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Críticas 52
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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29 de agosto de 2024 Sé el primero en valorar esta crítica
Los turcos tienen el récord de perpetrar el primer genocidio contra la minoría armenia, cristiana, en el crepúsculo del siniestro imperio otomano, antes de que llegara el "reformador" Atatürk que dio paso a una serie de dictadores culminando en el siniestro payaso de Erdogan que se dispone a acabar con el pueblo kurdo, quizá para conmemorar tiempos pasados. Hay que recordar que estuvieron a punto de integrarse en ese mercadillo de bazar que es la Unión Europea.

Como Turquía sigue sin reconocer su responsabilidad y persigue a quien recuerde la matanza de millón y medio de armenios es de agradecer una película valiente, bien hecha y con presupuesto, aunque peque de lacrimógena y victimista. Para alegrarnos la noche están Charlotte Le Bon y una exótica Angela Sarafyan mientras que Christian Bale se limita a cumplir.

Seguimos acumulando genocidios y matanzas de mayor o menor grado de intensidad en Sudán, Birmania, Ucrania, Oriente Medio en pleno o Azerbaiyan contra los mismos armenios, para mayor gloria y esplendor de ese viejo asesino primate que puebla este planeta que, mientras recicla con primor y dedicación los envases de los yogures, vierte al mar millones de toneladas de agua radiactiva de la central de Fukushima.

Corramos a comprarnos un coche eléctrico, pero por lo que más queráis dejad de comer sushi.

alfonso
24 de enero de 2021 Sé el primero en valorar esta crítica
Una historia escondida en las tripas de Netflix que parece estar teniendo éxito -pese a las recomendaciones de Almodóvar y las de los muñidores de ese monumento al esperpento que son los los Premios Goya-, que cuenta la historia de los Kolombianos, un proyecto de mara pacífica de colombianos establecidos en Monterrey, al ladito mismo de la frontera texana sin que sepamos por qué.

Retrata sin truculencia ni morbo los abigarrados signos que eligen estos modernos pachucos para crearse una identidad en tierra de nadie, donde aparecen también como meros apuntadores, nunca mejor dicho, los sicarios jovencitos que tiran de AK47 o similar: música de cumbia ralentizada, peinados extravagantes, ropa gringa exorcizada, marcas veneradas, bailes de origen precolombino ejecutados como cóndores de baja intensidad, un lenguaje de apenas 200 palabras que conviene escuchar con subtítulos para entenderlas.

Asisten a su destierro en busca de un lugar seguro, pasan por la emigración clandestina, conectan con otros inmigrantes más arraigados como los chinos de EE.UU, vuelven a esa tierra donde el Tecnológico de Monterry, el MIT azteca, convive con la miseria de los cerros y trazan la senda que recorren todo tipo de bandas en los países latinoamericanos más atrasados del planeta.

Muy bien narrada y fotografiada nos ilustra sin violencia, drogas ni torturas en directo sobre la vida en un territorio sin futuro, a pesar de que el populismo le tenga como referencia indiscutible de su irrefrenable ansia de poder y de su miseria teórica, ideológica y estratégica.
alfonso
http://www.delgadalinearoja.com/2021/01/ya-no-estoy-aqui.html
17 de noviembre de 2020 Sé el primero en valorar esta crítica
A los niños que íbamos al cine, -todos los viernes, en el colegio-, no nos gustaban los "aperitivos" y tolerábamos solo a Chaplin, odiábamos a Tom y Jerry, sobre todo al ratón, y aguantábamos impacientes a que Stan y Olli hicieran su faena, mientras nos comíamos la merienda, lo que estaba prohibido, limpiándonos las manos en la banqueta del asiento. En mi colegio no había NoDo, preludio de lo que luego serían los noticieros de Radio Televisión Espantosa en la actualidad.

A pocos nos hacía verdadera gracia, aunque algunos reprodujéramos luego esa forma de saludar con la corbata del gordo o de rascarse la cabeza del flaco. Los chavales gorditos no los soportaban por las inevitables alusiones.

