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7,9
110.828
10
27 de septiembre de 2009
27 de septiembre de 2009
29 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Penitenciaría de máxima seguridad, en Cold Mountain, Louisiana. En el bloque E están confinados aquellos hombres que están próximos a caminar, ´la milla verde', el largo corredor que los conducirá a la tenebrosa e infame silla eléctrica. El supervisor es, Paul Edgecomb, quien, a cargo de cuatro guardianes más vela por la paz y por la adecuada atención de los condenados a muerte. Todo se mueve en una suerte de rutina... hasta que, un día es traído un afrodescendiente de descomunal estatura y de poderosos músculos llamado, John Coffey. “Suena como café, pero se escribe diferente”, dirá él cuando le preguntan su nombre… y nosotros descubriremos, luego, que también es muy, pero muy diferente, a todo lo que aparenta.
Coffey (Michael Clarke Duncan), está acusado de la violación y posterior asesinato de dos niñas, y él parece aceptar, sin objeción alguna, los designios de su existencia. En su interrelación con los presos, Paul y sus asistentes, pronto van a descubrir que están ante un ser único, con singulares poderes y virtudes. Surge entonces una experiencia humana ¡y divina!, digna de conservarse para la eterna memoria.
En los asuntos, intervendrán los especiales y sensibles guardianes, y junto a ellos, estará Percy, el desadaptado del grupo que impondrá el lado oscuro, de imprescindible lugar, para hacer posible el ejercicio del bien en aquel especial recinto; y entre los condenados, resaltará Del (Eduard Delacroix), quien, con Jingle (Cascabel), el mágico ratón, colmará de ternura y de tragedia, aquellos últimos días. Aún falta por llegar, “Wild Bill”, el otro puntal de contradicción y de choque con los que se han puesto del otro lado. Con este especialísimo grupo, asistiremos a tres horas de incesante vigor humano donde, la pena de muerte y la visión que se tiene de los condenados, serán profundamente sacudidas.
Después de presenciar los hechos que aquí ocurren, imposible sentir que se hace justicia llevando a un hombre para que otro lo asesine en la cruenta silla eléctrica. La venganza social contra quienes delinquen podrá ser llamada cualquier otra cosa, pero no cabe en ella – ¡jamás! - el sagrado concepto de Justicia.
Frank Darabont (autor también del guion, basado en la novela de Stephen King), alcanza un elevado y encomiable virtuosismo como realizador, en este filme que tiene ya un lugar entre las grandes obras del cine contemporáneo. El conjunto es emocionante, de una intensa fuerza dramática, con impecables toques humorísticos... y con una espiritualidad que fluye y refluye en todo el escenario.
Un conjunto actoral (Tom Hanks, Sam Rockwell, Doug Hutchison...) donde se imponen quienes representan a los condenados, pero, muy bien acompasados por los intérpretes de los guardianes, concreta una obra de fuerza imperecedera que ojalá sacuda a esas mentes tan obtusas sobre las que pesa nuestra sociedad.
Título para Latinoamérica: <<MILAGROS INESPERADOS>>
Coffey (Michael Clarke Duncan), está acusado de la violación y posterior asesinato de dos niñas, y él parece aceptar, sin objeción alguna, los designios de su existencia. En su interrelación con los presos, Paul y sus asistentes, pronto van a descubrir que están ante un ser único, con singulares poderes y virtudes. Surge entonces una experiencia humana ¡y divina!, digna de conservarse para la eterna memoria.
En los asuntos, intervendrán los especiales y sensibles guardianes, y junto a ellos, estará Percy, el desadaptado del grupo que impondrá el lado oscuro, de imprescindible lugar, para hacer posible el ejercicio del bien en aquel especial recinto; y entre los condenados, resaltará Del (Eduard Delacroix), quien, con Jingle (Cascabel), el mágico ratón, colmará de ternura y de tragedia, aquellos últimos días. Aún falta por llegar, “Wild Bill”, el otro puntal de contradicción y de choque con los que se han puesto del otro lado. Con este especialísimo grupo, asistiremos a tres horas de incesante vigor humano donde, la pena de muerte y la visión que se tiene de los condenados, serán profundamente sacudidas.
Después de presenciar los hechos que aquí ocurren, imposible sentir que se hace justicia llevando a un hombre para que otro lo asesine en la cruenta silla eléctrica. La venganza social contra quienes delinquen podrá ser llamada cualquier otra cosa, pero no cabe en ella – ¡jamás! - el sagrado concepto de Justicia.
