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5,4
40.183
2
18 de julio de 2012
18 de julio de 2012
17 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Les juro que me troncho con las películas de Martínez Soria, con las de Esteso y Pajares, con Terence Hill y Bud Spencer. Me parto la caja con José Mota, Faemino y Cansado, Tip y Coll. Hasta con Muchachada Nui. Pero me niego a reírme de todo. No, no y no. Yo no me puedo reir de los abusos sexuales, de desgracias como la del 11-S, de los discapacitados. No y no. Porque si lo hacemos, ¿no seremos nosotros más bestias que los propios animales?

7,1
811
6
4 de enero de 2013
4 de enero de 2013
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mark Chapman dirige un periódico sensacionalista donde los crímenes y las noticias sensibleras ocupan las primeras páginas. Lo que no sabe el gran director es que las investigaciones y añagazas de sus reporteros van a volverse contra él.
¡Ostras! ¡qué pena! Casi toda la película disfrutando como un enano y, el bueno de Karlson -gran director, por cierto- se lo carga todo con semejante final. Y, es que, una vez superado el dislate de ver a Broderick Crawford haciendo de tipo duro, cuando se 'transforma' en hombre normal, o sea, uno del montón (papeles que borda) y que encima las pasa canutas, la película no sólo gana muchos enteros sino que su perfecto ritmo, su magnífica puesta en escena y un excelente guión nos hacen sentir casi propios la angustia y los sudores de Crawford. Pero... ¡qué mala suerte! incluso habíamos conseguido ignorar al pánfilo de John Derek cuyo repentino cambio de ideario no hay quien se lo trague. Pero, en fin, lo dicho, un final de pacotilla lo manda todo al garete.
¡Ostras! ¡qué pena! Casi toda la película disfrutando como un enano y, el bueno de Karlson -gran director, por cierto- se lo carga todo con semejante final. Y, es que, una vez superado el dislate de ver a Broderick Crawford haciendo de tipo duro, cuando se 'transforma' en hombre normal, o sea, uno del montón (papeles que borda) y que encima las pasa canutas, la película no sólo gana muchos enteros sino que su perfecto ritmo, su magnífica puesta en escena y un excelente guión nos hacen sentir casi propios la angustia y los sudores de Crawford. Pero... ¡qué mala suerte! incluso habíamos conseguido ignorar al pánfilo de John Derek cuyo repentino cambio de ideario no hay quien se lo trague. Pero, en fin, lo dicho, un final de pacotilla lo manda todo al garete.

8,1
46.603
6
22 de noviembre de 2012
22 de noviembre de 2012
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reflejo de la España rural de los sesenta, en "Los santos inocentes", Mario Camus narra con toda crudeza la triste realidad de una familia campesina sometida a los caprichos y designios de otra familia no sólo rica, sino además, de sangre noble.
La factura técnica es impecable, excelente diría yo. La fotografía, el uso de los espacios abiertos, la puesta en escena, la ambientación, la comparativa de los diferentes hogares (el rico, amplio y frío, el pobre, claustrofóbico pero humano)... Quedo maravillado con el montaje porque siendo una película lenta y con numerosos saltos en el tiempo, todo queda ensamblado de una manera magistral. El resultado final del montaje es de una cohesión admirable. En cuanto al nivel interpretativo, Paco Rabal, Alfredo Landa, Juan Diego y Terele Pávez están soberbios en sus personajes y ocultan sobradamente las carencias interpretativas de los hijos de los campesinos.
¿Qué baja entonces el nivel de la cinta? El problema viene sobre todo porque Camus se esmera por presentarnos un día normal de la familia de campesinos, y lo hace de maravilla, pero no deja de ser aburrido en cierto modo. La primera parte es tediosa y a uno casi le apetece dejar de ver la película. Cuando empiezan a suceder cosas la película crece pero nunca lo suficiente para emocionarnos o, aunque suene cursi, sentir la historia o los personajes en el corazón.
En aquellos años el cine español, salvo contadas excepciones, era malísimo, pero Mario Camus con "Los santos inocentes" demostró que si uno trabaja duro y se deja la piel en el intento se podia hacer cine comprometido, de un nivel excelso y... ¡sin sexo!
La factura técnica es impecable, excelente diría yo. La fotografía, el uso de los espacios abiertos, la puesta en escena, la ambientación, la comparativa de los diferentes hogares (el rico, amplio y frío, el pobre, claustrofóbico pero humano)... Quedo maravillado con el montaje porque siendo una película lenta y con numerosos saltos en el tiempo, todo queda ensamblado de una manera magistral. El resultado final del montaje es de una cohesión admirable. En cuanto al nivel interpretativo, Paco Rabal, Alfredo Landa, Juan Diego y Terele Pávez están soberbios en sus personajes y ocultan sobradamente las carencias interpretativas de los hijos de los campesinos.
¿Qué baja entonces el nivel de la cinta? El problema viene sobre todo porque Camus se esmera por presentarnos un día normal de la familia de campesinos, y lo hace de maravilla, pero no deja de ser aburrido en cierto modo. La primera parte es tediosa y a uno casi le apetece dejar de ver la película. Cuando empiezan a suceder cosas la película crece pero nunca lo suficiente para emocionarnos o, aunque suene cursi, sentir la historia o los personajes en el corazón.
En aquellos años el cine español, salvo contadas excepciones, era malísimo, pero Mario Camus con "Los santos inocentes" demostró que si uno trabaja duro y se deja la piel en el intento se podia hacer cine comprometido, de un nivel excelso y... ¡sin sexo!

