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Críticas ordenadas por utilidad
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7,3
15.914
10
31 de diciembre de 2015
31 de diciembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cielo sobre berlin es de ese tipo de cine bipolar, sin término medio. O la amas o la odias. Yo prefiero amarla.
Disfrutar de su poesía, de su lirismo. Con una sensibilidad fina y deliciosa, Wim Wenders canta por la reunificación Alemana a través de algo tan ñoño como es el amor, ñoño para los que no quieren, los que apenas sienten o aquellos que intelectualizan toda obra hermosa en su prosa, en su delicadeza y fragilidad.
La metáfora hecha imágenes, fotogramas en blanco y negro sobre pensamientos de personas desoladas, tristes y apagadas. Sin lugar para la esperanza.
Dos ángeles que representan al testigo, aquel que escucha pero no habla, ese que alberga algo tan humano como es la empatia y la emoción, pero incapaz de practicarla.
Sin poder interactuar sobre el mundo contemplado, el amor sentido se torna platónico y doloroso. Sólo huyendo de la condición divina, se puede sentir la tierra, los pasos que damos, las caricias recibidas....
Es de esta forma como lo metafórico se torna real y es en esa realidad donde se puede hablar, tocar, sentir, esperanzar....
Del privilegio humano capaz de encontrar en nuestros semejantes el camino hacia la unión, la hermandad, de su capacidad para enriquecer los destinos ajenos y derribar los muros que alejan a nuestros semejantes. La virtud del amor como fuerza del cambio, aquel que nos devuelve las alas y nos permite soñar.
Bella y esperanzadora película.
Disfrutar de su poesía, de su lirismo. Con una sensibilidad fina y deliciosa, Wim Wenders canta por la reunificación Alemana a través de algo tan ñoño como es el amor, ñoño para los que no quieren, los que apenas sienten o aquellos que intelectualizan toda obra hermosa en su prosa, en su delicadeza y fragilidad.
La metáfora hecha imágenes, fotogramas en blanco y negro sobre pensamientos de personas desoladas, tristes y apagadas. Sin lugar para la esperanza.
Dos ángeles que representan al testigo, aquel que escucha pero no habla, ese que alberga algo tan humano como es la empatia y la emoción, pero incapaz de practicarla.
Sin poder interactuar sobre el mundo contemplado, el amor sentido se torna platónico y doloroso. Sólo huyendo de la condición divina, se puede sentir la tierra, los pasos que damos, las caricias recibidas....
Es de esta forma como lo metafórico se torna real y es en esa realidad donde se puede hablar, tocar, sentir, esperanzar....
Del privilegio humano capaz de encontrar en nuestros semejantes el camino hacia la unión, la hermandad, de su capacidad para enriquecer los destinos ajenos y derribar los muros que alejan a nuestros semejantes. La virtud del amor como fuerza del cambio, aquel que nos devuelve las alas y nos permite soñar.
Bella y esperanzadora película.

5,8
7.774
9
27 de diciembre de 2015
27 de diciembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No pierdo la fascinación que me supone contemplar el primer plano aéreo con el que comienza la película. Además de sintetizar en una sola toma lo que Winterbottom desarrolla a continuación, la música, a cargo de David Holmes, aporta al film una textura fascinante y extrañamente onírica.
Código 46 relata la relación amorosa que surge entre un investigador de fraudes y su sospechosa.
En el mundo en el que habitan, la luz solar resulta dañina, las grandes ciudades están blindadas y sólo un permiso especial permite su acceso, las personas viven alienadas en su profunda soledad, las libertades son el privilegio de unos pocos y los individuos son controlados hasta en las relaciones con sus semejantes.
Bajo un panorama que ya es reconocible el realizador británico embarca al espectador en un viaje hacia la tristeza, la desazón y la oscuridad.
La frialdad con la que se crítica el universo creado por Winterbottom, resulta coherente con el tipo de sociedad que se plantea. Sólo en la intimidad más absoluta, los amantes desconocidos son capaces de dar muestras de cariño y vulnerabilidad a su semejante.
El vivir en libertad es un delito que se castiga con el destierro y el olvido.
