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Críticas 45
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
24 de julio de 2010
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahí reside la gran fuerza de 'Grupo Salvaje'. Bueno, no, también reside en muchos otros aspectos: en el reparto de auténtico lujo, un grupo de puros profesionales que no interpretan, simplemente ahí están, apoderándose de sus personajes y dotándoles de una vida que no desean. También uno puede fijarse en la tremenda BSO, especialmente en la escena en la que los habitantes de Agua Verde, quizá conscientes del futuro del grupo de Pike, les cantan como adiós 'La golondrina'. ¿Qué más se puede pedir? Ya que estamos una buena historia, y 'Grupo Salvaje' la tiene. Guión, fotografía, montaje, interpretaciones, dirección, todo está a un altísimo nivel, haciendo de 'Grupo Salvaje' uno de los westerns con más fuerza de la historia. Y uno de los más atípicos. La dirección y el montaje, ahí quería dirigirme. Sobria, elegantísima, la cámara de Peckinpah está en buenas manos. Pero lo que de verdad impresiona es su montaje. El montaje definitivo. Y para comprobarlo podemos visionar cualquier tiroteo de la película y, sencillamente, disfrutar. El final es antológico, un prodigio, uno no tiene palabras para explicar lo que está viendo. ¡Qué dominio!¡Qué bien llevado está! Lo dicho, el tiroteo final me parece de lo mejorcito que he visto nunca en cuando al montaje del mismo.

Pero ciñéndonos a la historia, que es lo que nos importa. Al principio del film, y a modo de presentación actoral, vemos como el grupo de forajidos con el que acabaremos empatizando llegan a un pueblecito. Pasan por delante de unos niños. Ellos ríen, parece que realmente son felices, que disfrutan. Peckinpah nos acerca un poco más hacia esos niños, de mirada inocente, casi angelical. El pasatiempo que vemos es desgarrador, se dedican a lanzar escorpiones a un nido de hormigas. Los escorpiones son grandes, y mucho más fuertes, pero nada pueden hacer al final con una enorme multitud de hormigas (1). Al final los niños queman lo que queda de escorpiones y hormigas. Después del primer tiroteo y con nuestro grupo salvaje ya lejos del lugar del suceso, los niños vuelven con tranquilidad a la calle, juegan a que se disparan, nos disparan a nostros, a los espectadores. Esos niños beben de la violencia, la ven como un juego. ¿Y cuando crezcan? Pike y su grupo también fueron niños. Y puedo apostarme lo que sea que también mamaron de la violencia de su infancia. Por eso ahora no entienden otro modo de vivir la vida.

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Pike y su grupo son una banda de ya veteranos forajidos. Han perdido casi toda esperanza. Sólo les queda dar un último golpe, montarse un rancho alejados de cualquier ente viviente y acabar el fin de sus días descansando. Pero ellos son tremendamente pesimistas. Saben que cada tiroteo puede ser el último. Son terriblemente conscientes de ello y por ese motivo viven todos los momentos posibles con la mayor de las pasiones. El último trago. La última mujer. La última carcajada. Gran parte de la culpa de que 'Grupo Salvaje' funcione tan extraordinariamente bien la tienen sus protagonistas, especialmente William Holden y el carisma hecho actor, Ernest Borgnine. ¿Qué Peckinpah quiere un momento de complicidad (a la vez entre el grupo de cansados forajidos y el espectador que lo está viendo)? Mete un plano de Borgnine sonriendo y verás como todo lo demás surge solo. ¿Qué quiere un momento de dramatismo álgido? (2)

Una película que sólo tiene un final. Nuestro grupo no hace más que gastar sus últimas balas juntos. Ahí es dónde reside uno de los grandes aciertos del film, en la resignación de sus protagonistas. Saben que están marcados, pero no por ello dejan de luchar. Cada uno es un gran y fuerte escorpión, que luchará hasta el último momento, a pesar de que tengan que lidiar con centenares, miles de pesadas hormigas. Sin duda, 'Grupo Salvaje' es uno de los westerns más crudos jamás hechos, aunque ello no quite que haya grandes momentos de complicidad, con un grupo de camaradas a los que les une, aparte de la codicia, una fuerte lazo afectivo de amistad (especialmente entre los personajes de Hollden y Borgnine). Que no se me olvide el personaje de Robert Ryan, como jefe de un grupo de bandarras, un cazarecompensas, ex-amigo de Pike, que adorna un final para enmarcar (3)

