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Críticas 3.469
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6
15 de marzo de 2013
27 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que es necesario verlas dos y tres veces para poder pasar de la buena impresión de la primera vez, a una profundización en algunas situaciones la segunda, y quizás a un claro entendimiento ideológico la tercera.

Hay un diálogo muy certero en, <<EL PADRINO>>, que se produce entre Kay Adams, la eterna enamorada de Michael Corleone, y éste a su regreso de Italia:
-Creí que no te convertirías en un hombre como tu padre, Michael.
-Mi padre no es diferente a cualquier hombre poderoso. Es como cualquier hombre que es responsable de otras personas, un senador o un presidente.
-¡Qué respuesta tan infantil! Los senadores y presidentes no mandan a matar gente.
-¡Ah! Dime, pues, ¿Quién es el infantil?

Con un guion escrito por, Mario Puzo y Francis Ford Coppola, basado en la novela del primero, <<EL PADRINO>>, es la historia de una familia italoamericana, cuasi-monárquica y “poderosa”, regida por Vito Corleone, uno de los cinco hombres que se disputan los negocios del juego, la prostitución y el alcohol en las calles estadounidenses e italianas. Nada menos que, 36 minutos del filme, se dispondrán para que veamos a una familia alegre y festiva, unida alrededor de un padre a quien, parientes, amigos y todo el que consiga acercarse a él, le pide ayuda para cobrar venganza, pagar una deuda o cualquier otra cosa. Corleone vive así, como una suerte de rey sin corona, a quien el nombre de Padrino, o Don, lo deja satisfecho.

A lo largo del filme, lucirá como un monarca: No mata a nadie; no le agradan los excesos; es muy bien hablado; luce siempre abierto al diálogo y la concertación… pero, con sutileza, Corleone deja ver el rostro tras la máscara y sus órdenes pronto se convierten en acciones que sacarán del paso a quienes se oponen a su “monarquía”. Bien entendido ésto, queda plasmada la doble moral de la que se sirven los mafiosos para preservarse libres de toda sospecha. La escena del bautizo del nuevo hijo de Connie, contrastada con ese bautizo de sangre con el que Michael asume el poder mientras, públicamente y ante Dios, renuncia repetidamente al diablo, es contundente.

Si sumamos dos logradas escenas de acción (el ataque a Santino y la de Michael protegiendo a su padre en el hospital), creo que, hay otros aspectos muy poco acertados que dejan mucho que desear y dan cuenta del excesivo aprecio en que se ha tenido a esta película. Veamos: Musicalmente se abusa del bello, “The Godfather Waltz”, haciéndolo sonar lo mismo en un baile que en un asesinato, en una escena romántica… ésto a tal punto que se torna empalagoso. La paliza que le da Sonny a Carlo, su cuñado, obsérvese bien y se verá que está muy mal lograda en lo actoral, encuadres y edición. Es completamente ajeno a la realidad, lo bien hablados que resultan Todos los personajes… y lo peor de todo, es el exceso de complacencia con la familia Corleone, forjando una imagen de gente muy simpática y afectuosa, cuyos actos delictivos lucen como los de cualquier rey cuando elimina a quienes pretenden derribarlo del poder… y cuando se alimenta la empatía, fácilmente surge el deseo de emular ciertos comportamientos y/o profesiones.

El diálogo entre, Michael y Kay, citado arriba, es otra manera que asume el director, Francis Ford Coppola, para ratificar que el poder funciona igual, cualquiera sea la forma como esté representado… pero es bien probable que, en muchos casos, haya algunas sensibles diferencias.
25 de marzo de 2010
25 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay hombres que no tienen en la vida otro objetivo que el dinero. Y cuando el dinero es todo lo que a un hombre le interesa, de cualquier forma se valdrá para conseguirlo. Y, quien de esta manera consigue lo que tiene, verá luego cuán esquiva le resulta la felicidad. Por una razón concreta: porque para hacerse rico se olvidó de los demás, de aquellos que también tenían que ganar para que se realizara la justicia. Porque, sin justicia no hay verdadera conquista, y todo logro en el que otros pierdan, resultará fatuo y vano.

Matakishi y Tahei son dos pelafustanes que ahora huyen con aspecto de vagabundos. Aún siguen muy cerca de la temible fortaleza oculta... y son tomados como prisioneros. Pero el destino está de su lado, y tras una terrible masacre que semeja la de las escaleras de Odessa, (un guiño de Kurosawa a S. Eisenstein), los vemos luego por las agrestes montañas, encontrando blasones de oro, y enseguida, a un adusto hombre que se presenta como Rokurota Makabe, quien les promete mucho oro a cambio de que le ayuden.

Es esta una aventura a lo Robin Hood. Misión: salvar a la princesa Yukihime, quien ahora es buscada por todos los rincones con el ánimo de eliminarla. Preciosa y con mucho carácter, además del tesoro que ella misma representa, otro tesoro debe ser llevado con ella para poder resarcir el reino. Y es este el objetivo que se traza el par de codiciosos, y muy tontos, ayudantes de camino.

