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Críticas 223
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
14 de enero de 2018
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Douglas Sirk, fue un polifacético artísta culto y preparado, es reconocido por los aficionados como el “Emperador del melodrama”, nadie como él, supo extraer a veces con pocos medios en producciones nada lujosas, un partido que logró popularizar el género dignificándolo desde la modestia y con un grupo de actores y profesionales técnicos habituales durante la década de los cincuenta para la Universal, bajo la batuta del productor Ross Hunter (Obsesión, Escrito sobre el viento, Ángeles sin brillo, Imitación a la vida). En esta ocasión, se trata de un melodrama bélico en Cinemascope y Tecnicolor por el gran Russell Mettty, además de la inestimable ayuda del ejército americano. Sirk se caracterizó por la sublimación del amor y el tratamiento del alma humana, sus paradojas con una estética elegante lejana a la sofisticación formal, sin ambición discursiva ni condición de fenómeno de culto.

Pese a apoyarse en un biopic sobre Dean Hess, teniente coronel de aviación que al iniciarse la cinta, glosa su figura un general del ejército, la película ni es militarista, ni siquiera castrense pese a transcurrir durante la guerra de Corea. Hay quien sostiene que el artista con personalidad nos cuenta siempre la misma historia pero de diferente forma para seducir al espectador, pero manteniendo sus constantes. En este sentido, “Himno de batalla” es, por extraño que parezca, una variación sobre su aclamada cinta, “Obsesión”, que abordaba la culpa y la redención pues su protagonista Hess (Rock Hudson) vive el mismo tormento que el señor Merrick (también Hudson), tratando de encontrar una luz que le permita salir de su oscuridad existencial generada en ambos casos por un agudo tormento de sentirse culpable de una desgracia ajena, Hess por bombardeo indebido y Merrick por un accidente de tráfico. El primero se convertirá en pastor religioso fracasado que vuelve al frente para rescatar a infantes que reparen su error, y el segundo intentará devolver la vista a su víctima por todos los medios posibles.

Siendo una película de encargo, Sirk hace suya la biografía de este destacado oficial para adaptarla a su universo personal, con ciertos toques de acción, camaradería y abnegación personal al abandonar su esposa y hogar para servir a sus semejantes en tierras coreanas con el consiguiente ambiente exótico sobre la idiosincrasia y carácter de algunos personajes secundarios que contribuyen a la armonía de su trama. Sirk maneja y armoniza, la tragedia, el heroísmo y el drama, las escenas de acción con los aviones junto a escenas intimistas a lo largo del metraje, escueto por otra parte, pues los maestros nunca necesitaron excesivos planos para narrar lo que querían, la economía narrativa para ajustarse a los presupuestos no les privaba de sus intenciones finales, narrar la vida y obra de un excombatiente en la Segunda Guerra Mundial y la de Corea. Afortunadamente hay pueblos que honran a sus héroes, aunque no hayan sido perfectos.
2 de agosto de 2018
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Transcurridos más de treinta años desde su estreno poco afortunado, creo que merece una oportunidad de revisionar, yo lo he hecho, porque creo que es mucho mejor film de lo que parece. En esta cinta, erróneamente etiquetada como ecologista, hay una curiosa e interesante acumulación de personalidades destacables, que lógicamente dan un resultado, cuando menos, discutible y que invita a la reflexión. Más que a una película de aventuras, asistimos a una fábula moral, de consecuencias irremediables contraídas por un complejo personaje protagonista y sus contradicciones.

Desconozco la novela de Theroux en la que se basa el guión de Paul Schreader para el film, pero me parece que lleva la marca del guionista, ya que nuestro protagonista, Allie Fox (un Harrison Ford histriónico), se une sin dificultad a una serie de maniáticos obsesionados por una idea, que suelen caracterizar a los “héroes” de los guiones de Schrader, ya sea el taxista insomne de Scorsese en Nueva York , “Taxi driver, 1976”, o el escritor japonés del film que dirigió el propio guionista, “Mishima, 1985”, en las que el puritanismo calvinista del autor lleva a sus personajes a la obsesión y la locura.

En el aspecto estético, Peter Weir utiliza magistralmente la fisicidad de los paisajes salvajes de la selva en Belice y su ritmo narrativo es impecable. Aborda uno de los temas favoritos del director australiano, el conflicto surgido del contraste entre los valores y prejuicios del hombre occidental en un entorno que le es ajeno, aunque actúe con buena voluntad y que debe comprender para sobrevivir. El hecho de fusionar estas dos interpretaciones tan distantes entre guionista y cineasta, hacen que resulte difícil digerir al espectador, esta atípica historia de una obsesión utópica que roza la locura.

