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Críticas 45
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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3 de enero de 2023 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucho se ha escrito de la técnica, del color, de la música y de la magia de la maravillosa -para mí- gran obra maestra de John Ford. Mucho se ha escrito también de las innegables grandes interpretaciones del gallardo John Wayne y la bellísima Maureen O'Hara, y también de un reparto de lujo como Barry Fitzgerald, Victor McLaglen y Ward Bond. Poco puedo añadir antes tales magestuosas críticas.

El Hombre Tranquilo es una película sobre el Matrimonio, una defensa a la institución social elevada a sagrada; es quizás el mayor epitalamio de la historia del cine, un poema pletórico al amor conyugal y a la naturalización de las relaciones humanas.

La representación de Innisfree (Irlanda), idílica y amable, en la que la tradición y la naturaleza imperan en un verdadero orden comunitario -y que me recuerda mucho al pensamiento de Chesterton-, se contrapone al mundo moderno del que viene el protagonista (América). Es llamativo además ver cómo, en tales circunstancias sociales, la autoridad recae en su totalidad sobre la figura del sacerdote, y no sobre el Estado, ayuntamiento, ejército o policía; retrato fiel de la autoridad natural tradicional.

La sociedad que presenta protege y promueve el Matrimonio -que como institución social y política, la fundamenta- y enaltece el noviazgo. Es una atmósfera verdaderamente comunitaria, que choca frontalmente con la sociedad actual (que pervierte aún más la sociedad moderna de la que proviene Sean Thorton), en la que los matrimonios deben fortalecerse y robustecerse contra los contínuos ataques a la familia, la maternidad, la fidelidad... Envuelto en un individualismo absoluto.
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spoiler:
La obra se inicia con el enamoramiento: exaltación del amor y admiración en la belleza y la estética. Enamorarse es crear una mitología privada con la otra persona, un universo personal que debe ordenarse en el noviazgo, conocimiento el uno del otro. Si bien es cierto que, por motivos de dinámica cinematográfica el noviazgo es algo corto, es también enseñanza fundamental, pues no ha dado tiempo que Thorton y Danaher se conozcan realmente, ignorando tras el matrimonio lo que cada uno tiene en su interior y ocasionando el conflicto entre ellos que vertebra la película.

Sean Thorton huye del mundo y de su pasado, no quiere volver a luchar y, para evitar nefastas consecuencias pretende, egoístamente, reprimir su virilidad y masculinidad, y frenar su deseo e impulso de defender la causa de su esposa. No comprende, por su formación americana y liberal, el significado y trascendencia que tiene para ella la dote, que no es sino la tradición y símbolo de la honra y dignidad que la mujer ofrece.

Mary Kate Danaher es una mujer orgullosa, brava y de gran carácter, sabe lo que quiere y lucha por ello, pugna por obtener lo que es suyo por derecho y tradición y no cede hasta conseguirlo. Sin embargo, ignora las razones por las que su esposo evita la confrontación, viéndole como un cobarde o, peor, un hombre que no respeta su honorabilidad de esposa. Danaher abandera la tradición sobre la modernidad de su esposo, y llega al extremo de negarle consumar el matrimonio (escándalo para la autoridad).

El conflicto tiene su clímax en una divertidísima pelea, en la que finalmente Thorton explota en masculinidad y defensa por la justicia y la dignidad de su esposa y ésta, dócilmente y en un alarde cómico en la que se muestra ternura y entereza orgullosa, va a casa hacer la cena a su marido. El matrimonio ha superado el conflicto.

