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Críticas 26
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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13 de mayo de 2018
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En pleno régimen fascista, y durante la visita de Hitler a Roma, con la multitud agolpada en las calles, el destino une dos personajes antagónicos que se quedan en sus respectivas viviendas, un ama de casa ( Sofia Loren), mujer casada con un imbécil que idolatra al "Duce", y un locutor de radio homosexual (Marcelo Mastroianni) que repudia el régimen. Sutil y conmovedora apología de la tolerancia y la libertad en tiempos conflictivos y castradores. La candidez y la ignorancia de ella, por un lado, la convierten en una fácil víctima de una abominable ideología política y, por otro lado, la lucidez de él lo condena como un paria, como refractario al sistema y por eso será inexorablemente perseguido, además de tener que cargar con la tara de la homosexualidad en un mundo prejuicioso e intolerante. Hay una escena, ya mítica, en la que los dos doblan una sábana blanca (con toda esa carga simbólica que asociamos a este color) en la azotea hasta que sus rostros se unen en uno de los más bellos y líricos primeros planos que uno recuerde. Curiosamente esa sábana blanca que ondea en la azotea contrasta con la aparatosidad y pompa de los estandartes que se esgrimen en la visita del líder nazi, de tal manera que apreciamos por un lado la poesía silenciosa de una escena cotidiana y por otro, el ruido, la pompa y el insidioso artificio de la barbarie. Las dos actuaciones, la de Sofia Loren (una suerte de "Madame Bovary" romana algo desaliñada pero irresistiblemente bella) y la de Mastroianni, son sencillamente memorables.La mirada de Scola es compasiva y tolerante hacia los dos, esgrimiendo la amistad y el amor como los dos antídotos más eficaces contra la barbarie.
Un único escenario, un bloque de viviendas, y dos actores en una de las cumbres del cine europeo. Una película a la que siempre vuelvo.
4 de mayo de 2018
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Además de ser una de las más conmovedoras películas de amor que nos ha regalado el cine, presenta un sugestivo retrato de parejas a priori antagónicas: campo/ciudad, mujer honesta/ mujer malvada ( casi un anticipo de la femme fatal, realidad/sueño, mundo apolíneo (campo)/mundo dionisíaco(ciudad), mundo pastoril (campo)/mundo caótico, deshumanizado (ciudad). La cinta oscila de la realidad a la fantasía idílica con asombrosa naturalidad. Murnau usa , para representar ese tránsito ensoñador la superposición de imágenes consiguiendo en la escena del encuentro en el bosque con la pérfida "vamp" un arrebatador tapiz caleidoscópico que muestra imágenes urbanas de frenesí dionisíaco con las que la mujer malvada trata de seducir y apartarle de su esposa.
Es una secuencia cargada de simbolismo afín al movimiento expresionista, plasmado en esa luna llena que proyecta un haz fantasmagórico, el vestido oscuro de ella, y ,como marco, el bosque, que podría sugerir incluso una pintura de Friedrich. Todo ello contribuye para reflejar un halo siniestro y casi irreal, como si todas las fuerzas demoníacas se hubiesen aliado en ese perturbador escenario tan caro al romanticismo.
En una escena posterior, la ensoñación cobra un cariz pastoril, idílico y apolíneo. Será ese momento en que él trata denodadamente recuperar a su esposa en la ciudad. Ambos caminan en medio del tumultuoso tráfico y, ante el peligro de que ella sea atropellada., él la coge de la mano y creen ambos, en una idílica ensoñación filmada por superposicíón de imagen, que caminan apaciblemente por el campo. Otra vez se nos presenta la dicotomía vida real/vida soñada. Es uno de los reencuentros más emotivos que se hayan filmado.
Esta cinta muda apenas necesita rótulos para los diálogos, tal es la poesía y elocuencia de las imágenes. Es más, a mi me da la sensación de que la palabra supondría una irrupción fatal, casi una disonancia, como si en en medio de la ejecución de una sinfonía, a uno de los músicos se le cayese el instrumento.
