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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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19 de marzo de 2024 Sé el primero en valorar esta crítica
Una obra de arte que casi tres cuartos de siglo después de haber sido creada sigue provocando, irritando y escandalizando debe ser el sueño de cualquier artista transgresor. Pongámonos en la época. Europa, que ha quedado aplastada tras la Segunda guerra mundial comienza a levantar cabeza económica y culturalmente; en este aspecto, todos los valores tradicionales han sido puestos en cuestión, porque los antiguos han llevado al desastre. Es también el público el que demanda no solo sueños fabricados, sino también reconocerse en la pantalla y que se expresen en ella sus problemas y preocupaciones cotidianas y que se denuncien los abusos a los que son sometidos en las películas que se le ofrecen. El cine italiano ha sido sacudido por una revolución estética y moral, con películas como Roma, ciudad abierta, Alemania año cero, El ladrón de bicicletas, El grito, La tierra tiembla o La strada. En el Reino Unido se han estrenado ya las primeras películas de la escuela del Free cinema. En Estados Unidos, a pesar de la purga del Comité de Actividades Antiamericanas, que ha hecho emigrar a algunos de sus mejores autores y ha silenciado por el miedo a otros, la creatividad, como la mala hierba, vuelve a surgir y han sido estrenadas películas como La sal de la tierra, Sombras o Atraco perfecto, incluso en España el cine se sacude las glorias imperiales, las fanfarrias y los coros y danzas y, entre las losetas de cartón-granito de los castillos castellanos (¡Viva Palencia!), surge también esa mala hierba y se estrenan películas de la talla de Calle Mayor, Bienvenido Mister Marshall, Muerte de un ciclista o El pisito; y, por fin, en Francia una nueva ola de profesionales cultos del cine se cuestiona las viejas reglas en busca de un cine más ágil, fresco, joven y espontáneo, que bebe también de los mejores profesionales americanos. Navegarán en esta ola artistas de la talla de Truffaut, Agnés Varda, o Eric Rohmer, entre otros y esta ola, casi un tsunami, ha dejado ya sus primeros frutos con maravillas como Los 400 golpes o Hiroshima mon amour.

Reconocido su valor innovador, la cuestión es ahora valorar cómo funciona esta película en el siglo XXI, y si las recetas teóricas propuestas en Cahiers du cinema funcionan aquí y ahora. Ciertamente la película es irregular y tiene momentos irritantes, en particular el montaje parece a veces hecho encima de un toro mecánico, cae en alguna pedantería y Belmondo es a veces insoportable, pero el conjunto es genial. Jean Seberg se merienda la pantalla cada vez que aparece, con un estilo juvenil, que será siempre moderno por más tiempo que pase; Belmondo crea, nunca mejor dicho, el personaje de un sociópata que toma las cosas que quiere, preferentemente ajenas, cuando se le apetece a costa de lo que sea y que, si no tiene ningún sentimiento de culpa, tampoco juzga a los demás, salvo si son cobardes, es decir si no se atreven a ser libres; los diálogos, precisamente porque contienen detalles absolutamente impertinentes, son mucho más creibles, porque en la vida real nadie habla como en las películas; París nunca resultará tan bello, tan vivo ni tan auténtico por más películas que allí se rueden; es un hallazgo el detalle de los anuncios luminosos con noticias relativas al relato de la película (“el cerco en torno a Michel Poiccard se estrecha”, “arresto inminente de Michel Poiccard”). Hay escenas memorables que han quedado para la historia del cine, como la de Jean anunciando el New Herald Tribune en un bulevar, o el plano secuencia de casi cinco minutos de la agencia de viajes, con una cámara que prácticamente no se detiene en ningún momento. Además, el valor documental de Al final de la escapada es inmenso, porque retrata la ciudad de 1959, sus gentes, su equipamiento urbano y su vida en general.

En definitiva, casi todos los experimentos funcionan y los riesgos asumidos compensan con creces. Godard nunca podrá ser acusado de ser un cobarde.

Revolucionó el modo de hacer cine. Creó un nuevo lenguaje, pero con ese lenguaje tampoco es que dijera mucho en esta película. Le doy un siete porque es imposible darle menos puntuación a una obra maestra.
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