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7
2 de abril de 2012
2 de abril de 2012
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por el contrario de lo que se pueda pensar, la ópera prima de Scorsese está más relacionada temática y emocionalmente con el espíritu de la Nouvelle Vague que con la generación americana de la que formó parte. Si las primeras películas de Spielberg y Coppola fueron cintas de género, el de Scorsese es un retrato de un estado de ánimo, el comienzo de una historia de amor, tanto el idealizado que siente su protagonista como la del propio Martin Scorsese y el cine.
Filmada en blanco y negro y 16 MM, la suciedad del fotograma purifica las inquietudes de un Scorsese que ya da tempranas muestras de su personalidad tras la cámara. ¿Quién llama a mi puerta? se mueve sobre dos planos: el más puramente narrativo, que sigue el desarrollo del romance y esboza las temáticas y el contexto de su filmografía inicial, junto a otro de intenciones más vanguardistas repleto de referencias cinéfilas, en especial al western, llegando el film en ocasiones a rozar lo experimental, aproximándose a un collage que proyecta las obsesiones y la vida misma del joven Marty.
Entre matones, iglesias y rock n’roll, en las (malas) calles de Little Italy se encuentra J.R (interpretado por el también debutante Harvey Keitel), un muchacho italoamericano que se enamora perdidamente de una chica demasiado distinta a él. Les unen románticos diálogos sobre cine y literatura, pero en sus propias vidas encontraran las realidades que les separan. Ella, con estudios y de diferente clase social, sin quererlo le abrirá una puerta que se irá cerrando al descubrir lo atrapado que J.R está por su presente, presa de un sentimiento de culpa católico y obligado a buscar redención marcado por el mundo que le rodea, del que (como el propio Scorsese) tratará en vano de escapar sin olvidar ni perder sus orígenes.
Filmada en blanco y negro y 16 MM, la suciedad del fotograma purifica las inquietudes de un Scorsese que ya da tempranas muestras de su personalidad tras la cámara. ¿Quién llama a mi puerta? se mueve sobre dos planos: el más puramente narrativo, que sigue el desarrollo del romance y esboza las temáticas y el contexto de su filmografía inicial, junto a otro de intenciones más vanguardistas repleto de referencias cinéfilas, en especial al western, llegando el film en ocasiones a rozar lo experimental, aproximándose a un collage que proyecta las obsesiones y la vida misma del joven Marty.
Entre matones, iglesias y rock n’roll, en las (malas) calles de Little Italy se encuentra J.R (interpretado por el también debutante Harvey Keitel), un muchacho italoamericano que se enamora perdidamente de una chica demasiado distinta a él. Les unen románticos diálogos sobre cine y literatura, pero en sus propias vidas encontraran las realidades que les separan. Ella, con estudios y de diferente clase social, sin quererlo le abrirá una puerta que se irá cerrando al descubrir lo atrapado que J.R está por su presente, presa de un sentimiento de culpa católico y obligado a buscar redención marcado por el mundo que le rodea, del que (como el propio Scorsese) tratará en vano de escapar sin olvidar ni perder sus orígenes.

6,7
24.342
1
4 de octubre de 2006
4 de octubre de 2006
47 de 85 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hay por dónde cogerla. Todo es tan fantástico, lejano e irreal que los errores de guión y de escenografía toman más protagonismo que la propia historia. Es triste que una película de juicios destaque más por esos detalles tan de ciencia ficción que por su guión, el cuál no es más vacio, previsible e hipócrita porque no puede.
Un tipo normal va conduciendo su coche para ir al trabajo. Horror, su camino se llena de flashbacks del cumpleaños de su hijo, nos tememos lo peor. Ya en la su oficina no tiene otro tema de conversación que su hijo. Afortunadamente para el espectador el despacho se llena de tiros, él y su compañera se encierran en su despacho. ¿Cómo hacemos para cargarnos a este pringao con hijo? "Me da lo mismo que esté apoyado a la puerta y que esta se abra para dentro, por lo que nadie pueda entrar, me la suda. Mi capacidad creativa está fuera de cualquier límite, pienso llenar la habitación de una cegadora luz blanca salida de la nada, la puerta se abrirá como arte de magia y ya tenemos excusa para reirnos de la gente durante las siguientes dos horas."
Y se rien pero en toda tu cara. Llenan la película de alta tecnología con un centro de operaciones avanzadisimo situado en un subsotano de un edificio abandonado del centro de la ciudad con el que "los malos" dirigidos por Hackman investigan de manera exahustiva y a tiempo real a toda persona que pueda ser elegida jurado. Todo en plan Minority Report.
