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Críticas ordenadas por utilidad
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8,1
139.029
10
10 de junio de 2023
10 de junio de 2023
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay un tiempo de amor que ya he vivido
y otro de soledad, olvido, nada,
(Albérico Mansilla)
El comienzo de Blade Runner merece ser considerado el mejor de la historia del cine, parece el sueño y pesadilla del desasosiego diseñado por Moebius.
Si solo tuviera por decreto de Sánchez y sus esbirros progresistas y su fobia compulsiva hacia el hombre de la calle una película de culto no podría ser otra que Rachel, una replicante casi humana que puede llegar a sentir y enamorarse. Harrison Ford es tan humano que parece incapaz de rechazar un polvo fácil, tan desencantado que parece estar caminando por una novela más negra que el sueño eterno, vamos a reconocer que la ilación no es una de las virtudes de esta película fascinante.
El rey de los desengañados no tiene nada que perder, como los anti-héroes de Scorsese, más bien de Robert de Niro (No podemos obviar que el más profundo y amargo de ellos sea el cazador de Cimino) , no sueña, eso se lo reserva a su fiel y sentimental muñeca, apenas piensa. Tiene, como Robert Jordan, que dinamitar un puente y es lo único que le importa, aunque sepa, a ciencia cierta, que no sirve para nada. Su tiempo del amor se ha diluido.. .
y otro de soledad, olvido, nada,
(Albérico Mansilla)
El comienzo de Blade Runner merece ser considerado el mejor de la historia del cine, parece el sueño y pesadilla del desasosiego diseñado por Moebius.
Si solo tuviera por decreto de Sánchez y sus esbirros progresistas y su fobia compulsiva hacia el hombre de la calle una película de culto no podría ser otra que Rachel, una replicante casi humana que puede llegar a sentir y enamorarse. Harrison Ford es tan humano que parece incapaz de rechazar un polvo fácil, tan desencantado que parece estar caminando por una novela más negra que el sueño eterno, vamos a reconocer que la ilación no es una de las virtudes de esta película fascinante.
El rey de los desengañados no tiene nada que perder, como los anti-héroes de Scorsese, más bien de Robert de Niro (No podemos obviar que el más profundo y amargo de ellos sea el cazador de Cimino) , no sueña, eso se lo reserva a su fiel y sentimental muñeca, apenas piensa. Tiene, como Robert Jordan, que dinamitar un puente y es lo único que le importa, aunque sepa, a ciencia cierta, que no sirve para nada. Su tiempo del amor se ha diluido.. .

7,4
6.873
10
26 de mayo de 2023
26 de mayo de 2023
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El rodaje de "Vidas rebeldes" acabaría siendo una tortura para los tres protagonistas, el guionista y el director, aunque es posible que este último, John Huston, disfrutara en el sufrimiento con aquella explosión auténtica de vida que encajaba con su aliento existencial; malgastó en el casino incluso lo que no era suyo[1] mientras fumaba y bebía compulsivamente. No importaba que esa vida se estuviera apagando en los ojos de los protagonistas, porque ese ocaso traspasaba los límites de la ficción para convertirse en un testimonio desolador de la belleza entre el desierto caluroso pero oscuro y el espíritu irrefrenable de la decadencia humana. Probablemente el genial director no volvería a encontrar esa senda en el vientre de la melancolía hasta que llegaron los muertos de “Dublineses” cuando ya se estaba muriendo mientras pagaba el tributo a una ruta plagada de excesos que había provocado que muchas veces no pudiera exhibir su inmenso talento. Para él la vida estaba demasiado por encima de la gloria.
El guion de "Vidas rebeldes", película que, desde mi punto de vista, llegará a ser mítica algún día por sus valores cinematográficos intrínsecos no solo por ser una leyenda, iba siendo modificado en la medida que Arthur Miller se convencía de que Marilyn no iba a cambiar nunca aunque fuera distinta, no llegaría a ser como él quiso alguna vez que fuera antes de su pregonado romance con el actor y cantante francés Yves Montand, él no sería una excepción que cercenara su naturaleza enamoradiza y con tendencia a la infidelidad. Marilyn era aquella muchacha de belleza explosiva que había deslumbrado en una parada de autobús, ligera de cascos, sin familia y, lo más peligroso, sentimental. Sus personajes no tenían ataduras emocionales cuando no quedaba amor, a veces incluso cuando no era así, ni sociales, ya que nunca habían tenido una reputación que proteger o un hogar que mantener en pie. Pero acababan vendiéndose por un gesto de comprensión o una caricia con la mirada.
De aquel duelo involuntario de perdedores se deduce, nunca se confirmó, que Marilyn cayó prendida por el atractivo otoñal y la sonrisa entre cínica y tierna de Clark Gable, y ahí se resuelve el extraño y profundo magnetismo que desprenden las escenas que comparten. Es posible, de ser cierto, que ahí radicara la causa principal de la ruptura[2]; la paciencia de Miller tenía unos límites. Pero también se afirma que el matrimonio ya había naufragado; los devaneos y las tendencias depresivas de Marilyn no mejoraban con esta relación que fue celebrada por la prensa, haciéndole poca justicia a Marilyn, como la unión del cerebro y el cuerpo, a esto habría que añadir un aborto que la llevó a un pasaje del agua sin retorno. Se rumorea que el hijo que esperaba no era de Arthur Miller sino de Yves Montand. Pero ni siquiera es seguro que hubiera estado embarazada. Esto es otra historia que la prensa menos rigurosa no ayuda a esclarecer; llega a hablar de que la actriz tuvo en su vida cuatro abortos, todos ellos involuntarios. Tiempo después supe que Henri Miller tendría un hijo, Daniel, al que abandonó porque tenía síndrome de Down. Daniel lo acabó perdonando, puede que yo no haya podido hacerlo.
