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6,1
1.073
7
29 de noviembre de 2010
29 de noviembre de 2010
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine terrorífico de ojos rasgados recibe con Dream Home una bocanada de sangre fresca en un panorama que nació interesante hace unos años pero que últimamente se estaba tornando repetitivo y daba ya algunas muestras de agotamiento. Dejamos aparcados los fantasmas blanquecinos de larga pelambrera que nos han mostrado hasta la náusea los nipones, para deleitarnos con esta divertida brutalidad made in Hong Kong.
La película se podría resumir en pocas palabras: es un slasher puro. En lugar secundario quedan las lecturas cultas o profundas; las críticas a la actitud a menudo inhumana de las entidades bancarias y aseguradoras, la de las constructoras, el tradicional machismo en la sociedad china y la influencia no demasiado verosímil que estos factores ejercen en las posibles motivaciones de la protagonista y su estado mental... Todo eso está en la historia, pero encajado más bien como excusa, un vehículo para recrearse en una violencia perfectamente elaborada... el verdadero objetivo.
Al nivel que mejor funciona la propuesta de Pang Ho-Cheung, es en el de mostrar el ensañamiento, la crueldad y el furor de la agresión del asesino psicópata de manera groseramente artística, cuidadosa en los detalles malsanos. Enseñándolo todo, recreándose y apelando descaradamente al morbo del espectador pulsando las teclas necesarias para que nos convirtamos por unos minutos en fervientes adeptos al dogma de Sade.
Esta es una de esas veces en que la forma de la violencia como recreo o desahogo, se impone despiadadamente al contenido social. Lo gozamos y no nos avergonzamos. Sobre el efecto catártico que produce la representación de la tragedia en el ser humano se ha escrito mucho y desde hace siglos. Quizás sea una tara genética, pero funciona como característica que parece llevamos en nuestro código muchos de nosotros. Probablemente los menos evolucionados, que le vamos a hacer.
La película se podría resumir en pocas palabras: es un slasher puro. En lugar secundario quedan las lecturas cultas o profundas; las críticas a la actitud a menudo inhumana de las entidades bancarias y aseguradoras, la de las constructoras, el tradicional machismo en la sociedad china y la influencia no demasiado verosímil que estos factores ejercen en las posibles motivaciones de la protagonista y su estado mental... Todo eso está en la historia, pero encajado más bien como excusa, un vehículo para recrearse en una violencia perfectamente elaborada... el verdadero objetivo.
Al nivel que mejor funciona la propuesta de Pang Ho-Cheung, es en el de mostrar el ensañamiento, la crueldad y el furor de la agresión del asesino psicópata de manera groseramente artística, cuidadosa en los detalles malsanos. Enseñándolo todo, recreándose y apelando descaradamente al morbo del espectador pulsando las teclas necesarias para que nos convirtamos por unos minutos en fervientes adeptos al dogma de Sade.
Esta es una de esas veces en que la forma de la violencia como recreo o desahogo, se impone despiadadamente al contenido social. Lo gozamos y no nos avergonzamos. Sobre el efecto catártico que produce la representación de la tragedia en el ser humano se ha escrito mucho y desde hace siglos. Quizás sea una tara genética, pero funciona como característica que parece llevamos en nuestro código muchos de nosotros. Probablemente los menos evolucionados, que le vamos a hacer.

7,2
88.336
8
13 de diciembre de 2011
13 de diciembre de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Babel suceden muchísimas cosas. La mayoría importantes y que nos agrada ver en la pantalla, pero para nada sentir en las carnes propias. Así de extraños somos.
Un hecho aparentemente banal, un simple y amistoso, aunque a la postre envenenado regalo, desencadena la consabida caída de piezas de dómino; situaciones dramáticas relacionadas entre sí en diferentes partes del mundo. Y es que nuestro día a día auténtico está expuesto a esa anarquía perversa. Azares ajenos son el percutor de reacciones que nos afectan y ante las que estamos indefensos aunque nos encerremos en una jaula de oro. Somos como marionetas dirigidas por un titiritero borracho. En sus manos está la dicha y también nuestro infortunio.
El destino fijado parece ser otra mentira más.
