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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
7
21 de julio de 2014
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Vaucouleurs, Lorena, Francia, vivía una linda costurera llamada Anne Bécu, que, aunque era bastante apetecida por solteros, viudos y casados, atraída por ese sabor a prohibido que producen las sotanas, permitió ser cortejada por el monje Jean-Baptiste Gomard de Vaubernier, quien no tardaría en dejarla embarazada… y así, en medio de un fuerte escándalo, el 18 de agosto de 1743, nacería Jeanne Vaubernier, teniendo la madre que huir a París, donde por fortuna conseguiría pronto un padre para la hermosa niña.

De espíritu libertino como su madre ¡y como su padre!, apenas en la adolescencia Jeanne tuvo como primer amante al marido de una mujer a la que le leía por contrato... y tras otro nuevo escándalo fue echada de la casa, y comenzó entonces a trabajar como modista y sombrerera, mientras seducía a militares, banqueros. cortesanos y todo aquel que pudiera ofrecerle un ambiente como el que nunca tuvo.

El largo número de aventuras de alcoba de Jeanne Vaubernier, que iría en constante ascenso, primero como madame DuBarry, luego como condesa… hasta llegar a convertirse en “la amante titular” (maîtresse en titre, en buen francés) del rey Louis XV, es lo que va a contarnos en este drama el director Ernst Lubitsch, insertando en los hechos históricos (pre-Revolución francesa) un romance ficticio pero muy apasionado, que tiene lugar entre Jeanne y Armand de Foix, un hombre del común al que ama como a ninguno y el cual se encuentra por ella fervientemente enamorado.

Se le da de esta manera un aire de dignidad a una linda cortesana que, a lo largo de su vida, no tuvo más objeto que su ambición. Y Lubitsch -partiendo de un guión de Fred Orbing y Hanns Kräly- habrá de complacerse una vez más, poniendo a Pola Negri en las manos de algún verdugo, quizás como eterno castigo por no haberla podido tener de otra manera distinta a como actriz.

En “MADAME DuBARRY”, podremos ver reunidos a la mayor parte del calificado equipo que acompañó a Lubitsch durante los mejores momentos de su etapa alemana: El guionista Kräly, el cinematografista Theodor Sparkuhl… la actriz Pola Negri y los actores: Emil Jannings, Harry Liedke y Viktor Janson. Con todos ellos, la película resulta realmente interesante, no obstante que, en su propósito de convertirla en un imponente film de época (con magníficos escenarios, lujoso vestuario y recursos técnicos de avanzada), se peca a ratos de exceso, con muchos ostentosos, largos e inútiles desplazamientos en las calles o en los lóbregos palacios… y confieso que me gusta mucho más el Lubistch mesurado y con el sentido de la elipsis que aprendió de Merimée, porque se acerca más al arte y menos a la arrogancia. En cambio aquí, luce como cualquier director que pretende impresionar, como si su ego in dominant, se propusiera decirnos: “¡Miren, he accedido a las superproducciones!”.

Con una mejor edición, siento que el romance entre madame duBarry y Armand de Foix (alusión a “La dama de las camelias”, sin duda), hubiera sido de primera línea, porque tiene alma y pasión a borbotones.
Luis Guillermo Cardona
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6
16 de junio de 2014
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Realista hasta la médula, corrosivo por descreimiento e irónico por vivir hastiado de tanta falsedad, William Makepeace Thackeray (1811-1863) sigue siendo considerado como uno de los escritores más grandes de Inglaterra y fue el segundo, después de Charles Dickens, en la controvertida Era Victoriana. De él hablan sus obras: Los Recién Llegados, Henry Esmond, El Libro de los Snobs, Barry Lyndon… y por supuesto, "La Feria de las Vanidades (1847), considerada por muchos como su obra maestra.

Hombre de muy buen humor -entendido éste como esa capacidad de ver en forma muy crítica, pero, en un estilo compasivo y hasta jocoso las improcedencias humanas-, Thackeray logra, con su personaje inmortal Becky Sharp y con los no-tan-singulares personajes que la rodean, desnudar la hipocresía, el egoísmo, la infidelidad, la falta de escrúpulos… y la gran farsa que, en definitiva, caracterizaba a la aristocracia del siglo XIX, y “por tradición”, a las aristocracias de todos los tiempos y lugares.

