La palabra "pretenciosa", tantas veces usada en las descripciones y críticas cinematográficas, es perfectamente aplicable a esta tomadura de pelo que de tan estúpidamente "pretenciosa", llega a alcanzar niveles de aborrecimiento tan dantescos que invitan a ser colgado de los pulgares o en su defecto, y para evitarnos dolor de forma gratuita, avanzar la película a doble velocidad con tal de que el ansiado final de la cinta llegue para liberarnos del mal y del sufrimiento. Y es que pocas veces durante el visionado de una película he tenido esa incomodísima sensación de necesitar que el tiempo avance para alcanzar los créditos finales. Bien dicen que en el cine, como en el fútbol, uno ha de permanecer sentado en su localidad hasta que el árbitro pite el final del encuentro a pesar de ir perdiendo 8-0 y estar siendo humillado ante 50.000 personas, aunque solo sea por una cuestión de respeto y estoicismo. Pues con este "Reino animal" he sido goleado de forma escandalosa con una historia que quiere ser algo parecido a un viaje introspectivo a los instintos más primarios del ser humano con sus filias, sus fobias y sus ganas de libertad y con un trasfondo dramático paternofilial con el que uno no sabe del todo bien si se quiere vestir el producto con traje de fábula y ridícula moraleja, con pinta de algo terroríficamente malo o con tintes de fantasía de cartón piedra.

Aventurarse en una historia de este tipo con todo este mejunje de por medio huele como mínimo a producto de alto riesgo, lo que unido a su origen francés lo convierte en una ruleta rusa con la que es muy fácil acabar volándose la cabeza sin necesidad. Así que no lo puedo evitar pero la peli se me acaba quedando en la nada más insignificante, y con ese estilo pedante que me cuesta asimilar cuando las francesadas vienen destilando esnobismo por los cuatro costados, el resultado se me antoja confuso y hasta incluso odioso. Aromas a ecologismo barato, a dramones familiares de dudosa credibilidad, a indiferencia y resignación ante una sociedad en declive y a ridículos extremismos con tufo a intolerancia. Todo ello presentado con una liviandad argumental y una simpleza narrativa y de guion que enervan y ponen de mala leche.

He tenido la impresión de haber sido engañado y de que se me ha tomado el pelo, aunque también es posible que la dirección y el guion estuviesen tocando el violón en una desnortada lluvia de ideas sin demasiado sentido. Es más, creo que la peli no sabe muy bien a qué quiere jugar exactamente. Lo digo porque si en verdad quería ser un drama familiar con el que desgranar aspectos y cualidades del ser humano relacionados con el miedo, la incertidumbre, el amor, la nostalgia y todas esas cosas, pues por ejemplo el señor Koreeda los tiene cien veces mejores que esta tontería. Si por el contrario quería participar en la Liga de la ciencia ficción y el terror con el forjado de la bestia por excelencia, David Cronenberg estuvo cerca de clavarlo con "La Mosca" de 1986. Pero si lo que quería era directamente que nos cagáramos de miedo con el apocalipsis zombi y el poder sobrenatural de una pandemia de difícil contención, pues le salió el tiro por la culata y demasiado alejado de la más comercial y más honesta "Soy Leyenda", por citar un ejemplo. ¿El resultado? Pues como digo, un extraño mejunje que no es más que una estupidez que ha perdido el norte y que acaba siendo una tortuosa alambrada de espinas que hay que sufrir (y mucho) para conseguir atravesar del todo sin perecer ni dormirse por el camino.

Ideal para aquellos que ven arte en una pared en blanco y para quienes encuentran un compendio de filosofía en la saga de Fast & Furious. Para los brutos como yo que buscamos que como mínimo no nos tomen el pelo, esto es morir por garrote vil.

Disney cobra fuerza a base de polvo de estrellas contra la represión silenciosa creando esta película que no es solo una historia de animación pensada para que los más pequeños la puedan disfrutar a su manera, sino que también contiene mucho calado pensando en los mayores. Por medio de un mundo fantástico, "Wish" se sumerge en las consecuencias de la avaricia, la codicia y el deseo de poder absoluto unidos al engaño, la hipocresía y el cinismo. Todas estas cualidades definen al perla del Rey de ese pueblo llamado Rosas en el que sus habitantes viven sumidos en una artificial sensación de protección, amparados en promesas raramente cumplidas y en las falsas expectativas de lograr una especie de liberación por medio del cumplimiento de sus propios deseos, los cuales una vez otorgados permiten alcanzar un aparente estado de bienestar absoluto a quienes les son concedidos. Una forma de hacernos ver que determinadas intenciones pueden hacer peligrar el poder absoluto de los mandamases maquiavélicos y sin escrúpulos, quienes deberán recurrir cobardemente a la simulación premeditada y a la estafa para mantener su posición de privilegio mientras la gente permanece aletargada.

