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Episodio

7,6
46.661
7
30 de enero de 2012
30 de enero de 2012
32 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Año 1952. En plena postguerra española aparece un nuevo semanario llamado "El Caso". El contenido de dicho folletín se centra en sucesos escabrosos y crímenes de los más desagradable. Empieza con una tirada de 10.000 que consigue decuplicar en poco tiempo. Cuanto más sangriento y macabro es el suceso que se cubre, mayor es la tirada y la rapidez con que los ejemplares desaparecen del quiosco.
Año 2012. Era de la revolución digital. El papel impreso ha sido relegado a un segundo plano por aplicaciones como Facebook, Tweeter o YouTube. La información fluye al instante y el papel que sale de las rotativas está obsoleto cuando la tinta continúa fresca. Está claro que los medios y el acceso a la información han cambiado... ¿Pero cuáles son los intereses de la gente que accede a esa información? ¿Qué buscan blogueros incansables, searchers de You-tube y tweeter-adictos que pelean por ser los primeros en hacerse eco de la actualidad?
El desafío de la inclusión de estas tecnologías y las consecuencias del acceso a la información en vivo que permite a los ciudadanos ser parte activa (y no solo pasiva como hasta hace poco) del proceso de difusión son los temas que trata el primer capítulo de esta excelente miniserie. La acción parte de una extraña petición pública so chantaje a un personaje político relevante (en este caso merece la pena ser impreciso para no estropear la sorpresa). En unas pocas horas dicho político tendrá que tomar una decisión, pero no está solo: en pocas horas millones de internautas se han hecho eco de la noticia, buscando en gran parte saciar su sed de sensacionalismo e influyendo de manera decisiva en el devenir de los acontecimientos.
Puede que la pregunta que estaríamos tentados a hacernos fuera: ¿Ha incrementado el auge de las nuevas tecnologías el afán voyeur de la gente por presenciar la desgracia? Pero la respuesta es no. Rotundamente no. Hace 60 años el ansía de lo macabro, del sufrimiento ajeno, del morbo era probablemente el mismo que ahora... pero los medios eran mucho menores. Es decir, la tecnología no ha cambiado el sentir de la sociedad, simplemente le ha dado alas para sacar sus instintos más reprimidos. La verdadera pregunta es: ¿Dónde está el límite de esos instintos? Y es eso lo que tenemos que tener en cuenta a la hora de ver esta (sólo en metraje) pequeña película.
Sigo en el SPOILER
Año 2012. Era de la revolución digital. El papel impreso ha sido relegado a un segundo plano por aplicaciones como Facebook, Tweeter o YouTube. La información fluye al instante y el papel que sale de las rotativas está obsoleto cuando la tinta continúa fresca. Está claro que los medios y el acceso a la información han cambiado... ¿Pero cuáles son los intereses de la gente que accede a esa información? ¿Qué buscan blogueros incansables, searchers de You-tube y tweeter-adictos que pelean por ser los primeros en hacerse eco de la actualidad?
El desafío de la inclusión de estas tecnologías y las consecuencias del acceso a la información en vivo que permite a los ciudadanos ser parte activa (y no solo pasiva como hasta hace poco) del proceso de difusión son los temas que trata el primer capítulo de esta excelente miniserie. La acción parte de una extraña petición pública so chantaje a un personaje político relevante (en este caso merece la pena ser impreciso para no estropear la sorpresa). En unas pocas horas dicho político tendrá que tomar una decisión, pero no está solo: en pocas horas millones de internautas se han hecho eco de la noticia, buscando en gran parte saciar su sed de sensacionalismo e influyendo de manera decisiva en el devenir de los acontecimientos.