Las feministas, habitualmente obtusas, han acusado al Hombre Tranquilo de ser una película misógina, sin embargo no puedo sino defender lo contrario, como prueba el retrato que hace de feminidad y voluntad altiva de la figura de la mujer, que finalmente somete la voluntad del esposo y le insta a ser consecuente con su hombría y su naturaleza, así como ella lo es a la suya. Evidentemente, en la sociedad enferma actual -donde las mujeres se masculinizan y los hombres se feminizan- es algo que choca. Pero en la gran obra maestra de John Ford, se engalana y entroniza, de una forma muy sencilla, la dualidad sexual; la masculinidad y la feminidad.
1 de diciembre de 2022 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No puedo más que inclinarme ante tal obra, película que justifica íntimamente cómo el cine sí es arte; un arte que muchas veces parece buscar auto-sabotearse y erguirse como entretenimiento vulgar y vacuo.

Pero esta película demuestra cómo el cine puede profundizar y elevar el espíritu. El guión en cuanto a la religión es ampliamente docto, el diálogo culto, los misioneros jesuitas se ven y hablan como católicos (algo que no ocurre siempre en películas de la misma temática) e incluso la cinta se atreve a reflexionar sobre problemas religiosos tales como la autoridad, la obediencia, la penitencia, el arrepentimiento y el perdón, la construcción de un orden temporal justo. Bajo un fundamento que excusa y justifica el devenir y la finalidad de la obra: la caridad.

Y todo aquello cubierto por una fotografía, quizá de las más bonitas de la historia del cine; una fotografía de una belleza, magnificencia, naturaleza y estética excelsa con grandes planos de las cataratas del Iguazú como remate ornamental. Considero además el vestuario y la caracterización de los jesuitas y los guaraníes de una excelente finura.

La música, que construye con la fotografía la atmósfera histórica y misionera, es de una ascética y una belleza sensitiva tal que sólo del genio Ennio Morricone podría provenir; uno de los mejores trabajos (si no el mejor) del romano.

Y por supuesto, las refinadas interpretaciones de Robert De Niro y Jeremy Irons elevan todavía más la calidad de la cinta.

Sin embargo, si no la considero perfecta es por varios fallos, esperables teniendo en cuenta el origen franco-inglés del director y que desarrolla una cinta sobre el obrar ibérico en las Américas.
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La caracterización de los españoles no es nada fiel; si bien evidentemente criminales ha habido siempre, el retrato generalista de que los españoles de aquellos territorios fueran traficantes de esclavos es falaz. Si bien hubo una cierta permisividad y tolerancia por las autoridades «coloniales» españolas en la utilización de mano de obra indígena, nada tiene que ver con la esclavitud, la Corona Española tenía, de hecho, leyes muy duras contra la esclavitud y de protección a los indios.

Del mismo modo el papel de los portugueses es también de un tratamiento dudoso, si bien en sus territorios sí hubo esclavitud y tráfico de indígenas, las acciones que estos desarrollan, disparando a bocajarro inocentes -incluso mujeres y niños- en una procesión litúrgica no pudieron darse bajo ninguna justificación (¿quizá sí en territorios bastante más al norte con colonizadores británicos?).

El papel de la Santa Sede (o al menos de la jerarquía eclesiástica), también culpables del terrible fin en el argumento es cuanto menos dudoso históricamente. Es especialmente llamativo el esfuerzo en desligar a los jesuitas tanto de la Iglesia Católica como de los reinos de España y Portugal, ya que durante el filme no son ni españoles, ni portugueses, ni miembros de la Iglesia; simplemente jesuitas.

Sin embargo a pesar de estos errores, el mensaje de la cinta se mantiene íntegro y sus virtudes no pueden sino superar sus defectos. Al final, no deja de ser una visión formalmente inglesa con una profunidad inusualmente católica.
17 de noviembre de 2022 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La segunda obra de Robert Eggers, revestimiento de mitos griegos, que se entolda de dos fareros que luchan contra la fiereza de la naturaleza y la superstición del mar. Es una película lenta y ahogante, grabada en 4/3 y en blanco y negro y cargada de referencias e inspiraciones.