Esta maravilla de Murnau nos procura la satisfacción de un ideal, nos invita a soñar y de alguna manera nos redime de los sinsabores y del drama de nuestras vidas. lleva consigo, un germen de esperanza. Un canto a la vida, de inefable belleza.
3 de mayo de 2018
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mí me consta que el humor de Tati , el maestro del encuadre, es incomprendido por la mayoría. Claro, un sentido del humor tan sutil y abstracto está dirigido a los sibaritas que puedan degustarlo y colocar a este genio inclasificable en el Olimpo solo reservado a Chaplin, Keaton, Lubitsch o Wilder, y no exagero. Mi tío y Las vacaciones del Señor Hulot me parecen dos obras maestras como una catedral. En Mi tío (1958), esa fuente con forma de pescado me sugiere un ominoso y terrible totem amenazante, un símbolo lúcido de un mundo ya alienado por la mecanización y la tecnología. Hay una escena divertidísima que refleja la frivolidad de las clases acomodadas, aquella secuencia en la que la esposa (una esperpéntica maruja) limpia con un trapo el traje del marido mientras éste se dirige al coche para ir a trabajar y luego, para rematar la faena, con el mismo trapo limpia el coche. Tati ridiculiza así los burdos rituales mundanos. No necesita palabras (son incomprensibles), solo se oye un ridículo parloteo, porque en el fondo la mayoría de las veces no decimos absolutamente nada. Profunda y lúcida sátira de los tiempos modernos. Imprescindible.
2 de mayo de 2018 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Emotivo y convincente triángulo amoroso que retrata además la lucha campesina con el caciquismo local en un pueblo remoto argentino. Un buen trío protagonista compuesto por una encantadora Cecilia Roth, Federico Luppi (esposo de Cecilia en la película) en uno de sus mejores papeles,y un gárrulo y simpático Sacristán que da vida a un geólogo español contratado en un pueblo perdido de la región argentina de San Luis. Cecilia y Sacristán protagonizan un amor tácito, no confeso, pero elocuente en las miradas que da lugar a una puesta en escena de sugerente lirismo, un tanto fordiano, diríase un cruce entre Shane y El hombre que mató a Liberty Valance por los gestos, las miradas de pasión reprimida y los significativos silencios. Narrada en off por Ernesto, el hijo de Luppi y Cecilia, esta cinta atesora momentos tan sugestivos como la conversación en off de Cecilia y su amiga novicia que versa (lo inferimos nosotros como espectadores) sobre el amor que siente por Sacristán y que Luppi, que las observa por la ventana, interpreta que están hablando de la relación que tiene su hijo con una niña analfabeta de la localidad (otro vez un guiño a Ford). La mirada embelesada de Cecilia Roth mientras Sacristán improvisa una clase ( otra vez John Ford) es otro momento magnífico. Conmovedora e inolvidable la escena de la despedida de Sacristán, donde todos los sentimientos reprimidos salen a flote, una escena en la que resulta complicado reprimir las lágrimas a cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad.
Es también esta preciosa película una hermosa historia de amistad y lealtad a prueba de bomba entre Luppi y Sacristán.
Aristarain no logra entreverar muy bien el conflicto político con la historia amorosa, no tiene la gracia alada de un John Ford y la cinta se dilata un poco, aunque esto es una rémora insignificante comparado con todo lo bueno que nos ofrece esta joya del cine argentino, una de las mejores obras de los 90.
4 de marzo de 2024 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Versión sui generis de Frankenstein que se apoya en un irreverente discurso feminista de raíz ácrata ,- en un principio epicúreo y dionisíaco pero que deviene humanista-, inherente a las utopías socialistas y que escandalizaría-por iconoclasta- al feminismo de hoy (lastrado por un delirante neopuritanismo que aboga por la cancelación de lo no "decoroso)". El friso masculino retratado es variopinto, de modo que no se incurre nunca en aquella burda caricatura del heteropatriarcado con la que se ha comparado erróneamente la cinta de Lanthimos: esa memez insufrible de la Barbie (2023).
