Como músico, debo decir que me resulta decepcionante:
- No hay ninguna correspondencia entre los gestos del chico y lo que suena, ya sea tocando la guitarra, el piano o dirigiendo la orquesta; es de una falsedad escandalosa.
- En algunos planos cortos se aprecia que las manos no son de niño, sino de un profesional, adulto naturalmente.
- La búsqueda del efectismo es demasiado evidente en todas las ejecuciones, llega a ser incómodo.
- El arreglo musical, especialmente los acordes del piano que suenan en la escena de la iglesia y el coro de gospel, están muy bien. Y justamente el chavalín estab de oyente, que raro.

Las situaciones y coincidencias son exageradas. Ya es difícil aceptar que una chelista clásica se deje inseminar por un rockero desconocido en la azotea de un edificio, y que encima quede embarazada... bien, aceptamos pulpo como animal de compañía, pero es que eso es sólo el principio, todo lo que viene después lo supera con creces. Y el final ya es para decir "apaga y vámonos".

Fusionar personajes como el de Lori y el segundo de Cohagen, o el psiquiatra con el compañero de trabajo, nos sienta, a quienes conservamos el original de 1990, como una verdadera patada en la cara.
Los productores conservan a la icónica tri-tetuda y poco más; pero no hay viaje a Marte, ni mutantes, el ambiente en general es oscuro y triste, mientras que Farrell parece estar en contínuo trance (para que digan luego que Chuache era mal actor, cuando hizo un trabajo más que aceptable en su día).
¿A qué vienen esos imposibles edificios flotantes e ingrávidos, conectados por una maquiavélica red tridimensional de ascensores asesinos? La red de vías aún se salva, pero la tecnología magnética no cuela. Se debería hablar de antigravedad, pero parece que está prohibido.
Hacia el final de la peli parece que ya se sabe donde está el suelo de verdad.