(1) Véase el paralelismo con el final.
(2) Mete un plano de Borgnine, perforado por las balas, lanzándose hacia Pike, gritando su nombre desesperanzadoramente y lo conseguirás. Los pelos de gallina. Terriblemente conmovedor.
(3) "Vente con nosotros" le dice el viejo. Ryan se levanta (con el revólver del difunto Pike) y se alejan, mientras vemos en contraposición las caras sonrientes de Pike y su grupo, nuestro grupo salvaje.
17 de febrero de 2010
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Renoir, un director considerado de corte realista a partir de estandartes tales como la magnífica 'Esta tierra es mía' o la también notable 'La gran ilusión', también tuvo en sus primeros compases de una carrera prolífica cierta tendencia a la fantasía y al onirismo. Lo demuestra en sus primeros cortometrajes ('Charleston') y mediometrajes ('La hija del agua' o la que nos ocupa), con sus juegos de luces y sombras, sus superposiciones, sus rebobinaciones -baste ver cómo saltan los jinetes encima de sus caballos- o sus juegos en dónde realidad y ficción se dan la mano.

'La cerillera' reside en ésa fase experimental de Renoir dónde, a pesar de realzarse ya su gusto realista lo conjuga perfectamente con el ficticio. Éste mediometraje, basada en un cuento infantil homónimo de Hans Christian Andersen, si bien no llega al nivel del cuento infantil, es una buena muestra de que en poco metraje puede contarse una historia conmovedora.

Es Noche Vieja y una pobre niña -realmente era la mujer y musa de Renoir- sale en la fría noche a vender cajitas de fósforos para ganarse el pan, ya que ella y su padre son muy pobres y no tienen dónde caerse muertos. Un joven apuesto está a punto de comprarle una cajita, pero se mete en una casa con prisas, pues es la hora de cenar. La pobre muchachita mira hacia el interior de la casa, en dónde el joven y su familia disfrutan de una sabrosa y exuberante cena de final de año ¡lo que daría ella por tener algo que llevarse al estómago! Poco después un bondadoso policía se cruza con ella y junto observan un escaparate dónde hay montones de juguetes, ella los mira con ilusión, aún sabiendo que jamás podrá jugar con ellos. El policía se va y la muchachita se queda sola. Cansada ya de vagar sin poder vender ni una triste cajita intenta calentarse con la llama de un fósforo, y, presa de la hambruna y el frío empieza a tener alucinaciones y se queda agonizando en la fría calle.
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En su sueño, ella es parte del escaparate de juguetes. Osos que juegan con pelotas, conejos que mueven las orejas, bailarinas que danzan mecánicamente en sus cajitas...y los soldados de plomo, uno de los cuales, de carne y hueso, tiene la misma efigie que el apuesto joven con que se topó. Entonces llega La Muerte -misma efigie del policía bondadoso- para llevársela, pues la muchachita tiene una cita con ella. El soldado intenta impedirlo en una persecución a caballo por los cielos, pero acaba sucumbiendo al poder de La Muerte y cae al vacío. La muchachita ha muerto, y con ella, la fe y la esperanza de futuros menos desoladores.

El problema del mediometraje de Renoir es que, a pesar de la bella historia de Andersen, nunca llega a emocionar y, sin duda, los mejores momentos son aquellos en los que se atreve a innovar, a hacer algo novedoso, y se ven reflejadas en el 'sueño' durante la inconsciencia de la muchachita. Eso sí, más que recomendable primer mediometraje mínimamente importante de Renoir.
24 de noviembre de 2022
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dentro de la estructura caleidoscópica de Abrázame fuerte (Serre moi fort, 2021) puede vislumbrarse un breve prólogo, de apenas dos o tres minutos de duración, que ejerce como sumario de las fijaciones temáticas que Amalric desgranará paulatinamente a lo largo del metraje. El primer plano del film es un contrapicado enfocado a la copa de un árbol, que apenas permite el filtrado de la luz solar y que parece quemar la imagen cinematográfica al mismo tiempo que la mirada del espectador. Antes de que aparezca en pantalla el título de la película, Amalric intercala a través de un corte de montaje una brevísima escena de la protagonista —una nueva lección de movimientos, gestos, miradas y silencios de Vicky Krieps— en la que esta se enfrenta a un conjunto de fotografías mientras las maldice («on recommence!»). Con este sencillo y sutil ejercicio, Amalric pone las cartas sobre la mesa: la suya es una historia sobre los caprichos de la memoria (en especial si esta se encuentra bajo el influjo del trauma), sobre el paso del tiempo, los recuerdos y las vidas en pasado, presente y futuro.

El sexto largometraje del reconocido actor Mathieu Amalric (por desgracia, más renombrado que en su vertiente como cineasta, carrera que lleva desarrollando desde hace más de dos décadas) traslada al lenguaje fílmico una obra de teatro de Claudine Galea, Je reviens de loin (2003). Este apunte responde a una conjetura personal de que cuando más alto vuelan los proyectos de dirección de Amalric es cuando adaptan textos de terceros y no propios: ocurría también en la que para servidor es su otra gran obra (basada en una novela de George Simenon), La habitación azul (La chambre bleue, 2014), que le proporcionaba los elementos necesarios para construir un relato de misterio a través de un “todo” fragmentario, confuso y a veces incluso opaco.