Becky Sharp, es la hija huérfana de un viejo y pobre pintor que, al terminar la escuela, no tiene a dónde ir y entonces termina en casa de su generosa amiga, Amelia, a quien envidiará por su condición social y su buena suerte... y entonces, querrá hacerse merecedora a un lugar como el que ella tiene. Desde ese momento, hará acopio de sus capacidades histriónicas y de todas las marrullas habidas y por haber, con tal de alcanzar al hombre que haga realidad su ferviente deseo.

Llevada en diversas ocasiones al cine, en 1934, comenzó a rodarse una nueva versión que dirigía, Lowell Sherman, pero éste falleció a las dos semanas de rodaje, siendo llamado, Rouben Mamoulian, para que tomara la rienda del rodaje. En principio, éste rechazó la idea de seguir donde iba Sherman… y aceptado que empezaría de cero y que podía contar con un fuerte asesor del nuevo technicolor de tres tonos que, en esta película, se lanzaba con pompa y circunstancia, Mamoulian se sintió a gusto dirigiendo de nuevo a Miriam Hopkins, la agradable y coqueta actriz que él mismo hiciera famosa desde su aparición en, “Dr. Jeckyll and Mr. Hyde”, y huelga decir que aquí consiguió una de las más exigentes y logradas actuaciones de su carrera.

Pero, dado que el guion no era lo bastante consistente y que la lucha para poderse ajustar a los complejos reclamos de la nueva técnica a color, fueron extenuantes, Mamoulian sacó adelante la película como bien pudo, y si, <<LA FERIA DE LA VANIDAD>>, pasó a la historia fue por significar un nuevo avance en la técnica cinematográfica, pero, no tanto por sus logros artísticos que, en realidad, no son los suficientes.

En general, el cuento es un tanto plano, no obstante haber sido trazado como una sátira; escasean las situaciones realmente punzantes y todo resulta plantado para el lucimiento de Miriam Hopkins, quien se da la oportunidad de jugar a toda suerte de expresividades y de calculadas salidas. La complementan, la siempre linda Frances Dee, como su leal y eterna amiga, Amelia; Cedric Hardwicke, el sosegado y calculador marqués de Steyne; y Alan Mowbray como Rawdon Crawley, el hombre con más cuernos que una feria de ganado… o de vanidades.

Título para Latinoamérica: <<FERIA DE VANIDADES>>
Luis Guillermo Cardona
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8
20 de abril de 2014
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La frustración es estar aquí deseando estar allí... es tener esto y desear aquello... es estar con una persona pensando siempre en otra... es vivir anhelando, día a día, aquello que ya nunca será posible... Debe ser una situación muy frustrante y dolorosa, vivir con una mujer -por buena que sea y por mucho que te quiera-, si es otra a la que tú amas, si es otra la que te inspira y la que ansías tener entre tus brazos. Igual de complejo y tormentoso debe resultar vivir con un hombre que te lo da “todo”, incluso amor, si no es él el ser sentido que tu corazón reclama.

Una situación de este deplorable estilo, es la que les toca padecer a Baptiste, el aplaudido mimo del teatro Funambules y a su enamorada Clara Rainier, conocida por todos como “Garance” en alusión a la flor llamada entre nosotros Rubia o Granza. Desde que se conocieran en la feria, en el incidente de aquel reloj robado a uno de los asistentes, en el cual el mimo logra que ella sea absuelta, y tras lanzarle Garance una rosa roja y un coqueto beso, la atracción fue mutua… y desde entonces, tendrá lugar una romántica ¿y trunca? historia de amor que, en ciertos instantes, conseguirá avivar la llama.

Con gran sobriedad narrativa y con una contrastante ambientación donde el entusiasmo y la alegría hace que los asistentes a la feria jamás se enteren de lo que sufren sus artistas; donde aquellos niños y jóvenes que ocupan la galería llamada paraíso (por ser la más alta del teatro), solo reclaman satisfacciones por lo pagado sin imaginar siquiera el hambre y los conflictos que se sufren tras bambalinas; y donde los artistas enamorados, en actos propios de la ligereza, juegan a estar con quien no deben estar, se va desenvolviendo una edificante y sugerente historia brillantemente contada por Jacques Prévert y dirigida con pulso firme por Marcel Carné cuando todavía gozaba de su mejor momento cinematográfico.