El tono de comedia lo imponen ellos con sus necias estrategias para salirse con la suya, mientras Makabe cuida de la princesa a la que, por “extrañas razones”, hace pasar por muda. Hay momentos divertidos, uno que otro lucimiento en la puesta en escena y una música de escape bella e imponente. Tambien hay lugar para uno que otro ejercicio de dignidad… y la tentación sigue presente reiteradamente, para que Matakishi y Tahei puedan tener nuevas oportunidades de elegir entre la amistad, la dignidad y el servicio al imperio… o el oro.

Pese al Oso de Plata obtenido en Berlín, esta es apenas una simpática y atractiva aventura a la que le sobra algún metraje y, siento que se le dio demasiado protagonismo a los tontos codiciosos, sacrificando con esto, necesarias y preferibles ocasiones, para profundizar en la relación del general con la adorable - aunque recia - princesa.

Toshiro Mifune ajustado una vez más a su rol de héroe y Misa Uehara con un afortunado debut como la princesa Yukihime. Una nueva, y muy joven Misa Uehara, triunfa ahora en el celuloide y aparece en títulos como “La Maldición” (Ju-on). ¿Se trata de su hija?

“LA FORTALEZA ESCONDIDA” seguro alegrará una velada en familia… siempre que sus hijos no piensen como mi hija de 8 años quien, por estos días, me salió con esta: “Papi, ¡usted si es raro!, gustarle esas películas tan viejas y en blanco y negro… sabiendo que nosotros tenemos televisor”.

Título para Latinoamerica: “LA FORTALEZA OCULTA”
17 de agosto de 2009
25 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es, éste, uno de los western más entrañables que haya podido ver en mi vida. Contiene todo lo que me gusta de este maravilloso género: Excelentes caracteres humanos; una historia fuerte e impecablemente desarrollada; una bella ambientación; una monumental fotografía y una efectiva banda sonora… y claro, un inmejorable grupo de actores que encajan a la perfección en sus inolvidables personajes: McKay, Julie, Rufus, Leech, Buck, Henry Terrill… y hasta Ramón Gutiérrez, nos mueven las fibras más hondas, haciéndonos entender la pluralidad emocional que abunda en este mundo donde, son razones muy profundas y comprensibles, las que nos llevan a actuar como lo hacemos.

Con guion de, James R. Webb, Sy Bartlett y otros, basados en la exitosa novela, "The Big Country", que Donald Hamilton publicara en 1958, la historia nos presenta a otro de esos hombres que son acrisolados ejemplos de vida íntegra. Sobriamente interpretado por Gregory Peck -quien incorpora a su brillante carrera otro héroe inmortal como Francis Chisholm, Ezra Baxter, Jimmie Ringo o Atticus Finch-, Jim McKay es un capitán de barco que llega para conocer al padre de su prometida Patricia, el mayor Henry Terrill, un terrateniente de costumbres feudales, a cuya única hija consiente y apoya en su decisión de casarse. Muy pronto, McKay es puesto a prueba por los valentones del pueblo y por el capataz de la hacienda, pero, él rehuye los retos por razones que, aunque a la vista de todos parecen manifestaciones de cobardía, son un acto de conciencia plena y de absoluta madurez emocional.

“Hay personas a las que no puedes insultar, aunque te lo propongas, y hay otras que se acaloran por la cosa más insignificante”. Son éstas, las palabras más lúcidas que brotan de los labios de Patricia y definen claramente el carácter de McKay, un hombre que bien sabe que, “hay cosas que un hombre tiene que probarse a sí mismo y no a los demás”.

Parte de la gran tragedia del oeste norteamericano, radicó en que abundaban los hombres que, con un rancio concepto de la hombría, se pasaban cada día tratando de demostrar a los demás lo valientes que eran… y así, no tardaba en aparecer alguien que demostraba que era más “valiente” que ellos, aunque para lograrlo tuviera que disparar por la espalda… pues, éste es el punto débil hasta de los mejores tiradores.

El maestro, William Wyler, no deja ni un solo cabo suelto y su poderoso filme se cuece al calor de enaltecidos sentimientos, de rasgos de temple y dignidad a toda prueba. Hay lugar para las sutilezas amorosas, para la preservación del honor, para ejemplarizar la lealtad a toda costa… y para establecer una nueva alianza que permita el resurgir de la paz.

<<HORIZONTES DE GRANDEZA>>, hace honor a su título. El arte cinematográfico alcanza, así, sus más altas cimas.
17 de agosto de 2011
24 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pregúntele a cualquier persona como sería un abogado ideal y todo el mundo sabrá darle una respuesta más o menos justa. Igual ocurre si pregunta usted por el médico, el político, el policía… o el sacerdote que todos quisiéramos. Todo el mundo lo sabe… excepto ellos mismos. Quizás lo presientan, pero no lo saben con certeza porque, de lo contrario, no creo que serían tan ajenos a lo que todo el mundo espera de ellos.

