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Críticas 34
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
4 de noviembre de 2011
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este mediometraje es el claro ejemplo de lo importante que es para un cineasta y, sobretodo, para un creador pulir, trabajar, una idea. Tu idea. Porque a veces las buenas intenciones y los destellos no son suficientes. Es así. Tengo que admitir que vi antes "Reconstruction" y por ello escribo esta crítica, porque después de revisar esa bella e insólita película tenía la esperanza de ver una pequeñísima joya que el director creó dos años antes. Pero no fue así.

Hr. Boe & Co.'s Anxiety habla o pretende hablar del dolor que produce el amor, la ansiedad que a veces nos embarga, el sufrimiento; porque este es un corto sobre el dolor que proviene de la separación entre la persona a la que amas y el deseo que la envuelve. Trata sobre la ilusion de la pareja, y de mostrarnos enteramente verdaderos ante nosotros mismos.

El director se vuelca a través de sus actores, utiliza sus rostros para reflejarnos ese desasosiego, nos porpone entrar en ese juego entre la realidad y la ficción, con sus metáforas visuales y narrativas, entre la verdad y la mentira pero de un mundo que a veces es más real que la vida misma.

El problema es que las imágenes y los símbolos no se traducen en sensaciones, ni en emociones. Apenas salpica. Sin embargo, ocurre todo lo contrario en "Reconstruction" con una temática similar, con un tratamiento semejante.

Así pues, resaltar un par de detalles técnicos como la fotografía, un interesante uso de la camara y unos actores (Nikolaj Lie Kaas y Maria Bonnevie) que sujetan la obra para que no decaiga.

Todo esto es un prolegómeno de lo que viene, un pequeña llama que desembocará en un destello, eso sí, un gran destello de un interesantísimo director danés.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Prolegómeno:

2. Preparación,introducción excesiva o innecesaria.
2 de febrero de 2017 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vormittagsspuk, también conocida por el título Ghosts before breakfast, tal vez sea la película más famosa de Hans Richter, pintor y cineasta alemán vinculado al dadaísmo que huyó de la Alemania Nazi.

Un cortometraje en blanco y negro de apenas 10 minutos que juguetea con la idea de que los objetos tienen vida y se desatan con la misma naturaleza que cualquier otro ser vivo de la realidad. Un divertimento que protagonizan sombreros que vuelan como pájaros, mangueras que se enrollan como serpientes, pistolas que se recrean o relojes que se vuelven loco. Richter juega con el ritmo, el tiempo y los tamaños dejando imágenes totalmente diferentes y divertidas.

Una película de corte experimental con el que el autor nos invita a liberarnos de las ataduras de lo real y fantasear, propone un juego de asociación de ideas, de interpretación, y porque no, burlarse del "significado" y del "orden". Hay que recordar que los años veinte y treinta del pasado siglo era una época de vanguardias sociales y culturales, de experimentar, este cortometrajes es una "provocación" más para estimular esas mentes atrapadas en la vida ordinaria.

Este cortometraje fue prohibido por el partido nazi en Alemania como un ejemplo de "arte degenerado".
15 de enero de 2017 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podría enumerar todos los adjetivos del diccionario hasta agotar la lista para hablar de esta película, pero no es lo conveniente. "La la land" es un golpe en la mesa, es como el viento fresco que entra por la mañana y que te agita; confirma a su director como un creador de mente privilegiada y recupera esa fe que algunos tenemos en el poder del Cine.

El enérgico y colorido discurso de Chazelle esconde un homenaje al amor, que te atraviesa, y a los sueños, que te hacen volar, pero ante todo es una oda al instante, como justificación de toda una vida, y a la imperfección. "La la land" es de esas películas que encandilan tanto en su grandilocuencia como en sus pequeños detalles (los enormes ojos de ella, la sonrisa rota de él); intentando constantemente deslumbrarnos con su alegría y con la naturalidad que desprenden sus bellos números musicales sumados al magnetismo casi arrebatador que tienen la pareja protagonista —gran química entre Emma Stone y Ryan Gosling—.