Cusack entra a una tienda religiosa y pide una vela para así no ser jurado, entonces una chica desconocida (Weisz) le recomienda mejor que coja otra de otro cristo. Ambos se tratan como extraños, en una tienda vacía. A los pocos instantes Cusack está con sus colegas y ve a la desconocida de antes de lejos y pone cara de "uhm esta chica misteriosa me está persiguiendo, debo conocerla" Nada más lejos de la realidad, tras ser elegido Cusack jurado (otra cosa, media hora de película sólo para la elección del jurado) va a una casa que no es la suya donde está la Weisz. Tras hablar de nada van y follan. Y entonces yo me digo ¿SI SE CONOCIAN DE ANTES POR QUÉ EN LAS PRIMERAS ESCENAS NOS DAN A ENTENDER LO CONTRARIO?
Gene Hackman se teletransporta, tan pronto estaba en la sala de juicios cómo de repente aparecía en el centro de operaciones en el quinto pino. Algo insólito, va de un sitio a otro en segundos como si nada. Y fallos como este hay una barbaridad. El juicio tambien tiene tela, la demanda es una gilipollez que ningún tribunal del mundo tomaría en serio. Una mujer denuncia al consorcio de armas porque un loco mató a su marido con una pistola sin licencia. ¿Y cuál es la mejor manera para defender esto? SIIII, EL SENTIMENTALISMO MÁS BOBALICON.
Un tipo normal va conduciendo su coche para ir al trabajo. Horror, su camino se llena de flashbacks del cumpleaños de su hijo, nos tememos lo peor. Ya en la su oficina no tiene otro tema de conversación que su hijo. Afortunadamente para el espectador el despacho se llena de tiros, él y su compañera se encierran en su despacho. ¿Cómo hacemos para cargarnos a este pringao con hijo? "Me da lo mismo que esté apoyado a la puerta y que esta se abra para dentro, por lo que nadie pueda entrar, me la suda. Mi capacidad creativa está fuera de cualquier límite, pienso llenar la habitación de una cegadora luz blanca salida de la nada, la puerta se abrirá como arte de magia y ya tenemos excusa para reirnos de la gente durante las siguientes dos horas."
Y se rien pero en toda tu cara. Llenan la película de alta tecnología con un centro de operaciones avanzadisimo situado en un subsotano de un edificio abandonado del centro de la ciudad con el que "los malos" dirigidos por Hackman investigan de manera exahustiva y a tiempo real a toda persona que pueda ser elegida jurado. Todo en plan Minority Report.
Cusack entra a una tienda religiosa y pide una vela para así no ser jurado, entonces una chica desconocida (Weisz) le recomienda mejor que coja otra de otro cristo. Ambos se tratan como extraños, en una tienda vacía. A los pocos instantes Cusack está con sus colegas y ve a la desconocida de antes de lejos y pone cara de "uhm esta chica misteriosa me está persiguiendo, debo conocerla" Nada más lejos de la realidad, tras ser elegido Cusack jurado (otra cosa, media hora de película sólo para la elección del jurado) va a una casa que no es la suya donde está la Weisz. Tras hablar de nada van y follan. Y entonces yo me digo ¿SI SE CONOCIAN DE ANTES POR QUÉ EN LAS PRIMERAS ESCENAS NOS DAN A ENTENDER LO CONTRARIO?
Gene Hackman se teletransporta, tan pronto estaba en la sala de juicios cómo de repente aparecía en el centro de operaciones en el quinto pino. Algo insólito, va de un sitio a otro en segundos como si nada. Y fallos como este hay una barbaridad. El juicio tambien tiene tela, la demanda es una gilipollez que ningún tribunal del mundo tomaría en serio. Una mujer denuncia al consorcio de armas porque un loco mató a su marido con una pistola sin licencia. ¿Y cuál es la mejor manera para defender esto? SIIII, EL SENTIMENTALISMO MÁS BOBALICON.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Ahí no queda todo, Dustin Hoffman contrata a otro experto seleccionando jurados, que lo único que hace en toda la película es ir a casa de Cusack el día que los malos la queman. No hace nada más. Esa es otra, el tema "Malos" contra Cusack no se sostiene por ninguna parte, sólo sirve para meter persecuciones y tiroteos con calzador. No le relacionan con Weisz ni sabe a que juega, pero aún así le joden la vida, todo se por probar.