Frank Darabont (autor también del guion, basado en la novela de Stephen King), alcanza un elevado y encomiable virtuosismo como realizador, en este filme que tiene ya un lugar entre las grandes obras del cine contemporáneo. El conjunto es emocionante, de una intensa fuerza dramática, con impecables toques humorísticos... y con una espiritualidad que fluye y refluye en todo el escenario.
Un conjunto actoral (Tom Hanks, Sam Rockwell, Doug Hutchison...) donde se imponen quienes representan a los condenados, pero, muy bien acompasados por los intérpretes de los guardianes, concreta una obra de fuerza imperecedera que ojalá sacuda a esas mentes tan obtusas sobre las que pesa nuestra sociedad.
Título para Latinoamérica: <<MILAGROS INESPERADOS>>
8 de septiembre de 2009
8 de septiembre de 2009
26 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con esta película me pasa algo curioso: cada vez que la veo me gusta un poco más y esta tercera vez me ha llegado al alma. La siento como una profunda demostración del amor verdadero. Quizás, al conocer la relación que sostienen Lulu y Robert – 66 y 99 - se pueda hablar de devoción y sacrificio, pero, antes que nada, sentí que fue un pleno y muy claro acto de consagración y de libre compromiso.
<<AMOR PROHIBIDO>>, es una historia de amor que se inicia en un barco con rumbo a La Habana, en el cual se encuentran dos seres muy especiales: Ella, es Lulu Smith, una bibliotecaria a quien los pequeños reconocen como la chica aburrida, pues, luce pesarosamente solitaria, mientras sueña con el amor y una plácida vida en pareja. Él, es un abogado llamado, Robert Gruner, y ha entrado en el cuarto 66 –el de ella-creyendo que era el 99 –el de él. ¡Los juegos de Cupido!
Lulu, siente que ha encontrado al hombre de su vida... y Bob, cree que tiene a su lado a la mujer más bella y dulce del mundo. Por esto, ella no necesita –o no quiere porque intuitivamente teme- saber nada de él. Y él, no logra decirle lo que quisiera decirle, pero en el fondo se alegra porque –intuitivamente sabe– que si le dijera la verdad, seguro la perdería.
Así, sin reconocibles barreras, los dos se disponen de corazón a realizar su sueño en las magníficas playas de La Habana, Cuba, y la sensación de habitar el paraíso tiene lugar en su ser más íntimo... pero, cuando llega el obligado regreso a la vida cotidiana, Bob siente que ama tanto a su bella Lulu, que no puede vivir con mentiras y entonces confiesa lo que no pudo -y no quiso- decir... y desde entonces, ambos comenzarán a luchar por un amor lleno de obstáculos, que parecen ponerlo en la senda de lo imposible.
Barbara Stanwyck, impone ternura, alta sensibilidad y enorme grandeza a un personaje lleno de claridad en su acto de valiente –que no sumisa– abnegación; y Adolph Menjou, impone dignidad y carisma a ese político que se deja arrastrar por la escalera del éxito -no del triunfalismo-, mientras conserva el amor tan limpio como puede.
El director, Frank Capra -quien también escribiera el guion en compañía de Jo Swerling-, mantiene un clima romántico en el que, el amor, en toda su dimensión de entrega, constancia e incondicionalidad, fluye en aquella especial pareja que tiene que jugar a los encuentros furtivos, a las mentiras tácticas o piadosas, y al sacrificio frecuente para poder mantener encendida la llama.
<<AMOR PROHIBIDO>>, no creo que deje indiferente a nadie. Si consigues ponerte en el escenario y un poco en el alma de sus admirables protagonistas, es seguro que llegarás a comprenderlos... y de otra cosa estoy convencido: ¡No conseguirás condenarlos por ninguno de sus actos! Entonces, es cuando adquiere sentido una bella y certera frase que leía un día:
“Si no condenaras a nadie, no tendrías necesidad de perdonar”.
<<AMOR PROHIBIDO>>, es una historia de amor que se inicia en un barco con rumbo a La Habana, en el cual se encuentran dos seres muy especiales: Ella, es Lulu Smith, una bibliotecaria a quien los pequeños reconocen como la chica aburrida, pues, luce pesarosamente solitaria, mientras sueña con el amor y una plácida vida en pareja. Él, es un abogado llamado, Robert Gruner, y ha entrado en el cuarto 66 –el de ella-creyendo que era el 99 –el de él. ¡Los juegos de Cupido!