Cruzamos Los Ángeles a través de un “perpetuo” verano creyendo que el amor, los sueños y la pasión son eternos y entonces chocamos con la vida, y nos ahogamos. Esa dualidad, tan bien traída, encuentra su máxima expresión en un final que desarma a uno simplemente con una ligera sonrisa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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"Pero, de repente, la ves, y te golpea un torrente de recuerdos y sensaciones, y te das cuenta que te equivocaste... O no, porque recordar es fácil y pensar que todo podría ser mejor también. Lo que pudo ser y no fue. Fantasear, al fin y al cabo. A veces, lo que no ha ocurrido es tan importante como lo que sí ha ocurrido."
17 de marzo de 2016 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ver Carol es como penetrar en esos cuadros de Edward Hopper donde la soledad es parte del paisaje, donde vemos deambular a sus personajes por el lienzo aunque realmente nunca se muevan; cuando buscamos sus miradas perdidas aunque parezcan no tener ojos. La vida pasa pero ellos quedan suspendidos, atrapados, en el espacio-tiempo.

Obviamente, Carol es más que todo esto. Es una historia de amor universal sin importar la orientación sexual de sus protagonistas mas que en precisar, por supuesto, la presión que un contexto histórico determinado y una masa social, bajo una ética y unos conceptos moralmente conservadores, puede ejercer sobre unas personas por su identidad u orientación. En este caso, el amor entre dos personas del mismo género en la norteamérica de los años cincuenta.

Empieza como una historia de amor que suena familiar pero lejana. Carol, una mujer que pertenece a la alta burguesía, entra en una juguetería de centro comercial a buscar un regalo para Rindy, su hija. Therese, una joven vendedora de barrio, trabaja tras el mostrador ese día. Carol está atrapada en un matrimonio infeliz, condenado desde sus inicios, Therese aún busca su lugar en el mundo. Sus miradas se cruzan entre el gentío e inmediatamente se produce una fuerte atracción. Es Navidad en Nueva York, una época que se presta a estos encuentros fortuitos.Tanto Blanchett como Mara realizan unas actuaciones sobresalientes que logran hacernos cómplices con tan solo una mirada.

Haynes, director, y Nagy, guionista, conforman con elegancia y sutilidad en cada plano y en cada silencio, porque no todo son diálogos para un guionista, el amor escondido pero latente en el corazón de estas dos mujeres. Adaptan de manera sobresaliente una novela "autobiográfica" de Patricia Highsmith. La película presenta este amor como una válvula de escape para sus dos protagonistas “atrapadas” en una rutina no deseada. Abocadas al estar por estar. Vivir por vivir. El amor como redescubrimiento personal, el amor como motor y cambio, el amor como revelación y motivación. La magnífica y milimetrada puesta en escena de Haynes, siempre justificada y solo comparable este año con los trabajos de S. Spielberg o G. Miller, logra cristalizar, sin apenas diálogo en muchas de sus escenas, el proceso de enamoramiento de Carol y Therese.

La estética de Carol no solo recuerda a un cuadro de Hopper sino al trabajo fotográfico de Saul Leiter¹, por su enfoque determinista, por sus encuadres a veces imposible, a veces encantadores. Pero Haynes también bebe del mejor Wong Kar Wai en su dirección: en la economización de planos en preferencia al diálogo, en el juego de luces y colores (gran trabajo Edward Lachmanen en la fotografía), en la cuidada selección de encuadres casi preciosistas, creando un estilo nada impostado que no solo funciona como sello autoral sino como canal al espectador, como herramienta narrativa que fluye sin desquebrajarse. Casi un milagro, insisto, siempre al borde del precipicio. Su final, es un claro ejemplo de ello.

En definitiva, Carol es una postal encontrada en el fondo del cajón, una postal de colores cálidos, de azules, rojos y verdes, de lágrimas secas, de orgullo y de esperanza. Una postal deteriorada en los bordes por las arrugas del tiempo, por el esfuerzo, por los silencios, por las decisiones.
17 de junio de 2016 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Tomamos riesgos, lo sabíamos, las cosas han ido en nuestra contra y por lo tanto no tenemos motivo de queja, sino sólo someternos a la voluntad de la Providencia, determinados todavía a hacer lo mejor hasta el final… Si hubiéramos vivido, debería haber contado la historia de la audacia, resistencia y coraje de mis compañeros, que han llenado el corazón de todos los ingleses. Estas ásperas notas y nuestros cadáveres deberán contar la historia."
Robert Falcon Scott

Hubo un tiempo en el que ser explorador no solo era una profesión sino una manera de vivir. Un oficio de lo más respetado y honorable: avanzar hasta lo más profundo del Amazonas, remontar el Nilo hasta su nacimiento, descubrir el Kilimanjaro o conquistar el Polo Sur. En definitiva, conocer hasta el último rincón de este mundo.

