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TPA
Seychelles Seychelles · Coldwater
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Críticas 57
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
3 de enero de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy pocos peros pueden ponérsele al cine de Paul Thomas Anderson; sus cimientos son puro acero y su construcción de lo mejor en arquitectura vanguardista, tan sólida como singular, preparada para aguantar el paso del tiempo sin perder ni un ápice de su consistencia en tanto que obra de cine, arte en definitiva. Reconoce el mismo director en una reciente entrevista que hay harta improvisación de los actores en sus films, pero hasta eso se adivina calculado, expresamente consentido. Todo lo demás, desde el montaje hasta la fotografía, desde el guion hasta la banda sonora, es un brillante cóctel de savoir faire academicista –en el mejor sentido de la palabra– y osadía artística, una fábrica de clásicos modernos que sigue en plena forma. The Master así lo confirma, film que de nuevo escribe y dirige Anderson y que cuenta esta vez, además, con tres impagables pilares en su reparto: Joaquin Phoenix, Philip Seymour Hoffman y Amy Adams, los tres espléndidos.

Lo que nos cuenta The Master, el nacimiento de cultos pseudocientíficos, casi familiares, al acabar la Segunda Guerra Mundial, nos puede recordar en clave actual a la última incursión cinematográfica de Kevin Smith, Red State (2011), o a la historia de los Phelps que nos describía Jordi Évole en su Salvados, evidentemente a otra dimensión. Anderson habla en este caso de la Cienciología –aunque nunca se cite explícitamente–, describiendo los primeros pasos hacia la consolidación de una institución que a día de hoy aglutina poder y seguidores pero que cincuenta años atrás apenas sostenía su líder, aquí un Hoffman impecable. Habla así de la concepción de ésta como también lo hace, muy importante, del contexto. No se entendería la historia de la misma forma si su escenario no estuviera tan delicadamente confeccionado, sin obviedades pero perfectamente real; estética cincuentera, clima convulso de post-guerra… Es por eso que Anderson toma como protagonista a un veterano algo perturbado –Phoenix– y lo traslada, casi por casualidad, hasta el carismático líder de La Causa, Lancaster Dodd. La combinación es explosiva, tanto en su construida ficción como en el resultante duelo interpretativo, lleno de un histrionismo contenido que a ambos les viene como anillo al dedo, rebosantes de disimulado gozo. No obstante, buena parte de la culpa de ese exacto marco también la tiene Jack Fisk, director de producción que repite tras la genial Pozos de ambición (2007), así como las influencias directas de films como Let There Be Light (1946), documental de John Huston sobre los traumas militares en los que Anderson se inspira para describir el personaje de Phoenix, Freddie Quell.

Repite, de la misma forma, Jonny Greenwood con una banda sonora que pierde peso pero no calidad respecto a su precedente colaboración con Anderson, renunciando a las influencias kubrickianas de Pozos de ambición y tornándose más calma y envolvente, aunque nunca impersonal. Nada que objetar, en todo caso, de esta mayúscula obra que, como el cine de los Coen o David Fincher, exhala calidad por todos lados; da la sensación que todo es premeditación, cada minuto, cada segundo es a propósito, sin fisuras ni fugas de ningún tipo. Sólo peligra su éxito por su propia complejidad, y es que lo que relata es a fin de cuentas extraño, frígido como sus personajes, susceptible a la misma incompatibilidad social que pretende mostrarnos.

[Tupeli.es]
TPA
27 de octubre de 2012
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paul Schrader tiene una filmografía tan interesante como irregular, y Adam resucitado es una muestra más de ello, película llena de atrevimiento y búsqueda de lo trascendental que puede gustar o no, pero esquiva a toda costa el abismo de la indiferencia. El otrora guionista de Taxi Driver o Toro Salvaje (Martin Scorsese, 1976 i 1980) se pone una vez más detrás de las cámaras para dirigir un atípico drama que compagina la tragedia de los campos de concentración nazis con una historia más actual, secuelas y cicatrices de aquel episodio traumático. En él, Jeff Goldblum encarna a un director circense en la Alemania de los años cuarenta que, junto con su familia, es apresado por los nazis. Éste será, entonces, el encargado de entretener a un general nazi (Willem Dafoe) en una humillante y demencial situación de la que dependerá su vida.