Sólo la clandestinidad puede aportarnos algo de autonomía, pero nos condena a vivir siempre con miedo.
Todas estas premisas se plantean en un film con alma de thriller futurista, como cine de autor, sin efectos digitales, sin escenas de acción. Evocando con otras luces la inimitable Blade Runner, las analogías en su contexto resultan evidentes, aunque la estética y sus propósitos son bien distintos.
La banda sonora resulta la mejor compañera de este film que combate su frío planteamiento, con unas piezas musicales que dotan a cada fotograma de magia y personalidad única.
Para un servidor, Código 46 resulta bella, sensible, evocadora y tremendamente triste y pesimista. Aún así no deja de plantear una interesante reflexión acerca del amor en tiempos de crisis en las sociedades venideras. Y resulta aterrador el descubrimiento sutil que el director esboza en su trama, donde ambos amantes comparten una analogía muy peculiar. Su propio código, el de el número maldito.
Menospreciada película que merece mucho más crédito del obtenido.
Código 46 relata la relación amorosa que surge entre un investigador de fraudes y su sospechosa.
En el mundo en el que habitan, la luz solar resulta dañina, las grandes ciudades están blindadas y sólo un permiso especial permite su acceso, las personas viven alienadas en su profunda soledad, las libertades son el privilegio de unos pocos y los individuos son controlados hasta en las relaciones con sus semejantes.
Bajo un panorama que ya es reconocible el realizador británico embarca al espectador en un viaje hacia la tristeza, la desazón y la oscuridad.
La frialdad con la que se crítica el universo creado por Winterbottom, resulta coherente con el tipo de sociedad que se plantea. Sólo en la intimidad más absoluta, los amantes desconocidos son capaces de dar muestras de cariño y vulnerabilidad a su semejante.
El vivir en libertad es un delito que se castiga con el destierro y el olvido.
Sólo la clandestinidad puede aportarnos algo de autonomía, pero nos condena a vivir siempre con miedo.
Todas estas premisas se plantean en un film con alma de thriller futurista, como cine de autor, sin efectos digitales, sin escenas de acción. Evocando con otras luces la inimitable Blade Runner, las analogías en su contexto resultan evidentes, aunque la estética y sus propósitos son bien distintos.
La banda sonora resulta la mejor compañera de este film que combate su frío planteamiento, con unas piezas musicales que dotan a cada fotograma de magia y personalidad única.
Para un servidor, Código 46 resulta bella, sensible, evocadora y tremendamente triste y pesimista. Aún así no deja de plantear una interesante reflexión acerca del amor en tiempos de crisis en las sociedades venideras. Y resulta aterrador el descubrimiento sutil que el director esboza en su trama, donde ambos amantes comparten una analogía muy peculiar. Su propio código, el de el número maldito.
Menospreciada película que merece mucho más crédito del obtenido.

6,6
55.861
7
27 de diciembre de 2015
27 de diciembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Road, película postapocaliptica de un futuro donde el ser humano es cazador y presa al vez.
Basada en la inquietante novela de Cormac McCarthy, el film ayudado por un portentoso Viggo Mortensen y una fotografía reveladora y asfixiante, logra transmitir toda la angustia, la desazón y la devastación a la que tanto el planeta como el ser humano han llegado.
Con los elementos propios de una Road Móvie, de las películas futuristas, de los cuentos de terror, The Road contiene tanto pesimismo, tanta dureza, tanta falta de esperanza, que por momentos resulta difícil de seguir con su visionado.
Todo resulta oscuro, sin color, el gris ceniza invade la pantalla, a sus personajes y sobre todo al espectador, produciendo así un sentimiento de tal desolación que resulta difícil quitárselo de encima una vez terminada la película.
Creó que John Hillcoat en ningún momento pensó en hacer un film digerible y mayoritario, de esos que cuando aprietan un poco te regalan un "caramelo" para endulzarte el resto del metraje.
El realizador se empeña y consigue crear un universo tenebroso, hostil, sin esperanza, sin lugar para el cobijo. Pretende y consigue sumergirnos en la más profunda sensación de desasosiego e inseguridad. Nos planta en su carretera y nos obliga a recorrer un camino, el de Mortensen y su hijo, llegando a un final nada complaciente y de doble interpretación.