Puede que la pregunta que estaríamos tentados a hacernos fuera: ¿Ha incrementado el auge de las nuevas tecnologías el afán voyeur de la gente por presenciar la desgracia? Pero la respuesta es no. Rotundamente no. Hace 60 años el ansía de lo macabro, del sufrimiento ajeno, del morbo era probablemente el mismo que ahora... pero los medios eran mucho menores. Es decir, la tecnología no ha cambiado el sentir de la sociedad, simplemente le ha dado alas para sacar sus instintos más reprimidos. La verdadera pregunta es: ¿Dónde está el límite de esos instintos? Y es eso lo que tenemos que tener en cuenta a la hora de ver esta (sólo en metraje) pequeña película.
Sigo en el SPOILER
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Es quizás por esto último por lo que no puedo puntuar más esta historia de impecable factura técnica que nunca llega a aburrir y que consigue que el espectador no parpadee en ningún momento Sin embargo, ciertas escenas como en la que la gente se apiña en un bar para brindar y deleitarse con la desgracia ajena me parece que son excesivas y hace que se pierda un poco la credibilidad de la premisa. Creo en el fondo que a fin de buscar una historia extremadamente potente se ha sacrificado en parte un análisis más realista de lo que podría ocurrir en dicha situación. Puede que sea eso o que simplemente sigo guardando un pequeño resquicio de esperanza en la humanidad.
De todas maneras eso lo tendréis que juzgarlo por vosotros mismos: Os invito encarecidamente a que hagáis un viaje sin retorno por uno de los sucesos de "El Caso" del siglo XXI.
Ahora viene un SPOILER real.
***
Puede no venir al caso pero no puedo dejar de pasar por alto lo absurdo de que un dedo cercenado de un hombre con más barba que Santa Claus pase por el de una adolescente principesca. Lo siento, ¡pero no puedo! Aighsss... ¡esos detalles!
De todas maneras eso lo tendréis que juzgarlo por vosotros mismos: Os invito encarecidamente a que hagáis un viaje sin retorno por uno de los sucesos de "El Caso" del siglo XXI.
Ahora viene un SPOILER real.
***
Puede no venir al caso pero no puedo dejar de pasar por alto lo absurdo de que un dedo cercenado de un hombre con más barba que Santa Claus pase por el de una adolescente principesca. Lo siento, ¡pero no puedo! Aighsss... ¡esos detalles!
8
6 de septiembre de 2009
6 de septiembre de 2009
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sookie es una niñata petarda, impulsiva y egoista, pretenden que te pena por su rollo "escucho voces en mi cabeza y nadie me comprende", pero la fusilarias sin dudarlo tras 10 minutos de metraje. Bill por su parte es un vampiro dandy, cool y dotado de una galantería pocas veces vista en televisión... pero también de moralidad dudosa y adicto a tomarse la justicia por su mano (no te metas con Sookie o eres hombre muerto). Con los personajes secundarios no sabría con cual empezar: Jason da pereza de puro limitado mientras que Sam aburre con su languida mirada; a Tara le pegarías dos tortas por maleducada y Arleene es la superficialidad echa persona.
Y diréis: ¿Adonde me llevan todas estas reflexiones? Normalmente no me suelen gustar aquellas series en la que de alguna manera u otra no consigo empatizar con ninguno de sus protagonistas. En la mayoria de las series suele haber un personaje cuyas actitudes, rasgos o comportamientos hacen que me sienta identificado con él. Esto hace que interiorices ese personaje como algo tuyo y vivas el desarrollo de la trama desde otra prespectiva convirtiendo el visionado en una experiencía única para ti (porque otra persona no sentiría lo mismo que sientes tú). Esto sin embargo es imposible con "True Blood": De una manera o de otra todos los personajes tienen un sentido de la moralidad que hace difícil que te identifiques con ellos. Es aquí cuando recuerdo el prefacio de Doyle en "El retrato de Dorian Gray" en el que dice que "No hay libros morales ni inmorales. Hay libros bien escritos o mal escritos, y eso es todo". Y eso es True Blood: una buena serie. Tiene una fuerza visual pocas veces vista en televisión; te absorbe y es muy díficil apartar la mirada de la pantalla.
