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10
27 de diciembre de 2017
27 de diciembre de 2017
Sé el primero en valorar esta crítica
¿Se puede elaborar un documental, de relevancia, sobre la gestación de un disco?
Matt O´Casey despeja la duda sin concesiones a refutarla. El documental es absolutamente atrayente, ni siquiera tienes que ser un seguidor de los Who. Imágenes y diálogos dan el empaque suficiente para ello.
Su amena construcción no puede ser más acertada. Se intercambian opiniones, anécdotas, asertos. Las imágenes vienen al caso de forma directa y en el momento justo en el que el documental transita.
Los intervinientes no son una mera comparsa del central, que realiza Pete Towshend, nada más lejos, son aquellos directamente implicados en Quadrophenia, desde el fotógrafo que realizó el foto-montaje con una suculenta anécdota sobre el joven modelo de su historia, hasta las quinceañeras, hoy en día cercanas a los sesenta, que cuentan como vestían y no menos jugosos chascarrillos sobre aquéllas fotos.
Los actores principales, Pete T. y Roger Daltrey, utilizan la cámara como una terapia para saldar antiguas tensiones creadas por la realización del disco lo que consigue en el espectador sentirse como el que escucha una conversación ajena en el autobús.
Si quiera por destacar alguna imagen, no perderse la actuación de los Who en EEUU postquadrophenia, con un fan que jamás pudo soñar tocar la batería con su grupo favorito o como relaciona Pete T. la ingestión de estimulantes y su posterior bajón, con su adolescencia en una playa de Brighton, tan poético como las imágenes y voz sugieren.
Documental que transita de menos a más; empieza con un nueva y acaba de diez.
Matt O´Casey despeja la duda sin concesiones a refutarla. El documental es absolutamente atrayente, ni siquiera tienes que ser un seguidor de los Who. Imágenes y diálogos dan el empaque suficiente para ello.
Su amena construcción no puede ser más acertada. Se intercambian opiniones, anécdotas, asertos. Las imágenes vienen al caso de forma directa y en el momento justo en el que el documental transita.
Los intervinientes no son una mera comparsa del central, que realiza Pete Towshend, nada más lejos, son aquellos directamente implicados en Quadrophenia, desde el fotógrafo que realizó el foto-montaje con una suculenta anécdota sobre el joven modelo de su historia, hasta las quinceañeras, hoy en día cercanas a los sesenta, que cuentan como vestían y no menos jugosos chascarrillos sobre aquéllas fotos.
Los actores principales, Pete T. y Roger Daltrey, utilizan la cámara como una terapia para saldar antiguas tensiones creadas por la realización del disco lo que consigue en el espectador sentirse como el que escucha una conversación ajena en el autobús.
Si quiera por destacar alguna imagen, no perderse la actuación de los Who en EEUU postquadrophenia, con un fan que jamás pudo soñar tocar la batería con su grupo favorito o como relaciona Pete T. la ingestión de estimulantes y su posterior bajón, con su adolescencia en una playa de Brighton, tan poético como las imágenes y voz sugieren.
Documental que transita de menos a más; empieza con un nueva y acaba de diez.

7,5
16.351
8
29 de agosto de 2017
29 de agosto de 2017
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El Prolífico director podría haberse gastado miles de dólares en terapias y sicoanálisis para arreglar su tumultuosa vida emocional de aquellos días pero decidió hacer una película en la que él mismo se autoanalizaba, llegando a la conclusión de que sus neurastenias eran de los más normal, comparadas con la de otras parejas y que en el fondo es un romántico empedernido.
Maridos y mujeres empieza como un terremoto con ese movimiento mareante de cámara al hombro que enseguida abandona.
El tratamiento documental de la cinta no es solo ese tipo de encuadres nerviosos. Allen lo consigue con esas confesiones a cámara, con las tomas callejeras y sobre todo con la gran actuación de los actores.
Realmente actúan, no improvisan con naturalidad, su gran profesionalidad consigue hacer ver al espectador que parezcan integrantes de un programa de realidad televisiva y aquí incluyo también a los papeles secundarios.
La música, elección personal de Allen como siempre, queda algo fuera de tiempo. No pierdo la esperanza en la que Allen se adentre en terrenos musicales más experimentales.
La historia en sí, está bien guiada, con los giros suficientes para que no decaiga en bostezo, con un tratamiento adecuado de falso documental, magníficos diálogos, que sin llegar a ser profundos son de una lógica a veces cómica, otras instintiva, suavizando en otros momentos el drama que estamos observando.
