Spiderpunk 2077. Un milagro del futuro que despedaza las fronteras de la animación y alcanza el cénit de la gloria multiversal y multiorgásmica. Avalancha quimérica que invoca el silencio absoluto y el entusiasmo en el mortal. Sobrehumana, inabarcable y prodigiosa. Obra maestra.

La mayor fortaleza de 'Venus', dejando a un lado los alborotados baños termales de sangre, es que sabe muy bien qué clase de historia está contando y cómo contarla. Se beneficia de una mezcla funcional y ardiente entre un terror clásico/ cósmico y un suspense de buen nivel.
Jaume Balagueró, un astuto de mucho cuidado, logra sumergirnos en una fiesta lovecraftiana no demasiado densa, pero sí muy entretenida y extremadamente fiel a su filosofía de catástrofe inminente pero paciente, cómplice de un ritmo narrativo equilibrado con veterana solvencia.
Convence también la absoluta implicación de Ester Expósito en esta desahogada locura, que cumple con notable éxito una tarea no demasiado sencilla, la de saber mantener la compostura en una montaña rusa de tramas que parecen jugar una emocionantísima final de Ping Pong. A favor.

Antes de una vida, el cielo y el infierno. Y después, algo mucho más grande. Una mirada, un asiento, un murmullo, luces que se esconden, un anuncio de Toyota, otro de Hyundai, la nueva de Shyamalan, Cocaine Bear, una cuenta atrás y, finalmente, el silencio y lo imposible.
Como Prince & The Revolution y su Purple Rain, la sangre y la lluvia, el despertar de los dioses, el fin del mundo y un amor superlativo. Ocurre que ese amor, además de superlativo, es jodidamente inmortal. Y lo aseguro, no hay pantalla lo suficientemente grande para describirlo.
Tiene cientos de nombres, pero decidimos llamarlo éxtasis. Babylon es eso, la orgía de la orgía, lo que vemos, aunque cueste creerlo, y lo que sentimos, aunque nos mate por completo. Furia romántica, pornografía divina, un coloso en llamas, un puto elefante y felicidad plena.