Tengo la impresión de que esto es, en parte, lo que ha motivado a Leo McCarey a volver al tema del estupendo padre O´Malley que tanto éxito -Oscares incluídos- le generó en su primera aparición en “Siguiendo mi camino”. ¡Y claro, ya todos sabemos que, cuando una veta da oro, nadie se conforma con echarle pica una sola vez!

En cualquier caso, es oro puro lo que ha vuelto a dar esta veta, porque, no obstante su juventud, fue muy afortunada la inclusión de Ingrid Bergman como la “contraparte” un tanto anclada, que habrá de recibir la visión progresista y el comportamiento hondamente solidario del sacerdote encargado de llevar a cada nuevo espacio un poco de luz. La madre superiora del colegio Santa María todavía cree que basta rezar para que las cosas cambien, todavía piensa que tenemos sólo cinco sentidos para interpretar el mundo, y está segura que son las buenas calificaciones las que determinan quien es brillante y quien no lo es. Sobre todo esto, y algunas otras cosas, O´Malley ya tiene otros puntos de vista que abren caminos y expanden conciencias.

“LAS CAMPANAS DE SANTA MARÍA” es un filme renovador, lleno de entusiasmo por la vida, y con un respeto profundo por los seres humanos, aún con aquellos que no dan pasos ciertos. Basado en una historia de McCarey, Dudley Nichols ha conseguido un guión bien matizado, con afortunados apuntes humorísticos, y con momentos emotivos sin concesiones a la melosería o al melodrama lacrimógeno.

Una vez más, Bing Crosby consigue una actuación plena de carisma, y tanto Ingrid Bergman como Henry Travers, le hacen un magnífico tercio como los terrenos que hay que abonar, para poder lograr que el progreso moral y material alcancen a la promisoria Santa María.

Y creo que vale terminar con una frase de la madre Benedict que, todos aquellos que aspiran a tomar vocaciones religiosas, deberían tener en cuenta:
“No se toman los hábitos para huir de la vida, ni tampoco por haber perdido algo, sino más bien por haberlo encontrado”.
16 de septiembre de 2009
24 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
La guerra de secesión ha terminado... y ahora, el que fuera un rebelde confederado, John Chandler, va de ciudad en ciudad y de estado en estado, buscando a un médico que consiga curar a su pequeño hijo, David, quien desde hace ya un año perdió el habla tras una cruenta acción de guerra. Hasta ahora, todo ha sido en vano, pero, Chandler, mantiene viva la esperanza y así llega con su hijo y con su magnífico perro pastor, Lance, a un pequeño pueblo donde, ¡como bienvenida!, intentan robarle al animal y, él, termina condenado a pagar una multa o treinta días de cárcel. Así conocerá a, Linnett Moore, la dueña de una granja con quien pronto compartirá sus labores y su grata compañía.

Como la existencia es un juego alternativo en el que las cosas agradables, pero, también los escollos están siempre a la vera del camino, los Burleigh -el padre y sus dos hijos-, saldrán al paso para causar las necesarias dificultades a sus vidas, pero ahora, la solitaria Linnett, ya no es más la solitaria, pues ahora cuenta con valiosa compañía y la rivalidad va a ser a otro precio.

Escrito por, Joseph Petracca y Lillie Hayward, basados en la historia, “The Journal of Linnett Moore”, de James Edward Grant, este es, por sobre todo, un western romántico donde, dos almas que parecían condenadas cada a la soledad, buscan hallar una nueva razón para vivir. En una brillante demostración de cine estilizado y elegante, el director Michael Curtiz, relega a segundo plano los duelos y los tiroteos, para contarnos una historia pletórica de humanidad donde, los sentimientos y el esfuerzo solidario en procura de una vida mejor, pesa fuertemente en sus protagonistas.

Resulta encantadora la manera como se va tejiendo el asentamiento para que surja una nueva familia y es, especialmente grata, la forma como se va haciendo palpable el lazo estrecho que existe entre el bien y el mal, y la manera como éste, finalmente, tiende a conducir al bien.

Los seres humanos sentimos desilusión cuando lo que deseamos no lo conseguimos, pero, quien conoce las reglas de la vida, acoge sin objeción lo que sucede porque, con demasiada frecuencia, es afortunado no obtener lo que uno desea. Lo que suele llamarse mal, no es más que el instrumento para que pueda realizarse el bien, y en este relevante filme, podremos verlo en forma resplandeciente:

(Aquí cito escenas importantes) Se necesitaba la pelea y la multa a Chandler para que este pudiera conocer a Linnett. Hacía falta el paso de las ovejas por los sembrados para que, la dueña de la granja, pudiera comprender el valor y el compromiso de aquellos a quienes está abriendo sus puertas y su corazón. Era necesario el incendio del granero, para que no se marchara su más bella esperanza… y era procedente la estratagema última de papá Burleigh, para que así los vientos pudieran soplar con su máxima frescura... y, Tom, ha quedado en pie, porque el paraíso todavía no está al alcance en el planeta tierra.

Este filme rememora lejana, pero inevitablemente a, “Shane” de George Stevens, que también protagonizara, Alan Ladd; y como éste, también, <<EL REBELDE ORGULLOSO>>, me resulta un filme inolvidable.
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