Para la gente que sólo busca entretenimiento tiene una trama adictiva y bien llevada.
Para los que buscan algo más brinda un puente a la reflexión sobre temas como la discriminación, la perdida, el miedo a lo diferente o la peligrosidad del hedonismo (por citar sólo algunos).
Dinámica y adictiva. Sensual e indolente. Perversa e influyente.
Una de las grandes joyas que nos ha dejado la televisión. Que dure (como los vampiros) para siempre.
Y diréis: ¿Adonde me llevan todas estas reflexiones? Normalmente no me suelen gustar aquellas series en la que de alguna manera u otra no consigo empatizar con ninguno de sus protagonistas. En la mayoria de las series suele haber un personaje cuyas actitudes, rasgos o comportamientos hacen que me sienta identificado con él. Esto hace que interiorices ese personaje como algo tuyo y vivas el desarrollo de la trama desde otra prespectiva convirtiendo el visionado en una experiencía única para ti (porque otra persona no sentiría lo mismo que sientes tú). Esto sin embargo es imposible con "True Blood": De una manera o de otra todos los personajes tienen un sentido de la moralidad que hace difícil que te identifiques con ellos. Es aquí cuando recuerdo el prefacio de Doyle en "El retrato de Dorian Gray" en el que dice que "No hay libros morales ni inmorales. Hay libros bien escritos o mal escritos, y eso es todo". Y eso es True Blood: una buena serie. Tiene una fuerza visual pocas veces vista en televisión; te absorbe y es muy díficil apartar la mirada de la pantalla.
Para la gente que sólo busca entretenimiento tiene una trama adictiva y bien llevada.
Para los que buscan algo más brinda un puente a la reflexión sobre temas como la discriminación, la perdida, el miedo a lo diferente o la peligrosidad del hedonismo (por citar sólo algunos).
Dinámica y adictiva. Sensual e indolente. Perversa e influyente.
Una de las grandes joyas que nos ha dejado la televisión. Que dure (como los vampiros) para siempre.
8
29 de octubre de 2011
29 de octubre de 2011
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
El género robótico se presta mucho a plantear dudas éticas y cuestiones de tal transcendencia filosófica que muchas veces abruman y sobre las que se podría disertar eternamente (lo cúal no es el propósito de esta crítica). Esto hace a veces que estas películas tiendan a ser asépticas e incapaces de transmitir ninguna emoción, ya que todo queda supeditado a una maraña de planteamientos morales en los que el espectador avispado se hunde y se acaba por perder. El gran mérito de EVA es conseguir que, sin renunciar a dichos planteamientos, transmita una emotividad que es difícil que no cale en el espectador.
La película empieza con una especie de flash-fordward que si bien es perfectamente omisible consigue el objetivo de enganchar al público. Desde ese momento la historia transcurre con agilidad y si bien hay momentos en los que parece que la pélicula está excesivamente medida en ningún momento cansa ni pierde el interés. A ello ayuda su cuarteto protagonista, en especial Daniel Brühl y Claudia Vega cuya actuación mucha gente a comparado (con buen criterio) a la de la deliciosa Natalie Portman en "Beatiful girls".
En resumen: Muy recomendable, tanto para mantener una charla posterior sobre las implicaciones éticas de la biotecnología o simplemente para ver una buena película que engancha y emociona.
Kike Mallo puede sentirse muy ORGULLOSO... con los peligros que eso implica :)
En el spoiler una obviedad con tirón de orejas, un momento y una pregunta sin respuesta.
La película empieza con una especie de flash-fordward que si bien es perfectamente omisible consigue el objetivo de enganchar al público. Desde ese momento la historia transcurre con agilidad y si bien hay momentos en los que parece que la pélicula está excesivamente medida en ningún momento cansa ni pierde el interés. A ello ayuda su cuarteto protagonista, en especial Daniel Brühl y Claudia Vega cuya actuación mucha gente a comparado (con buen criterio) a la de la deliciosa Natalie Portman en "Beatiful girls".