Lulu, siente que ha encontrado al hombre de su vida... y Bob, cree que tiene a su lado a la mujer más bella y dulce del mundo. Por esto, ella no necesita –o no quiere porque intuitivamente teme- saber nada de él. Y él, no logra decirle lo que quisiera decirle, pero en el fondo se alegra porque –intuitivamente sabe– que si le dijera la verdad, seguro la perdería.
Así, sin reconocibles barreras, los dos se disponen de corazón a realizar su sueño en las magníficas playas de La Habana, Cuba, y la sensación de habitar el paraíso tiene lugar en su ser más íntimo... pero, cuando llega el obligado regreso a la vida cotidiana, Bob siente que ama tanto a su bella Lulu, que no puede vivir con mentiras y entonces confiesa lo que no pudo -y no quiso- decir... y desde entonces, ambos comenzarán a luchar por un amor lleno de obstáculos, que parecen ponerlo en la senda de lo imposible.
Barbara Stanwyck, impone ternura, alta sensibilidad y enorme grandeza a un personaje lleno de claridad en su acto de valiente –que no sumisa– abnegación; y Adolph Menjou, impone dignidad y carisma a ese político que se deja arrastrar por la escalera del éxito -no del triunfalismo-, mientras conserva el amor tan limpio como puede.
El director, Frank Capra -quien también escribiera el guion en compañía de Jo Swerling-, mantiene un clima romántico en el que, el amor, en toda su dimensión de entrega, constancia e incondicionalidad, fluye en aquella especial pareja que tiene que jugar a los encuentros furtivos, a las mentiras tácticas o piadosas, y al sacrificio frecuente para poder mantener encendida la llama.
<<AMOR PROHIBIDO>>, no creo que deje indiferente a nadie. Si consigues ponerte en el escenario y un poco en el alma de sus admirables protagonistas, es seguro que llegarás a comprenderlos... y de otra cosa estoy convencido: ¡No conseguirás condenarlos por ninguno de sus actos! Entonces, es cuando adquiere sentido una bella y certera frase que leía un día:
“Si no condenaras a nadie, no tendrías necesidad de perdonar”.
8
27 de julio de 2011
27 de julio de 2011
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Celebrado autor de novela negra, Dashiell Hammett (1894-1961), es un nombre que resuena en los oídos de todos los que amamos las historias detectivescas. Aunque, previamente, se habían realizado dos filmes con sendas historias suyas, “El Halcón Maltés” (en versión dirigida por Roy de Ruth, 1931), sería la carta de presentación con la que atraería montones de aficionados que, pronto, se multiplicarían como hormigas cuando su novela, “The Thin Man” (1934) fue llevada al cine, el mismo año de su publicación, bajo la dirección de W. S. Van Dyke. Un remake de “El Halcón Maltés” (1941), realizado con éxito por el director, John Huston, y la continuación de las historias de Nick Charles, su esposa Nora y su perro Asta, llevarían a Hammett a la cima y lo convertirían en un personaje clave en cualquier antología de novelas criminales.
“LA CENA DE LOS ACUSADOS”, es una estupenda interrelación entre screwball-comedy del mejor calibre y una aventura detectivesca con suficiente intriga como para mantenernos pegados a la silla. Lo primero que atrae es la franca, espontánea, desacomplejada, informal y deliciosa relación que se da entre Nick y Nora, con la silenciosa y ocasional complicidad del simpático can que los acompaña.
El cuento, en pleno, adquiere un tono bastante familiar y el celebrado investigador se verá envuelto en la búsqueda del desaparecido señor Wynant, más por presión de las circunstancias que por algún deseo de abandonar la supercómoda vida que ahora lleva. Es Nora la que tiene más hálito de aventura, pues, no ha visto en acción a su marido desde que celebraron nupcias.
Es, ésta, la segunda novela de Hammett que se solaza en un tono de comedia tan demarcado y tan placentero, y el escritor debió sentirse harto complacido cuando supo de la enorme acogida que el público dio a esta plausible idea, pues, la consecuencia fue que, la MGM, decidió de inmediato hacer nuevas entregas con la encantadora pareja… ¡con el divertido trío!, porque también el perro vuelve y juega, y llegará a tener roles mucho más protagónicos.