Estos mismos estilemas los adoptará Amalric en su última película, en la que resuenan ecos lejanos de la producción fílmica gala, como en la manera de abordar una suerte de “fantástico” o de realismo mágico en Petite maman de Sciamma o en los retorcidos recodos de la narrativa “resnaisiana”. Dos puntales son los que sostienen (más bien elevan) esta propuesta y que le permiten alejarse del melodrama anodino en el que bien fácilmente podría haber caído: las decisiones de puesta en escena (y por tanto, de montaje) de Amalric y la presencia impagable de Vicky Krieps, sin duda alguna una de las actrices más interesantes —por la elección de proyectos, por su capacidad marciana para mostrarse igualmente frágil como dominante, por cómo se mueve ante la cámara, etc.— del actual panorama performativo. El festival de contrastes de la actriz entre la contención dramática y la explosión afectiva dan para un estudio en profundidad que por desgracia no puede darse en este espacio, pero al que ciertamente merece la pena acercarse.

Si hasta ahora no hemos entrado a valorar las lindes por las que discurre el argumento de Abrázame fuerte es porque no interesan tanto como la forma en la que las aborda Amalric. A grandes rasgos, seguimos en paralelo los pasos de una madre de familia en aparente fuga en contraposición al retrato de la vida familiar de un padre y sus dos hijos en crisis ante la ausencia materna. Si el discurrir de sucesos de la historia se hubiera planeado desde una óptica lineal, el resultado final no diferiría en demasía con el de un melodrama familiar ramplón. Pero Amalric juega al despiste, a desorientar al espectador para que entienda cuán desorientada está su protagonista. Con osada habilidad logra entretejer tiempos, espacios y recuerdos en una misma amalgama de verdades y contradicciones, de manera que somos incapaces de reconocer (y dudamos que exista) cuál es la voz fiable que relata esta crónica de una huida. Importante recalcar la importancia del montaje sonoro, que permite introducir más capas y correspondencias entre tiempos pasados, futuros, reales o fantasmáticos.

En suma, es apreciable —de nuevo— el esfuerzo de Amalric por traernos una propuesta narrativa poco acomodaticia, que confronta a su audiencia y le exige unos ciertos esfuerzos e implicaciones para desentrañar las virtudes de Abrázame fuerte y para poner en cuestión la validez discursiva de los puntos de vista que parecen relatar “la verdad” o “lo real” en un film. Pocas veces se ha sentido tan consecuente el concepto de “imaginación” con su puesta en imágenes (y sonidos) como en esta gran última película del cineasta francés, con un resultado final igualmente satisfactorio para aquellos que busquen sentirse epatados tanto en lo sentimental como en lo cerebral.
19 de mayo de 2010
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fresas salvajes nos introduce de lleno en la mente de un laureado y pedante doctor que tiene que asistir a su jubilación y que a lo largo del viaje hasta la universidad donde se desarrollarán las honras (que decide a última hora realizar en coche tras un extraño sueño, uno de los puntos clave del film, un clímax justo al inicio) hace un recorrido interior por lo que ha sido su vida.

Una vida llena de altibajos. Para la mayoría, normalmente conocidos del doctor (como puedan ser los que llevan la gasolinera o los tres alegres viajeros que les acompañan fortuitamente) fue un gran hombre, inteligente, de unos modales exquisitos y unas formas intachables.
Pero no para su hijo, que le odia, ni para su nuera ni siquiera para la persona que más le conoce y más ha tenido que batallar contra su carácter, su ama de llaves.
Todos ellos coinciden en que el doctor siempre fue un hombre frío, extremadamente egoísta, solitario y sin una pizca de sensibilidad.

Bergman nos muestra el ocaso de un hombre soberbio, disciplinado y duro, pero que también evoca momentos de ternura de su juventud, en su casa de verano. Es una dualidad que probablemente se encuentra dentro de cada uno de nosotros, pero que es difícil retratar con la maestría y sensibilidad que Bergman lo hace aquí.

Así, a caballo entre lo real y lo surrealista, nos muestra las debilidades de un hombre fuerte, severo, pero que a la vez contempla como se le ha escapado la vida de entre las manos sin haber demostrado que es una persona tan capaz de amar como cualquier otra.

Todo ello adornado por una extraordinaria interpretación (especialmente la del protagonista Victor Sjöström) y un manejo magnífico de las sombras y las luces en una época en la que los medios, evidentemente, no eran los de ahora.