Miller desnudó el alma de su mujer y, aparentemente, acabó siendo indiscreto y cruel, tenía motivos sobrados para ambas cosas ya que había sufrido un castigo duro, excesivo incluso para un hombre abierto y liberal como él que pertrechado en su inteligencia sabía beber sin embriagarse los sorbos amargos del drama de la vida. A pesar de todo le acabó sirviendo en el aire el papel que ella siempre había buscado como a una Salomé inconstante, errática y sin ninguna concesión a la prudencia, eso sí cargada de buenas intenciones. Siempre se ha dicho que el pecado más grande de Marilyn era su incapacidad para mentir.
El resultado de “Vidas rebeldes” no acabó de satisfacer a la crítica aunque la considere un documento mítico y único por desvelarnos en primera plana el destino que esperaba a los protagonistas; Clark Gable parecía presagiar su cercano final, con la mirada introspectiva, la respiración profunda y el cansancio en su rostro. Marilyn estaba desquiciada por sus amores perdidos, por el alcohol y el Nembutal, y, para empeorarlo todo, cayó enferma. Montgomery Clift seguía hundido en su tormento y enredado en las drogas que lo arrojaban en el regazo de sus ansias autodestructivas, ya que no podía superar el terrible accidente que lo desfiguró y lo entregó al dolor, a lo que se añadía su sempiterno drama por no asumir su más que probable homosexualidad (hace poco he leído que la vivió plenamente, que no le preocupaba demasiado).3. La película tampoco contó con la mirada condescendiente del público que no supo apreciar en un primer momento que nunca la tristeza había desprendido, desde el gris, tanto resplandor, nunca había la belleza profanado con tanta sensualidad y telúrica morbidez los templos ruinosos y sombríos de la desesperanza. No fue, sin duda, el último western como dijo Arthur Miller, pero sí la última película para dos mitos y el crepúsculo prematuro y tortuoso para otro.
[1] Huston había recibido dinero adelantado para gastos de la película por parte de la productora y la cantidad que había gastado era superior a sus emolumentos.
[2] Hoy día se tiende a pensar que lo que Marilyn sintió por Clark Gable era algo parecido al complejo de Electra pero, extrañamente, sin implicaciones sexuales en su caso; el mítico actor sería el padre aventurero, soñador y cariñoso que siempre quiso tener. Por otra parte es más que probable que Arthur Miller ya hubiera arrojado la toalla antes de que empezara el rodaje, era demasiado duro afrontar el último idilio, que llegó a ser público, de la actriz con Yves Montand, además conoció a Inge Morath, una fotógrafa que, junto a otros muchos, hacía la cobertura de la película y, ante la evidencia del distanciamiento con Marilyn, intimó con ella. Se casarían poco tiempo después.
El guion de "Vidas rebeldes", película que, desde mi punto de vista, llegará a ser mítica algún día por sus valores cinematográficos intrínsecos no solo por ser una leyenda, iba siendo modificado en la medida que Arthur Miller se convencía de que Marilyn no iba a cambiar nunca aunque fuera distinta, no llegaría a ser como él quiso alguna vez que fuera antes de su pregonado romance con el actor y cantante francés Yves Montand, él no sería una excepción que cercenara su naturaleza enamoradiza y con tendencia a la infidelidad. Marilyn era aquella muchacha de belleza explosiva que había deslumbrado en una parada de autobús, ligera de cascos, sin familia y, lo más peligroso, sentimental. Sus personajes no tenían ataduras emocionales cuando no quedaba amor, a veces incluso cuando no era así, ni sociales, ya que nunca habían tenido una reputación que proteger o un hogar que mantener en pie. Pero acababan vendiéndose por un gesto de comprensión o una caricia con la mirada.
De aquel duelo involuntario de perdedores se deduce, nunca se confirmó, que Marilyn cayó prendida por el atractivo otoñal y la sonrisa entre cínica y tierna de Clark Gable, y ahí se resuelve el extraño y profundo magnetismo que desprenden las escenas que comparten. Es posible, de ser cierto, que ahí radicara la causa principal de la ruptura[2]; la paciencia de Miller tenía unos límites. Pero también se afirma que el matrimonio ya había naufragado; los devaneos y las tendencias depresivas de Marilyn no mejoraban con esta relación que fue celebrada por la prensa, haciéndole poca justicia a Marilyn, como la unión del cerebro y el cuerpo, a esto habría que añadir un aborto que la llevó a un pasaje del agua sin retorno. Se rumorea que el hijo que esperaba no era de Arthur Miller sino de Yves Montand. Pero ni siquiera es seguro que hubiera estado embarazada. Esto es otra historia que la prensa menos rigurosa no ayuda a esclarecer; llega a hablar de que la actriz tuvo en su vida cuatro abortos, todos ellos involuntarios. Tiempo después supe que Henri Miller tendría un hijo, Daniel, al que abandonó porque tenía síndrome de Down. Daniel lo acabó perdonando, puede que yo no haya podido hacerlo.
