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10
17 de enero de 2012
17 de enero de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La pregunta que uno se hace antes de empezar a ver Scott Pilgrim contra el mundo es: ¿Puede un producto de estas características lograr encajar correctamente mundos tan dispares como son los del cine, el cómic y los videojuegos y lograr salir airoso? La respuesta, mientras se está viendo la película, termina cayendo por su propio peso: Si, si la dirige Edgar Wright.
Cualquier persona en su sano juicio, después de leer el argumento de la cinta, habrá llegado a la lógica conclusión de que la película es una absoluta memez. ¡Bingo! Sin duda alguna estamos ante una bizarrada de grandes dimensiones con un nerd metido a luchador de videojuego en continua pugna contra unos malvados, a cada cual más estrafalario, obligados a repartirse estopa y hostias como panes por ganarse el corazón de la chica de la película. ¿Quien dijo que el amor no era doloroso? Pero es que, además, el film es pura diversión desenfrenada, con tronchantes gags que se van intercalando a gran velocidad, ágiles diálogos y una ambientación de videoconsola (iniciada desde el mismísimo principio con el logo de la Universal) que ayuda a crear el mundo fascinante e irreal que envuelve la historia.
Scott Pilgrim contra el mundo es la película más tonta a la vez que rotundamente brillante que he visto en mucho mucho tiempo. Cuenta con un arranque de una primera media hora espectacular (antes de empezar a luchar), con unos personajes dotados de un carisma y comicidad que se les sale por las orejas, con unos malos de excepción (me encanta el malo made in Bollywood) y unas descacharrantes peleas perfectamente orquestadas y plagadas de fardadas que harán las delicias de los más descerebrados. Alguien podría llegar a pensar que la cinta se arriesga mucho, llegando a bordear el poder caer mal, por pretender ser demasiado cool (¿alguien sabe donde radica el límite para no resultar excesivamente moderniqui?), que podría sobrarle algún minuto de metraje o que algunas de las luchas se alargan en exceso. Podría ser. Pero todo esto se le disculpa porque el film cuenta con ese plus del que muy pocas películas pueden presumir, ese plus que te deja pegado a la butaca durante su visionado y que, tras su finalización, te provoca unas ganas incontrolables de salir a la calle a enamorarte de una chica con los pelos de colores chillones y luchar cuerpo a cuerpo con todos y cada uno de sus ex. ¡Que demonios, si incluso me entraron ganas de ir a vivir a Canadá!
Cualquier persona en su sano juicio, después de leer el argumento de la cinta, habrá llegado a la lógica conclusión de que la película es una absoluta memez. ¡Bingo! Sin duda alguna estamos ante una bizarrada de grandes dimensiones con un nerd metido a luchador de videojuego en continua pugna contra unos malvados, a cada cual más estrafalario, obligados a repartirse estopa y hostias como panes por ganarse el corazón de la chica de la película. ¿Quien dijo que el amor no era doloroso? Pero es que, además, el film es pura diversión desenfrenada, con tronchantes gags que se van intercalando a gran velocidad, ágiles diálogos y una ambientación de videoconsola (iniciada desde el mismísimo principio con el logo de la Universal) que ayuda a crear el mundo fascinante e irreal que envuelve la historia.
Scott Pilgrim contra el mundo es la película más tonta a la vez que rotundamente brillante que he visto en mucho mucho tiempo. Cuenta con un arranque de una primera media hora espectacular (antes de empezar a luchar), con unos personajes dotados de un carisma y comicidad que se les sale por las orejas, con unos malos de excepción (me encanta el malo made in Bollywood) y unas descacharrantes peleas perfectamente orquestadas y plagadas de fardadas que harán las delicias de los más descerebrados. Alguien podría llegar a pensar que la cinta se arriesga mucho, llegando a bordear el poder caer mal, por pretender ser demasiado cool (¿alguien sabe donde radica el límite para no resultar excesivamente moderniqui?), que podría sobrarle algún minuto de metraje o que algunas de las luchas se alargan en exceso. Podría ser. Pero todo esto se le disculpa porque el film cuenta con ese plus del que muy pocas películas pueden presumir, ese plus que te deja pegado a la butaca durante su visionado y que, tras su finalización, te provoca unas ganas incontrolables de salir a la calle a enamorarte de una chica con los pelos de colores chillones y luchar cuerpo a cuerpo con todos y cada uno de sus ex. ¡Que demonios, si incluso me entraron ganas de ir a vivir a Canadá!