Película para ver mejor en compañía y sobre todo con la moral muy alta, porque para aquellos que empaticen con el film y su planteamiento, la supervivencia extrema, corren el riesgo de no levantar cabeza en unos días.
Sin pertenecer al género del terror, no la hace falta, hace de este sentimiento algo constante y omnipresente durante todo el metraje.
The Road es sin duda una obra pesimista como pocas y retrata con toda su crudeza el duro camino de la supervivencia en un mundo donde tu semejante es tu peor enemigo. Y la soledad el mejor compañero de viaje.
Devastadora.
Basada en la inquietante novela de Cormac McCarthy, el film ayudado por un portentoso Viggo Mortensen y una fotografía reveladora y asfixiante, logra transmitir toda la angustia, la desazón y la devastación a la que tanto el planeta como el ser humano han llegado.
Con los elementos propios de una Road Móvie, de las películas futuristas, de los cuentos de terror, The Road contiene tanto pesimismo, tanta dureza, tanta falta de esperanza, que por momentos resulta difícil de seguir con su visionado.
Todo resulta oscuro, sin color, el gris ceniza invade la pantalla, a sus personajes y sobre todo al espectador, produciendo así un sentimiento de tal desolación que resulta difícil quitárselo de encima una vez terminada la película.
Creó que John Hillcoat en ningún momento pensó en hacer un film digerible y mayoritario, de esos que cuando aprietan un poco te regalan un "caramelo" para endulzarte el resto del metraje.
El realizador se empeña y consigue crear un universo tenebroso, hostil, sin esperanza, sin lugar para el cobijo. Pretende y consigue sumergirnos en la más profunda sensación de desasosiego e inseguridad. Nos planta en su carretera y nos obliga a recorrer un camino, el de Mortensen y su hijo, llegando a un final nada complaciente y de doble interpretación.
Película para ver mejor en compañía y sobre todo con la moral muy alta, porque para aquellos que empaticen con el film y su planteamiento, la supervivencia extrema, corren el riesgo de no levantar cabeza en unos días.
Sin pertenecer al género del terror, no la hace falta, hace de este sentimiento algo constante y omnipresente durante todo el metraje.
The Road es sin duda una obra pesimista como pocas y retrata con toda su crudeza el duro camino de la supervivencia en un mundo donde tu semejante es tu peor enemigo. Y la soledad el mejor compañero de viaje.
Devastadora.

8,1
138.988
10
26 de diciembre de 2015
26 de diciembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Blade Runner supone para la ciencia ficción, lo que el Padrino es para las pelis sobre la mafia, un referente indispensable que marca un antes y un después dentro del género de lo ficticio.
Cuenta con una trama propia del cine negro, desarrolla en un futuro cada vez más reconocible, una historia llena de personajes reales y sinteticos torturados por sus propias circunstancias, por su existencia vital.
Hay un policía, que reniega de si mismo y se resigna a cumplir con su cruel oficio, hay una chica que duda de si misma y de su condición mortal, hay unos seres sintéticos llamados Replicantes, que son perseguidos hasta el exterminio y que, curiosamente, resultan más humanos que su perseguidor.
Bajo una atmósfera irrespirable y oscura, todos estos elementos crean una poética y bella reflexión acerca del valor del tiempo concedido, de lo que supone amar, sentir, vivir en definitiva bajo la duda existencial, el miedo, la tristeza y la profunda soledad que arrastran aquellos seres que se tornan únicos.
Cuenta el film con una dirección de arte barroca, lúgubre, visionaria de lo que hoy en día ya es una realidad en algunas grandes urbes. La contaminación que no deja pasar la luz, una sociedad multi étnica, las luces de neón, la alienación del individuo, la tecnificación del ser humano.
La banda sonora corre a cargo de Vangelis y consigue con ella dotar a todos los planos de un inmenso misterio, de un lirismo profundamente bello y triste, realzando así tanto la trama como la complejidad de los personajes. Sus dudas, sus anhelos, sus temores.
Convierte a la película en una obra llena de sensibilidad y nostalgia, aroma futurista pero añejo también.