Miller desnudó el alma de su mujer y, aparentemente, acabó siendo indiscreto y cruel, tenía motivos sobrados para ambas cosas ya que había sufrido un castigo duro, excesivo incluso para un hombre abierto y liberal como él que pertrechado en su inteligencia sabía beber sin embriagarse los sorbos amargos del drama de la vida. A pesar de todo le acabó sirviendo en el aire el papel que ella siempre había buscado como a una Salomé inconstante, errática y sin ninguna concesión a la prudencia, eso sí cargada de buenas intenciones. Siempre se ha dicho que el pecado más grande de Marilyn era su incapacidad para mentir.
El resultado de “Vidas rebeldes” no acabó de satisfacer a la crítica aunque la considere un documento mítico y único por desvelarnos en primera plana el destino que esperaba a los protagonistas; Clark Gable parecía presagiar su cercano final, con la mirada introspectiva, la respiración profunda y el cansancio en su rostro. Marilyn estaba desquiciada por sus amores perdidos, por el alcohol y el Nembutal, y, para empeorarlo todo, cayó enferma. Montgomery Clift seguía hundido en su tormento y enredado en las drogas que lo arrojaban en el regazo de sus ansias autodestructivas, ya que no podía superar el terrible accidente que lo desfiguró y lo entregó al dolor, a lo que se añadía su sempiterno drama por no asumir su más que probable homosexualidad (hace poco he leído que la vivió plenamente, que no le preocupaba demasiado).3. La película tampoco contó con la mirada condescendiente del público que no supo apreciar en un primer momento que nunca la tristeza había desprendido, desde el gris, tanto resplandor, nunca había la belleza profanado con tanta sensualidad y telúrica morbidez los templos ruinosos y sombríos de la desesperanza. No fue, sin duda, el último western como dijo Arthur Miller, pero sí la última película para dos mitos y el crepúsculo prematuro y tortuoso para otro.
[1] Huston había recibido dinero adelantado para gastos de la película por parte de la productora y la cantidad que había gastado era superior a sus emolumentos.
[2] Hoy día se tiende a pensar que lo que Marilyn sintió por Clark Gable era algo parecido al complejo de Electra pero, extrañamente, sin implicaciones sexuales en su caso; el mítico actor sería el padre aventurero, soñador y cariñoso que siempre quiso tener. Por otra parte es más que probable que Arthur Miller ya hubiera arrojado la toalla antes de que empezara el rodaje, era demasiado duro afrontar el último idilio, que llegó a ser público, de la actriz con Yves Montand, además conoció a Inge Morath, una fotógrafa que, junto a otros muchos, hacía la cobertura de la película y, ante la evidencia del distanciamiento con Marilyn, intimó con ella. Se casarían poco tiempo después.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Carta de despedida a Roslyn y Arthur
Marilyn nunca estuvo más bella que en "Vidas rebeldes", creo que a ello contribuyó que se sentía más insegura que nunca con sus 34 años y que dejó fluir su tristeza natural, solo pondría a su altura la escena de "I'm through with love" de "Con faldas y a lo loco" precisamente porque erige un monumento a la melancolía en una película en la que llega a estar muy alegre.
Con respecto a "Vidas rebeldes" te diría que a mí me ha pasado lo contrario que a ti, la vi hace muchos años y no la tuve muy en cuenta; la veía muy lejos de “Niágara” o “Con faldas y a lo loco”. Volví a verla hace poco y cambié de opinión; entre las mejores películas de Huston aunque no esté a la altura de "Cayo Largo" o "Dublineses", hay muy pocas películas por encima de estas. Huston demostró siempre que le importaba más la vida que el cine y para él tuvo que ser un regalo, a pesar de la dificultad extrema, encontrarse con tres actores excepcionales que habían bajado la guardia y al mejor dramaturgo estadounidense del momento, con permiso de Tennessee Williams, a su disposición para modificar lo que iba saliendo sobre la marcha, el relato llevaba un tiempo escrito, se trataba de adaptarlo al estado emocional, más delicado aún de lo que se pensaba, de los actores; las estrellas no saben arrastrarse por la arena ni soportan, cómo el sol, que les miren a los ojos cuando caminan entre las nubes. Quizás no debamos verla como una película al uso, en un momento deja de importarnos lo que pasa, el argumento, la grisura que envuelve el pasado de los que siempre pierden, lo importante es ver como se interrelacionan los tres protagonistas en ese momento, cuando no parece que haya futuro, las miradas, los gestos, cómo transmitían el drama que vivía cada uno de ellos. El viejo y eterno seductor abría los ojos y creía ver los de la muerte confesando que había vivido aunque nunca se había recuperado del todo de la muerte en un avión de Carole Lombard. Más previsible y falto de sentido era el destino de sus jóvenes compañeros que quemaban los latidos con el paso acelerado sin detenerse siquiera para enfrentarse con los rostros del espejo.
Yo también pienso que nadie amó a Marilyn como el héroe italo-americano y que todo hubiera sido más fácil si ella hubiera sido Norma Jeane, no era un hombre preparado para lidiar con el resplandor indómito y voluble de una estrella sin norte, admitamos que casi ningún hombre lo está y ella puso el listón más alto que ninguna, quizás superada por Ava Gadner porque esta buscaba más sexo que amor y ha representado mejor que ninguna en Hollywood la asunción del papel que le estaba reservado al hombre en la conquista. Creo que Arthur Miller también la amó y que el problema, que acabaría reflejando un desdén evidente por la impotencia que sintió por no poder solucionarlo, es que llegó a comprenderla.
