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9
23 de septiembre de 2023
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Buster Keaton tristemente fue como el camarógrafo que protagoniza esta película. Buster el cómico genial, Keaton quien confeccionó una disociación corporal que los distinguió y distingue de cualquier otro comediante en el cine, disociación que se expresa en un rostro inexpresivo y el resto del cuerpo que no para de moverse y golpearse. Buster que con total libertad creativa se había instalado entre los comediantes más brillantes y divertidos de una época dorada de muchos comediantes divertidos y brillantes, un reconocimiento que se granjeó a costa de múltiples lesiones y fracturas en su cuerpo por negarse a emplear dobles de riesgo, ese comediante excepcional, quizá no sabía que al protagonizar "The cameraman" está encarnando un personaje que presagiaba su frustrante y trágico destino profesional. Para mucho, entre los que me cuento, este filme de 1928 es la última entrega del arte genuino de Buster Keaton, donde desplegó su talento con total autonomía, pues fue hasta la realización de este largometraje en el que él pudo sostener el pulso con la política de los Grandes Estudios, pulso nada fácil, pero del que salió bien librado en este filme, a pesar de haber tenido que rodar un gran comercial; product placement se dirá en la actual jerga del marketing, comercial en el que la Metro-Goldwyn-Meyer abierta y descaradamente autopromociona su unidad de noticias.

El talento de Buster Keaton se vio seriamente socavado al firmar un contrato con la MGM, pues las cláusulas iban desde no poderse reír en público para evitar ser fotografiado y así dañar la imagen del rostro inmutable que lo había popularizado, pasar por pedir permiso para ejecutar sus gags, solo le autorizaban aquellas maniobras o acrobacias en donde no corriera riesgo de hacerse daño, no por resguardar su integridad sino porque el Estudio consideraba que su empleado, "su creativo", no podía parar la cadena de producción de películas, a los pocos años, Buster tuvo que aceptar que un grupo de escritores, que muchas veces ni visitaban los estudios de grabación, le escribieran los chistes que él tenía que decir, porque con el sonoro la gente se reía de lo se decía, y él, "suponían", era solo un cómico del cuerpo. En fin, como el camarógrafo que él encarna en este largometraje entrañable y maravilloso, Buster Keaton entraba a un trabajo donde habían jefes que le decían qué hacer, qué filmar, cómo hacerlo. Estas limitaciones creativas fueron apagando el estado anímico del cómico y sumado a conflictos familiares lo condujeron a refugiarse en la bebida, ese pulso sí lo perdió y quedó sumido en un alcoholismo que significó una decadencia profesional, la marginalidad del estrellato del que gozó.

Pero como el vencido camarógrafo de la película, al final tuvo su redención. Cuando las jóvenes generaciones a mediados de los 50s redescubrieron su cine, cuando llegaron las latas de sus películas a los nuevos realizadores europeos, Buster Keaton volvió a ser objeto de admiración y reconocimiento. No podemos olvidar que "Candilejas" de 1952 será la única vez que comparta pantalla con Charles Chaplin, que esa colaboración servirá también para que más de 20 años después los espectadores se preguntaran por ese otro payaso que aparecía junto a Charlot. Apariciones esporádicas en televisión, cortos y entrevistas, un Oscar por su trayectoria en 1960 serán los elementos que le permitirán una redención para terminar una carrera siendo ovacionado bajo reflectores y serpentinas.
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