El final es de traca, sumamente previsible, ÑOÑO, irreal, falsario, deleznable, fantasioso... Es realmente capaz de sacar lo peor de mí. No me creo que este bodrio insostenible tenga la media que tiene, más media que cualquier OBRA MAESTRA de Shyamalan. Que asco.
El final es de traca, sumamente previsible, ÑOÑO, irreal, falsario, deleznable, fantasioso... Es realmente capaz de sacar lo peor de mí. No me creo que este bodrio insostenible tenga la media que tiene, más media que cualquier OBRA MAESTRA de Shyamalan. Que asco.
5
2 de diciembre de 2011
2 de diciembre de 2011
14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se agradece que, en lugar de intentar suscitar un polémico y aburrido debate, Juan de los muertos (Alejandro Brugués, 2011) no pretenda formularse en ningún momento ni como una película pro-castrista, ni mucho menos anti-castrista (aunque haya chistes a costa del régimen y su imaginario), sino como una desaforada comedia de zombies en La Habana, que es a lo que íbamos.
Y el entretenimiento funciona hasta cierto punto, divierte tanto como se excede ofreciendo dosis de humor entre el caos, echándose en falta algo más, o por lo menos un cierto control a la hora de seleccionar los gags, que llevan equivocadamente el peso de film. Por contra, muestra muy buen gusto en la puesta escena por el humor visual bien construido, presentando a sus carismáticos personajes con un estilo fresco que recuerda mucho al de Malviviendo, con cámara en mano y una fotografía y música tan cercanas como la distancia entre la película y España (es una coproducción hispano-cubana, subvencionada por RTVE, Canal Sur y hasta la Junta de Andalucía), como si estos rodaran un episodio especial en La Habana y la transformaran en un lugar inhóspito lleno de disidentes (zombies), pero no para desarrollar una historia de terror o un thriller, sino para hacer de este un auténtico chiste.
Y como estos, los hay buenos, mejores (la brutal aparición del gran Antonio Dechent) y también peores, la mayoría, pero reconoce no pretender ser nada más que eso, un chiste del que, como en la realidad, solo se puede escapar por el mar, o en el que te puedes decidir quedar para seguir haciendo lo que has hecho toda tu vida, sobrevivir. Aunque ahora haya más de un muerto viviente de por medio.
Y el entretenimiento funciona hasta cierto punto, divierte tanto como se excede ofreciendo dosis de humor entre el caos, echándose en falta algo más, o por lo menos un cierto control a la hora de seleccionar los gags, que llevan equivocadamente el peso de film. Por contra, muestra muy buen gusto en la puesta escena por el humor visual bien construido, presentando a sus carismáticos personajes con un estilo fresco que recuerda mucho al de Malviviendo, con cámara en mano y una fotografía y música tan cercanas como la distancia entre la película y España (es una coproducción hispano-cubana, subvencionada por RTVE, Canal Sur y hasta la Junta de Andalucía), como si estos rodaran un episodio especial en La Habana y la transformaran en un lugar inhóspito lleno de disidentes (zombies), pero no para desarrollar una historia de terror o un thriller, sino para hacer de este un auténtico chiste.
Y como estos, los hay buenos, mejores (la brutal aparición del gran Antonio Dechent) y también peores, la mayoría, pero reconoce no pretender ser nada más que eso, un chiste del que, como en la realidad, solo se puede escapar por el mar, o en el que te puedes decidir quedar para seguir haciendo lo que has hecho toda tu vida, sobrevivir. Aunque ahora haya más de un muerto viviente de por medio.

7,4
46.441
8
2 de junio de 2012
2 de junio de 2012
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es difícil comprender hasta que punto la imagen que tenemos de Edward Davis Wood Jr. viene de lo que sabemos sobre su vida o del recuerdo de alguna de sus películas (si es que las hemos visto), resulta inevitable establecer el film de Tim Burton como una obra capital para edificar su historia, una película a partir de la que podemos dar imagen y sentido a su desdichada trayectoria tras las cámaras. Ed Wood (1994) funciona maravillosamente como sentido homenaje a su protagonista, pero lo hace afianzada por su labor como apasionante reconstrucción de una vida incompleta y olvidada a la que el cine le debía una. Y Tim Burton se la devuelve con creces. Su mayor logro es conseguirlo sin acercarse al temido biopic, sin edulcorar ni ocultar ciertas partes de su vida, como viene siendo habitual para idolatrar o defenestrar al susodicho/a. Burton, probablemente en el mejor momento de su carrera, recrea su vida sin trasladarla a su oscuro mundo particular, siendo desde la realidad (las secuencias de los rodajes y los personajes que rodean a Ed tratan de ser de lo más fidedignos) llevada a territorios de la más pura ficción (su revelador –y falso- encuentro con Orson Welles) como consigue transmitir su esencia, la de un pobre iluso que, por malas que fueran, tan solo era feliz haciendo películas. Bueno, y también vistiéndose de mujer, nadie es perfecto.