Cuando empezó el rodaje de la película hacía unos meses que todo había acabado; ella seguiría buscando la muerte cómo quien juega a la vida, él, hombre valiente e intachable en tantos órdenes de la vida, acabaría manchando para siempre su memoria con el trato lamentable que le daría a su hijo, Daniel, con síndrome de Down, pocos años después, a su hijo, porque tenía síndrome de Down. Admiro a Miller desde que vi “Todos eran mis hijos” cuando aún sabía hablar, he conocido esta noticia hace poco y me produjo tristeza. Su hijo vivió siempre en una residencia sin apenas visitas de su padre, no así de su madre, se abrazó a él mientras lo perdonaba, ya adulto, en público, sobre un escenario.
Neruda tuvo un comportamiento similar con su hija Marina, aquejada de hidrocefalia. El poeta, que yo sepa, nunca entonó un mea culpa por ello, sí por sus loas a Stalin en poemas y declaraciones. En cambio Joan Margarit y los suyos nos reconcilian con el mundo, su Joana es inmortal.
(20 de marzo de 2018)
Marilyn nunca estuvo más bella que en "Vidas rebeldes", creo que a ello contribuyó que se sentía más insegura que nunca con sus 34 años y que dejó fluir su tristeza natural, solo pondría a su altura la escena de "I'm through with love" de "Con faldas y a lo loco" precisamente porque erige un monumento a la melancolía en una película en la que llega a estar muy alegre.
Con respecto a "Vidas rebeldes" te diría que a mí me ha pasado lo contrario que a ti, la vi hace muchos años y no la tuve muy en cuenta; la veía muy lejos de “Niágara” o “Con faldas y a lo loco”. Volví a verla hace poco y cambié de opinión; entre las mejores películas de Huston aunque no esté a la altura de "Cayo Largo" o "Dublineses", hay muy pocas películas por encima de estas. Huston demostró siempre que le importaba más la vida que el cine y para él tuvo que ser un regalo, a pesar de la dificultad extrema, encontrarse con tres actores excepcionales que habían bajado la guardia y al mejor dramaturgo estadounidense del momento, con permiso de Tennessee Williams, a su disposición para modificar lo que iba saliendo sobre la marcha, el relato llevaba un tiempo escrito, se trataba de adaptarlo al estado emocional, más delicado aún de lo que se pensaba, de los actores; las estrellas no saben arrastrarse por la arena ni soportan, cómo el sol, que les miren a los ojos cuando caminan entre las nubes. Quizás no debamos verla como una película al uso, en un momento deja de importarnos lo que pasa, el argumento, la grisura que envuelve el pasado de los que siempre pierden, lo importante es ver como se interrelacionan los tres protagonistas en ese momento, cuando no parece que haya futuro, las miradas, los gestos, cómo transmitían el drama que vivía cada uno de ellos. El viejo y eterno seductor abría los ojos y creía ver los de la muerte confesando que había vivido aunque nunca se había recuperado del todo de la muerte en un avión de Carole Lombard. Más previsible y falto de sentido era el destino de sus jóvenes compañeros que quemaban los latidos con el paso acelerado sin detenerse siquiera para enfrentarse con los rostros del espejo.
Yo también pienso que nadie amó a Marilyn como el héroe italo-americano y que todo hubiera sido más fácil si ella hubiera sido Norma Jeane, no era un hombre preparado para lidiar con el resplandor indómito y voluble de una estrella sin norte, admitamos que casi ningún hombre lo está y ella puso el listón más alto que ninguna, quizás superada por Ava Gadner porque esta buscaba más sexo que amor y ha representado mejor que ninguna en Hollywood la asunción del papel que le estaba reservado al hombre en la conquista. Creo que Arthur Miller también la amó y que el problema, que acabaría reflejando un desdén evidente por la impotencia que sintió por no poder solucionarlo, es que llegó a comprenderla.
Cuando empezó el rodaje de la película hacía unos meses que todo había acabado; ella seguiría buscando la muerte cómo quien juega a la vida, él, hombre valiente e intachable en tantos órdenes de la vida, acabaría manchando para siempre su memoria con el trato lamentable que le daría a su hijo, Daniel, con síndrome de Down, pocos años después, a su hijo, porque tenía síndrome de Down. Admiro a Miller desde que vi “Todos eran mis hijos” cuando aún sabía hablar, he conocido esta noticia hace poco y me produjo tristeza. Su hijo vivió siempre en una residencia sin apenas visitas de su padre, no así de su madre, se abrazó a él mientras lo perdonaba, ya adulto, en público, sobre un escenario.
Neruda tuvo un comportamiento similar con su hija Marina, aquejada de hidrocefalia. El poeta, que yo sepa, nunca entonó un mea culpa por ello, sí por sus loas a Stalin en poemas y declaraciones. En cambio Joan Margarit y los suyos nos reconcilian con el mundo, su Joana es inmortal.
(20 de marzo de 2018)
Concierto

8,0
729
10
7 de enero de 2024
7 de enero de 2024
Sé el primero en valorar esta crítica
Con 23 años, era un buen bajista a secas y un compositor aceptable. He aquí que Rimbaud Barrett se nos muere en los aledaños de su tumba durante 40 años que demostraron que eran dos veces volver.
?Seguir? Hacia dónde, El espantapájaros y Emily ya no saben jugar o cantar- Atravesar un desierto con la inmortal Echoes es demasiado duro, cronológicamente su extravagancia, qué no fuera compañero sino César que no llegó a vislumbrar las cenizas de un volcán seriamente enfadado con un grupo intelectual de una Universidad de leyenda con los remos astillados u la línea de meta equivocada.
¿Importa que sea una persona políticamente equivocada que afirme haber visto lo que no puede verse Los demás lloran cada día los muertos y mutilados de la franja terrorista de Gaza 0n de los drones que sobrevuelan una infamia ventajista.