Del vitalismo nietszcheano y de la celebración de la carne al altruismo preconizado por Levinas, Marx y Rossellini (!cómo no pensar por analogía-en lo que atañe a Bella (Emma Stone)- en aquella mártir/samaritana encarnada por Ingrid Bergman en Europa 51!).
Del placer a la conciencia del dolor. Jano Bifronte. Del puro instinto animal al raciocinio, a la reflexión (de re-flejarse, de ver-se).
Bizarra, desmelenada y barroca bildungsroman, inclasificable híbrido prometeico que participa- entre otros referentes- del relato de la Bella y la Bestia, del Frankenstein de Shelley -y, por supuesto ,del Frankenstein de la Universal-aunque habría que citar también a otros exquisitos mad doctors de la Hammer (como el doctor Robert Knok (Peter Cushing) en The Flesh and the Fiends; hay además una clara alusión al Pygmalion de Bernard Show ( en Poor Things se pone en solfa las poses y apariencias de las clases acomodadas); se puede ver también como un relato de aventuras (esos viajes por unos atemporales Portugal y París parecieran sacados de la imaginación de un Lewis Carroll); y participa del relato folletinesco más un guiño postrero al Freaks de Browning (naturalmente no voy a hacer spoiler del giro final en la cinta). Todo ello dentro del marco-decía antes-de las utopías socialistas, sin incurrir en el estridente panfleto, sino más bien habría que decir que el componente ideológico deviene corolario de la lucidez que va adquiriendo Bella. "Solo los libros nos salvan de la barbarie", decía-y decía bien -Borges. Bueno, maticemos, las lecturas junto a la experiencia mundana (apuntaba arriba que estamos ante la adaptación libre de una bildungsroman sui generis). Vemos a Bella descubrir la vida primero a través de sus genitales (ahí se focaliza la voluntad de vivir, decía-y no se equivocaba, ni mucho menos, Schopenhauer) y luego por medio de la reflexión (espoleada por las lecturas de libros filosóficos).
Subyugante ese contraste, por un lado, entre el blanco y negro de las escenas londinenses (lejos del gratuito efectismo, resultan hipnóticos los ojos de pez y las expresionistas tomas en gran angular tan del gusto de Lanthimos) y, por otro, ese colorido- tan irreal y mágico- como el del cine de la impagable dupla Powell/Presburger, en los viajes de Bella por París y Portugal.
A priori se podría pensar que semejante batiburrillo de variopintas referencias estarían abocadas al irremediable naufragio. Nada más lejos de la realidad. Un inspiradísimo Lanthimos obra el milagro filmando una oda humanista en estos tiempos totalmente deshumanizados, en esta era del vacío, del selfie y del nauseabundo reguetón en los que se han arrumbado la cultura y las Humanidades.
Bella (maravillosa Emma Stone) no solo da rienda suelta a la libido, sino que además experimenta un crecimiento intelectual (lee, siente inquietudes, pregunta, aprende. Crece, en definitiva, llegando atesorar un conocimiento fáustico que decía Spengler). "Saber-le dice la madame del burdel a Enma-es conocer todo lo bueno como todo lo malo y horrible de la vida").
Maravillosa la Stone-decía- pero también William Defoe parece que hubiese nacido para dar vida a ese entrañable mad doctor. Me rindo ante esta fascinante, lúcida y subversiva rara avis, adaptación libre de la homónima y también espléndida novela (otra exquisita rara avis) de Alisdair Gray. Se tiene uno que pellizcar para dar crédito al hechizo de esta inefable obra maestra, de lo mejorcito que he visto en el-por lo común- adocenado (eufemismo) cine de los últimos 30 años
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