Mira por el retrovisor Schrader para relatar unos hechos mil veces contados desde una óptica que de tan original es casi inverosímil, y que habla de desdicha y redención con una peculiar retórica. No caben en Adam resucitado el comportamiento racional y el pensamiento lógico, todo es desagradable, anormal y pérfido, y pretende transmitir horror con lenguaje propio obviando sus aptitudes dramáticas y relegándolas a la Historia per se, algo a lo que por desgracia, culpa de la continua reiteración, es fácil que deje frío. El director prefiere aquí inclinarse hacia lo retorcido, proyectando situaciones que extrañan más que conmueven, escudándose en la idea del trauma como algo grotesco y olivándose de traumatizar también al espectador, al que sólo así podría justificar la sarta de imágenes a menudo ridículas que expone. Hombres y niños can, fuegos fatuos, Adanes y demás simbología religiosa pretende, por otro lado, dotar de profundidad y sentido metafórico a la obra, pero no; nada de eso maquilla una película que aspira más que consigue y transmite mucho menos de lo que quisiera, sólo histrionismo y la certeza de siempre: el nazismo ha sido lo más cerca que ha estado la humanidad del infierno en la Tierra. Fuera de eso todo es más ruido que nueves y la entregada actuación de un Jeff Goldblum irreprochable.

Así es que Adam resucitado prosigue la estela de Un lugar donde quedarse (Paolo Sorrentino, 2010) –aun siendo anterior a ésta– para desmarcarse del habitual retrato del nazismo o postnazismo, tan crudo y tan racional, adentrándose en los pantanosos terrenos de lo onírico, surreal, o simplemente irreverente, y perdiéndose en ellos, atrapado e incapaz de emocionar.

[Tupeli.es]
TPA
16 de junio de 2009
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La matanza de Texas y Las colinas tienen ojos han creado escuela. Y sin duda han habido alumnos más aventajados que otros. La casa de los 1000 cadáveres, por ejemplo, se podría considerar un alumno, por lo menos destacado. Wolf Creek, es otro de los alumnos que, algo es algo, tiene la gracia de tener una buena fotografía.

Así pues, y como en todas las clases, también hay malos alumnos. La casa de la cera, La casa (Cold Creek Manor), o Área de descanso serían unos buenos ejemplos.
Y finalmente, también tenemos el alumno pésimo. Este alumno se llama Destino al infierno, que lo único que hace es aprovechar el potencial y la facilidad que supone grabar imágenes de tortura como único aliciente. Explota el morbo sin ninguna gracia, y nada más. Los personajes son llanos, poco trabajados, los diálogos monotemáticos y la banda sonora nunca cumple su función con éxito.

En definitiva, pues, es una película que sinceramente, no vale la pena.
TPA
4 de mayo de 2012 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que este en el que vivimos es un mundo de hombres es lo que al final, en cierto modo, suscribe George Clooney con su último film, que entra estos días como anillo al dedo por su contexto político, paralelo a los acontecimientos que se están dando en los Estados Unidos. Las primarias republicanas como excusa, y sus consecuentes intercambios dialectales, tan hábiles y suspicaces como a menudo vacuos, son el perfecto escenario para el lucimiento de guionistas, que como en las películas de Fincher o Miller se encuentran en su salsa, mimados por un realizador que huele lo lúcido y auspicia lo inteligente. No sólo dirigiendo, Clooney es selecto y así lo avala su trayectoria cinematográfica, actualmente en plena madurez artística, dejando mella como actor y director, pero también como coguionista. Efectivamente, Clooney firma también parte del texto de sus films, incluyendo este último, en el que aporta conocimientos –su padre había sido candidato demócrata en el congreso de Kentucky– de los mecanismos internos en la política norteamericana.

La superficie de lo que nos cuenta Clooney, entresijos políticos de altas esferas, es conscientemente banal, destapándose su naturaleza superflua cuando se enfrentan los discursos y competencias internas entre candidatos republicanos a la presidencia con su carácter más esencial y subcutáneo; las relaciones humanas y sus dimensiones. Con la premisa de su título, que hace referencia a la traición de Bruto a su padre, Julio César, Clooney desarrolla una trama alegórica, escala de prioridades y valores de quien aspira al poder. La muerte del idealismo, la sangre fría, y el proceso de inhumanización forman parte de la hipótesis formulada aquí, bastamente asumida pero aun así de necesaria reformulación.