Volviendo a la película comprobamos que Syd y Rogers son dos genios, el primero nace sin saber por qué, el segundo trabaja en el río rebelde de la tortura.
¿Es mother la mejor canción del pop-rock-progresico....¿Por qué no. Un 10 rotundo àra Pink Floyd, a pesar de Roger, que no siempre supera su genio.
?Seguir? Hacia dónde, El espantapájaros y Emily ya no saben jugar o cantar- Atravesar un desierto con la inmortal Echoes es demasiado duro, cronológicamente su extravagancia, qué no fuera compañero sino César que no llegó a vislumbrar las cenizas de un volcán seriamente enfadado con un grupo intelectual de una Universidad de leyenda con los remos astillados u la línea de meta equivocada.
¿Importa que sea una persona políticamente equivocada que afirme haber visto lo que no puede verse Los demás lloran cada día los muertos y mutilados de la franja terrorista de Gaza 0n de los drones que sobrevuelan una infamia ventajista.
Volviendo a la película comprobamos que Syd y Rogers son dos genios, el primero nace sin saber por qué, el segundo trabaja en el río rebelde de la tortura.
¿Es mother la mejor canción del pop-rock-progresico....¿Por qué no. Un 10 rotundo àra Pink Floyd, a pesar de Roger, que no siempre supera su genio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Ojalá estuvieras aquí
¿Puedes distinguir entonces
entre el Paraíso y el Infierno?
¿Los cielos azules del dolor?
¿Distinguir entre un campo verde
y una gélida vía de acero?
¿Entre un esbozo y una sonrisa?
¿Piensas que puedes distinguirlos?
¿Lograron que cambiaras
tus héroes por fantasmas?
¿Cenizas ardientes por árboles?
¿Aire cálido por una brisa fresca?
¿Un confort insulso por el cambio?
¿Canjeaste
un papel anecdótico en la guerra
por el de actor principal en una jaula?
Cómo me gustaría
que estuvieras aquí.
Solo somos dos almas
nadando en una pecera
año tras año
corriendo sobre el mismo
viejo proscenio.
¿Qué hemos encontrado?
Los mismos miedos de siempre.
Ojalá estuvieses aquí.
(Roger Waters - Versión española: Léon Pasternak))
Cuando Roger Waters nos habló de sus traumas y de sus miedos creó una obra que no deja de crecer con el paso del tiempo; ¿La cara oculta de la luna? ¿Ojalá estuvieras aquí? Hay quien empieza a rendirse a la complejidad introspectiva e implacable de un hombre que transita por el mundo de los adultos buscando la redención sin poder romper las cadenas de una niñez luctuosa en un tiempo de guerra, entonces mira a su alrededor cuando uno no quiere hablar y apenas puede moverse, es imposible que pueda franquear el muro aunque lo derriben porque está dentro de uno mismo, faltaban unos diez años para que lo hicieran y aún nos quema con el recuerdo de sus sombras.
Hay un muro que me separa del niño que fui y cada vez que cae me muestra las ruinas de lo que queda de mí mismo.
Francisco Enrique León 8 de octubre de 2017, 11:40
Se sabe con certeza y sin ninguna duda posible que el fantasma de Syd Barrett estuvo presente e hizo alcanzar una altura desmesurada a la mágica y frágil "Brain damage" y se apoderó casi por completo del deslumbrante "Wish you were here", aparte de la sentimental y entrañable canción que le da título también se yergue sobre la sinfonía más convincente y recordada de nuestro tiempo; la límpida y emocionante "Shine on you crazy diamonds".
No he podido ver a los Pink Floyd en directo, Tara, te envidio por que tú sí has gozado de ese privilegio, y en qué marco. Tuve a Pink Floyd olvidados durante años y volvieron a mí para quedarse y de mi escritorio no se mueven.
Espero leer tu relato, como siempre será bueno y el tema me toca especialmente. Lo haces muy bien, eres original y diversa y cuidas el idioma cuando otros para desmarcarse hablan de escritura moderna.
En efecto, no los he visto nunca en directo, pero te aseguro que sentí vibraciones extrañas y confortantes como si hubiera estado allí cuando contemplé el vídeo de la reconciliación de David Gilmour y Roger Waters mientras cantaban la mítica Confortablemente entumecido.
Permíteme, Tara, que para contestarte algo de mi posicionamiento sobre la cuestión catalana me sirva de un post que puse ayer a alguien que, quizás, no se merecía el esfuerzo que hice para dejarles claras mis ideas.
"No quiero más agarradas, Antonio, acabo de tener unas casi traumáticas con dos personas de derechas de las que me gusta el trato pero, en absoluto, sus ideas. He tenido que desempolvar mis libros de historia para replicarles y observo, como ya sabía, que la gente no cambia por mucho que demuestres lo que afirmas. Ya sabes que tengo otra bandera, pero ayer sentía que eran hermosas las que llevaban en la mano los catalanes que quieren seguir siendo España, al menos aplaudamos su valentía; el independentismo amenaza ya con la violencia y la exclusión. Hay que saber dotar de sentido la importancia de cada momento, no creo que haya nada más importante en la política española ahora mismo.
Soy muy de izquierdas y así me ha ido en esta ciudad donde el parecer y mirar hacia otro lado sigue siendo importante.
¿Puedes distinguir entonces
entre el Paraíso y el Infierno?
¿Los cielos azules del dolor?
¿Distinguir entre un campo verde
y una gélida vía de acero?
¿Entre un esbozo y una sonrisa?
¿Piensas que puedes distinguirlos?
