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Colombia Colombia · Antioquia
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Críticas 41
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
3 de abril de 2025 Sé el primero en valorar esta crítica
No es una oda a la maternidad, sino una exploración de sus desafíos. La joven madre se enfrenta a miedos profundos y a un cambio de hábitos que la coloca en una constante búsqueda de libertad, mientras se siente cómoda en la protección de la casa de sus padres.

La relación madre-hija retrata vacíos e inconformismo, reflejando las tensiones que surgen entre dos generaciones de mujeres que, a pesar de sus diferencias, comparten la carga emocional del rol que les toca desempeñar. La influencia de la madre sobre la joven es palpable, pero también lo es la resistencia a cumplir con las expectativas impuestas.

Los hombres, aunque presentes en sus vidas, siguen desempeñando roles poco modernos, ausentes en lo emocional y, a menudo, responsables de las frustraciones que las mujeres deben cargar solas. La película no ofrece una transformación clara; en cambio, nos deja con la sensación de que las dudas, los miedos y las frustraciones siguen latentes, reflejando la complejidad y las contradicciones inherentes a las relaciones familiares.
6 de diciembre de 2024 Sé el primero en valorar esta crítica
De entrada, y sin necesidad de excavar demasiado, UNO presenta su argumento central: la muerte como consecuencia de la violencia generada por la explotación minera, donde los intereses de poderosos actores económicos y políticos se imponen sobre las comunidades locales. La película no solo expone la tragedia personal de Esmeralda, sino que también ilustra cómo este suceso, marcado por la muerte y la corrupción, podría ocurrir en cualquier rincón de Colombia, reflejando una problemática nacional más amplia. En este contexto, la cinta aborda las devastadoras consecuencias de la minería, mostrando tanto la corrupción como el abandono histórico de ciertas comunidades por parte del Estado. Aunque esta temática ha sido abordada previamente en títulos como La Mina (2021), Marmato (2014) y Oro Pachón (2002), UNO logra actualizar la conversación, destacando la urgencia de mirarla desde una narrativa de ficción con más alcance.

UNO plantea de inmediato el qué: la tragedia que afecta a Esmeralda, quien pierde a su esposo y su hijo en un conflicto marcado por la explotación minera. Sin embargo, la fuerza de la narrativa reside en el porqué, en la búsqueda de respuestas que lleva a Esmeralda a desenterrar los oscuros secretos de la comunidad en la que se encuentra, marcada por la intervención de grandes explotadoras internacionales. Este enfoque transforma un evento aislado en un reflejo de problemáticas sociales más amplias, evidenciando cómo la explotación de recursos por parte de capital extranjero agrava las desigualdades y el sufrimiento en las comunidades locales.

La decisión de ocultar los rostros de algunos personajes secundarios refuerza la idea de que esta realidad podría estar ocurriendo en cualquier otro lugar, donde los actores detrás de la explotación son irrelevantes, pues la situación es igualmente compleja y dañina. Por el contrario, los personajes a quienes vemos el rostro, como Esmeralda, son los que eligen salir a la superficie, dar cara a una problemática enterrada, y visibilizar lo que muchos preferirían dejar en las profundidades.

Aunque el guion de UNO trata de justificar la motivación de Esmeralda, la violencia a la que se enfrenta y el camino que elige recorrer parecen inverosímiles. Su terquedad no solo pone en riesgo su vida, sino que la lleva a adentrarse en un terreno minado, un camino lleno de peligros y decisiones cuestionables. A pesar de los diálogos que intentan hacer creíble su empeño, su insistencia en buscar respuestas, enfrentándose a lo casi imposible, desafía la lógica de su realidad. En este sentido, su lucha por la verdad se vuelve más una terquedad peligrosa que una consecuencia natural de su sufrimiento.

La debilidad de UNO radica principalmente en su dirección. Las escenas violentas, lejos de reforzar la narrativa, resultan un desacierto tanto a nivel actoral como de puesta en escena, alejándose de la realidad que la película intenta develar. En su afán por encajar en un género, la película recurre a la música y a la pirotecnia visual, incluyendo un uso excesivo del color, para generar tensión. Sin embargo, este enfoque solo tiñe lo que podría haber sido una historia más auténtica. Escenas como la confrontación entre campesinos y la fuerza pública, lejos de ser un clímax natural, se sienten forzadas y artificiales, desdibujando la credibilidad y restando fuerza a la propuesta del guion.

Aunque UNO consigue revelar las injusticias sociales y la violencia detrás de la explotación minera, la forma en que se cuenta la historia es lo que realmente socava su impacto. La película tiene una base sólida, pero su enfoque narrativo y visual es como una mina sin procesar, que no logra extraer todo el potencial de su material.
22 de abril de 2020 Sé el primero en valorar esta crítica
Lo invisible de las fronteras creadas por el hombre para dividir y segmentar territorios han causado a través de los años numerosos infortunios y mucha crueldad. Los pasos aeroportuarios han sido para muchos tortuosos escenarios de discriminación y rechazo por el solo hecho de haber nacido en un lugar que no se escoge. De allí que la inmigración sea un tema tan sensible, y lleno de amarguras y desidias, que bien saben aprovecharse en este film.