El conflicto lo genera un brillante inventor, padre de familia con fuerte personalidad que raya la tiranía, que aborrece su sociedad, crítico con las importaciones y la inmigración, y que prevé una catástrofe nuclear. Todo ello le hace convencer a su familia para embarcarla en una aventura por tierras exóticas y vírgenes que no son como él había imaginado. Y es que el mundo está repleto de intereses contrarios y complejos que la buena voluntad y el sentido progresista y solidario no siempre responde a las expectativas creadas por la utopía de un mundo maravilloso libre de maldad y prejuicios morales y sociales. De cómo las circunstancias cambian a las personas convirtiéndolas en agresivas y suspicaces. Una película que plantea muchas contradicciones. Una visión actualizada sobre la colonización del hombre blanco, sobre las luces y sombras del progreso, sobre el patriarcado, el egocentrismo, el individualismo, la incomunicación y el proceso obsesivo por la invención.
17 de enero de 2022
14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
La parodia, el sarcasmo, la crítica mordaz, tiene su gracia en el ingenio y la habilidad de mostrarla con sibilina astucia. El problema es que entre lo grotesco o esperpéntico y lo patético o ridículo hay una linea muy fina que la brocha gorda y desmedida lo emborrona transformando el humor vitriólico en una patochada para espectadores poco avezados que parece que no se han enterado a estas alturas de la sociedad del siglo XXI que sufrimos. Esta cinta cree descubrirnos con ese humor tan poco sutil, tan primario o más bien chabacano que estamos rodeados de políticos idiotas, programas de televisión basura e informativos que deforman la realidad al amparo de un sueldo bien remunerado. No hablemos ya, de capitalismo voraz, de imperialismo patológico, descerebrados científicos, emprendedores avaros, presentadoras ninfómanas, redes sociales donde todo iluminado anda sentando cátedra con ocurrencias absurdas que compiten entre ellos por ver quién ofrece la aberración más estúpida, mientras cientos y miles de cretinos le siguen el juego con la boca abierta intentando digerir la trola más absurda.

Soy de los convencidos en que el talento de los guionistas se ha trasladado a las series televisivas, brillantes muchas de ellas en detrimento del cine actual, algo infantilizado que navega a la deriva de sagas de superhéroes y pirotecnia digitalizada, ruidosa y sincopada, aunque no siempre las plataformas aciertan, como es el caso de esta peli que pese a su vitola de gran producción, a su catálogo de actores de primer nivel, ninguno de ellos está a la altura de su prestigio, todos desaprovechados lamentablemente. Porque el argumento es ridículo y prosaico, sin malicia ni una pizca de ácido satírico con qué empatizar, porque el film adolece de brillantez para abordar la reflexión con aguda pericia, y sobre todo no valora la inteligencia del espectador, menospreciando su capacidad de análisis de nuestra sociedad que nos abruma con tanta zafiedad.

Me parece que la gente no es lo exigente que debiera y se deja embaucar con productos poco brillantes donde todo es previsible y tosco, de una simpleza bochornosa que te obliga a sufrir estoicamente dos horas de tedio y sopor, sin gracia ni algo que se le parezca. Huérfana de un mínimo sentido tragicómico, en consonancia con lo que aborda, creo que la inspiración brilla por su ausencia, todo huele a desgana, apatía, desidia por lo que nos quieren recrear, lo siento por los que crean que es un gran hallazgo creativo, pero me parece un fiasco, por no recurrir a algo más fuerte, que no aportará gran prestigio a la comedia satírica. Parece ingeniosa pero le falta talento, lástima de mis dos horas padecidas para tener que escribir esta reseña que siendo sincera no pretende más que expresar un punto de vista personal de un amante de la comedia en todas sus facetas, pero desde el oficio de entretener y divertir, tomándolo muy en serio y respetando la pericia del espectador. Un espanto de presunta comedia satírica.
28 de diciembre de 2017
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante la década de los noventa el cine de Hollywood pasaba por una grave crisis de ideas, su decadencia artística era evidente, y sus guionistas, base fundamental de una película estaban inmersos en reivindicaciones laborales, justas de cualquier modo, por el poco aprecio que los ejecutivos les prestaban, no sólo económicamente sino a nivel artístico de reconocimiento. Todo ello, hizo que los magnates en busca de éxitos comerciales, recurrieran a viejas series de televisión desconocidas por el joven público o recordadas con cariño por los más veteranos. Los ejecutivos encontraron una inagotable cantera de series de gran éxito que paulatinamente fueron adaptadas a la gran pantalla, no hace falta apuntar los títulos porque están en la mente de todos los aficionados al cine, unas con más acierto que otras. Con “El fugitivo” lograron una superproducción de altísimo presupuesto, un thriller cargado de tensión que intentaba ser una síntesis de lo que había sido la serie, pero naturalmente, actualizando el argumento a los tiempos de su filmación. Dirigida torpemente por un Andew Davis, cineasta de acción musculosa y gratuita: (Alerta máxima, Por encima de la ley, etc.).