En resumen: Muy recomendable, tanto para mantener una charla posterior sobre las implicaciones éticas de la biotecnología o simplemente para ver una buena película que engancha y emociona.
Kike Mallo puede sentirse muy ORGULLOSO... con los peligros que eso implica :)
En el spoiler una obviedad con tirón de orejas, un momento y una pregunta sin respuesta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Obviedad: Creo que es bastante obvio desde el principio que EVA es un robot, sólo con atender al origen bíblico de su nombre se puede sospechar. Aún así no creo que en las críticas se deba mencionar que la pélicula tiene "un final revelador"... creo que puede espantar a la gente en plan, vale, el truco es que la niña es un robot... cuando la esencia de la pélicula va mucho más allá.
Un momento: Cuando Alex pide a su robot que suba el nivel de emotividad: ¿Que importa lo que sienta el resto si nos hace sentir bien a nosotros?
Pregunta sin respuesta: ¿Quien quiere hacerse un robot con la apariencia de Lluís Homar (por muy buen actor que sea) si puede tomar como modelo a Joe Manganiello (por ejemplo)
UN SALUDO.
Un momento: Cuando Alex pide a su robot que suba el nivel de emotividad: ¿Que importa lo que sienta el resto si nos hace sentir bien a nosotros?
Pregunta sin respuesta: ¿Quien quiere hacerse un robot con la apariencia de Lluís Homar (por muy buen actor que sea) si puede tomar como modelo a Joe Manganiello (por ejemplo)
UN SALUDO.

7,6
60.329
9
20 de diciembre de 2011
20 de diciembre de 2011
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo reconozco. Yo también soy reacio a los cambios. Nunca me acostumbraré al iTunes y añoraré por siempre el CLACK de mi walk-man al cerrar la tapa. También me resistiré a formar parte de esas abominables redes sociales que convierten nuestro día a día en un "Show de Truman" caligrafiado, aunque es posible que algún amigo emigrante acabe introduciéndome en ellas "para no perder el contacto". Si bien acepto que los móviles han sido un gran avance, cuando jugueteo con un Smartphone lleno de aplicaciones añoro la sencillez de mi Alcatel azul con forma de esponja y su olor a plástico barato. Y por último, cuando decido dedicarme a esa gran pasión que supone para mí la escritura, dejo de un lado el ordenador y voy en busca de papel.
El protagonista de The Artist, el famoso actor de cine mudo George Valentin (interpretado magistralmente por Jean Dujardin), es un poco como yo. Reacio a aceptar la aparición del cine sonoro como una evolución natural del cine mudo, intenta aferrarse a un pasado en el que él es el artista por antonomasia. Cegado por el orgullo e incapaz de ceder frente a la evidencia, la vida de George comienza a desmoronarse y el actor se interna en una espiral de decadencia que parece no tener fin.
En contraposición a la caída de George, la joven y radiante actriz Peppy Miller (una deliciosa Bérénice Bejo) aprovecha la oportunidad que le brinda el nuevo "salto tecnológico" para comenzar una meteórica carrera que la encumbrará como la estrella del momento: Cuanto más asciende Peppy en el Olimpo de los dioses de Hollywood, más honda es la caída de George en el olvido.
Y basándose en esta historia de caída y ascenso que podría quedarse en una sensación de dejà-vu por las veces que nos la han contado, Hazanavicius consigue rodar una de las mejores comedias (si no películas) que se han estrenado en mucho tiempo. ¿Dónde reside entonces la gran PARADOJA? Pues que lo que diferencia está película del resto y le imprime una belleza especial, es exactamente lo mismo que persigue el personaje y le hace caer en decadencia: defender lo antiguo (en este caso el cine mudo) frente a la incontestable supremacía de lo nuevo. Es decir, Hazvanavicius consigue una película redonda utilizando una técnica cuya defensa lleva a su personaje principal a una situación límite. Una maniobra soberbía con la que consigue además hacer una de los más bonitos homenajes al mundo del cine y sus orígenes.