Ante ello no cabe otra salida que el desenmascaramiento del mentiroso a fuerza de insistencia, voluntad y deseo irrefrenable de libertad, y ahí es donde la magia de esta película se despliega con ayuda de una estrellita que encarna parte de aquel buen cine mudo de Charles Chaplin y que contagia a todo lo que se cruza por su camino, (y a nosotros como espectadores) de un chute de buen rollo y alegría. Con su ayuda, se alzará la voluntad de Asha como figura mesiánica para guiar al pueblo de Rosas hacia una especie de levantamiento que revolucione el sometimiento en el que se encuentra sumido.

La película es además un constante guiño a algunos de los títulos con mayor éxito de la factoría, pero no mezclados y ofrecidos a lo loco como un refrito con olor a forzado autohomenaje, ya que "Wish" cuenta su propia historia y tiene su propia personalidad, sino hábilmente introducidos en la trama y difuminados en la forma y en el fondo. ¿Y por qué?

- Porque al igual que Simba miraba a las estrellas y escuchaba la voz de su padre para guiarle en el camino hacia su libertad, aquí alguien también hallará el camino mirando al cielo tal y como hacía en compañía de su padre.
- Porque aquí volvemos a sentir la misma codicia y falsedad que mostraron Scar y Jafar.
- Porque el cristal de un cetro nada le tendrá que envidiar al destino final de una lámpara maravillosa.
- Porque las historias pueden empezar a contarse de la misma manera narrada que tanto nos maravilló con aquel prólogo del Príncipe que rechazó la rosa de una anciana.
- Porque aquí también hay espejos a los que preguntar acerca de la mayor belleza existente en el mundo.
- Porque los poderes verdes llenos de maldad se desplegarán aquí con la misma sinuosidad que los gélidos poderes de Frozen.
- Porque esos castillos, esas torres y esas escaleras nos han hecho recordar los aposentos de aquella Bestia enamorada.
- Porque esa dulce estrellita iguala en encanto a Campanilla.
- Porque aquí también pueden surgir las mismas patas mágicas que vimos en carrozas de La cenicienta.
- Y porque aquí también veremos varitas mágicas como las del hada madrina, a un Oso tan juguetón como Baloo y unos fuegos artificiales que son la viva imagen del castillo Disney de toda la vida.

A mi juicio película bastante acertada y disfrutable. Ganará enteros con el paso del tiempo

¿Se imaginan el resultado de juntar la ingente cantidad de tiros, machetazos y ostias puras que vimos por ejemplo en el final de "Rambo Last Blood" con la casposidad aceitosa, chabacana y castizamente bien renegría de Torrente? Pues pasen y vean a Mario Mayo, el Statham español, repartiendo estopa a diestro y siniestro no en las galerías subterráneas que Rambo tenía en su rancho, sino aquí en su chabola particular llena de polvo y paja perdida en medio de la nada de vaya usted a saber dónde. "Os reviento" viene para darnos lo que su título bien sugiere, que no es otra cosa que una acción repleta de violencia, exabruptos y mucho sudor, sangre y potas (sí amigos, me llama la atención la fijación de Kike Narcea por el tema de los vómitos reincidentes), recreando un ambiente especialmente arrabalero.

Se crea así una trama en la que la pasta, las drogas, el boxeo y las corruptelas copan un guion que convierte a todo bicho viviente en el ser más repulsivo y despreciable posible. Auténticos cromañones de tercera, movidos por la menor de las cortesías y el mayor de los barriobajerismos, tiparracas a cual mas cerda, puta y trapera y muchas ganas de soltarle una ostia al primer semoviente humano (también llamado aquí "hijoputa te voy a matá") que se cruce en tu camino. Digamos que hay mucha mala leche y peor café en una peli que quiere ser ultraviolenta y gamberra al mismo tiempo, lo cual consigue solo en parte porque nunca en un ambiente tan soez tuvo un lugar demasiado creíble el apartado humorístico.

Pero coñas aparte metidas con calzador, el resultado final es un despiporre de tres pares de cojones. Parece que todo vale aquí. Desde atravesar a un tío la cabeza con un machete hasta reventarle el chocho a tiros a ninfómanas que tras zumbarse a tres troncos los revientan en incomprensibles ataques de ira. En efecto, todo el mundo revienta a todo el mundo. De reventadores, reventados y reventadas va la cosa. La gente parece que aquí anda especialmente sonada, tarada y zumbada y el director aprovecha este aspecto para hacer lo que le da la gana, por muy bizarro que sea.

Yo no digo que la peli no cumpla con su cometido, pero ¡válgame Dios!, yo creo que se puede ofrecer un producto megaviolento algo más aseado, aunque sea lo justo para que más allá de nuestras fronteras no vean en nosotros pobres españoles a esos "buenos salvajes" barbudos y bien morenos que corren medio desnudos por las montañas de Sierra Morena con calzones de esparto, camisetas de tirantes llenas de lamparones y harapos y pintas de Sancho Panza que aún anda dando varazos al burro para que ande.

Entretiene, pero es que la peli es más mala que arrancá.