Iniciado el rodaje de “LOS NIÑOS DEL PARAÍSO” en el año 1943, la invasión de Alemania a Francia durante la II Guerra Mundial, obligó a suspenderlo durante dos años, y tras el fin de la guerra, por fin pudo concluirse con la feliz sobrevivencia de sus principales intérpretes.

Los roles protagónicos los encabeza Arletty (como Garance) una encantadora actriz que aquí se asemeja en mucho a ese espíritu libre –casi libertino- con el que siempre vivió. Muy posicionado, donjuanesco y harto jocoso, resulta también Pierre Brasseur (Frédéric Lemaitre) el actor que hace el primer tercio, apreciando al rival y deseando a la aristocrática hembra. Por su parte, Jean-Louis Barrault (Baptiste), un célebre clown con un historial tres veces más representativo en las tablas que en el arte cinematográfico, me resulta exquisito cuando aparece como mimo, mostrando la alegría y lo trágico de la vida... pero no me complace fuera del escenario jugando a ser el irresistible galán.

De otro lado, el filme goza de unos precisos diálogos con espacio para el gracejo y la mordacidad; posee una fotografía con magníficos claroscuros muy expresionistas; y cuenta con una recreación del siglo XIX, con ajustadas escenografías de estudio y un excelente vestuario… y todo esto, confluye para hacer que, “LOS NIÑOS DEL PARAÍSO”, sea hoy uno de esos clásicos que enaltecen, sin duda, al arte cinematográfico.
Luis Guillermo Cardona
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10
13 de marzo de 2014
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
He aquí una de las más románticas y hermosas películas que se hayan realizado en la historia del cine. Es en blanco y negro, es muda (aunque existe una versión con una parte sonora), está hecha con un reducido presupuesto y con actores que todavía no habían hecho historia… pero, quienes alguna vez se hayan sentido enamorados, podrán experimentar de nuevo esa sensación de magia, fascinación y envolvimiento absoluto en un halo de fantasía, como solíamos sentirnos en aquellos inolvidables momentos.

Pál Fejös, hace con, <<SOLEDAD>>, su primer filme hollywoodense (firmándolo como Paul Fejos), y da la plena impresión de que siguiera viviendo los mejores instantes de su juventud, porque, ha logrado envolver su filme en un manto de amor y de dulzura, que consigue embelesarnos con cada imagen y con cada escena en la que, Mary y Jim, por fin acceden a los maravillosos encantos de la vida.

No entiendo, cómo un filme así puede permanecer casi relegado en el olvido, cuando se trata de una de las historias más bellas y bien contadas que puedan verse en la vida. El director, nos introduce primero en la agobiante rutina que envuelve a los seres comunes y corrientes: madrugar, salir a coger un transporte donde padecerán empujones, estrecheces y tardanzas, y acceder luego a un puesto de trabajo donde el ser se robotiza por completo en un quehacer idéntico cada día y la fulgurante esencia humana se apaga definitivamente… hasta que, ¡por fin, suena el timbre de salida!

Los planos se intercalan de manera brillante y con creativas sobreimpresiones, para mostrar la semejante rutina que padecen Jim como operario de una industria y Mary como empleada de una central telefónica. Un par de lugares que no dan respiro y donde el ser humano lentamente se extingue sin más opción que la simple sobrevivencia. Fejös hace un eficiente uso de la elipsis, y cada plano es preciso y significante como radiografía de la gente del común.

Habiendo sido realizada en el mismo año que, “The Crowd” de King Vidor, <<SOLEDAD>> guarda una curiosa coincidencia con aquella, pues, Jim y Mary, tienen su gran momento en un parque de diversiones al igual que John y Mary (hasta sus nombres se asemejan), y las dos parejas pasan por atracciones mecánicas que, en un par de acciones, hasta son las mismas; y para redondear sus semejanzas, ambas son dos obras maestras absolutas que enaltecen al arte cinematográfico y a sus respectivos directores.

