Recuerdo el culebrón Figo de aquellos años, y cómo levantaba discusiones en el comedor de la fábrica donde trabajaba los veranos, a la hora del bocadillo. Pero uno va madurando y le va restando importancia a estas "operaciones", no a nivel futbolístico si no cómo afectan a uno en su día a día.

He visto el documental esperando entender algo sobre los intrincados mundos de la política futbolera, y algo deja entrever, pero todo gira en torno al punto de vista del fanatismo futbolero y los sentimientos que mueve. Apto para fanáticos del fútbol y para fans que aún no han superado idolatrar a un señor que jugaba en su club por dinero.

He puntuado el documental con un 3 porque es una historia que bien podría haberse explicado en 45 minutos si no fuera porque la han llenado de silencios y momentos de pretendida tensión.

He de reconocer que la serie me ha entretenido a pesar de ser un poco dramón.

Lo que más me llama la atención es que esta serie se emita en Netflix. La plataforma que es capaz de hacer un biopic de Joe Biden protagonizado por un africano, a la que siempre se le acusa de ser un poco brasas con el con el contenido etiquetado como "woke", se saca de la chistera esta serie que gira en torno a la protagonista, Miyo, cuya aspiración en la vida es hacer feliz a su marido y ganarse su aprobación, a pesar de que ella se desprecia a sí misma.

Tras la gradual pérdida de calidad de la serie, en la que se pasó de un humor fino e inteligente a otro más en la línea de series como South Park o Padre de Familia, me esperaba un bodrio de película, creada para sacar una suculenta tajada en taquilla. No obstante, como fanático de los Simpson, fui a verla en su estreno.
Debieron ser las bajas expectativas que me creé, o que el guión fue creado durante la época dorada de los Simpson, pero me gustó, y bastante. Eso sí, que nadie espere nada más que un capítulo de algo más de una hora de duración, donde se recupera parte del espíritu subversivo y el humor ácido de los mejores años de esta serie.

Si bien no es tan buena como otras obras maestras de la animación, por ejemplo las tres de Toy Story, Rompe Ralph es algo más que un homenaje a los videojuegos. Es un homenaje a esos niños que crecimos en los 80 apasionados por esas "maquinitas" que a nuestros padres no les parecían más que un mal vicio donde gastábamos nuestro dinero, pero que para nosotros era la más increíble representación artística que existía. Por primera vez, dejábamos de ser pasivos espectadores de cine, oyentes de música, o lectores. Los videojuegos nos permitieron implicarnos en el desarrollo de cada una de las obras de arte en las que tomábamos un papel imprescindible.

Esta película va por todos esos artistas avanzados a su tiempo, y por todos esos niños que supimos valorarlos antes que lo hiciera el más reputado crítico de bellas artes.

El Gran Wyoming, Santi Millán, Gurruchaga... Cuando uno ve este reparto no se espera ver la mejor película del mundo, pero entra al cine dispuesto a echarse unas risas con los amigos.
Me reí con la primera gracieta del film, luego fue una continua sucesión de absurdos al más puro estilo "Aterriza Como Puedas", pero sin la frescura y originalidad de esta última.
Es la última vez que me la pegan estos pseudoactores que se autoproclaman intelectuales y se permiten opinar de cualquier cuestión allá donde van. Ha sido la única vez que he salido furioso de un cine, a punto de ir a reclamar mis (por entonces) 6 euros de la entrada al cine.