Inteligentísimo Nolan, sabedor del casi perfecto despliegue visual de Cuarón en Gravity un año atrás, visualizó Interstellar como una experiencia entre lo sensorial y el entretenimiento, aliñado con las clásicas pautas del cine de aventuras.

No es justo, ni siquiera entendible, una comparación analítica entre 2001 (Una Odisea en el espacio) e Interstellar, una estimulaba el pensamiento, la cualidad intelectual, y la otra, que guarda semejanzas con Gravity, en eso sí, proporciona puro entretenimiento, una cualidad emocional; sin que una reste o minusvalore a la otra. Ni expiar cualquier intelectualidad a la obra de Nolan, por supuesto. Pero dónde una incide mediante lo simbólico y lo contemplativo en el pensamiento, la otra lo hace a través de la emoción, proporcionando placer y diversión.

Del drama intimista a la aventura espacial sin desfallecer, como si atravesásemos un agujero negro. Desde los verdosos maizales hasta el profundo espacio respiramos la tragedia del pionero.

El ser humano tiene que salir del nido, expandir sus fronteras, buscar sus límites, conquistar el espacio. Nolan intenta dotar a la historia bajo una perspectiva antropológica. Desde nuestros inicios hemos sido exploradores, hemos avanzado sobre la tierra yerma, atravesado mares y océanos, expandido nuestro mundo hasta más allá del abismo, siempre con el ímpetu de cruzar la última frontera.

La Tierra está llegando a su fin. La vida en el planeta se está volviendo insostenible, el cambio climático, la falta de materias primas, la escasez de energía, la superpoblación… Los seres humanos viven junto a centros de producción de alimentos. Desterrados de las grandes urbes. No hay esperanza, no hay vuelta atrás. Solo queda ir hacia delante.

McConaughey es Cooper. Un piloto ingeniero padre de dos hijos. Un hombre en la época equivocada. Una especie de vaquero lacónico. Nuestro héroe. Nuestro Amundsen¹ y nuestro Scott². El hombre que lucha contra las dificultades del entorno, contra lo desconocido, contra su tripulación, contra la soledad y consigo mismo.

Estimulante tanto en lo visual como en lo narrativo, Nolan cae en ciertos vicios: la redundancia en las explicaciones y ese sentimentalismo verbalizado en mucho de los personajes que puede parecer hasta artificial; salvado tal vez por un reparto comprometido con la causa. Y es que, posiblemente, la mejor manera de disfrutar de Interstellar es avanzar a través de sus etapas sin mirar atrás, dando un salto de Fe, como los pioneros de la nave Lazarus luchando por la supervivencia humana, sin regodearse en lo cursi, ni resaltar sus excentricidades narrativas.

En realidad, Nolan si demuestra que tiene corazón, pese a lo que digan sus detractores, algo que ya vimos en Origen (Inception). Y lo cierto es que donde reside parte de la fuerza narrativa de la película, y de la misión, no es en los discursos grandilocuentes sobre el amor de Caine o Hathaway, ni la espectacularidad de sus escenas, sino aquellos pequeños momentos en los que se ve, y no se explica, el poder del amor; como cuando Cooper se marcha en la furgoneta tras la triste despedida de su hija y levanta las mantas del asiento del copiloto esperando encontrársela o cuando escucha los mensajes de sus hijos a años de distancia. El corazón de la película son los pequeños vínculos emocionales.

La BSO de Hans Zimmer, menos visible y estruendosa, despega de la mejor manera posible transmitiéndonos si es posible el sonido del espacio, el sonido de una nueva tierra, el sonido de la última frontera.

Lo mejor, sin duda, es la acción precedida por un momento de crisis donde Cooper afronta la posibilidad del fracaso. Como siempre, cuando puede fracasar el protagonista es cuando la atención aumenta, aquí Nolan aprieta el acelerador y quedamos enganchados irremediablemente a ese encadenado de planos simbólicos y música perfectamente acoplados. Y la película se alza hasta las estrellas.
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