Babel trata sobre “nosotros aquí”. Esto es lo que a menudo nos revelan las buenas historias, porque al fin y al cabo estas siempre han sido una imitación del devenir de esas desamparadas y patéticas criaturas que padecen, y en ocasiones incluso disfrutan eso tan misterioso y a la vez tan habitual que llamamos existencia.
Un hecho aparentemente banal, un simple y amistoso, aunque a la postre envenenado regalo, desencadena la consabida caída de piezas de dómino; situaciones dramáticas relacionadas entre sí en diferentes partes del mundo. Y es que nuestro día a día auténtico está expuesto a esa anarquía perversa. Azares ajenos son el percutor de reacciones que nos afectan y ante las que estamos indefensos aunque nos encerremos en una jaula de oro. Somos como marionetas dirigidas por un titiritero borracho. En sus manos está la dicha y también nuestro infortunio.
El destino fijado parece ser otra mentira más.
Babel trata sobre “nosotros aquí”. Esto es lo que a menudo nos revelan las buenas historias, porque al fin y al cabo estas siempre han sido una imitación del devenir de esas desamparadas y patéticas criaturas que padecen, y en ocasiones incluso disfrutan eso tan misterioso y a la vez tan habitual que llamamos existencia.

6,6
23.302
10
20 de diciembre de 2010
20 de diciembre de 2010
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si en la década de los noventa el cine de terror estuvo dominado por las historias sobrenaturales fantasmagóricas y en la actual lo que se impone mayoritariamente es la ultraviolencia más pragmática, los años ochenta estuvieron orlados de ese subgénero delicioso que es el gore. Encabezaron la categoría una serie de films donde la imaginación y la fantasía, el humor y el horror, alcanzan una capacidad de divertir y asombrar al espectador que posiblemente jamás se vuelva a dar. Este es el caso de “Posesión Infernal”.
Armados con unos efectos especiales y un presupuesto ridículos con los que actualmente sería prácticamente imposible rodar algo proyectable en una sala pero dotados de una creatividad descomunal, un grupo de amigos de la universidad entre los que se encontraban Sam Raimi en la dirección; Rob Tapert como productor; Bruce Campbell interpretando al protagonista “Ash”, o Joel Cohen como editor, deciden embarcarse en la aventura de la que sería una de las películas de culto más emblemáticas de todos los tiempos.
Estoy convencido de que, al contrario de lo que aducen sus detractores -a los que está claro no les interesa ni entienden en absoluto este tipo de cine- la película envejece estupendamente. Ha perdido muy pocas de las cualidades que hicieron que Sam Raimi llevara a cabo con éxito la dificilísima tarea de aterrar y divertir a partes iguales a millones de personas con un poco de plastilina, amén de muchísimo ingenio... Qué curioso, todo lo contrario de lo que ocurre en muchos casos hoy en día, donde se derrochan cifras colosales en adornar guiones insulsos que se consumen y olvidan en pocos meses. A veces es bueno recordar que lo bien hecho perdura siempre, y el dinero no tiene nada que ver ni nada que hacer con el talento.
Obra maestra del gore. Indiscutible.
Armados con unos efectos especiales y un presupuesto ridículos con los que actualmente sería prácticamente imposible rodar algo proyectable en una sala pero dotados de una creatividad descomunal, un grupo de amigos de la universidad entre los que se encontraban Sam Raimi en la dirección; Rob Tapert como productor; Bruce Campbell interpretando al protagonista “Ash”, o Joel Cohen como editor, deciden embarcarse en la aventura de la que sería una de las películas de culto más emblemáticas de todos los tiempos.
Estoy convencido de que, al contrario de lo que aducen sus detractores -a los que está claro no les interesa ni entienden en absoluto este tipo de cine- la película envejece estupendamente. Ha perdido muy pocas de las cualidades que hicieron que Sam Raimi llevara a cabo con éxito la dificilísima tarea de aterrar y divertir a partes iguales a millones de personas con un poco de plastilina, amén de muchísimo ingenio... Qué curioso, todo lo contrario de lo que ocurre en muchos casos hoy en día, donde se derrochan cifras colosales en adornar guiones insulsos que se consumen y olvidan en pocos meses. A veces es bueno recordar que lo bien hecho perdura siempre, y el dinero no tiene nada que ver ni nada que hacer con el talento.