6,1
1.198
8
9 de abril de 2014
9 de abril de 2014
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La irregularidad en la carrera de Lewis no le impidió en modo alguno protagonizar -delante y detrás de las cámaras- algunas de las más brillantes películas de humor de la historia el cine: "El profesor chiflado", "Lío en los grandes almacenes", "El ceniciento", "El botones" y alguna más.
"El terror de las chicas" es de las buenas, y el portentoso cómico americano da rienda suelta a todo su talento haciéndonos reír una y otra vez a base de muecas, situaciones desternillantes y de un gag (el del sombrero del gángster) que no solo debería ser incluido como uno de los más brillantes de la historia del humor sino también como eficaz antidepresivo de obligada recomendación en la lista de fármacos de los psiquiatras para sus sufridos pacientes.
También la dirección es magnífica y original, jugando con esa casa de muñecas que Lewis nos muestra desde todos los ángulos posibles sin que la misma pierda un ápice de uniformidad y coherencia cuando mete la cámara dentro de las habitaciones. En definitiva, apoyado en el humor, Lewis demuestra una vez más un talento desbordante que desparrama en aras del espectáculo, de la fantasía y de un luminoso y alegre mundo imaginario.
"El terror de las chicas" es de las buenas, y el portentoso cómico americano da rienda suelta a todo su talento haciéndonos reír una y otra vez a base de muecas, situaciones desternillantes y de un gag (el del sombrero del gángster) que no solo debería ser incluido como uno de los más brillantes de la historia del humor sino también como eficaz antidepresivo de obligada recomendación en la lista de fármacos de los psiquiatras para sus sufridos pacientes.
También la dirección es magnífica y original, jugando con esa casa de muñecas que Lewis nos muestra desde todos los ángulos posibles sin que la misma pierda un ápice de uniformidad y coherencia cuando mete la cámara dentro de las habitaciones. En definitiva, apoyado en el humor, Lewis demuestra una vez más un talento desbordante que desparrama en aras del espectáculo, de la fantasía y de un luminoso y alegre mundo imaginario.
6
1 de marzo de 2013
1 de marzo de 2013
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
De las pocas incursiones de Luis Buñuel en la comedia -una lástima- el notable director aragonés nos regala esta entretenida película apartado -afortunadamente- de sus obsesiones religiosas, oníricas, sexuales y, sobre todo, amargas y pesimistas. Como ya hiciera en su extraordinaria "El gran calavera" Buñuel usa su enorme talento para hacernos reír sin dejar de lado un magnífico estudio costumbrista aderezado con grandes dosis de ternura y humanidad. Consigue que amemos al tranvía y nuestro máximo grado de complicidad con los dos divertidos y dignos ladronzuelos. Las interpretaciones de actores y actrices son extraordinarias. El único pero de la película habría que ponérselo al episodio de la representación teatral y al poco aprovechamiento de situaciones y personajes debido al trasiego permanente de gente subiendo y bajando del tranvía.
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