“El fugitivo” como serie, la recuerdo vagamente por mi corta edad entonces, pero sí que nunca olvidaré aquellas veladas que con mi familia, que aún no disfrutaba de la caja mágica, eramos invitados a casa de mi anciana vecina que por su mejor poder económico, ya disfrutaba del invento catódico. Ella vivía sola y a la vez que nosotros disfrutábamos de muchas series y programas atractivos, ella se sentía acompañada mientras echaba alguna cabezadita, eso sí, una vez terminada la sesión nos comentaba lo bonita que había sido la película... ??? La serie que siempre fue una angustiosa y permanente huida sin descanso, causó gran aceptación entre el público, su protagonista erraba de estado en estado, de ciudad en ciudad, mientras se nos mostraba una radiografía de la idiosincrasia de la sociedad norteamericana, de sus virtudes y miserias, a lo largo de 120 episodios. Declarado injustamente culpable del asesinato de su esposa, perseguido incesantemente por el teniente Gerard, nuestro falso culpable Richard Kimble, a su vez, intentaba encontrar a un posible testigo manco que podría ayudarle a probar su inocencia.

Esta versión para el cine es mucho más esquemática, espectacular e intensa que la serie, a veces aparatosa y otras algo ilógica. No cabe duda que su reparto es de lujo, por unos actores que entonces eran estrellas mediáticas, sobre todo Harrison Ford, que interpreta a un doctor Kimble un tanto aséptico que no termina de funcionar, sin la profundidad psicológica que le otorgaba el taciturno David Janssen, en cambio Tommy Lee Jones, sí que le da al agente federal que le persigue un carácter de obsesión por cazar al evadido, que paulatinamente va entendiendo las vicisitudes de su perseguido, a medida que va interrogando a los miembros de la trama urdida, todo ello más por el actor que por el talento del director que me parece un trabajo poco brillante para los enormes medios con que contó. Lo mejor es el montaje trepidante y su diseño de producción, ambientada en la ciudad de Chicago de la que se saca un buen partido. Destacar la aparición de Julianne Moore, entonces desconocida y la aparatosidad de algunas escenas que justifican su potencial económico. La película es amena y en mi opinión se le podía haber sacado más partido en el tema de caracteres de sus personajes, pues algunos son muy esquemáticos y planos. Película que cumple con su cometido, entretener sin más.
9 de enero de 2021
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda colaboración de las tres obras conjuntas del dúo Wyler-Davis, “Jezabel” la anterior y “La loba” la posterior, tres pasionales melodramas irrepetibles. En esta ocasión basada en una pieza teatral estrenada en 1925, otros afirman que novela del hoy muy desprestigiado escritor británico (El velo pintado, El filo de la navaja) William Somerset Maugham, por su contumaz misoginia abordando lo que llamaron “Hipocresía sexual femenina”. A medio camino entre el melodrama exótico y serios rasgos de thriller con tintes de cine negro al estilo Wyler, es decir, de una solidez envidiable fruto de una narrativa muy personal, apoyándose en el gran trabajo de su actriz fetiche en aquellos años, la sublime Bette Davis que asume todo el peso dramático del film, humillada por una mujer oriental.

La nocturnidad de los barrios bajos del Singapur de entreguerras, el racismo y la misoginia se dan cita en una recreación estupenda con la incertidumbre del que está realizando un acto deshonesto. La excelente fotografía y los plano secuencia del operador Tony Gaudio, nos transmite un aire de misticismo exótico inquietante, el ambiente oriental y el sofoco tropical gracias a una brillante iluminación, asombrosa y muy cuidada bajo el influjo de la luna. Los movimientos de la cámara son siempre elegantes y descriptivos. Todo ello va construyendo un tono sombrío, una estilizada tela de araña que atrapa a los personajes hacia su destino.

Un sólido guión que plantea profundos conflictos emocionales, amorosos (la ira por despecho o el perdón absoluto por amor) y éticos de índole profesional, provocado por la susodicha carta, incómoda prueba que perturba y provoca la duda frente a la verdad aparente. Una demoledora digresión sobre la actitud de un abogado que pone a prueba un dilema moral, el código deontológico de la defensa baja influencias personales. El abogado (James Stephenson) y el marido (Herbert Marshall), recrean excelentes personajes como contrapunto a la ladina Leslie (Davis), una mujer contradictoria, pero calculadora y perversa. Las malditas apariciones de la amante del difunto y rival de Leslie, la misteriosa Gale Sondergaard, su mirada inquisitorial, bajo la influencia de la luna como una premonición fatalista, la fascinante música de Max Steiner mantienen la intensidad dramática al conjunto.

No olvidemos que Wyler fue de los directores más premiados por la academia y más exitosos, representaba al Hollywood clásico de los Estudios que eran máquinas engrasadas para hacer películas maravillosas, grandes profesionales para todo tipo de géneros y Wyler reinó en todos ellos. Desde una formal y elaborada puesta en escena, aprovechando dramáticamente los decorados, especialmente las escaleras como ocurre aquí, y en otros suntuosos melodramas: “Jezabel”, “La loba” o “La heredera”, todas muy recomendables.
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