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Concierto

5,7
36
4
18 de julio de 2019
18 de julio de 2019
0 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decades es solo un poco más que un CD de promoción de esos que incluyen como bonus en un disco de vinilo.
Lo que aquí vemos rebosa en pomposidad musical como una especie de proyecto megalómano de unos señores y señora mayores que ya chochean con una originalísima idea (entiéndase como ironía) y es añadir una orquesta de no sé cuantos sintetizadores con un resultado absolutamente inocuo.
Es más resaltable la puesta en escena con esos módulos de fondo a lo Mondrian actualizado al siglo XXI que la propuesta musical.
Bernard Sumner aparece como el enterado del grupo con sus opiniones que no admiten controversia y es que después de la lectura de su libro (New O., Joy D. y yo) ya me dejó esa impresión, donde arremete y ajusta las cuentas a su compañero P. Hook. Era de esperar que en estos "New new order" Hook ni aparezca ni se le espere.
En este mismo sentido me sorprendió el buen humor y simpatía que destila ante la cámara Stephen Morris pistas para seguir como respuesta a ese cambio radical y acertado de no seguir la línea de Joy Division, estos jóvenes llenos de vida no podían enrocarse en el pasado al margen de su viaje de decubrimiento a New York y sus antros de la música de baile tan diferente de ese Manchester post industrial y cutre.
Es inevitable que el documental, como casi todo lo que rodea a New Order, se vuelve interesante, eso sí con cuenta gotas, cuando entra en escena Joy Division y se alargaría a ese nuevo concepto musical traído después de su viaje a New York y hasta ahí cualquier interés por la banda para el público que simplemente es curioso y no acérrimo por que entre otras cosas no dan para más como este Decades confirma son un grupo más sin pena ni gloria, uno de tantos de aquellos años que hoy en día se ve con cierto patetismo por los escenarios.
Lo que aquí vemos rebosa en pomposidad musical como una especie de proyecto megalómano de unos señores y señora mayores que ya chochean con una originalísima idea (entiéndase como ironía) y es añadir una orquesta de no sé cuantos sintetizadores con un resultado absolutamente inocuo.
Es más resaltable la puesta en escena con esos módulos de fondo a lo Mondrian actualizado al siglo XXI que la propuesta musical.
Bernard Sumner aparece como el enterado del grupo con sus opiniones que no admiten controversia y es que después de la lectura de su libro (New O., Joy D. y yo) ya me dejó esa impresión, donde arremete y ajusta las cuentas a su compañero P. Hook. Era de esperar que en estos "New new order" Hook ni aparezca ni se le espere.
En este mismo sentido me sorprendió el buen humor y simpatía que destila ante la cámara Stephen Morris pistas para seguir como respuesta a ese cambio radical y acertado de no seguir la línea de Joy Division, estos jóvenes llenos de vida no podían enrocarse en el pasado al margen de su viaje de decubrimiento a New York y sus antros de la música de baile tan diferente de ese Manchester post industrial y cutre.
Es inevitable que el documental, como casi todo lo que rodea a New Order, se vuelve interesante, eso sí con cuenta gotas, cuando entra en escena Joy Division y se alargaría a ese nuevo concepto musical traído después de su viaje a New York y hasta ahí cualquier interés por la banda para el público que simplemente es curioso y no acérrimo por que entre otras cosas no dan para más como este Decades confirma son un grupo más sin pena ni gloria, uno de tantos de aquellos años que hoy en día se ve con cierto patetismo por los escenarios.

7,1
4.233
3
16 de noviembre de 2019
16 de noviembre de 2019
5 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este no es el caso: No estamos ante un director novel, orgulloso de su primera obra. No se puede ser indulgente con quien lleva ya nueve largos a sus espaldas habría que pedirle algo más.
Por evidente y notorio no perderemos el tiempo con referencias Hitchconianas.
En El carnicero encontramos un guion falto de tensión que se pierde en la superficialidad más banal. No se desliza hacia un costumbrismo opresor del ambiente rural francés, tan solo aparece como parte del paisaje, como fondo de escenario.
Jean Yanne y S. Audran acaparan todo el protagonismo, realizan un trabajo correcto y consiguen transmitir una química sexual que desconozco si era intencionada por parte del director o acierto de figurinistas, sastres y equipo de maquillaje y peluquería los grandes olvidados de esta industria cuando se trata de presentar ante la cámara personas comunes como tú y yo (te aseguro que no soy un zombi, ni me tendrían que envejecer cincuenta años).
Tras noventa y cinco minutos el desenlace te deja frío, ni siquiera merece la pena hacer un esfuerzo intelectual para comprender algo ya que una vez se apaga la pantalla la realidad se impone olvidándose completamente de este entretenimiento nimio.
No seré condescendiente con el alumno Chabrol como Stéphane Audran en el papel de la profesora Hélenè con su alumno favorito en cuestión de problemas de trenes, Chabrol no lo ha sabido resolver: suspendido.
Por evidente y notorio no perderemos el tiempo con referencias Hitchconianas.
En El carnicero encontramos un guion falto de tensión que se pierde en la superficialidad más banal. No se desliza hacia un costumbrismo opresor del ambiente rural francés, tan solo aparece como parte del paisaje, como fondo de escenario.
Jean Yanne y S. Audran acaparan todo el protagonismo, realizan un trabajo correcto y consiguen transmitir una química sexual que desconozco si era intencionada por parte del director o acierto de figurinistas, sastres y equipo de maquillaje y peluquería los grandes olvidados de esta industria cuando se trata de presentar ante la cámara personas comunes como tú y yo (te aseguro que no soy un zombi, ni me tendrían que envejecer cincuenta años).
Tras noventa y cinco minutos el desenlace te deja frío, ni siquiera merece la pena hacer un esfuerzo intelectual para comprender algo ya que una vez se apaga la pantalla la realidad se impone olvidándose completamente de este entretenimiento nimio.
No seré condescendiente con el alumno Chabrol como Stéphane Audran en el papel de la profesora Hélenè con su alumno favorito en cuestión de problemas de trenes, Chabrol no lo ha sabido resolver: suspendido.