6,8
97.274
8
17 de enero de 2012
17 de enero de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que en un principio pudiera llegar a parecer como uno de los proyectos menos ambiciosos de un director más acostumbrado a llevar a cabo películas con un mayor factor de riesgo y transgresión (y cuyos carteles suelen ir encabezados por los nombres de grandes estrellas de Hollywood), ha terminado resultando uno de sus mayores y más logrados trabajos. David Fincher, director de películas tan sobrevaloradas como Seven, The game, El club de la lucha, Zodiak o El curioso caso de Benjamin Button, logra con la historia sobre cómo se creó facebook la mejor película de toda su filmografía debido, en gran medida, a un poder de contención que le desconocíamos (del que se desprende cuando la ocasión lo merece cómo en la fantástica escena de la carrera de remos) y a un férreo guión basado en el libro "The accidental billionaires" de Ben Mezrich.
La película, contada a modo de flashback, pretende reflejar todos los puntos de vista de la historia, siguiendo las dos causas abiertas contra Mark Zuckemberg: la de los dos gemelos/pijos/atléticos, que querían su parte de pastel, argumentando que Mark les robó la idea; y la de su compañero de habitación, del que posteriormente Mark terminará prescindiendo, que exige que se restablezca su cargo de co-fundador de la empresa. Y es que como reza el cartel de la película "no se hacen quinientos millones de amigos sin hacer unos cuantos enemigos", ni se llega a ser el billonario más joven del planeta sin ser un trepa y un cabronazo de mucho cuidado. La cinta va alternando las declaraciones de ambos juicios para poder ir construyendo la historia de cómo se creó facebook. Una historia plagada de traumas, celos y traiciones.
La red social nos acerca a la figura de Mark Zuckemberg, sacando a relucir toda su paleta de coloristas personalidades, desde la del inseguro enamoradizo, la del brillante informático, la del trepa espabilado, la del amigo rencoroso, la del que se deja influir por otra personalidad más arrolladora, la del millonario que va de sobrado, o la de "soy el rey del mundo"; y lo hace gracias a un guión que consigue hacer atractivo e interesante tanto el personaje como las circunstancias que lo rodean y que ayudan a modelar su personalidad. La película consigue mantener un altísimo ritmo durante gran parte de su metraje gracias, en parte, a los ágiles diálogos entre sus protagonistas (en ocasiones incluso excesivamente veloces), a unos jóvenes actores en estado de gracia (incluso se puede llegar a soportar la presencia de Justin Timberlake interpretando al creador de Napster, que también se apuntará al pastel)y especialmente, como les decía al principio, a un excepcional guión que se encarga de construir una trama alrededor del personaje de Zuchemberg que consigue atrapar al espectador con una pasmosa facilidad.
La película, contada a modo de flashback, pretende reflejar todos los puntos de vista de la historia, siguiendo las dos causas abiertas contra Mark Zuckemberg: la de los dos gemelos/pijos/atléticos, que querían su parte de pastel, argumentando que Mark les robó la idea; y la de su compañero de habitación, del que posteriormente Mark terminará prescindiendo, que exige que se restablezca su cargo de co-fundador de la empresa. Y es que como reza el cartel de la película "no se hacen quinientos millones de amigos sin hacer unos cuantos enemigos", ni se llega a ser el billonario más joven del planeta sin ser un trepa y un cabronazo de mucho cuidado. La cinta va alternando las declaraciones de ambos juicios para poder ir construyendo la historia de cómo se creó facebook. Una historia plagada de traumas, celos y traiciones.
La red social nos acerca a la figura de Mark Zuckemberg, sacando a relucir toda su paleta de coloristas personalidades, desde la del inseguro enamoradizo, la del brillante informático, la del trepa espabilado, la del amigo rencoroso, la del que se deja influir por otra personalidad más arrolladora, la del millonario que va de sobrado, o la de "soy el rey del mundo"; y lo hace gracias a un guión que consigue hacer atractivo e interesante tanto el personaje como las circunstancias que lo rodean y que ayudan a modelar su personalidad. La película consigue mantener un altísimo ritmo durante gran parte de su metraje gracias, en parte, a los ágiles diálogos entre sus protagonistas (en ocasiones incluso excesivamente veloces), a unos jóvenes actores en estado de gracia (incluso se puede llegar a soportar la presencia de Justin Timberlake interpretando al creador de Napster, que también se apuntará al pastel)y especialmente, como les decía al principio, a un excepcional guión que se encarga de construir una trama alrededor del personaje de Zuchemberg que consigue atrapar al espectador con una pasmosa facilidad.