Blade Runner es una obra clásica, contada con los códigos del cine clásico, donde la construcción y desarrollo de los personajes, profundamente ricos y complejos, priman por encima de cualquier efecto o truco.
Ciencia ficción, thriller, drama, hasta cine de autor. Por que si por algo se caracteriza esta joya, es por contar con la marca propia de un genio, la de un Ridley Scott en su máximo esplendor.
Frases lúcidas e inolvidables, de esas que remueven la conciencia y te ponen los pelos como escarpias, escenas únicas e irrepetibles llenas de poesía y crudeza, tanto temática como estéticamente realizadas. Una historia de amor entre dos seres atormentados en eterno conflicto, y una trama actoral que nos regala momentos de autenticidad como pocas lo has hecho dentro de su género.
En definitiva, Blade Runner es una obra gigante, mayúscula, reveladora y tremendamente nostálgica. Un film que ensalza su género y que marcó el camino a seguir para muchos de los films de ciencia ficción que se realizaron posteriormente. Sobre todo en su estética, porque en lo referente a la temática y sus personajes, es única e inimitable.
Aunque siga haciendo pelis, le echamos de menos señor Scott.
Cuenta con una trama propia del cine negro, desarrolla en un futuro cada vez más reconocible, una historia llena de personajes reales y sinteticos torturados por sus propias circunstancias, por su existencia vital.
Hay un policía, que reniega de si mismo y se resigna a cumplir con su cruel oficio, hay una chica que duda de si misma y de su condición mortal, hay unos seres sintéticos llamados Replicantes, que son perseguidos hasta el exterminio y que, curiosamente, resultan más humanos que su perseguidor.
Bajo una atmósfera irrespirable y oscura, todos estos elementos crean una poética y bella reflexión acerca del valor del tiempo concedido, de lo que supone amar, sentir, vivir en definitiva bajo la duda existencial, el miedo, la tristeza y la profunda soledad que arrastran aquellos seres que se tornan únicos.
Cuenta el film con una dirección de arte barroca, lúgubre, visionaria de lo que hoy en día ya es una realidad en algunas grandes urbes. La contaminación que no deja pasar la luz, una sociedad multi étnica, las luces de neón, la alienación del individuo, la tecnificación del ser humano.
La banda sonora corre a cargo de Vangelis y consigue con ella dotar a todos los planos de un inmenso misterio, de un lirismo profundamente bello y triste, realzando así tanto la trama como la complejidad de los personajes. Sus dudas, sus anhelos, sus temores.
Convierte a la película en una obra llena de sensibilidad y nostalgia, aroma futurista pero añejo también.
Blade Runner es una obra clásica, contada con los códigos del cine clásico, donde la construcción y desarrollo de los personajes, profundamente ricos y complejos, priman por encima de cualquier efecto o truco.
Ciencia ficción, thriller, drama, hasta cine de autor. Por que si por algo se caracteriza esta joya, es por contar con la marca propia de un genio, la de un Ridley Scott en su máximo esplendor.
Frases lúcidas e inolvidables, de esas que remueven la conciencia y te ponen los pelos como escarpias, escenas únicas e irrepetibles llenas de poesía y crudeza, tanto temática como estéticamente realizadas. Una historia de amor entre dos seres atormentados en eterno conflicto, y una trama actoral que nos regala momentos de autenticidad como pocas lo has hecho dentro de su género.
En definitiva, Blade Runner es una obra gigante, mayúscula, reveladora y tremendamente nostálgica. Un film que ensalza su género y que marcó el camino a seguir para muchos de los films de ciencia ficción que se realizaron posteriormente. Sobre todo en su estética, porque en lo referente a la temática y sus personajes, es única e inimitable.
Aunque siga haciendo pelis, le echamos de menos señor Scott.

7,3
69.539
9
25 de diciembre de 2015
25 de diciembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es difícil valorar una película a la que idólatras como un niño a su estrella del pop.
Lo primero a destacar es el carácter único y personal que David Fincher imprime a todas su películas.
A pesar de ser para un público mayoritario, sus obras, sus personajes, son complejos, oscuros, llenos de capas.