¿Lograron que cambiaras
tus héroes por fantasmas?
¿Cenizas ardientes por árboles?
¿Aire cálido por una brisa fresca?
¿Un confort insulso por el cambio?
¿Canjeaste
un papel anecdótico en la guerra
por el de actor principal en una jaula?
Cómo me gustaría
que estuvieras aquí.
Solo somos dos almas
nadando en una pecera
año tras año
corriendo sobre el mismo
viejo proscenio.
¿Qué hemos encontrado?
Los mismos miedos de siempre.
Ojalá estuvieses aquí.
(Roger Waters - Versión española: Léon Pasternak))
Cuando Roger Waters nos habló de sus traumas y de sus miedos creó una obra que no deja de crecer con el paso del tiempo; ¿La cara oculta de la luna? ¿Ojalá estuvieras aquí? Hay quien empieza a rendirse a la complejidad introspectiva e implacable de un hombre que transita por el mundo de los adultos buscando la redención sin poder romper las cadenas de una niñez luctuosa en un tiempo de guerra, entonces mira a su alrededor cuando uno no quiere hablar y apenas puede moverse, es imposible que pueda franquear el muro aunque lo derriben porque está dentro de uno mismo, faltaban unos diez años para que lo hicieran y aún nos quema con el recuerdo de sus sombras.
Hay un muro que me separa del niño que fui y cada vez que cae me muestra las ruinas de lo que queda de mí mismo.
Francisco Enrique León 8 de octubre de 2017, 11:40
Se sabe con certeza y sin ninguna duda posible que el fantasma de Syd Barrett estuvo presente e hizo alcanzar una altura desmesurada a la mágica y frágil "Brain damage" y se apoderó casi por completo del deslumbrante "Wish you were here", aparte de la sentimental y entrañable canción que le da título también se yergue sobre la sinfonía más convincente y recordada de nuestro tiempo; la límpida y emocionante "Shine on you crazy diamonds".
No he podido ver a los Pink Floyd en directo, Tara, te envidio por que tú sí has gozado de ese privilegio, y en qué marco. Tuve a Pink Floyd olvidados durante años y volvieron a mí para quedarse y de mi escritorio no se mueven.
Espero leer tu relato, como siempre será bueno y el tema me toca especialmente. Lo haces muy bien, eres original y diversa y cuidas el idioma cuando otros para desmarcarse hablan de escritura moderna.
En efecto, no los he visto nunca en directo, pero te aseguro que sentí vibraciones extrañas y confortantes como si hubiera estado allí cuando contemplé el vídeo de la reconciliación de David Gilmour y Roger Waters mientras cantaban la mítica Confortablemente entumecido.
Permíteme, Tara, que para contestarte algo de mi posicionamiento sobre la cuestión catalana me sirva de un post que puse ayer a alguien que, quizás, no se merecía el esfuerzo que hice para dejarles claras mis ideas.
"No quiero más agarradas, Antonio, acabo de tener unas casi traumáticas con dos personas de derechas de las que me gusta el trato pero, en absoluto, sus ideas. He tenido que desempolvar mis libros de historia para replicarles y observo, como ya sabía, que la gente no cambia por mucho que demuestres lo que afirmas. Ya sabes que tengo otra bandera, pero ayer sentía que eran hermosas las que llevaban en la mano los catalanes que quieren seguir siendo España, al menos aplaudamos su valentía; el independentismo amenaza ya con la violencia y la exclusión. Hay que saber dotar de sentido la importancia de cada momento, no creo que haya nada más importante en la política española ahora mismo.
Soy muy de izquierdas y así me ha ido en esta ciudad donde el parecer y mirar hacia otro lado sigue siendo importante.

7,6
6.675
10
24 de diciembre de 2023
24 de diciembre de 2023
Sé el primero en valorar esta crítica
Fiel adaptación para el cine de la obra homónima de Shakespeare. Terminada la guerra civil entre César y Pompeyo (49-46 a. C.), César se convierte en dictador vitalicio y concentra en su persona todos los poderes, lo cual implica, de hecho, la desaparición de la República. En el año 44 a. C., Casio y Bruto, dos nobles romanos defensores a ultranza de las libertades republicanas, encabezan una conjura contra el dictador, que es asesinado en los idus de marzo de ese mismo año. Cabría destacar el apologético (y demagógico) discurso que pronuncia Marco Antonio en defensa de César con el fin de soliviantar a la plebe contra los tiranicidas. Con esta obra Mankiewicz propone una lección política sobre los regímenes autoritarios.
(FILMAFFINITY)
Cowards die many times before their deaths.
The valiant never taste of death but once.
(William Shakespeare - Julius Caesar)
Pensaba que no le escuchaba mientras me recitaba este discurso, nunca se lo tuve en cuenta porque sé qué algo cambió para mí el día que empezó a prestarme o regalarme libros y aconsejarme algunos de ellos encarecidamente, tenía su propio triunvirato; Shakespeare, Kafka y Morris West, aun siendo consciente de que no era su voluntad prioritaria enseñarme el camino sino la necesidad acuciante de hablar y mostrar que estaba vivo todo aquello que leía, que podía acordarse de Bruto mientras penaba por los remordimientos al no saber si verdaderamente fue su amor a la República lo que le hizo participar de forma destacada en el asesinato de Julio César o sus ansias de poder.