Estamos ante una historia de ambiciones, oportunismo, explotación… ¡y crimen!, tratados en un tono tan acogedor que ni esto desluce en una trama hecha para divertir más que cualquier otra cosa.
William Powell y Myrna Loy, hacen la pareja perfecta logrando una química inobjetable. La encantadora, Maureen O’Sullivan, es Dorothy, la dulce hija del desaparecido inventor, dispuesta a cargar con los crímenes que, la ineficaz policía y la prensa sensacionalista, le endilgan a su padre.
Uno de los diálogos es para enmarcar:
- Mi padre es un hombre sexagenario.
- ¡¿Sexagenario no es una cochinada?!
- Entonces ponga que tenía 60 años.
Se queda con ganas de seguir las aventuras de una pareja de sabuesos como no hay dos.
“LA CENA DE LOS ACUSADOS”, es una estupenda interrelación entre screwball-comedy del mejor calibre y una aventura detectivesca con suficiente intriga como para mantenernos pegados a la silla. Lo primero que atrae es la franca, espontánea, desacomplejada, informal y deliciosa relación que se da entre Nick y Nora, con la silenciosa y ocasional complicidad del simpático can que los acompaña.
El cuento, en pleno, adquiere un tono bastante familiar y el celebrado investigador se verá envuelto en la búsqueda del desaparecido señor Wynant, más por presión de las circunstancias que por algún deseo de abandonar la supercómoda vida que ahora lleva. Es Nora la que tiene más hálito de aventura, pues, no ha visto en acción a su marido desde que celebraron nupcias.
Es, ésta, la segunda novela de Hammett que se solaza en un tono de comedia tan demarcado y tan placentero, y el escritor debió sentirse harto complacido cuando supo de la enorme acogida que el público dio a esta plausible idea, pues, la consecuencia fue que, la MGM, decidió de inmediato hacer nuevas entregas con la encantadora pareja… ¡con el divertido trío!, porque también el perro vuelve y juega, y llegará a tener roles mucho más protagónicos.
Estamos ante una historia de ambiciones, oportunismo, explotación… ¡y crimen!, tratados en un tono tan acogedor que ni esto desluce en una trama hecha para divertir más que cualquier otra cosa.
William Powell y Myrna Loy, hacen la pareja perfecta logrando una química inobjetable. La encantadora, Maureen O’Sullivan, es Dorothy, la dulce hija del desaparecido inventor, dispuesta a cargar con los crímenes que, la ineficaz policía y la prensa sensacionalista, le endilgan a su padre.
Uno de los diálogos es para enmarcar:
- Mi padre es un hombre sexagenario.
- ¡¿Sexagenario no es una cochinada?!
- Entonces ponga que tenía 60 años.
Se queda con ganas de seguir las aventuras de una pareja de sabuesos como no hay dos.
15 de julio de 2010
15 de julio de 2010
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
En diversos períodos de su carrera -a veces por decisión propia y otras por pedido de los productores-, John Ford sacó provecho de sus viejos filmes para repetir cosas que, pensaba, podía ser efectivo animarse a rehacer. Así, “La Diligencia” la descubriríamos a medias en “Caravana de paz”; “Huracán” es, en lo esencial, “Prisionero del odio”; “La ruta del tabaco” bebe de la sangre de “Las uvas de la ira”, “Los tres padrinos” es un remake de “Hombres marcados”; “Escrito bajo el sol”, tiene el mismo trazo de “Cuna de héroes”… y “El sol siempre brilla en Kentucky” es un remake de “El Juez Priest”.
No es este, por supuesto, ni el primero ni el último caso en que un director saca partido de su propio trabajo queriendo adaptarlo a las nuevas generaciones. Lo hicieron Wilder y Hitchcock, Wyler y Capra… y probablemente, todos aquellos prolíficos realizadores cuyas creaciones merecen ser apreciadas por toda la humanidad.
En lo que respecta a “EL SOL SIEMPRE BRILLA EN KENTUCKY”, siento que era más que procedente un remake de un filme consecuente, en una época en que estaba en su punto más álgido el rancio racismo de los norteamericanos. El filme emana dignidad, cooperación, solidaridad… y especialmente, justicia para todos, sin distingos de cultura, credo o color.
