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Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
27 de diciembre de 2010 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos aquellos que abominan del cine español porqué sí; todos aquellos que sólo hablan de él para criticarlo cuando se estrena algún bodrio patrio, e incluso aquellos simplistas que no entienden que nuestra filmografía tiene tantas películas buenas como malas, al igual que sucede en Hollywood (solo que en menor número de unas y otras); todos ellos deberían ser encerrados durante dos horas en la Celda 211, a ver si así son capaces de percibir las constantes vitales de “el otro” cine español: el de calidad.

El film de Daniel Monzón es sencillamente, uno de los mejores thrillers de los últimos tiempos, y sí, se trata de una película española. El planteamiento inicial es tan simple como bien hallado, y posee todo el potencial narrativo del mejor cine de acción americano: un funcionario de prisiones se ve atrapado en un motín en su primer día de trabajo. Como ningún recluso le conoce, intentará hacerse pasar por un preso recién llegado al penal para salvar el pellejo, habiendo de colaborar con los amotinados. Sencillamente genial.

El arranque es directo, sin contemplaciones, metiendo al espectador de lleno en la película. Un sólido guión va desenredando luego un argumento de los que enganchan, entre la trama político-carcelaria y la peripecia de Juan, a medida que también conocemos a Malamadre, el auténtico motor de la historia, un peligroso recluso cuya potente incorporación por parte de un inmenso Luis Tosar lo convierte en unos de esos personajes llamados a quedar en el imaginario popular.

Destaca también la revelación del desconocido Alberto Ammann, en el papel del otro protagonista, Juan Oliver, el funcionario atrapado en la prisión, que se verá obligado a convertirse en otro amotinado más, e incluso a compartir liderazgo con Malamadre, mientras intenta colaborar, en un trepidante juego a dos bandas, con las fuerzas de seguridad en el exterior. Por detrás de ellos, un elenco de muy buenos actores, entre los que destacaría la labor de Carlos Bardem, en su enésimo papel de mafiosete sudamericano.

Además de ser trepidante, la trama adquiere también tintes sociales, en su denuncia de la situación de los presos en las cárceles españolas, e incluso políticos, como el detalle (capital para la trama) de los presos etarras inteligentemente utilizados como rehenes por los amotinados, debido a las implicaciones que su muerte podría suponer hacia el terrorismo vasco.

Sin embargo, en mi opinión el ritmo y la verosimilitud comienzan a flaquear hacia mitad del metraje, cuando el interés pasa a centrase más en la agresión sufrida por la mujer de Juan, y en las consecuencias, también algo llevadas al extremo, que ésta tiene en el devenir de los acontecimientos. Por otro lado, la fotografía y el montaje resultan mejorables. En eso aún queda mucho que aprender de los americanos.

Manchas éstas que restan algo de nota, pero mantienen intacto el interés de la propuesta: demostrar que se puede hacer (buen) cine de género en nuestro país.
27 de agosto de 2011 1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace poco cacé por TV el final de "Tiburon 3" (Jaws 3, Joe Alves, 1983). Y al ver cómo estallaban las mandíbulas del escualo al tragarse una bomba no pude por menos que esbozar una nostálgica y condescendiente sonrisa.

Hoy en día, a la gente le encanta decir que acaba de ver una película como las de los 80, aunque tengan apenas 20 años, pero mucho me temo que un thriller genuinamente ochentero sería en muchos aspectos infumable para el espectador medio actual, acostumbrado a un cine donde la calidad de una superproducción se mide por la factura de sus efectos especiales y lo trepidante de su acción, donde al guión sólo se le pide que sea correcto y repita los mismos arquetipos de siempre.

Al contrario de lo que leo por ahí, viendo “Super 8“ nunca tuve la sensación de estar viendo una película de los 80. Yo nací en el 80, y lo único que me recordó a E.T. es por la cantidad de veces que he oído la comparación. Abrams debe haber creído que bastaba con poner a un grupo de niños aventureros (al estilo de “Los Goonies” (The Goonies, Richard Donner, 1985) o “Cuenta conmigo” (Stand by me, Rob Reiner, 1986)) rodando en super 8 para dotar de “ochentismo” a la película, lo cual no sé si tomarme como una muestra más de ingeniería comercial cinematográfica y un insulto a mi inteligencia como espectador, o como un intento honesto y fallido del bueno de J.J.

“Super 8” quizá sea el “E.T.” o “Los Goonies” de las generación actual post 11-S, con el mismo sentido de la lírica y la magia que “Monstruoso”, “REC” o “28 días después”. Películas todas estas que me encantan, pero cuya contundencia, carga violenta y sentido apocalíptico no ligan nada con el espíritu de aquellas. En este sentido, el film es más Abrams que Spielberg.

Ignoro si por cobardía, o simplemente por la natural inclinación actual hacia la desmesura, Abrams se vale de todo tipo de recursos actuales para hacer más digerible su pretendido homenaje: montaje trepidante e impecables efectos especiales “factoría Spielberg” tan excesivos e innecesarios como tanta acción y tantos golpes de sonido para generar sustos. Y es que en los ochenta, los trenes no descarrilaban así.