Además Rafle llevaba la razón cuando ponía en su boca las palabras del bardo inglés en la soledad de un entorno que aún no había empezado a comprar enciclopedias; “Los cobardes mueren muchas veces antes de su muerte, el valiente la saborea una sola vez”. Sí, Rafle, a tu manera fuiste un hombre muy valiente, llegaste a acumular tú solo más libros que todo el barrio junto y, lo más importante, los leías, no los tenías para adornar las estanterías y, algunas veces, recitabas pasajes que te eran queridos con el brillo en los ojos y la exaltación en el pecho; vivías la literatura con la pasión aventurera de un alpinista que afrontara su primera escalada en el Himalaya en la década de los treinta.
Julio César de Mankiewicz es, para mis adentros, la mejor adaptación al cine de una obra de Wiliam Shakespeare, mejor que la del Hamlet de Pastenak, el Ram de Kurosawa o Campanadas a media noche.
Los actores soberbios, los principales, los secundarios y los extras. casi todos españoles, así como rl escaso preupuest.o.
(FILMAFFINITY)
Cowards die many times before their deaths.
The valiant never taste of death but once.
(William Shakespeare - Julius Caesar)
Pensaba que no le escuchaba mientras me recitaba este discurso, nunca se lo tuve en cuenta porque sé qué algo cambió para mí el día que empezó a prestarme o regalarme libros y aconsejarme algunos de ellos encarecidamente, tenía su propio triunvirato; Shakespeare, Kafka y Morris West, aun siendo consciente de que no era su voluntad prioritaria enseñarme el camino sino la necesidad acuciante de hablar y mostrar que estaba vivo todo aquello que leía, que podía acordarse de Bruto mientras penaba por los remordimientos al no saber si verdaderamente fue su amor a la República lo que le hizo participar de forma destacada en el asesinato de Julio César o sus ansias de poder.
Además Rafle llevaba la razón cuando ponía en su boca las palabras del bardo inglés en la soledad de un entorno que aún no había empezado a comprar enciclopedias; “Los cobardes mueren muchas veces antes de su muerte, el valiente la saborea una sola vez”. Sí, Rafle, a tu manera fuiste un hombre muy valiente, llegaste a acumular tú solo más libros que todo el barrio junto y, lo más importante, los leías, no los tenías para adornar las estanterías y, algunas veces, recitabas pasajes que te eran queridos con el brillo en los ojos y la exaltación en el pecho; vivías la literatura con la pasión aventurera de un alpinista que afrontara su primera escalada en el Himalaya en la década de los treinta.
Julio César de Mankiewicz es, para mis adentros, la mejor adaptación al cine de una obra de Wiliam Shakespeare, mejor que la del Hamlet de Pastenak, el Ram de Kurosawa o Campanadas a media noche.
Los actores soberbios, los principales, los secundarios y los extras. casi todos españoles, así como rl escaso preupuest.o.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
In memoriam.
A pesar de ser el lector más infatigable que haya conocido, a Rafle no le gustaba mucho la poesía, aun así tenía el detalle y la intuición afortunada de destacar a Bécquer entre todos los poetas. Creo que no le importaba mi opinión y nuestras charlas se convertían en un monólogo, yo apenas tenía quince años y una proclividad manifiesta por los mitos y la fabulación con un maniqueísmo acusado en el que reposaba un mundo en donde sólo existían los héroes y los monstruos. Pienso que los otros muchachos también lo creían así porque, también ellos, acababan de cruzar hacía no mucho la línea del Paraíso de los juegos que se pierden y se retuercen en la memoria como un pez arrojado a la orilla que sabe que no verá más la mar pero salta con desesperación hasta que exhala el último suspiro.
Más de una vez le escuché recitar con una pasión desordenada fragmentos del discurso de Marco Antonio ante el cadáver de César en presencia del pueblo romano. Pero ¿a quién le importa el poder y la gloria? ¿qué republicano sirve sin pestañear y sin que se agiten sus entrañas a un rey? ¿qué demócrata siente veneración por un régimen pasado? ¿quién lee a Shakespeare con la determinación de indagar en el alma humana y no deletrear su nombre con precisión? Así lo hacía Rafle cuando hablaba de la alegría de la vida y la tristeza de la muerte cuando citaba la indecisión ante la existencia y el amor de un príncipe danés que se resuelve entre la duda, la sed de venganza y los caprichos funestos del destino que le llevan a clavar un puñal en el pecho equivocado o que la mujer que ama acabe yaciendo en el lecho de un estanque porque no puede beber de un trago su enajenación de fingirse loco, y creo que así lo sigue haciendo, que seguirá hasta el final en esta aventura que emprendió de niño mientras leía “El Coyote” y desatendía las explicaciones del maestro, nunca me dijo si los héroes de su infancia fueron cómplices de sus malas notas. Ni siquiera sé si esto último es así.
23 de enero de 2016.
Unos meses más tarde de escribirle este homenaje sincero y agradecido Rafle moría. Pero yo pienso que sigue vivo, él fue la primera persona que me habló de Giordano Bruno que desde entonces vive en mí, por eso Rafle vivirá en cierta forma mientras yo resista y en aquellos que lean con fervor “El hereje” y entren en la agonía del mártir que sucumbió ante la intolerancia y la inflexibilidad de la Iglesia.
Me regaló “El viejo y el mar” sin que yo pudiera ver entonces la trascendencia que su autor negaba en un intento de desmitificar su literatura, el mundo, la vida que tanto amaba (ya sé que esto podrá parecer extraño a muchos sabiendo que se despidió de ella pegándose un tiro) quizás porque pensaba que los críticos le sacan punta a todo y muchas veces dicen tonterías, a pesar de todo me quedé pensando en la belleza crepuscular de la derrota, en el sentido de la lucha aunque vuelvas con las manos vacías, en el valor y el escuálido precio de la poesía en un mundo prosaico tendente a perder el tiempo en asuntos importantes que no lo son cuando se piensa. Verdaderamente es un logro tener la oportunidad de vivir un sueño aunque se desvanezca, perder una batalla porque has podido participar en ella.