Aunque sea bonito pensar que era un tipo especial, su ambición y posterior patetismo así nos lo pueden hacer creer, la realidad es que, obviando sus fetichismos, la de Ed Wood fue una vida humilde y olvidada como la de cualquier otro desconocido, aunque se empeñara en no serlo. El éxito, por llamarlo de algún modo, por mucho que lo quisiera nunca le llegó. Su mayor triunfo, ser tan malo como para ser elegido tras su muerte como “el peor director de cine la historia”, cambió su historia para siempre. Un premio, probablemente el primero, que sin duda habría recogido encantado. La suya era una vida apasionada por un cine que no le devolvió todo el sentimiento que le puso, tanta ilusión y convicción que contrastaba con su escaso talento y técnica, defectos que a nuestros ojos se suplen con la candidez y entrañable torpeza que generan la imaginación de sus películas más conocidas.
(sigue en spoiler)
Aunque sea bonito pensar que era un tipo especial, su ambición y posterior patetismo así nos lo pueden hacer creer, la realidad es que, obviando sus fetichismos, la de Ed Wood fue una vida humilde y olvidada como la de cualquier otro desconocido, aunque se empeñara en no serlo. El éxito, por llamarlo de algún modo, por mucho que lo quisiera nunca le llegó. Su mayor triunfo, ser tan malo como para ser elegido tras su muerte como “el peor director de cine la historia”, cambió su historia para siempre. Un premio, probablemente el primero, que sin duda habría recogido encantado. La suya era una vida apasionada por un cine que no le devolvió todo el sentimiento que le puso, tanta ilusión y convicción que contrastaba con su escaso talento y técnica, defectos que a nuestros ojos se suplen con la candidez y entrañable torpeza que generan la imaginación de sus películas más conocidas.
(sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
¿Pero estábamos hablando de Ed Wood o de Johnny Depp siendo Ed Wood dirigido por Tim Burton? Ya no lo sabemos, es aquí donde trasciende el film. Y lo hace sin necesidad de excesivos maquillajes ni aparatosos diseños de producción, desde la sencillez de un poderoso blanco y negro, logrando la cercanía que transmite una noble interpretación. Si algo aflora permanentemente durante su visionado es la fragilidad y emoción del Bela Lugosi resucitado por un espléndido Martin Landau, pero en el fondo, lo que hace grande a esta apasionada obra sobre la vida del supuesto peor director de cine de la historia, es la manera tan honesta de identificarse con Ed Wood que establece el propio Tim Burton. A fin de cuentas, al rodar una película el director se expone al ridículo y a la grandeza, al olvido y al recuerdo, sentimientos que Tim Burton conoce y comprende, que refleja de manera sutil y tierna en la vida de un perdedor que nunca perdía la sonrisa. Ahora que dicen que el cine está en crisis, que incluso el propio cine de Tim Burton está en entredicho, sería el momento para que otros Ed Wood perdieran el ridículo. O para que Burton volviera a verla y recordara lo que a fin de cuentas era hacer cine. Creer en él.
7
8 de abril de 2012
8 de abril de 2012
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la pregunta de la cancelación de Rubicon surge otra distinta ¿Cómo en la época de LOST y los cliffhangers pudo llegar a existir una serie que prescindiera de ellos? Quizás por eso mismo fue cancelada, o no, pero la realidad es que su primera y única temporada quedará en el recuerdo como otro oasis perdido en la ficción televisiva.
Tras la estela de Mad Men y Breaking Bad, la cadena AMC estrenó Rubicon en verano de 2010 como su respuesta (inteligente) al thriller. Lejos de presentarse como un procedimental, la serie creada por Jason Horwitch respira un aroma a las mejores intrigas políticas de los años setenta, nada comparables a las habituales propuestas artificiales y artificiosas en las que se resuelven casos de manera episódica, sino con un espíritu más cercano a la conspiración y paranoia de la reciente Homeland. Un tono desmitificador y realista hacia un género habitualmente convertido en un carrusel de inverosímiles secuencias de acción y espionaje, desvelando nuevas inquietudes en torno al thriller en nuestros días, cada vez más dado a creer (y ver) la conspiración diaria por parte de los políticos y las grandes corporaciones. Y es que en Rubicon, como en la realidad, no hay grandes crímenes que investigar, no hay héroes que salven al mundo, hay anónimos, absolutos desconocidos que se sientan como burócratas delante de su ordenador sin saber por qué ni para quien trabajan. La soledad del que no solamente está solo, sino que desconoce a su enemigo.