El juez William Priest, es el símbolo de todo esto. Y en un pueblo de Kentucky, a comienzos del siglo XX, vestido siempre con el blanco de la transparencia, y en medio de la avalancha racista, de los afanes de linchamiento, y de la sombra de la venganza, decide comenzar a poner las cosas en el punto medio de la balanza. A su alrededor, un puñado de personajes entreteje una trama donde nace el amor, donde se descubre un penoso pasado, y donde se comparte la simpleza, la ignorada dignidad y el gran talento de las minorías raciales.
Ford construye un filme que entretiene y emociona, que denuncia y que cuestiona, que nos muestra perplejo un viejo paradigma, mientras traza un nuevo camino que deberíamos recorrer juntos, todos y cada uno de los seres humanos… y de pronto, sale al paso con una de las escenas de funerales más emotivas de la historia del cine, que para quien sepa verla, quizás lo conmueva hasta el llanto como me ha ocurrido a mi.
Charles Winninger (“Magnolia”, “Arizona”, “Ziegfeld Girl”…), crea un recio y cálido carácter como el singular juez Priest, y sirve como ejemplo digno, para una justicia que cojea bastante a lo largo y ancho del planeta tierra.
Título para Latinoamérica: “RESPLANDECE EL SOL”
No es este, por supuesto, ni el primero ni el último caso en que un director saca partido de su propio trabajo queriendo adaptarlo a las nuevas generaciones. Lo hicieron Wilder y Hitchcock, Wyler y Capra… y probablemente, todos aquellos prolíficos realizadores cuyas creaciones merecen ser apreciadas por toda la humanidad.
En lo que respecta a “EL SOL SIEMPRE BRILLA EN KENTUCKY”, siento que era más que procedente un remake de un filme consecuente, en una época en que estaba en su punto más álgido el rancio racismo de los norteamericanos. El filme emana dignidad, cooperación, solidaridad… y especialmente, justicia para todos, sin distingos de cultura, credo o color.
El juez William Priest, es el símbolo de todo esto. Y en un pueblo de Kentucky, a comienzos del siglo XX, vestido siempre con el blanco de la transparencia, y en medio de la avalancha racista, de los afanes de linchamiento, y de la sombra de la venganza, decide comenzar a poner las cosas en el punto medio de la balanza. A su alrededor, un puñado de personajes entreteje una trama donde nace el amor, donde se descubre un penoso pasado, y donde se comparte la simpleza, la ignorada dignidad y el gran talento de las minorías raciales.
Ford construye un filme que entretiene y emociona, que denuncia y que cuestiona, que nos muestra perplejo un viejo paradigma, mientras traza un nuevo camino que deberíamos recorrer juntos, todos y cada uno de los seres humanos… y de pronto, sale al paso con una de las escenas de funerales más emotivas de la historia del cine, que para quien sepa verla, quizás lo conmueva hasta el llanto como me ha ocurrido a mi.
Charles Winninger (“Magnolia”, “Arizona”, “Ziegfeld Girl”…), crea un recio y cálido carácter como el singular juez Priest, y sirve como ejemplo digno, para una justicia que cojea bastante a lo largo y ancho del planeta tierra.
Título para Latinoamérica: “RESPLANDECE EL SOL”

7,3
2.378
9
24 de noviembre de 2009
24 de noviembre de 2009
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una obra teatral de gran éxito en Broadway, "Detective Story", escrita por Sidney Kingsley, en 1949, es el punto de partida de este brillante drama que, con soltura y dinamismo, ha llevado al cine ese talentoso director que fuera, William Wyler. Humor cáustico, diálogos concienzudos y llenos de significado, sentimientos humanos que se debaten entre el odio y el amor, la sinceridad y la mentira, el perdón y la condena… y unos personajes que nos recuerdan a seres vivos, angustiados y temerosos del castigo que merecerán sus errores.
Los policías son hombres de muy disímiles temperamentos y con una interioridad que te hará necesitar ayuda del cielo para contar con buena suerte. Los hallarás justos, sensibles, bondadosos… y también toscos, llenos de resentimiento o ávidos de venganza como el teniente, Jim McLeod (Kirk Douglas), un hombre a quien le pesa profundamente el pésimo trato que su padre le dio a su madre a quien, un día, llevó al manicomio donde pasaría lo peor.
Ahora, McLeod no cree en la redención; no ve posible que delincuente alguno se rehabilite; y piensa que pudrirse en la cárcel es el pago justo hasta por el menor delito. Siente un odio visceral por los criminales y ejerce su profesión con el extremista lema de: "cero tolerancia y castigo para todos".
