No es ingeniosa... por supuesto que no. La actuación de Vera Valdez resulta sobresaliente. Almudena Amor, perfila su interpretación con una mezcla de candidez y fuerza que aportan atractivo.

Me ha gustado menos el planteamiento y el nudo, mal resueltos ambos, manteniendo una carencia de concreción importante; lo que produce cierto alejamiento.

Un buen puñado de secuencias innecesarias, que, aligeradas en la sala de montaje hubieran dado como resultado un trabajo más dinámico.

En sus últimos minutos ha conseguido ponerme los pelos de punta, algo que nos sucedía desde hace años. Razón por la que le he subido la nota.

Se manejan con desacierto los elementos que componen la historia; una lástima pues el proyecto, si hubiese recibido otro enfoque podría dar como resultado un largometraje provechoso.

Su confusión (tal vez su directora sí la comprenda) es lo más destacable... Poco importan unas buenas interpretaciones, si la trama y el desarrollo no alcanzan esa normalidad que debería existir en cualquier narrativa, independiente al género. Incluso en el riesgo que algunos directores deciden asumir, habría que contar con esa nota de cercanía cómplice con el espectador, que es lo que de verdad atrapa.

Durante algunos minutos me dormí. Conclusión: Dominada por una torpeza torpemente torpe.

Tal vez el marco narrativo, no explora la coherencia del personaje interpretado por Derek Luke; al carecer de congruencia, o conexión entre las dos vertientes mostradas.

Denzel Washington, como director, parece complacido ofreciendo esta historia sumida en el desarraigo, el dolor, el miedo, la traición... Confía en lo que se nos cuenta, y cree dominar los medios para conseguirlo.

Resulta autocomplaciente y con bastantes trampas al espectador, habituales en el género. Mucha sonrisa, empatía, sufrimiento e incomprensión. Los ingredientes están bien trasladados a la pantalla, aunque su mensaje final, escasamente llega.

La ejecución resulta magnífica, buenos efectos, ritmo adecuado al género... PERO... Pero... las interpretaciones parecen las de un taller de teatro escolar.

Resultan tan primarias que restan credibilidad al proyecto, una lástima porque hubieran podido generar una interesante película de acción. Se queda en una nadería olvidable.

Se enquista en esa desesperanza de los que se saben perdedores, en este caso un padre alcohólico y fracasado que arrastra con él a su hija a punto de ir a la universidad. Padre e hija saben que jamás se alejarán de su esquiva suerte.

Habla de sueños rotos, ideales perdidos: una vida que se antoja tan lúgubre como indefinida. Interpretada con sobriedad y eficacia; sin aburrir, tampoco ofrece un entretenimiento sobresaliente. No la voy a aprobar, porque no ha sabido jugar eficazmente las soberbias cartas con las que contaba.