En resumen, un film muy entretenido que nos habla de la degeneración de las personas, muy avanzado técnicamente (estamos hablando del 57) y que ahonda en lo más profundo de las personas.
30 de septiembre de 2011
13 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayer Lars me telefoneó. Parecía ser dueño de una angustia vital, de cariz primitivo e irracional, que era incluso tangible aún hablando por el mobail foun (que es como le gusta llamar al teléfono móvil al entrañable danés). Para no colapsar la materia gris de los lectores con las aburridas aventurillas de Lars iré al grano: quería venir a mi residencia, con una copia de ‘Melancholia’, para saber de inmediato mi opinión entorno a su última criatura. Yo sabía que resultaba del todo infructuoso intentar evitar el encuentro, así que no tuve más remedio que aceptar su particular propuesta. Así pues, horas más tarde llegaba en un taxi a mi domicilio. Le veía más nervioso de lo normal, hasta el punto que se olvidó de nuestro saludo especial, hecho que encajé muy malamente. Mis ímpetus homicidas se empezaban a multiplicar con descaro. Pero metió la película en el deuvedé y dio al play, suponiendo que las loas de su mayor cutre fan (servidor) empezarían desde el primer fotograma.

Cuando la pantalla se fundió en negro, dos horas después, dando fin al metraje de la película, yo ya estaba dispuesto a intercambiar puntos de vista con aquél enfermizo pero atractivo cincuentón, cuando me di cuenta que estaba en el fondo del salón, de espaldas y con los pantalones bajados. No voy a entrar en detalles, pero sospecho que sus intenciones para con la figurita que tenía en su mano derecha (maliciosamente parecida a cierto dictador alemán) no iban, en absoluto, en concordancia con las normas de higiene establecidas por Sanidad. Se la quité con presteza, haciéndole ver que su recto lo agradecería. Le di las dos pastillas de colores, que aún no había tomado, y procedí a comentarle mis impresiones sobre ‘Melancholia’:

(que se van directas al espoiladero, aunque no cuenten nada relevante de la trama)
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spoiler:
- Lars, esta vez me has decepcionado. No digo que hayas engendrado una mala película, en absoluto, aunque más o menos ahora comprendo porqué quisiste provocar a los gabachos con tus elogios a Adolfito: tu película, al menos encuadrada dentro de tu filmografía, es de lo más convencional, le falta arriesgar mucho, le sobra la conformidad en que está asentada. Me gusta la idea del prólogo, dónde aparecen imágenes a priori inconexas, pero que, obviamente, tienen relación con el posterior desarrollo de la trama, un desarrollo algo predecible, poco gamberro por venir de tu persona. Los 10 últimos minutos también están conseguidos, Lars, consigues captar casi a la perfección ése sentimiento de indefensión ante situaciones críticas. Pero yo me pregunto…¿qué harías sin la Gainsbourg? Gran parte de la fuerza dramática de la película recae sobre su figura, como también lo hace sobre la figura de Justine, personaje brillantemente interpretado por Dunst (de la cual no esperaba gran cosa, a pesar de la estatuilla a Mejor Actriz en Cannes). Como suele suceder en tus películas, lo mejor de ellas proviene de los personajes femeninos. Me gusta que siga siendo así, jodido enfermo. La fotografía, como siempre, magnífica, bellísima. Ya sabemos que con esto te desenvuelves muy bien, Lars, así que puedo obviar las loas en ése aspecto. Que hicieras algo peor sería imperdonable. Pero gracias por la imagen de Dunst, tomando un baño de luna, desnuda e impregnada por un halo realmente entrañable. Querría abrazarla, Lars. Me hubiera gustado hacerlo. Para concluir, creo que le falta mucha fuerza y solidez al guión. Especialmente en el segundo tramo de la película. Es irregular como ella sola, no veo por ningún sitio los retazos de brillantez que sí me pareció entrever en tus últimas creaciones. Has hecho una película correcta, bella. No quiero que te fustigues. Es más, apuesto a que tus seguidores la aceptarán e incluso tus más fervientes detractores la tolerarán. A mí no me has conmovido ni revuelto las tripas como en la mayoría de tus películas, pero espero que ésta película, dirigida directamente a lo emocional, pueda ser catártica para tu legión de seguidores. Yo esperaré a un segundo visionado para confirmarlo.

Pero Lars ya yacía, desde hacía un buen rato, abrazado por Morfeo. Me lo subí a la chepa y lo llevé directamente a mi habitación. Ahora, mientras escribo éstas líneas, sigue durmiendo profundamente aquí, a mi lado, en la cama. Parece un angelito. No he comentado que, mientras lo llevaba a cuestas hacia mi habitación, se le cayó la cartera. Fui a recojerla más tarde y la inspeccioné. Y no puedo reprimir mi sensación de euforia cuando vi, entre la roña de los pliegues de su cartera, una foto carné de Penélope Cruz, reverso de la cual había escrito con tinta roja: Ninfómana. Dale duro, Lars, dale duro.
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