Aquel, Precinto 21, está atiborrado, este día, de especiales y particulares seres humanos: La dama angustiada porque teme que su familia se entere de que ella robó un bolso (excelente, Lee Grant). El chico que hurtó dinero a su noble jefe para darle un gusto (ahora un disgusto) a su novia Susan (la siempre adorable, Cathy O´Donnell, quien ya estaba casada con el co-guionista, Robert Wyler, hermano del director). Charlie, el histérico e inextricable ladrón de apartamentos junto a su engañado compinche Louis… presagio aquel de la tragedia que se avendrá dentro de aquella convulsa inspección. Karl Schneider, el ginecólogo nazi (¿?) con varias víctimas en su aterrador prontuario y más cerca de la vida de, McLeod, de lo que éste supone…. y con ellos, el jefe Monaghan, un hombre prudente, dispuesto a la verdad y a la rectitud, contra todas las consecuencias. Con ellos, el teniente, Lou Brody, generoso y noble como el mejor de los policías… y también, Mary (preciosa, Eleanor Parker), la esposa enamorada quien, de repente, ve salir a flote un episodio que ya creía cerrado.
Con este mosaico humano desgarrador, sensitivo, bellamente plasmado en sus íntimas razones y con claros matices de su más profunda psique, William Wyler, consigue que su historia se mantenga en alto y llena de solidez narrativa, sin demérito alguno por el hecho de que transcurra, prácticamente, en el interior de aquel particular precinto. Perfectos movimientos de cámara van de uno a otros personajes y la historia se enlaza con una precisa continuidad narrativa... al fin y a cabo, Wyler es un maestro, y su arte logró demostrarlo en numerosas ocasiones.
Título para Latinoamérica: ANTESALA DEL INFIERNO
Los policías son hombres de muy disímiles temperamentos y con una interioridad que te hará necesitar ayuda del cielo para contar con buena suerte. Los hallarás justos, sensibles, bondadosos… y también toscos, llenos de resentimiento o ávidos de venganza como el teniente, Jim McLeod (Kirk Douglas), un hombre a quien le pesa profundamente el pésimo trato que su padre le dio a su madre a quien, un día, llevó al manicomio donde pasaría lo peor.
Ahora, McLeod no cree en la redención; no ve posible que delincuente alguno se rehabilite; y piensa que pudrirse en la cárcel es el pago justo hasta por el menor delito. Siente un odio visceral por los criminales y ejerce su profesión con el extremista lema de: "cero tolerancia y castigo para todos".
Aquel, Precinto 21, está atiborrado, este día, de especiales y particulares seres humanos: La dama angustiada porque teme que su familia se entere de que ella robó un bolso (excelente, Lee Grant). El chico que hurtó dinero a su noble jefe para darle un gusto (ahora un disgusto) a su novia Susan (la siempre adorable, Cathy O´Donnell, quien ya estaba casada con el co-guionista, Robert Wyler, hermano del director). Charlie, el histérico e inextricable ladrón de apartamentos junto a su engañado compinche Louis… presagio aquel de la tragedia que se avendrá dentro de aquella convulsa inspección. Karl Schneider, el ginecólogo nazi (¿?) con varias víctimas en su aterrador prontuario y más cerca de la vida de, McLeod, de lo que éste supone…. y con ellos, el jefe Monaghan, un hombre prudente, dispuesto a la verdad y a la rectitud, contra todas las consecuencias. Con ellos, el teniente, Lou Brody, generoso y noble como el mejor de los policías… y también, Mary (preciosa, Eleanor Parker), la esposa enamorada quien, de repente, ve salir a flote un episodio que ya creía cerrado.
Con este mosaico humano desgarrador, sensitivo, bellamente plasmado en sus íntimas razones y con claros matices de su más profunda psique, William Wyler, consigue que su historia se mantenga en alto y llena de solidez narrativa, sin demérito alguno por el hecho de que transcurra, prácticamente, en el interior de aquel particular precinto. Perfectos movimientos de cámara van de uno a otros personajes y la historia se enlaza con una precisa continuidad narrativa... al fin y a cabo, Wyler es un maestro, y su arte logró demostrarlo en numerosas ocasiones.
Título para Latinoamérica: ANTESALA DEL INFIERNO
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