Nunca enseña todas sus cartas en sus trenzados fílmicos, es más, parece disfrutar enormemente indagando en los aspectos más oscuros e inquietantes del ser humano, haciéndolo siempre de forma brillante y efectiva. De momento Fincher, va de acierto en acierto, salvo la inexplicable Alíen 3, y en Pérdida consigue elaborar un thriller que roza la perfección en todos sus propósitos.
Logra hacer de Ben Affleck un actor solvente y creíble, logra hacer de Rosamund Pike una actriz que corta el aliento, consigue desarrollar de manera magistral, un guión retorcido como pocos y lleno de espejos donde nada parece ser lo que en un principio aparenta.
La trama es perversa para el espectador, al igual que su final, y Fincher parece disfrutar de lo lindo, manipulándonos, engañándonos, confundiéndonos. De tal manera que, por muy tramposo que resulte el guión, la atmósfera creada es tan hipnótica y poderosa, que en Pérdida todo parece estar brillantemente hilvanado, algo sumamente difícil en un thriller que sólo se sustenta por el interés que generan sus personajes. Nada de acción, esa de tiros y persecuciones imposibles.
Fincher aprovecha su diabólica trama para hacer un profundo retrato de la América rural, donde todos se conocen pero nadie es como parece ser, de las consignas que rigen a la pareja y como estas acaban fallando, del enorme y despreciable sensacionalismo de los Más Media Americanos, y de como el ser humano puede albergar mil caras distintas, algunas de ellas terribles.
Interesante y retorcida reflexión sobre el mundo de la pareja y las expectativas no cumplidas. Inigualable ejercicio del manejo de los tiempos y los códigos propios de un thriller moderno.
Film mayoritario pero profundamente personal y lleno de estilo propio.
Y una actriz llamada Rosamund Pike en estado de gracia, inocente, sensual, inteligente, creativa y sobre todo, un ser humano de esos en los que la bondad y empatia son sus aspectos más reseñables....
Juego de apariencias y crítica social en un perverso thriller que roza la obra maestra.
Lo primero a destacar es el carácter único y personal que David Fincher imprime a todas su películas.
A pesar de ser para un público mayoritario, sus obras, sus personajes, son complejos, oscuros, llenos de capas.
Nunca enseña todas sus cartas en sus trenzados fílmicos, es más, parece disfrutar enormemente indagando en los aspectos más oscuros e inquietantes del ser humano, haciéndolo siempre de forma brillante y efectiva. De momento Fincher, va de acierto en acierto, salvo la inexplicable Alíen 3, y en Pérdida consigue elaborar un thriller que roza la perfección en todos sus propósitos.
Logra hacer de Ben Affleck un actor solvente y creíble, logra hacer de Rosamund Pike una actriz que corta el aliento, consigue desarrollar de manera magistral, un guión retorcido como pocos y lleno de espejos donde nada parece ser lo que en un principio aparenta.
La trama es perversa para el espectador, al igual que su final, y Fincher parece disfrutar de lo lindo, manipulándonos, engañándonos, confundiéndonos. De tal manera que, por muy tramposo que resulte el guión, la atmósfera creada es tan hipnótica y poderosa, que en Pérdida todo parece estar brillantemente hilvanado, algo sumamente difícil en un thriller que sólo se sustenta por el interés que generan sus personajes. Nada de acción, esa de tiros y persecuciones imposibles.
Fincher aprovecha su diabólica trama para hacer un profundo retrato de la América rural, donde todos se conocen pero nadie es como parece ser, de las consignas que rigen a la pareja y como estas acaban fallando, del enorme y despreciable sensacionalismo de los Más Media Americanos, y de como el ser humano puede albergar mil caras distintas, algunas de ellas terribles.
Interesante y retorcida reflexión sobre el mundo de la pareja y las expectativas no cumplidas. Inigualable ejercicio del manejo de los tiempos y los códigos propios de un thriller moderno.
Film mayoritario pero profundamente personal y lleno de estilo propio.
Y una actriz llamada Rosamund Pike en estado de gracia, inocente, sensual, inteligente, creativa y sobre todo, un ser humano de esos en los que la bondad y empatia son sus aspectos más reseñables....
Juego de apariencias y crítica social en un perverso thriller que roza la obra maestra.
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