Como la verdadera y aterradora historia de Thomas Griffin y Thomas Howell (1801), también la historia de dos fantasmas que cuidan de un faro (Max Eggers), el relato homónimo de Edgar Allan Poe donde dos marineros se quedan varados en un faro, el espíritu de Moby-Dick (Herman Melville) e incluso un tono lovecraftiano (la isla es una referencia a los profundos (?)). También vemos retazos del expresionismo cinematográfico alemán, si nos ponemos pedantes. Las mejores interpretaciones quizá de las carreras de Williem Dafoe y Robert Pattinson.

La película se desarrolla en una "roca" de Nueva Inglaterra, allá por 1980, con sólo dos actores y un par de escenarios pero cargada de mito y espíritu. Durante todo el transcurso del filme, que parece transcurrir sin tiempo, el joven Ephraim y el viejo Thomas sirven durante unas semanas como fareros, pero Ephraim comienza a tener pensamientos extraños al encontrarse con un pequeño scrimshaw de una sirena y a sospechar de Thomas, que no le permite subir a la luz del faro que guarda para él.
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Ephraim es un leñador atormentado, que huye de su pasado y su crimen. Rechaza el favor del anciano (rechaza su bebida y comida), y no se somete a su sabiduría y experiencia. Esto supone el enfado caprichoso de Thomas, que unido a la tortura que supone a Ephraim la prohibición por parte del anciano de subir al faro, desencadena una caída en la locura y la desesperación del joven farero, el tiempo no pasa, los sucesos no ocurren, la tormenta crece, la naturaleza es implacable. Thomas parece conocer demasiado bien a Ephraim, y delata que su nombre verdadero nombre es también Thomas, que es continuamente tentado, en forma de desesperación atlántica, de locura e incluso en forma sexual con la sirena que el mar le regurgita. Y bajo la eterna vigilancia de las gaviotas (una de ellas tuerta), que parecieran los espías de Odín en el mar (¿de Zeus, quizás?).

Finalmente, en su locura, Ephraim ataca al viejo, lo que provoca que el cambiaformas muestre su verdadera forma: él es un dios del océano, el viejo del mar (Homero), un hijo de Poseidón (teogonía olímpica); él es Proteo. Según el mito, Proteo reside en la Isla de Faro (Egipto, allá donde el famoso Faro de Alejandría, curiosamente), posee gran sabiduría que le permite predecir el futuro, pero es celoso del conocimiento que solamente él atesora y se resiste a compartirlo (la luz del faro, el fuego de los dioses), así que se defiende cambiando constantemente de forma para despistar a sus perseguidores. Proteo atormenta al joven Thomas por su impertinencia, cambiando de forma, jugando con las ansias del joven. Prohíbe pero también tienta. Juega con él, pero también advierte que pretender obtener por la fuerza un conocimiento reservado a dioses de mayor rango es una idea peligrosa. Pero todo en la isla -desde las gaviotas hasta, irónicamente, el propio Proteo- parece ejercer su influencia para que el joven desafíe la prohibición (¿Zeus habrá convertido la isla en una trampa donde el joven contravendrá la voluntad de los dioses?).

El joven Thomas es un titán, un dios menor, un efebo (véase la referencia descarada de Hypnose, Sascha Schneider) que acaba aplastado bajo el poder de Proteo.

Thomas el joven es Prometeo, que ansioso del fuego de los dioses alcanza llegar a éste (al faro) y robarlo. En el mito, Zeus por tal ofensa castiga a Prometeo a ser encadenado a una roca, donde un águila devora sus entrañas mientras éstas se regeneran, en un ciclo de dolor eterno. Cambiemos el águila por las gaviotas de Proteo, sus protegidas.
17 de noviembre de 2022 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como el resto de obras de Robert Eggers, The VVitch se sustenta sobre dos pilares -que la hace tan sumamente atractiva y sobrecogedora-: la religiosidad y la estética -en su sentido más ascético-.