Pero al asomarte a la película maravillosamente interpretada por dos actores más ingleses que el fish and chips, te reconoces en un icono de tu infancia y disfrutas de la puesta en escena, modernista, bien iluminada, con extras de carne y hueso y no digitales y con una transformación de Reilly en el Gordo verdaderamente asombrosa.

Luego la historia tira de la melancolía de una pareja, -como todas, por cierto-, con sus altibajos, sus peleas, sus mentiras y sus separaciones. Por cierto, los activistas gays levantaron el infundio de que ellos lo eran también, pero no es más que su manido argumento de que todos somos gays y todavía no lo sabemos, hasta que nos lo demuestren en un urinario sórdido o en la sacristía de alguna iglesia de provincias.

Nunca fueron Charlot, ni Buster Keaton, ni siquiera Harold Lloyd, eran una pareja de amigos que se lo pasaron bien, ganaron dinero, lo malgastaron todo -excepto en alcohol y mujeres-, y nos dejaron algunos números que flotan en nuestra memoria de cine de colegio. La más luminosa.
alfonso
http://www.delgadalinearoja.com/2020/11/el-gordo-y-el-flaco.html
19 de septiembre de 2020 Sé el primero en valorar esta crítica
En 1803 un barco inglés cargado de convictos llega a Tasmania. Cincuenta años más tarde no quedaba más que solo un aborigen al que se dio muerte y con cuya piel el gobernador victoriano mandó hacerse una maleta.

El tigre de Tasmania, el mayor marsupial carnívoro del mundo, se dio por desaparecido alrededor de 1930. Dicen que se aparece regularmente, quizá como símbolo, seguramente como fiel fantasma y mito de la isla maravillosa.

En la película, Willem Dafoe, magnífico en su papel y en su físico, llega a un paisaje irremediablemente cautivador pagado por una multinacional para cazar al último ejemplar vivo. Pero antes debe acomodarse en el seno de una familia ecologista, ingenua, post hippie y sentimental y plantar cara a los oportunistas arrimados de siempre y a los madereros.


Entabla una relación hipnótica con el niño un poco autista o probablemente Asperger y sale a un bosque salvaje, muy bien filmado y recogido en la cinta, -aunque un poco tramposamente, mezclando paisajes de varios parques autóctonos-, a encontrar al único tigre que no es de papel, y a sí mismo.

Y no diré más para no reventar el final, eso que los youtubers más encallecidos y amanerados llaman spoiler, pero al final casi todo cuadra, el cazador, y no el último, como han añadido aquí estúpidamente los productores, encuentra su reverso más luminoso y se reconcilia con el niño, con la naturaleza y con los animales.

Es decir, con lo único que merece la pena en este aciago mundo... Y lo del niño, me lo pensaría.
9 de febrero de 2025 1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La iglesia católica es la única institución capaz de estar pensando en la salvación de un menor de 9 años mientras a uno de sus ministros le hace una felación. Así lo explica de claro el protagonista, el Decano del cónclave, a la hora de elegir nuevo papa, cuando afirma que todos pecan, todos dudan, incluso Jesucristo, pero que todo se perdona y la fe los devuelve al seno de la iglesia.

El espectador va a vislumbrar aspectos semi secretos del Vaticano, de sus dormitorios como nichos, de las votaciones medio secretas, de rituales con dos mil años de antigüedad en un marco tan apabullante, aunque algunos sean digitales, que pesan como una losa bajo la que yace un amigo.

Y el espectador encuentra en la última parte del metraje unos despropósitos que acaban con la magnífica fotografía tenebrista, la apasionante interpretación de Ralph Fiennes e Isabela Rosellini y el frufru de las exquisitas vestimentas purpurinas de sus eminencias. Todo entre bombas fundamentalistas y extraños hermafroditas que aspiran al trono.

Por cierto, el verdadero príncipe de las tinieblas fue Gordon Willis, autor de la fotografía de El Padrino I y II, Klute y otras obras maestras de la luz cenital, con escenas susurradas a contraluz y planos casi desnudos.

"No más secretos" dice el Decano de los cardenales en una escena. Nunca he querido que nadie me cuente los suyos. Que cada uno cargue con sus piedras, como cargan ellos con sus pesados crucifijos pendiendo socarrones sobre sus casullas.
alfonso
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