Última edición por F. Enrique el Vie, 27 May 2022 7:30, editado 3 veces en total.
A pesar de ser el lector más infatigable que haya conocido, a Rafle no le gustaba mucho la poesía, aun así tenía el detalle y la intuición afortunada de destacar a Bécquer entre todos los poetas. Creo que no le importaba mi opinión y nuestras charlas se convertían en un monólogo, yo apenas tenía quince años y una proclividad manifiesta por los mitos y la fabulación con un maniqueísmo acusado en el que reposaba un mundo en donde sólo existían los héroes y los monstruos. Pienso que los otros muchachos también lo creían así porque, también ellos, acababan de cruzar hacía no mucho la línea del Paraíso de los juegos que se pierden y se retuercen en la memoria como un pez arrojado a la orilla que sabe que no verá más la mar pero salta con desesperación hasta que exhala el último suspiro.
Más de una vez le escuché recitar con una pasión desordenada fragmentos del discurso de Marco Antonio ante el cadáver de César en presencia del pueblo romano. Pero ¿a quién le importa el poder y la gloria? ¿qué republicano sirve sin pestañear y sin que se agiten sus entrañas a un rey? ¿qué demócrata siente veneración por un régimen pasado? ¿quién lee a Shakespeare con la determinación de indagar en el alma humana y no deletrear su nombre con precisión? Así lo hacía Rafle cuando hablaba de la alegría de la vida y la tristeza de la muerte cuando citaba la indecisión ante la existencia y el amor de un príncipe danés que se resuelve entre la duda, la sed de venganza y los caprichos funestos del destino que le llevan a clavar un puñal en el pecho equivocado o que la mujer que ama acabe yaciendo en el lecho de un estanque porque no puede beber de un trago su enajenación de fingirse loco, y creo que así lo sigue haciendo, que seguirá hasta el final en esta aventura que emprendió de niño mientras leía “El Coyote” y desatendía las explicaciones del maestro, nunca me dijo si los héroes de su infancia fueron cómplices de sus malas notas. Ni siquiera sé si esto último es así.
23 de enero de 2016.
Unos meses más tarde de escribirle este homenaje sincero y agradecido Rafle moría. Pero yo pienso que sigue vivo, él fue la primera persona que me habló de Giordano Bruno que desde entonces vive en mí, por eso Rafle vivirá en cierta forma mientras yo resista y en aquellos que lean con fervor “El hereje” y entren en la agonía del mártir que sucumbió ante la intolerancia y la inflexibilidad de la Iglesia.
Me regaló “El viejo y el mar” sin que yo pudiera ver entonces la trascendencia que su autor negaba en un intento de desmitificar su literatura, el mundo, la vida que tanto amaba (ya sé que esto podrá parecer extraño a muchos sabiendo que se despidió de ella pegándose un tiro) quizás porque pensaba que los críticos le sacan punta a todo y muchas veces dicen tonterías, a pesar de todo me quedé pensando en la belleza crepuscular de la derrota, en el sentido de la lucha aunque vuelvas con las manos vacías, en el valor y el escuálido precio de la poesía en un mundo prosaico tendente a perder el tiempo en asuntos importantes que no lo son cuando se piensa. Verdaderamente es un logro tener la oportunidad de vivir un sueño aunque se desvanezca, perder una batalla porque has podido participar en ella.
Última edición por F. Enrique el Vie, 27 May 2022 7:30, editado 3 veces en total.

7,2
4.755
10
21 de diciembre de 2023
21 de diciembre de 2023
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!Cómo pasa el tiempo! Vi esta película hará unos 7 años y no puedo olvidarla. Ya sabía de sus bondades actorales en los brazos de Visconti. El funambulista de los ojos tristes es a la decadencia de la clase alta (a la que perteneció durante un tiempo) lo que Peckinpah al sentimiento trágico de aquellos que ya no tienen nada que perder. Así nos sumerge Burt en cada chapuzón, en la melancolía de quien sabe que ya no tiene futuro. Siguiendo a Hemingway sentimos el pesar de ese pájaros que muere con el corazón atravesado por una espina de un rosal, de las tinieblas de las sombras más oscuras
De autor desconocido, un poco perdida en la falta de luz que este proyecta, nos recuerda que la muerte es la soledad, la incapacidad para comunicarnos, que es preferible seguir aunque seas un hoplita desarmado que cuida la entrada en la leyenda de un desfiladero, o el romano de Oswald Splenger, que no abandona su puesto de guardia a pesar de las agresiones de lava que emite el mortífero Vesubio.
Película de culto dónde las haya, es más eficaz que "El Graduado, a la hora de mostrarnos las miserias del sueño americano.
Le doy un diez.
De autor desconocido, un poco perdida en la falta de luz que este proyecta, nos recuerda que la muerte es la soledad, la incapacidad para comunicarnos, que es preferible seguir aunque seas un hoplita desarmado que cuida la entrada en la leyenda de un desfiladero, o el romano de Oswald Splenger, que no abandona su puesto de guardia a pesar de las agresiones de lava que emite el mortífero Vesubio.
Película de culto dónde las haya, es más eficaz que "El Graduado, a la hora de mostrarnos las miserias del sueño americano.
Le doy un diez.
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