Sobre la religiosidad, no pensemos en cinematografía religiosa ni apologética -la cual tiende a ser cursi y centralizadora del mantra religioso, salvo contadas excepciones-. Eggers explora una religiosidad antigua y mística, que explora la mitología y su encuentro con la fe de sus personajes. La estética, aunque cambiante, se adapta a cada concepto e idea que quiere sellar; y que envuelve con un diálogo docto y estudiado, cognoscente del folklore, la religión y la mitología; avezado en el lenguaje cinematográfico, fotográfico y estético.

La Bruja explora la debilidad y desesperación del pensamiento protestante -y concretamente el puritano- ante la propia naturaleza humana, corrupta por el pecado original, que encarna una familia desprotegida y desacramentada por una fe castrada, que se enfrenta a su propio abismo en caída libre ante el mal, encarnado a su vez en un paganismo antiguo y sólido. Es una película incómoda y terrorífica, que no requiere de sustos ni sobresaltos. A destacar el impecable papel de Anya Taylor-Joy.
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La fe puritana de la familia es fundamental, y así Eggers lo hace ver continuamente, con la 'confesión' secreta en intimidad de oración de Anya Tylor-Joy (un protestante nunca sabe si ha sido perdonado), la duda del niño contra las verdades de su fe (especialmente en la condenación, auspiciada por la pérdida de su bebé hermano, sin haber cometido mal formal, pero sin bautizar), la falta de sacramento, etc. La familia tiene una fe, que al principio se aparenta fuerte y robusta, pero que es dominada por las propias situaciones.

Un elemento también fundamental de la cinta es la familia, que es un elemento nuclear para la protección y educación de cada individuo, y cuya cabeza es el hombre. El hombre, que superado por la naturaleza y el paganismo, no intercede ni defiende como se le exigiría a su familia, no quiere (o puede) ver siquiera el mal que les acecha sino en causas accidentales (un lobo) y calla en conflictos interfamiliares que él mismo ha provocado (la copa de plata de su esposa). El hombre, que no es capaz de calmar la desesperación de su esposa ante la pérdida de su hijo ni controlar a sus propios hijos en la fe y la virtud, permite indirectamente la demolición de la familia.

El demonio, en imitación profana y blasfema a Cristo, elige a sus discípulos -déjalo todo y sígueme-; la brujería -una burda parodia del Matrimonio- acaba con la familia que protege, no de una forma religiosa o espiritual, pues es una familia castrada por la herejía; sino de una forma ius naturale, despojando a Thomasin de todo lo que ella tiene, y es entonces cuando éste se le muestra y le elige para su aquelarre. Sin olvidar que el demonio accede a la familia, no a través de Thomasin, sino a través de los dos hijos pequeños, son ellos los que le abren la puerta a través del juego con Philip el Negro (escuchaban sus susurros), que se aprovechaba de su inocencia desprotegida de Sacramentos. Provocó así la tentación sexual de Caleb que causó su caída, la desesperación y locura de la madre y la incapacidad del padre.
21 de noviembre de 2022
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo siento, pero por más que he intentado ser indulgente no me ha gustado. Quizá sea por ser católico, y ver en ella superficialidad y poca profundidad que no esperada en una cinta de esta naturaleza, por reducir la fe a una caricatura y a un conjunto de sentimentalismos que busquen sólo apelar a la emoción y la ternura al espectador. Quizá sea porque se ha hecho sin conocimiento teológico, con diálogos que parecen escritos por catecúmenos, y un guión excesivamente proselitista.

A pesar de las actuaciones de Mark Wahlberg, Mel Gibson y Jacki Weaver (que destaca sobre el resto), la película se queda en una obra superflua y artificial sobre un personaje real que poco o nada tiene que ver con el personaje cinematográfico. Ni si quiera las buenas intenciones y el presupuesto -que no suelen tener las obras religiosas- la salvan.
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Y para rematar, no he podido más que sentir repulsión y dolor con cómo han representado las supuestas apariciones de Cristo y de María. Sólo un guionista no-católico podría haber escrito semejantes escenas.
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