Barbara Kent (la adorable y magnífica actriz canadiense que apenas falleciera el 13 de octubre de 2011 ¡a los 103 años!) resulta arrobadora como la joven que siente que, en ese encuentro con Jim, le va la vida; y, Glenn Tryon (futuro guionista, director y productor), es estupendo como el muchacho ilusionado con aquella premonitoria tarjeta que le arrojó la máquina pesadora, en la que reza: “Usted está a punto de encontrar lo que su corazón busca”.

Y el final, se torna resplandeciente con una magnífica sorpresa. Pál Fejös, hace ya parte de mis afectos.
Luis Guillermo Cardona
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7
17 de febrero de 2014
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Cuántos hombres han adquirido su poder y su riqueza a costa de arrebatarles sus pertenencias a los demás... dejando en la ruina a familias enteras... asesinando a seres inocentes… y mintiendo, aquí y allá, constantemente, para poder justificar lo que ahora tienen! ¿Serán acaso ahora, más felices? ¿Será que consiguen tener un sueño tranquilo, sin pesadillas que atormenten, noche a noche, su limitada conciencia? ¿O acaso tendrán que tomar, cada tres horas, algún tranquilizante, y dormir con una radio o un televisor encendido donde haya voces que les ayuden a espantar los fantasmas que acechan incesantemente?

No resulta fácil odiar a esta clase de hombres, ni desearles más castigo del que ellos mismos se labran... ¡a menos que se haya sido una víctima directa de sus infames acciones! A la luz de la holística, los hombres han carecido de afecto y/o de un ejemplo digno, y muy probablemente, fueron subestimados y maltratados, física y psicológicamente, por sus progenitores o por las personas que les tuvieron a cargo.... y esto, en vez de trascenderlo y rechazarlo, lo repiten torpemente con sus hijos, y así, de generación en de-generación, se va gestando una casta de verdugos que sembrarán dolor y despojos cada medio siglo.

Joe Sutton, es de esta calaña. A punto de que, el gobierno estadounidense, comience a hacer registro de las tierras que les fueron dadas a los colonos que se asentaron en ellas, él quiere asegurarse de que 50 millas de un magnífico valle, le pertenezcan a él solito… y está dispuesto a sacar a quien sea y matar a quien se le oponga con tal de salirse con la suya. Ese es su delirio de grandeza.

Pero, llega el día en que su hijo, Jack, y sus pistoleros a sueldo, cometen el error de matar a un colono, dejando vivo a su hermano… porque va a ser, Trace Jordan (Tab Hunter) -un joven con ímpetu de venganza, invencible perseverancia y agudeza de ingenio-, quien, aliado con la valiente María Cristina (Natalie Wood), una joven mestiza (madre mexicana y padre yanqui) que también vio morir a su padre a manos de los Sutton, quienes, paradójicamente, van a poner a peligrar su sueño.

<<COLINAS ARDIENTES>>, es la adaptación cinematográfica, encargada a Irving Wallace, de una de las muchas novelas que escribiera, Louis L’Amour (seudónimo de Louis Dearborn LaMoore, 1908-1988), uno de los más exitosos autores de historias western que haya tenido el cine hollywoodense, pues, a la fecha 2010, se dice que vendió 320 millones de copias de sus obras. A, L’Amour, también lo conocemos por “Hondo”, “Four Guns to the Border”, “East of Sumatra” y otras tantas historias.

Fue, Stuart Heisler, el encargado de realizar este western ideológicamente correcto, donde las cosas y los personajes lucen bien puestos en su justo lugar; donde no hay héroes inmaculados ni todopoderosos; tampoco indios malísimos, ni pistoleros de los que nunca fallan, sino que veremos a un puñado de seres comunes que, con empeño, pretenden que la justicia llegue por fin a donde hace rato que no llega.

La trama consigue atraparnos porque es fácil identificarse con sus protagonistas; podemos entender su miedo y su arrojo, porque los vemos muy cercanos a lo que, nosotros mismos, somos; y algunos, sobre todo los latinoamericanos, podemos sentir que lo que allí sucede, no está muy lejos de cosas que ¡más de un siglo después!, siguen ocurriendo a diario en algunos de nuestros países.

¡¿Cuándo será por fin que, el hombre entienda, que la lucha no es contra los demás sino contra uno mismo?!

Título para Latinoamérica: <<COLINAS DE FUEGO>>
Luis Guillermo Cardona
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