Obra maestra del gore. Indiscutible.

4,7
289
4
1 de diciembre de 2010
1 de diciembre de 2010
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los problemas es que ya conocemos la historia. Lo cierto es que Cherry Tree Lane está aceptablemente rodada y mejor interpretada. Pero aparte de que aporta muy poco de novedoso a las películas de familia secuestrada y torturada, que hay muchas y algunas formidables, encima se nos queda muy corta en cuanto a virulencia y acción. Entonces, ¿qué nos queda?.
La espera a que se hagan las nueve y llegue Sebastian, con los secuestradores sentados en el sofá frente al televisor comiendo galletas y el padre atado echado boca abajo en el suelo… es prácticamente toda la película. La cosa se hace eterna, reiterativa. Y durante todo ese tiempo estamos esperando el explosivo clímax que cuando llega… decepciona. En el cine violento no nos podemos quedar a medias. Lo dicho, o estamos o no estamos.
La espera a que se hagan las nueve y llegue Sebastian, con los secuestradores sentados en el sofá frente al televisor comiendo galletas y el padre atado echado boca abajo en el suelo… es prácticamente toda la película. La cosa se hace eterna, reiterativa. Y durante todo ese tiempo estamos esperando el explosivo clímax que cuando llega… decepciona. En el cine violento no nos podemos quedar a medias. Lo dicho, o estamos o no estamos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo que no se le puede hacer al espectador, es privarlo de la contemplación de una detallada venganza final en condiciones, que lo deje satisfecho después de cargarlo de odio contra los malos aunque sean unos niñatos. Unos cuantos porrazos mal dados con un candelabro… es frustrante. ¿Es que no hemos visto Straw Dogs de Peckinpah?. Claro que sí. Pues eso.
Y ese final donde se insinúa que Mike la paga con el pobre niño que no tiene culpa de nada… ¿a santo de qué?.
Y ese final donde se insinúa que Mike la paga con el pobre niño que no tiene culpa de nada… ¿a santo de qué?.

5,6
1.044
6
16 de agosto de 2011
16 de agosto de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La pulida presentación del drama e interesante desarrollo de personajes, así como el hábilmente manejado escenario que es Galicia, son los deberes bien hechos con los que este novel y aplicado director aprueba (sin una nota espectacular) el melancólico ejercicio que es Retornos.
Pero el caso es que Avilés, una vez que ha amasado y aderezado adecuadamente su propuesta y ve llegar el momento de las conclusiones, no duda en atar los cabos, aunque por desgracia lo hace con demasiada urgencia y los nudos quedan algo flojos. El desenlace flaquea. Y no por falta de credibilidad o incongruencia, ni porque sea demasiado evidente o predecible. Es sólo que las prisas a la hora de rematar la trama, contrastan negativamente con el ritmo sosegado y paciente que la película respiraba hasta el momento.
¿Falla el guión ante el delicado cometido de fusionar sutilmente el drama con el thriller?, ¿le falta metraje en su parte final?, ¿el director es inexperto?. Lo cierto es que aparte del problema mencionado, la película es bastante correcta.
Luís Avilés... otro que empieza a andar con paso firme por el abrupto sendero del cine. Deseémosle que no se aparte demasiado del camino. Que no tropiece, o se pierda.
Pero el caso es que Avilés, una vez que ha amasado y aderezado adecuadamente su propuesta y ve llegar el momento de las conclusiones, no duda en atar los cabos, aunque por desgracia lo hace con demasiada urgencia y los nudos quedan algo flojos. El desenlace flaquea. Y no por falta de credibilidad o incongruencia, ni porque sea demasiado evidente o predecible. Es sólo que las prisas a la hora de rematar la trama, contrastan negativamente con el ritmo sosegado y paciente que la película respiraba hasta el momento.
¿Falla el guión ante el delicado cometido de fusionar sutilmente el drama con el thriller?, ¿le falta metraje en su parte final?, ¿el director es inexperto?. Lo cierto es que aparte del problema mencionado, la película es bastante correcta.
Luís Avilés... otro que empieza a andar con paso firme por el abrupto sendero del cine. Deseémosle que no se aparte demasiado del camino. Que no tropiece, o se pierda.
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