Allen sabe sacar partido a estas situaciones de pareja, potencia su punto fuerte en los diálogos, que tan bien maneja, haciendo de Maridos y mujeres para el espectador un tragicómico espejo de las relaciones de pareja.
Maridos y mujeres empieza como un terremoto con ese movimiento mareante de cámara al hombro que enseguida abandona.
El tratamiento documental de la cinta no es solo ese tipo de encuadres nerviosos. Allen lo consigue con esas confesiones a cámara, con las tomas callejeras y sobre todo con la gran actuación de los actores.
Realmente actúan, no improvisan con naturalidad, su gran profesionalidad consigue hacer ver al espectador que parezcan integrantes de un programa de realidad televisiva y aquí incluyo también a los papeles secundarios.
La música, elección personal de Allen como siempre, queda algo fuera de tiempo. No pierdo la esperanza en la que Allen se adentre en terrenos musicales más experimentales.
La historia en sí, está bien guiada, con los giros suficientes para que no decaiga en bostezo, con un tratamiento adecuado de falso documental, magníficos diálogos, que sin llegar a ser profundos son de una lógica a veces cómica, otras instintiva, suavizando en otros momentos el drama que estamos observando.
Allen sabe sacar partido a estas situaciones de pareja, potencia su punto fuerte en los diálogos, que tan bien maneja, haciendo de Maridos y mujeres para el espectador un tragicómico espejo de las relaciones de pareja.

7,4
46.263
7
31 de mayo de 2017
31 de mayo de 2017
Sé el primero en valorar esta crítica
¿Quién dijo que un plano fijo que casi dura quince minutos es aburrido? Hay dos premisas para conseguir que ese plano nos parezca un minuto: Actores que den la talla sabiendo expresar lo que el director nos quiere transmitir y un buen diálogo.
Así arranca esta tercera entrega de esta pareja; Etan H. y Julie D. los dos en un coche, con unos niños en el asiento trasero manteniendo una discusión suave para ponernos en antecedentes, aunque se pueda ver esta tercera película sin necesidad de ver las otras dos. Los dos dan la credibilidad necesaria a sus personajes para mantenernos atentos a la pantalla. Rebosan espontaneidad, sienten la profundidad de lo que se dicen con esa filosofía doméstica, de andar por casa que caracteriza a su director Richard Linkleter.
Linkleter sitúa la película en Grecia, al igual que la anterior era París la ciudad elegida, es de agradecer que no nos muestre los lugares comunes, ni un plano de la torre Effiel, ni del Partenón, ni la Acrópolis.
La acción se transcurre en un corto espacio de tiempo, el cual Linkleter maneja con la solvencia en él característica.
Los diálogos lo llenan todo desde esa primeriza secuencia hasta la noche. El ritmo de las palabras es una ágil sucesión casi de partida de tenis, con sus pullas y reproches que te mantiene con los oídos o la vista si estás leyendo atentísimo a la cinta.
El final es tan abierto como en las otras dos. Apuesto que Linkleter nos obsequiará con una cuarta. ¡Ah! por cierto ¿No os parece que en el conjunto de las tres películas el personaje masculino pone más que ella en esta relación?
Así arranca esta tercera entrega de esta pareja; Etan H. y Julie D. los dos en un coche, con unos niños en el asiento trasero manteniendo una discusión suave para ponernos en antecedentes, aunque se pueda ver esta tercera película sin necesidad de ver las otras dos. Los dos dan la credibilidad necesaria a sus personajes para mantenernos atentos a la pantalla. Rebosan espontaneidad, sienten la profundidad de lo que se dicen con esa filosofía doméstica, de andar por casa que caracteriza a su director Richard Linkleter.
Linkleter sitúa la película en Grecia, al igual que la anterior era París la ciudad elegida, es de agradecer que no nos muestre los lugares comunes, ni un plano de la torre Effiel, ni del Partenón, ni la Acrópolis.
La acción se transcurre en un corto espacio de tiempo, el cual Linkleter maneja con la solvencia en él característica.
Los diálogos lo llenan todo desde esa primeriza secuencia hasta la noche. El ritmo de las palabras es una ágil sucesión casi de partida de tenis, con sus pullas y reproches que te mantiene con los oídos o la vista si estás leyendo atentísimo a la cinta.
El final es tan abierto como en las otras dos. Apuesto que Linkleter nos obsequiará con una cuarta. ¡Ah! por cierto ¿No os parece que en el conjunto de las tres películas el personaje masculino pone más que ella en esta relación?