El cuadro lo completa un guión tan sólidamente arquetípico desde el primer fotograma que se le ven las costuras en exceso (traumas infantiles, elementos que se siembran y luego se recogen, secundarios que se ven venir de lejos, malos malísimos, chica rubia en peligro y protagonista al rescate, momentos lacrimógenos muy bien trenzados con pasajes de acción, moralina final, etc.). Todo ello hace que el film se deslice cuesta abajo empujado por una inercia que entretiene, pero que no excita ni sorprende. No confundamos lo que se hacía en los 80 con lo que se lleva haciendo desde los 80.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
¿Y el monstruo? Bien, gracias. Ha sido muy bien conservado en el formol de nuestra curiosidad por una abrumadora campaña publicitaria, inteligente, prometedora y atractiva; incluyendo los carteles, casi lo mejor del film. Pero a pesar de tanto misterio, y de que efectivamente es inquietante, no era más que otro "monstruoso” alienígena, carente del carisma necesario, por mucho que intenten humanizarlo al final. De nuevo más Abrams que Spielberg.

En fin, un sólido producto comercial, más pretencioso que atrevido en su empeño de remover nostalgias ochenteras, y que no logró su objetivo en este humilde crítico. Demasiado anclado en el cine mainstream actual como para atreverse a revisitar de verdad los 80; demasiados homenajes y referencias, demasiado sabor a refrito como para respirar un mínimo de personalidad propia. Un buen film entretenido, pero que no queda.

Kenneth Turan, de L.A. Times, lo define mejor que yo: "Aunque efectiva por momentos, finalmente no es tan excitante o emocionante como nos gustaria que fuese (...) El problemna de "Super 8" no es que tenga mucho de lo que quejarse, sino que tiene poco por lo que entusiasmarse".
9 de mayo de 2013
3 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Septiembre de 2009 comenzaba en Córdoba, el rodaje de ‘La Mula’, la adaptación que Michael Radford (‘El cartero y Pablo Neruda’, ‘El mercader de Venecia’) se disponía a hacer del libro homónimo del escritor jienense Juan Eslava Castro. Nada parecía presagiar entonces los innumerables problemas entre Radford y la parte española de la producción, Gheko, la productora de Alejandra Frade, que acabaron con Radford desertando del rodaje y renunciando a firmar guión y dirección del film. Finalmente, el rodaje tuvo que terminarlo otro director contratado por la productora española.

La historia nos habla del cabo Juan Castro, un “mulero” traspasado por despecho al bando nacional de la Guerra Civil, combate sin demasiado afán ni ideales. Un día se encuentra una bonita mula blanca que arrastra el cadáver de un combatiente republicano. Con la misma facilidad que la guerra separaba familias y amigos, Juan decide cambiar de bando a Valentina (como así la bautiza) y adoptarla. En estas está Juan cuando conoce a Conchi (María Valverde), una hermosa joven católica del pueblo durante un baile. Mientras la corteja, y la guerra agoniza, Juan hace planes de futuro junto a Valentina y Conchi, llevando una vida sencilla en su quintería cuando acabe la contienda.

Aunque llega huérfana de director, ‘La mula’ es una película muy reivindicable. Se trata, ante todo, un entrañable y divertido alegato antibelicista, valiente además por situarse en el bando nacional para, huyendo de maniqueísmos panfletarios, mostrar la barbarie desde un punto de vista desmitificador (la genial escena de entrada, una mezcla de Berlanga y ‘Salvar al soldado Ryan’) y el sinsentido que la guerra representaba para gentes sencillas de ideales prosaicos como Juan Castro. Valentina, la mula que se convierte en motivo de lucha y de ilusión para Juan, se antoja una metáfora de la sencillez, de la humildad, del trabajo y la subsistencia, que era lo único que importaba a muchas personas durante la guerra. Otra potente imagen de gran consonancia es la de los campesinos mirando el zepelín nazi que sobrevuela su campos, cual ovni en plena invasión alienígena, incapaces de comprender cómo algo tan grande puede mantenerse en el aire.

Con un gran elenco de actores, entre los que Mario Casas y María Valverde (cuyo romance, al parecer, comenzó en el rodaje) son los ganchos más destacados, ‘La mula’ avanza sobre un guión muy bien trenzado, donde (sin haber leído la novela) se adivina la mano ‘americana’ del británico Radford. El film combina bien los momentos dramáticos y cargados de significado (la elección del bando por despecho, la lealtad de los amigos separados por la guerra, el alférez que no se atreve a cambiarse de lado) con la simpática comedia (el momento del obispo sobre la mula), a lo que ayuda la presencia de Secun de la Rosa (‘Días de fútbol), un habitual del género.

El film se estrena por fin el 10 de Mayo, tras haber estado paralizada su distribución por el conflicto entre Radford y los productores españoles. ‘La mula’ compitió en Málaga, donde Mario Casas recogió la Biznaga de Oro al mejor actor, un premio quizá algo excesivo, pese a su correcta interpretación y su esfuerzo por hablar con acento andaluz. Casas entró en la producción tras renunciar Oscar Jaenada.
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