6,0
27.812
4
17 de enero de 2012
17 de enero de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existe una fina linea que suele separar una película de género de una película que se dedica a parodiar dicho género. De este modo, el espectador, es capaz de diferenciar una película de espías de una parodia de las películas de espías (Top Secret) o una película de catástrofes aéreas de su parodia (Aterriza como puedas). Desde hace un tiempo, no obstante, se ha dado el caso de que dicha linea cada vez se va volviendo más difusa en lo que respecta al género de la "acción", con películas, en principio, serias que se empeñan en añadir algún tipo de adrenalítica secuencia que ronda la burla y el ridículo, por mucho que ese no fuera su intención inicial. Para acabar de liarlo todo un poco más, recientemente, han empezado a aparecer un tipo de películas de acción que durante su metraje atraviesan la linea que separa el género, de su caricatura, de forma pretendida y continuada. Un claro ejemplo de lo que les estoy contando es la alocada cinta de acción Shoot em up. Si estaban buscando otro ejemplo más, ya lo tienen: Red.
Red, dirigida por Robert Schwenthe (Plan de vuelo: desaparecida, Más allá del tiempo), es la adaptación de una novela gráfica de DC cómics, que para su adaptación para la pantalla grande ha contado con caras tan conocidas como las de Bruce Willis, Morgan Freeman, John Malkovich, Helen Mirren, Mary-Louise Parker o Brian Cox. Se me hace muy cuesta arriba encontrar una película estrenada durante el último año que cuente con un elenco actoral mejor que el de esta película. Todos ellos parecen estar impecablemente predispuestos a jugar de la gran broma que termina siendo la película, pero uno no puede evitar pensar una y otra vez si no se podría haber hecho algo mucho más interesante y atrayente con unos nombres como los que encabezan el cartel. La respuesta termina cayendo por su propio peso.
La película empieza asentando las bases de lo que se podrá ver durante su metraje: acción burra y exagerada, dejándose caer de una forma voluntaria en la caricatura, aderezado con toques de espionaje, thriller y humor vario; y todo ello complementado con un elenco de actores veteranos dotados de un carisma que se les sale por las orejas. Lo cierto es que, como divertimento, la cosa pintaba de lo más entretenida. Pero la cinta se muestra en todo momento incapaz de lograr mantener el interés del espectador, que termina desconectando de una trama poco original, a la que se va reenganchando de vez en cuando, cuando la ocasión lo merece o la explosión es lo suficientemente llamativa, pero que en todo momento parece quedarse en terreno de nadie, a medio gas e incapaz de lograr lo que en un principio se nos prometía.
Red, dirigida por Robert Schwenthe (Plan de vuelo: desaparecida, Más allá del tiempo), es la adaptación de una novela gráfica de DC cómics, que para su adaptación para la pantalla grande ha contado con caras tan conocidas como las de Bruce Willis, Morgan Freeman, John Malkovich, Helen Mirren, Mary-Louise Parker o Brian Cox. Se me hace muy cuesta arriba encontrar una película estrenada durante el último año que cuente con un elenco actoral mejor que el de esta película. Todos ellos parecen estar impecablemente predispuestos a jugar de la gran broma que termina siendo la película, pero uno no puede evitar pensar una y otra vez si no se podría haber hecho algo mucho más interesante y atrayente con unos nombres como los que encabezan el cartel. La respuesta termina cayendo por su propio peso.
La película empieza asentando las bases de lo que se podrá ver durante su metraje: acción burra y exagerada, dejándose caer de una forma voluntaria en la caricatura, aderezado con toques de espionaje, thriller y humor vario; y todo ello complementado con un elenco de actores veteranos dotados de un carisma que se les sale por las orejas. Lo cierto es que, como divertimento, la cosa pintaba de lo más entretenida. Pero la cinta se muestra en todo momento incapaz de lograr mantener el interés del espectador, que termina desconectando de una trama poco original, a la que se va reenganchando de vez en cuando, cuando la ocasión lo merece o la explosión es lo suficientemente llamativa, pero que en todo momento parece quedarse en terreno de nadie, a medio gas e incapaz de lograr lo que en un principio se nos prometía.