¿Debemos entonces volver a lo antiguo? ¿Rodar sin sonido? ¿En blanco y negro? No. Desde luego. Pero si aceptar que no todo lo nuevo tiene porque ser mejor ni renunciar a la esencia del cine frente a un gran aluvión de películas insípidas pero de efectos implacables.
Por favor: id a ver de "The Artist". Yo desde que he salido de la sala tengo unas ganas irrefrenables de coger el boli.
El protagonista de The Artist, el famoso actor de cine mudo George Valentin (interpretado magistralmente por Jean Dujardin), es un poco como yo. Reacio a aceptar la aparición del cine sonoro como una evolución natural del cine mudo, intenta aferrarse a un pasado en el que él es el artista por antonomasia. Cegado por el orgullo e incapaz de ceder frente a la evidencia, la vida de George comienza a desmoronarse y el actor se interna en una espiral de decadencia que parece no tener fin.
En contraposición a la caída de George, la joven y radiante actriz Peppy Miller (una deliciosa Bérénice Bejo) aprovecha la oportunidad que le brinda el nuevo "salto tecnológico" para comenzar una meteórica carrera que la encumbrará como la estrella del momento: Cuanto más asciende Peppy en el Olimpo de los dioses de Hollywood, más honda es la caída de George en el olvido.
Y basándose en esta historia de caída y ascenso que podría quedarse en una sensación de dejà-vu por las veces que nos la han contado, Hazanavicius consigue rodar una de las mejores comedias (si no películas) que se han estrenado en mucho tiempo. ¿Dónde reside entonces la gran PARADOJA? Pues que lo que diferencia está película del resto y le imprime una belleza especial, es exactamente lo mismo que persigue el personaje y le hace caer en decadencia: defender lo antiguo (en este caso el cine mudo) frente a la incontestable supremacía de lo nuevo. Es decir, Hazvanavicius consigue una película redonda utilizando una técnica cuya defensa lleva a su personaje principal a una situación límite. Una maniobra soberbía con la que consigue además hacer una de los más bonitos homenajes al mundo del cine y sus orígenes.
¿Debemos entonces volver a lo antiguo? ¿Rodar sin sonido? ¿En blanco y negro? No. Desde luego. Pero si aceptar que no todo lo nuevo tiene porque ser mejor ni renunciar a la esencia del cine frente a un gran aluvión de películas insípidas pero de efectos implacables.
Por favor: id a ver de "The Artist". Yo desde que he salido de la sala tengo unas ganas irrefrenables de coger el boli.

6,8
32.693
9
5 de noviembre de 2011
5 de noviembre de 2011
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
STOP. Antes de ver esta película asegúrense de que a la salida les espera una buena dosis de endorfinas: Si no tiene usted la posibilidad de echar un polvo (que sería lo más recomendable) no olvide al menos llevarse la mochila del gimnasio.
Y después de intentar frivolizar un poco voy a intentar hacer un pequeño análisis de esos oscuros entresijos mentales que pretende plasmar Melancolía.
En primer lugar, creo que es totalmente imposible que nadie que no haya sufrido en sus carnes una depresión pueda filmar de manera tan contundente lo que supone esta enfermedad. De la misma manera tampoco creo que se pueda interpretarse de la manera en que lo hace Dunst. En la primera parte de la película la acción se centra en Justine, una novia aquejada de depresión y de actitudes totalmente impredecibles. En un ir y venir de secuencias que suponen una montaña rusa de emociones que pasa impredeciblemente de la alegría al llanto, Lars consigue que los espectadores consigan impregnarse de algo de la angustia vital que inunda a Justine. Y digo impregnarse porque intentar llegar a comprenderla es algo afortunadamente imposible para alguien que no se haya encontrado en esa situación: al respecto es absolutamente genial como todos los familiares intentan forzar o chantajear a Claire para que sea feliz... ¡Pobres! La incomprensión de Justine frente a la demoledora impotencia de sus allegados (sobre todo su hermana Claire: "a veces no sabes lo mucho que puedo llegar a odiarte") más que de una película de ficción parece sacada de un manual de psiquiatría.