4,4
585
1
17 de marzo de 2020
17 de marzo de 2020
0 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No, en serio, no se lo van a creer pero sí, me la tragué toda. Y es que cuando se tiene tanto tiempo que gastar sin poder salir de casa uno se agarra a cualquier cosa con tal de evadirse y claro pasa lo que pasa.
El caso es que esto no empieza mal con una Vespa recorriendo los títulos de crédito en los que, no aparece la localización del pueblo con sus gentes entregadas para hacer de extras, imperdonable tamaña ingratitud. Lo que si se localiza son ciertas calles de Madrid recorridas en una preciosa Lambretta roja y blanca y la modernista gasolinera de Los ángeles, en la nacional VI y para de contar bondades porque el guion tiene menos enjundia que un anuncio de Spotify, el cancionero parece confeccionado por desechos de descartes de canciones y el argumento es tan simple que hace que ver pasar las nubes sea menos previsible que este engendro.
Ni la satrería Cornejo, ni los camiones Ebro, ni el costumbrismo folclórico rural, ni siquiera el vestuario, salvo en Pedro y en Rocío y no siempre, levantan un milimetro esta película.
No obstante sigo escuchando "En un cartel de publicidad" de Marieta y los Brincos o "Contenta" de "Buenos días condesita" canciones más cercanas a los 17 años que este despropósito de película.
El caso es que esto no empieza mal con una Vespa recorriendo los títulos de crédito en los que, no aparece la localización del pueblo con sus gentes entregadas para hacer de extras, imperdonable tamaña ingratitud. Lo que si se localiza son ciertas calles de Madrid recorridas en una preciosa Lambretta roja y blanca y la modernista gasolinera de Los ángeles, en la nacional VI y para de contar bondades porque el guion tiene menos enjundia que un anuncio de Spotify, el cancionero parece confeccionado por desechos de descartes de canciones y el argumento es tan simple que hace que ver pasar las nubes sea menos previsible que este engendro.
Ni la satrería Cornejo, ni los camiones Ebro, ni el costumbrismo folclórico rural, ni siquiera el vestuario, salvo en Pedro y en Rocío y no siempre, levantan un milimetro esta película.
No obstante sigo escuchando "En un cartel de publicidad" de Marieta y los Brincos o "Contenta" de "Buenos días condesita" canciones más cercanas a los 17 años que este despropósito de película.
5
3 de febrero de 2020
3 de febrero de 2020
5 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una serie más sobre polis y cacos o polis y narcos que despunta ligeramente de la media.
Aquí tenemos unos policías con sus particularidades: el clásico policía irlandés rebelde, un jefe siempre con cara de mala leche pero con un gran corazón y el poli duro, en este caso una mujer en fin el no va más de la originalidad.
Coordinar el guión, que se nota la mano de alguien que conoce el paño policial, con tantos directores debe entrañar cierta dificultad que se deja notar puntualmente en el final del capítulo siete con el truco barato de que va a dar un vuelco la trama para que el siguiente director lo ignore totalmente.
Por otro lado se pierde el hilo con algunos personajes que no se logra identificar o no te explicas en que momento cambiaron de actitud si dejas pasar más de una semana entre capítulos.
No obstante el nivel medio de los episodios sobresale de la media de producciones algunos levantan bostezos y miradas a lo que queda para que termine y es que el interés que despierta la historia ya la hemos visto muchas veces: ni todos los narcos son malísimos ni todos los policías buenísimos.
Me pregunto sí una serie así, ambientada con sus peculiaridades en el terreno y la sociedad y de trama parecida en Atenas por ejemplo o Roma, pongo por caso, trascendería mundialmente o solo sería un éxito local.
Creo que la respuesta la conocemos todos.
Aquí tenemos unos policías con sus particularidades: el clásico policía irlandés rebelde, un jefe siempre con cara de mala leche pero con un gran corazón y el poli duro, en este caso una mujer en fin el no va más de la originalidad.
Coordinar el guión, que se nota la mano de alguien que conoce el paño policial, con tantos directores debe entrañar cierta dificultad que se deja notar puntualmente en el final del capítulo siete con el truco barato de que va a dar un vuelco la trama para que el siguiente director lo ignore totalmente.
Por otro lado se pierde el hilo con algunos personajes que no se logra identificar o no te explicas en que momento cambiaron de actitud si dejas pasar más de una semana entre capítulos.
No obstante el nivel medio de los episodios sobresale de la media de producciones algunos levantan bostezos y miradas a lo que queda para que termine y es que el interés que despierta la historia ya la hemos visto muchas veces: ni todos los narcos son malísimos ni todos los policías buenísimos.
Me pregunto sí una serie así, ambientada con sus peculiaridades en el terreno y la sociedad y de trama parecida en Atenas por ejemplo o Roma, pongo por caso, trascendería mundialmente o solo sería un éxito local.
Creo que la respuesta la conocemos todos.
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