Dos mujeres se cruzan de manera fortuita en una cabina migratoria sin conocer que a partir de allí una serie de coincidencias unirán sus historias y revelarán motivaciones conjuntas en un par de madres que parecieran diferir tanto la de una de la otra, pero que finalmente guardan una causa común que las impulsa; sus hijos.

Con un guion preciso y contundente el director ha logrado trazar una historia redonda, donde cada escena suma información y detalles en el desarrollo, y fortalece el vínculo de sus personajes y del espectador frente a estos, dando cabida a una emotiva reflexión sobre sus realidades, no solo a través de los diálogos sino de también con la contemplación de unas secuencias sencillas y dicientes, de profundo amor, nobleza y empatía. Una película que guarda mucho humanismo y realidad en la búsqueda de acercarnos más como seres de una misma raza.
20 de julio de 2018 Sé el primero en valorar esta crítica
Noma fue catalogado por varios años como el mejor resturante del mundo según la revista Restaurant del Reino Unido. Un dato suficientemente llamativo como para querer descubrir el porqué de semejante distinción, por más subjetiva que parezca. Y con esta motivación, presumiendo que fue así, se construye un relato documental que lleva por nombre el tan aclamado espacio gastronómico de la ciudad de Copenhague.
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spoiler:
De entrada las expectativas son altas, luego de un trailer emotivo, que como muchos otros, resume los mejores momento de la pieza. Ver qué sucede detrás de la cocina del “mejor restaurante del mundo” guarda cierto morbo, que lastimosamente se va extinguiendo con el transcurrir del relato. La misma presión que recae sobre el lugar y sus innovadores platos, es la que recae sobre el documental y la historia que nos cuenta, donde se ahonda muy poco sobre lo importante: la comida.

Los documentales se han convertido en una poderosa herramienta para contar una realidad, indagar y profundizar sobre ella. Noma, my perfect storm pretende narrar un drama con las situaciones que se esconden tras la fama y el prestigio. Más allá de ser un documental intimista con testimonios sinceros y sin tapujos por la forma coloquial en que se expresan los protagonistas, de apostar por una propuesta visual cercana, de planos cerrados que hacen sentir al espectador parte de la rutina del lugar, y de un tono contemplativo y observador con rostros sonrientes y cámaras lentas; resulta un documental sobre un drama forzado que no conecta totalmente, donde la apuesta narrativa supera el argumento y los recursos crean un universo drámatico sobre ninguna incertidumbre.

La labor del restaurante en sí, la reinterpretación de la cocina nórdica propuesta por sus fundadores no tiene ninguna discusión. Muchos menos para los que no hemos desgustado sus recetas. Lo que sí deja muchos cuestionamientos es la intención del documental y la veracidad del drama que propone. El carácter de su chef principal, pareciera exagerarse para generar tensión recurriendo al montaje. La música busca generar sensaciones que las acciones mismas al interior del documental no logran generar. El par de hechos relacionados con las recetas que tuvieron problemas en su construcción son magnificados por la narrativo. Lo más catastrófico que le sucede a este sitio, se cuenta como una anécdota superficial, que aunque haya afectado el prestigio del lugar, resulta débil porque se recrea mucho después del incidente. No existe un detonante que atrape lo suficiente como para mantenerse expectante.

Si se observa el panorama general del documental, parece creado bajo la reiterada premisa; detrás de todo gran proyecto hubo un gran esfuerzo. Pero en este el discurso no es lo suficientemente poderoso como para contagiar y conmover, aunque su narrativa sí lo sea, y sí lo haga.
22 de abril de 2020 2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una niñita alemana con un carácter agobiante, con un profundo vacío y un comportamiento salido de tono, llega para perturbar la pantalla, agredir, y lastimar a los de su entorno, e incluso al espectador. Su personalidad, fruto de una serie de sucesos que se descubren a través del relato, sumado a una particularidad que la hace irritable, dan como resultado una explosiva combinación bien aprovechada desde lo narrativo para imprimir intensidad a una historia compleja.

De la mano de una impactante actuación - si consideramos la edad de la protagonista - se gesta una provocación enérgica que vuelca la mirada a una problemática infantil con mucho fondo, y que resalta la labor de adultos con alma y vocación que lidian con este tipo de personas. La paciencia se reclama tras cada incontrolable suceso de la pequeña rubia, y una tensa calma invade cada silencio, cada respiro, cada pausa, con la esperanza de un pequeño cambio de actitud. Durante el metraje, nunca se está lo suficientemente preparado para entender las peripecias de una niña que termina por arrebatarnos la paz, y hasta el corazón, así la empatía con ella se ponga en duda.

Sin duda la mayor empatía se logra con aquellos personajes adultos que representan la lucha incansable de educadores y trabajadores sociales, que batallan una y otra vez, con estos "rompesistemas", que brindan un amor incondicional, y procuran llenar los vacíos desde la sensibilidad, en un angustioso dilema por proteger a los demás niños alrededor, sin afectar la armonía grupal. Todo un fenómeno complejo, que si bien cabe en cualquier lugar del mundo, lo ha sabido exponer con vigor su directora Nora Fingscheidt, mostrándonos una cara diferente de la Alemania impecable y fuerte. Aquí prima la dualidad entre el ímpetu y la fragilidad.
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