Y/o también la película con más bandejas de comida por palmo, digo plano, de metraje. Pero, poniéndome seria, es una historia delicada que no merece estas chanzas porque se nos muestra en ella la influencia de las castas y su tradición arcaica aunque sea un dilema que también nos roza en parte si hablamos de diferencias. En este caso concreto Ratna es una muchacha que quiere cumplir su sueño de aprender a diseñar como eslabón importante para mejorar su condición de sirvienta en una casa adinerada donde atiende al hijo principal. Éste es un príncipe, la verdad, pero del siglo XXI y que está por la labor de creer en la bravura de su abnegada doncella -¿puedo llamarla así?- a pesar de los pesares que les limitan a ambos, cada uno en su esfera. Hay mucho respeto entre ellos y la forma de narrar su relación a diario pero la guinda del relato es la palabra final que cierra este bello film -algo lento, eso también, pero nunca aburrido- que pone un broche de oro, o mejor punto y aparte a silencios y a miradas que la directora filma con algo llamado precisión.

Vale, puede ser que el chico sea culpable en ese juicio de marras, pero si un adalid como Henry Fonda te dice que te lo pienses dos veces antes de sentenciar a alguien, te callas y lo reconsideras. Todo el gran plantel de actores se luce y reluce porque todos tienen su minuto -más bien minutos- de gloria; puede resultar demagógica pero vivan los textos bien escritos. Y éste, para mí, lo es.

Lo que sí no admite dudas es su gran puesta en escena con gestos, miradas, movimientos que la hacen muy dinámica a pesar de lo limitado del espacio, junto a esos primeros planos magníficos y expresivos… Casi que sientes también el calor de la habitación cerrada. Y luego, ya en el final, tan sólo un detalle amable o ese cielo que clarea, ponen el broche de oro a una tormenta que escampa tanto en lo real como en lo verbal.

Para mí un buen guión, mejor dicho, un guión útil es el que consigue ilustrar una serie de sucesos que aportan veracidad y resultados finales -y fiables-. Y en este caso el arco de personajes que retrata resulta harto creíble haciendo énfasis especialmente en el papel de la hija -muy bien Camila Márdila- de esta criada brasileira (algo excesiva Regina como cómica que es tendente a la hilaridad) y que se marca un buen tanto sorteando sin prejuicios roles de escala social. Pero en general el ‘fresco’ de la familia que se refleja en la historia tiene acertados perfiles, cada uno en su contexto.Y la escena en la piscina, reconquistada, bueno, medio conquistada por fin, no tiene desperdicio.

En primer lugar es una película entretenida pero además es original y creativa con una buena historia detrás. Y los intérpretes cumplen con mención especial a ese robot tan emblemático como el que interpreta Lluis Homar -ganó un Goya por él y otro para Kike Maillo por su acertada dirección-. Además, yo no entiendo de planos, mejor dicho, no me fijo en ellos -factor a favor-, pero concretamente los de la escena del baile me parecen muy logrados. Y esos escenarios con nieve.

Pero lo que prima es el tema y su impecable realización, brillante en realidad, mostrándonos los avatares en el diseño de robots, con sus logros y con sus fracasos, aunque en el fondo, abramos o cerremos los ojos, el dilema seguirá existiendo y, paso a paso, explorando, hasta donde podríamos llegar cuando los corazones funcionasen con pilas (no me refiero a marcapasos) o los gatos fuesen de madera…

Mención aparte también para la joven Claudia Vega -una adolescente ya hoy- en el papel de ‘Eva’, que nos cautiva e intriga tanto con su bonita sonrisa como con su enigmática mirada y todo un acierto de casting.

Pensé que iba a tratarse de otro telefilm convencional, dónde sólo se salvan los paisajes, pero tiene una historia atractiva en torno a la desaparición de un muchacho tras el ataque a las Torres Gemelas del 11-S en América, y lo que le movió a ocultarse... Se implicará en buscarlo una joven periodista, que es su hermana, con poca experiencia aún y a punto de tirar la toalla... Pero a veces una carta, si es sincera y oportuna, puede conseguir milagros y hasta suplir las carencias de un reportaje frustrado, o quizás más destacado...Y es que a veces las noticias, no son más que titulares.