aquellos que cuando tuvimos 16 años éramos cabezotas, sinceros, teníamos ideas en la cabeza y creíamos en ellas, y que tuvimos que currar en curros de mierda para labrarnos nuestro lugar en el mundo.

PD: No es una película para adolescentes, como algunas críticas afirman, sino SOBRE adolescentes. La película transcurre y está muy bien situada y enraizada en los 90; si en algún caso fuera para adolescentes, sería para los que lo fuimos en aquella época, y para bien o para mal, ya no lo somos.