Porque la clave de Rubicon no está en lo que cuenta, está en como no lo cuenta. Su argumento en el fondo no existe, un detalle sorprendentemente acertado al contar el día a día de un servicio de inteligencia en el que nada pasa. Activan la teoría de la conspiración tan solo un trébol, un accidente de tren y el crucigrama de un periódico, pero son los personajes y sus acciones los que mueven orgánicamente la trama, no la trama la que se mueve alrededor de ellos. Su protagonista (Will Travers) busca respuestas a preguntas que no la tienen o de las que es mejor no encontrarlas. Desconfía de todo y de todos, hasta de su propia seguridad física, tratando de descubrir una conspiración para la que no encuentra teorías.
Fue criticada por su ritmo lento, pero precisamente es una serie con ritmo, que es muy distinto. Tiene estilo propio y una cadencia narrativa en la que uno se deja atrapar. Su mejor virtud es muy de apreciar en estos tiempos televisivos que corren, va en contra de lo que la gente espera de una serie. Ni resuelve tramas dentro del propio episodio ni deja abiertas otras al final del mismo. Tan solo al final de temporada se apresuró a la hora de revelar lo inenarrable, desvelando una trama que nunca existió, y que por tanto, no podía contarse en una segunda temporada. O quizás la cancelaron porque ellos no quieren que sepamos la verdad, será mejor creerlo así. Nunca lo sabremos. Will Travers, tampoco.
Tras la estela de Mad Men y Breaking Bad, la cadena AMC estrenó Rubicon en verano de 2010 como su respuesta (inteligente) al thriller. Lejos de presentarse como un procedimental, la serie creada por Jason Horwitch respira un aroma a las mejores intrigas políticas de los años setenta, nada comparables a las habituales propuestas artificiales y artificiosas en las que se resuelven casos de manera episódica, sino con un espíritu más cercano a la conspiración y paranoia de la reciente Homeland. Un tono desmitificador y realista hacia un género habitualmente convertido en un carrusel de inverosímiles secuencias de acción y espionaje, desvelando nuevas inquietudes en torno al thriller en nuestros días, cada vez más dado a creer (y ver) la conspiración diaria por parte de los políticos y las grandes corporaciones. Y es que en Rubicon, como en la realidad, no hay grandes crímenes que investigar, no hay héroes que salven al mundo, hay anónimos, absolutos desconocidos que se sientan como burócratas delante de su ordenador sin saber por qué ni para quien trabajan. La soledad del que no solamente está solo, sino que desconoce a su enemigo.
Porque la clave de Rubicon no está en lo que cuenta, está en como no lo cuenta. Su argumento en el fondo no existe, un detalle sorprendentemente acertado al contar el día a día de un servicio de inteligencia en el que nada pasa. Activan la teoría de la conspiración tan solo un trébol, un accidente de tren y el crucigrama de un periódico, pero son los personajes y sus acciones los que mueven orgánicamente la trama, no la trama la que se mueve alrededor de ellos. Su protagonista (Will Travers) busca respuestas a preguntas que no la tienen o de las que es mejor no encontrarlas. Desconfía de todo y de todos, hasta de su propia seguridad física, tratando de descubrir una conspiración para la que no encuentra teorías.
Fue criticada por su ritmo lento, pero precisamente es una serie con ritmo, que es muy distinto. Tiene estilo propio y una cadencia narrativa en la que uno se deja atrapar. Su mejor virtud es muy de apreciar en estos tiempos televisivos que corren, va en contra de lo que la gente espera de una serie. Ni resuelve tramas dentro del propio episodio ni deja abiertas otras al final del mismo. Tan solo al final de temporada se apresuró a la hora de revelar lo inenarrable, desvelando una trama que nunca existió, y que por tanto, no podía contarse en una segunda temporada. O quizás la cancelaron porque ellos no quieren que sepamos la verdad, será mejor creerlo así. Nunca lo sabremos. Will Travers, tampoco.
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