Clooney cuenta, para todo ello, con un reparto potente encabezado por uno de los actores de moda, Ryan Gosling. El joven rubio está excelente en su papel de consejero. Carismático y viril donde los haya, Gosling suscita empatía con poco; de carácter grave y sutil expresividad, es calmo pero atento, introvertido pero vivaz, y personifica en buena medida lo que Los idus de marzo quiere significar: metas y sacrificios, grandes ambiciones y pérdida de principios. Y todo ello en un contexto, como decíamos, implacablemente masculino, una suerte de revés a lo que Polanski describía en El escritor (2010). Prosiguiendo con el elenco, y junto a Clooney y Gosling, ambos impecables, encontramos grandísimos papeles secundarios, como los asesores presidenciales encarnados por Paul Giamatti y Phillip Seymor Hoffman, o la becaria Evan Rachel Wood, quien con su papel carga sin arrugarse con lo más implícito de la trama, drama real de lo que quema sin que debiera en la sobrealimentada hoguera de las vanidades.

(Sigue en spoiler SIN SPOILER)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Los idus de marzo es, con todo, una película moderna: absorbe lo mejor de las nuevas hornadas de series yanquis –sus textos ingeniosos y su ritmo galopante–, y dota su temática de la dualidad shakesperiana, tan actual en su pretexto, primarias republicanas de este año, y tan perenne en su mensaje, las causas y consecuencias del poder.

Lo mejor: prácticamente todo en este film es loable.

Lo peor: no es malo, pero sí un hándicap, que la historia requiere de mucha atención para captarla en su totalidad.

[Tupeli.es]
TPA
4 de mayo de 2012 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los tics navideños están a la vuelta de la esquina y por eso todo empieza, desde hace unos días, a oler a turrón. La parafernalia papanoelísticofindeañera, reyesmaguna y pesebrística acarrea, como siempre, los benditos valores confraternales que suscitan estas fechas, en las que también los mayores tópicos tienen cabida. Cuentos de Navidad a mansalva inundan pantallas de todos los tamaños, y entre ellos lo difícil no es encontrar uno que se desmarque, si no uno que lo haga con éxito. Efectivamente, hablamos de películas, algunas más ingeniosas que otras en su interpretación de las fiestas de la sonrisa automatizada y la felicidad por antonomasia. Las hay que consiguen reformular los relatos, léase Pesadilla antes de Navidad, léase Rare Exports, las hay que lo intentan, El Grinch o Bad Santa, y las hay que se limitan a reseguir la misma línea previamente trazada una y otra vez. Arthur Christmas se pasea entre el primer y el segundo grupo como Pedro por su casa; flirtea con lo original sin desprenderse de su eslogan impolutamente navideño, en una conjugación irregularmente formulada entre el cuento de Navidad al uso y su pertinente modernización.

Arthur Christmas es una reinterpretación del archimanoseado Papá Noël en su faceta visual y también argumental: la técnica y animación, como ya viene siendo habitual, son un regalo para la vista, impecables en su factura. Su trama, en cambio, aún teniendo un par de gags francamente divertidos, y llena de esas buenas intenciones tan propias de tan señaladas fechas, resulta algo fallida en su pretendido rejuvenecimiento. Si el film quería actualizar la historia de Santa Claus, su logro es más bien superficial: dadle un Smartphone al abuelo y ya lo tienes a la última. El problema aquí es que no hay atisbos de modernización en sus queridos valores, que se centran en el grueso de la historia dejando al descubierto ciertos dejes sexistas –en una ocasión Santa Claus agradece a su mujer que «haga amablemente todas esas cosas que las esposas hacen cuando sus maridos trabajan»–, e incluso belicistas –sólo hace falta ver la vestimenta de los personajes– que lastran sin duda no sólo dicha modernización sino lo positivo del mensaje, al que sólo se puede aprobar haciendo la vista gorda y obviando demasiados detalles.

(Sigue en spoiler SIN SPOILER)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Así es, la Operación regalo proclama con rigor militar el espíritu navideño, cayendo de cuatro patas en su propia contradicción. Los valores que emana –ningún niño sin un regalo, lucha por tus convicciones– y su interesante planteamiento en relación a los personajes –ninguno de ellos es absolutamente bueno ni rematadamente malo; todos están bien matizados en este aspecto– quedan empañados por esta desidia o complacencia en la que debería ser una trama delicadamente confeccionada, que al final no puede evitar despertar en el espectador un sabor agridulce, de lo que pudo ser y no fue, teniendo en cuenta además que produce Aardman, responsable de Wallace y Gromit y compañía. En definitiva, y a modo de conclusión, se podría decir que Arthur Christmas es tan indudablemente entretenida como fácilmente rebatible, y es que no es lo mismo teñir de rojo la indumentaria del Viejo de Pascua que ponerle, directamente, una boina militar.

Lo mejor: la bien lograda psicología de los personajes.

Lo peor: el sospechosamente conservador trasfondo de su trama.

[Tupeli.es]
TPA
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