Documental

5,0
3.099
Documental
7
14 de septiembre de 2023
14 de septiembre de 2023
8 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
El morbo que suscita esta mujer anula completamente a los elementos masculinos de este triángulo, la productora prevendría que Pedro y Albert López no tendrían tirón en la audiencia, por lo que el reportaje se centra en Rosa Peral a través de unas llamadas desde prisión en las que divaga sobre su inocencia, tocándonos la fibra sensible con no pocas alusiones a sus padres y sus hijas.
Tienen tendencia estos reportajes a formar la opinión del espectador ya sea sutilmente o de forma abierta. Aquí aparecen una serie de invitados a favor o en contra de la inocencia de Rosa: Su padre, una apática abogada defensora, un par de periodistas que defienden su exculpación y otra señora que concluye que Rosa fue víctima por el hecho de ser mujer. A favor de la culpabilidad: un fiscal histriónico y el Toni Muñoz periodista que escribió "Solo tú me tendrás: mentiras, celos y muerte" sobre el crimen de Pedro.
El documental tiene ritmo, vertebrado por las llamadas realizadas desde la cárcel en la actualidad de Rosa aunque sin abusar ya que no aportan nada nuevo, está confeccionado con una banda sonora acertada, imágenes caseras, del juicio y de su detención todo ello bien imbricado. Le falta una buena recreación de los sucesos que es bastante pobre y cutre pero claro para eso necesitas unos actores competentes, un buen equipo de figurinistas, de atrezo, de localización de exteriores, es decir el equipo de recreacionistas con los que trabaja Iker Jiménez en Cuarto Milenio el mejor para cinematografiar sucesos.
Como todo espectador, después de visionar esto me erijo en juez, cierro el paraguas y me mojo sobre el caso y es que basar todos tus argumentos en estar paralizada por el miedo sin encontrar un momento durante tanto tiempo para denunciar a la policía, tener excusas, algunas surrealistas para todos los hechos, puntos negros de llamadas, mensajes telefónicos, móviles fantasma y acusar de que no le caigo bien a la mujer de mi ex me dice que una y otro son culpables de asesinar a Pedro en mayor grado la ejecutora o ejecutor y en otro menor, aunque no menos grave del compinche. El veredicto es: culpable
Tienen tendencia estos reportajes a formar la opinión del espectador ya sea sutilmente o de forma abierta. Aquí aparecen una serie de invitados a favor o en contra de la inocencia de Rosa: Su padre, una apática abogada defensora, un par de periodistas que defienden su exculpación y otra señora que concluye que Rosa fue víctima por el hecho de ser mujer. A favor de la culpabilidad: un fiscal histriónico y el Toni Muñoz periodista que escribió "Solo tú me tendrás: mentiras, celos y muerte" sobre el crimen de Pedro.
El documental tiene ritmo, vertebrado por las llamadas realizadas desde la cárcel en la actualidad de Rosa aunque sin abusar ya que no aportan nada nuevo, está confeccionado con una banda sonora acertada, imágenes caseras, del juicio y de su detención todo ello bien imbricado. Le falta una buena recreación de los sucesos que es bastante pobre y cutre pero claro para eso necesitas unos actores competentes, un buen equipo de figurinistas, de atrezo, de localización de exteriores, es decir el equipo de recreacionistas con los que trabaja Iker Jiménez en Cuarto Milenio el mejor para cinematografiar sucesos.
Como todo espectador, después de visionar esto me erijo en juez, cierro el paraguas y me mojo sobre el caso y es que basar todos tus argumentos en estar paralizada por el miedo sin encontrar un momento durante tanto tiempo para denunciar a la policía, tener excusas, algunas surrealistas para todos los hechos, puntos negros de llamadas, mensajes telefónicos, móviles fantasma y acusar de que no le caigo bien a la mujer de mi ex me dice que una y otro son culpables de asesinar a Pedro en mayor grado la ejecutora o ejecutor y en otro menor, aunque no menos grave del compinche. El veredicto es: culpable
3
19 de noviembre de 2022
19 de noviembre de 2022
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se espanten de estos Sex Pistols, desde el punto de vista de Steve Jones, igual se hubieran horrorizado si el serial estuviera basado en "No dogs, no drugs, no irish" de John Lydon, el artífice de este fiasco es Danny Boyle y su forma de filmar estilo cómic con actuaciones de opereta.
Ahí tienen a un Johnny Rotten histérico, sobreactuado sin medida, rebosante de histrionismo hasta el ridículo, no me extraña que el bueno de Johnny no quisiera saber nada de la serie.