7,1
56.838
5
17 de enero de 2012
17 de enero de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película original del año 1969, dirigida por Henry Hathaway, en la que se basa este remake le valió el único premio Oscar de su carrera a todo un clásico como John Wayne. Estaba claro, pues, que para los Coen elegir al protagonista no sería tarea sencilla. Por suerte para ellos tener entre su lista de amigos a gente como Jeff Bridges, dispuesto a volver a trabajar en una de sus películas después de su gloriosa encarnación de “El notas” en El gran Lebowsky es toda una garantía de éxito. Bridges, simplemente, está que se sale de la pantalla de grande, bordando un papel que, todo hay que decirlo, es todo un caramelo de por sí. Como los Coen estaban enrachados, para el papel de la chica eligieron a una desconocida Hailee Steinfeld que no se había puesto jamás frente a una cámara y resultó que acabaron descubriendo a toda una estrella en ciernes. Para colmo la química existente entre ambos acabó de asegurar el éxito en el apartado interpretativo. Junto a ellos, en la cinta, encontramos a Matt Damon, encarnando al Texas Ranger y a un breve Josh Brolin, en el papel del huidizo asesino. Estos dos últimos parecen estar más incómodos, especialmente Damon que no acaba de pillarle el punto a su personaje.
Viendo Valor de ley queda claro que a los Coen les apetecía una barbaridad realizar un western. Es como si llevaran tiempo con la idea en la cabeza y que cuando por fin dieron con la historia justa que encajaba en su filosofía de hacer cine se tiraron a ella de cabeza sacando a relucir todo aquello que llevaban tiempo dándole vueltas. De hecho No es país para viejos ya consistía en sí misma una especie de western. Con todo lo dicho se pueden ustedes imaginar que visualmente la película es de lo más acertada, con una gran ambientación y unos planos (marca de la casa) para ir a buscar nota, con unas interpretaciones que no se quedan atrás, un ritmo pausado y tranquilo aunque sereno, una historia en continuo avance y unas delicadas gotas del humor Coen dispersas a lo largo de todo el metraje. Sin duda alguna estamos frente a una buena película. Y sin embargo no basta. Y no lo hace porque sabiendo (como sabemos) cual es el potencial de los Coen y suponiendo (como suponemos) lo grande que podría haber sido la película, uno se queda con la sensación de que la cosa podría haber dado para más y que podría haber sido una de los grandes clásicos de los Coen que no acabará siendo. En ello tampoco ayuda un final tan pretendida y forzadamente épico y emotivo como fallido y su lánguido epílogo.
Viendo Valor de ley queda claro que a los Coen les apetecía una barbaridad realizar un western. Es como si llevaran tiempo con la idea en la cabeza y que cuando por fin dieron con la historia justa que encajaba en su filosofía de hacer cine se tiraron a ella de cabeza sacando a relucir todo aquello que llevaban tiempo dándole vueltas. De hecho No es país para viejos ya consistía en sí misma una especie de western. Con todo lo dicho se pueden ustedes imaginar que visualmente la película es de lo más acertada, con una gran ambientación y unos planos (marca de la casa) para ir a buscar nota, con unas interpretaciones que no se quedan atrás, un ritmo pausado y tranquilo aunque sereno, una historia en continuo avance y unas delicadas gotas del humor Coen dispersas a lo largo de todo el metraje. Sin duda alguna estamos frente a una buena película. Y sin embargo no basta. Y no lo hace porque sabiendo (como sabemos) cual es el potencial de los Coen y suponiendo (como suponemos) lo grande que podría haber sido la película, uno se queda con la sensación de que la cosa podría haber dado para más y que podría haber sido una de los grandes clásicos de los Coen que no acabará siendo. En ello tampoco ayuda un final tan pretendida y forzadamente épico y emotivo como fallido y su lánguido epílogo.