Y mientras Justine deja arrastrarse hacía al más negros de los abismos la pélicula pasa en su segunda parte a centrarse en su hermana: Claire (una Charlotte Gainsbourg sublime que no empalidece al lado de su soberbia compañera). El planeta Melancolía se acerca a la Tierra y pese a que su marido se empeña en negar cualquier posibilidad científica de colisión, el miedo y la intranquilidad no hacen más que inncrementar en Claire. Este miedo lacerante hacía un destino inevitable de Claire frente a la más absoluta indiferencia de su hermana marcan la segunda parte del metraje... que acaba desembocando en uno de los, para mí, mejores y más poéticos finales del cine, cargado de tantas metáforas que intentar analizarlas todas es directamente una pérdida de tiempo.
Y después de todo esto seguro que hay muchísimo gente a las que la pélicula le parezca una plasta.
Quizás al igual que Lars y Dunst, igual también es necesario haber coqueteado con la oscuridad para poder entenderla en toda su magnitud.
Y después de intentar frivolizar un poco voy a intentar hacer un pequeño análisis de esos oscuros entresijos mentales que pretende plasmar Melancolía.
En primer lugar, creo que es totalmente imposible que nadie que no haya sufrido en sus carnes una depresión pueda filmar de manera tan contundente lo que supone esta enfermedad. De la misma manera tampoco creo que se pueda interpretarse de la manera en que lo hace Dunst. En la primera parte de la película la acción se centra en Justine, una novia aquejada de depresión y de actitudes totalmente impredecibles. En un ir y venir de secuencias que suponen una montaña rusa de emociones que pasa impredeciblemente de la alegría al llanto, Lars consigue que los espectadores consigan impregnarse de algo de la angustia vital que inunda a Justine. Y digo impregnarse porque intentar llegar a comprenderla es algo afortunadamente imposible para alguien que no se haya encontrado en esa situación: al respecto es absolutamente genial como todos los familiares intentan forzar o chantajear a Claire para que sea feliz... ¡Pobres! La incomprensión de Justine frente a la demoledora impotencia de sus allegados (sobre todo su hermana Claire: "a veces no sabes lo mucho que puedo llegar a odiarte") más que de una película de ficción parece sacada de un manual de psiquiatría.
Y mientras Justine deja arrastrarse hacía al más negros de los abismos la pélicula pasa en su segunda parte a centrarse en su hermana: Claire (una Charlotte Gainsbourg sublime que no empalidece al lado de su soberbia compañera). El planeta Melancolía se acerca a la Tierra y pese a que su marido se empeña en negar cualquier posibilidad científica de colisión, el miedo y la intranquilidad no hacen más que inncrementar en Claire. Este miedo lacerante hacía un destino inevitable de Claire frente a la más absoluta indiferencia de su hermana marcan la segunda parte del metraje... que acaba desembocando en uno de los, para mí, mejores y más poéticos finales del cine, cargado de tantas metáforas que intentar analizarlas todas es directamente una pérdida de tiempo.
Y después de todo esto seguro que hay muchísimo gente a las que la pélicula le parezca una plasta.
Quizás al igual que Lars y Dunst, igual también es necesario haber coqueteado con la oscuridad para poder entenderla en toda su magnitud.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La conversación entre la tía y el sobrino en la parte final cuando el apocalipsis es inevitable, es toda una joyita.
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