No se en que estarían pensando los encargados de seleccionar al actor que interpretaría Steve Cook, bajo la premisa de tener parecido con el original eligieron a una especie de Neil Diamond, con expresión bizcochona, pecando de blandito, imagen que no casa con un punk de vieja escuela. Así como un M. McLaren excesivamente teatral y con una apariencia tan de quinceañero que desvirtúa la verdadera edad que tenía y no ayuda a creerte su papel, en fin es la forma que tiene Danny Boyle de entender la interpretación.
¡Eureka! Nancy Spungen si da la imagen de insoportable, tocapelotas y algo desaseada como cuando asalta la casa de Chrissie Hynde, y hablando de la líder de los Pretenders le compro la imagen a la serie, lo que ella verdaderamente quería ser es una cantante folk de esas un poco palurdas del profundo E.E. U.U. que ni se enteró de lo que se estaba perdiendo en el Nueva York de los New York Dolls. Luego rubricó ese provincianismo con los Pretenders y su A.O.R. rock orientado para adultos y según cuentan periodistas que la han tratado calificándola de prepotente, antipática, egocéntrica y engreída. Ya se aventura algo en la serie.
La patrona, la madraza de punks que pululaban por su tienda; Vivienne W. que aquí aparece obsesionada con la revolución y que su verdadera fijación, aquí y en la vida real, es su negociete de modas. Vean el reciente documental sobre ella en la que no quiere que le pregunten nada del Punk, gracias al cual se ha hecho famosa, y solo quiere promocionar su marca y es que cuando la revolución interfiere con el negocio primero lo segundo.
Disfruté con imágenes reales de punks de primera hornada y contexto de aquella sociedad, algo que se puede encontrar fácilmente en cualquier documental. También con aquel enigma en el capítulo cuatro de esas dos adolescentes de Huddersfield que se escapan para ver a los Pistols proclamando ¿¡oiréis hablar de nosotras!? No se aclara el porqué.
Me quedo dubitativo si este proyecto hubiera caído en manos de un director menos afectado y se hubieran tenido en cuenta los puntos de vista de los cinco Pistols y su verborreico mánager. Quizá mejoraría el resultado.
Ahí tienen a un Johnny Rotten histérico, sobreactuado sin medida, rebosante de histrionismo hasta el ridículo, no me extraña que el bueno de Johnny no quisiera saber nada de la serie.
No se en que estarían pensando los encargados de seleccionar al actor que interpretaría Steve Cook, bajo la premisa de tener parecido con el original eligieron a una especie de Neil Diamond, con expresión bizcochona, pecando de blandito, imagen que no casa con un punk de vieja escuela. Así como un M. McLaren excesivamente teatral y con una apariencia tan de quinceañero que desvirtúa la verdadera edad que tenía y no ayuda a creerte su papel, en fin es la forma que tiene Danny Boyle de entender la interpretación.
¡Eureka! Nancy Spungen si da la imagen de insoportable, tocapelotas y algo desaseada como cuando asalta la casa de Chrissie Hynde, y hablando de la líder de los Pretenders le compro la imagen a la serie, lo que ella verdaderamente quería ser es una cantante folk de esas un poco palurdas del profundo E.E. U.U. que ni se enteró de lo que se estaba perdiendo en el Nueva York de los New York Dolls. Luego rubricó ese provincianismo con los Pretenders y su A.O.R. rock orientado para adultos y según cuentan periodistas que la han tratado calificándola de prepotente, antipática, egocéntrica y engreída. Ya se aventura algo en la serie.
La patrona, la madraza de punks que pululaban por su tienda; Vivienne W. que aquí aparece obsesionada con la revolución y que su verdadera fijación, aquí y en la vida real, es su negociete de modas. Vean el reciente documental sobre ella en la que no quiere que le pregunten nada del Punk, gracias al cual se ha hecho famosa, y solo quiere promocionar su marca y es que cuando la revolución interfiere con el negocio primero lo segundo.
Disfruté con imágenes reales de punks de primera hornada y contexto de aquella sociedad, algo que se puede encontrar fácilmente en cualquier documental. También con aquel enigma en el capítulo cuatro de esas dos adolescentes de Huddersfield que se escapan para ver a los Pistols proclamando ¿¡oiréis hablar de nosotras!? No se aclara el porqué.
Me quedo dubitativo si este proyecto hubiera caído en manos de un director menos afectado y se hubieran tenido en cuenta los puntos de vista de los cinco Pistols y su verborreico mánager. Quizá mejoraría el resultado.
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