6
13 de enero de 2012
13 de enero de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Joe Wright se pasa al género de la acción con un thriller que dispone de un guión que, francamente, no es nada del otro mundo y un punto de partida que ya nos suena haber visto en más de una ocasión (supongo yo que a estas alturas ya nadie se sorprenderá por ver a una enclenque adolescente patear el culo de aguerridos militares). De hecho el guió está tan lleno de tópicos que cuando la acción pasa por España la visión que ofrecen del país es la misma que puede ofrecer un guiri de borrachera de fin de semana: muestran un toro de Osborne y un grupo de gitanos bailando sevillanas. Se nota que aquí ha habido un profundo trabajo de investigación por parte de los responsables de la película. De hecho solo falta que Hanna se coma una paella en un chiringuito de playa y se hinche a meterse sangrías entre pecho y espalda mientras de fondo suena “la Macarena”. Por lo demás el guión está lleno de errores de nivel básico (incluyendo a una adolescente que jamás ha visto la electricidad y que dos días después ya está navegando por internet con total soltura, entre otros) pero que, no obstante, no pueden impedirnos ver el bosque.
Hanna es un thriller raro, irregular, hiperbólico y muy europeo que juega de una forma constante a despistar al espectador. Y es que justo cuando uno empieza a entender que la cosa será una soberana ensalada de hostias, de acción trepidante, persecuciones imposibles y frenéticos movimientos de cámara, la cosa opta por calmarse y convertirse en un drama sobre una adolescente que intenta encontrar su lugar en el mundo, emprendiendo un viaje tanto interior como exterior hacia la libertad, a la vez que empieza a descubrir todas aquellas maravillas que, hasta ese momento, le eran desconocidas, consiguiendo un valioso respaldo en una nueva amiga (la primera en realidad) que le ayudará en su fase de adaptación. Y cuando el espectador se encuentra todavía asimilando esta nueva condición, nos golpea de nuevo la acción burra, las patadas imposibles en los rostros de sicarios skins neo-nazis con ganas de sangre a ritmo de The Chemical Brothers, que termina provocando que el espectador tenga la constante sensación de que siempre va un paso por detrás del film.
La película dispone de un arranque fulgurante, las escenas de acción resultan trepidantes y aunque hacia la mitad de la cinta la cosa pierda intensidad (preferimos a Saoirse Ronan repartiendo cera en lugar de estar de cháchara con su amiga para ver como se lo montan para ligarse a unos poligoneros de tres al cuarto) hacia el final la cosa vuelve a subir en intensidad logrando cerrar el círculo con una gran secuencia final. Todo esto con una dirección de Joe Wright que vuelve a hacer de las sucias, ofreciendo largos planos secuencia, y unos actores que ayudan a que todo el conjunto gane en cohesión, a pesar de enfrentarnos a una trama tan absurda como disfrutable, salvando los tópicos que sobrevuelan el guión.
Hanna es un thriller raro, irregular, hiperbólico y muy europeo que juega de una forma constante a despistar al espectador. Y es que justo cuando uno empieza a entender que la cosa será una soberana ensalada de hostias, de acción trepidante, persecuciones imposibles y frenéticos movimientos de cámara, la cosa opta por calmarse y convertirse en un drama sobre una adolescente que intenta encontrar su lugar en el mundo, emprendiendo un viaje tanto interior como exterior hacia la libertad, a la vez que empieza a descubrir todas aquellas maravillas que, hasta ese momento, le eran desconocidas, consiguiendo un valioso respaldo en una nueva amiga (la primera en realidad) que le ayudará en su fase de adaptación. Y cuando el espectador se encuentra todavía asimilando esta nueva condición, nos golpea de nuevo la acción burra, las patadas imposibles en los rostros de sicarios skins neo-nazis con ganas de sangre a ritmo de The Chemical Brothers, que termina provocando que el espectador tenga la constante sensación de que siempre va un paso por detrás del film.
La película dispone de un arranque fulgurante, las escenas de acción resultan trepidantes y aunque hacia la mitad de la cinta la cosa pierda intensidad (preferimos a Saoirse Ronan repartiendo cera en lugar de estar de cháchara con su amiga para ver como se lo montan para ligarse a unos poligoneros de tres al cuarto) hacia el final la cosa vuelve a subir en intensidad logrando cerrar el círculo con una gran secuencia final. Todo esto con una dirección de Joe Wright que vuelve a hacer de las sucias, ofreciendo largos planos secuencia, y unos actores que ayudan a que todo el conjunto gane en cohesión, a pesar de enfrentarnos a una trama tan absurda como disfrutable, salvando los tópicos que sobrevuelan el guión.
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