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Críticas ordenadas por utilidad
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6,8
17.739
10
29 de enero de 2022
29 de enero de 2022
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La civilización se sostiene gracias a unas estrictas normas de convivencia. Es un complejo entramado de buenos modales y neurosis. La civilización es un sólido montaje para guarecer de la intemperie al individuo, al que se le exige a cambio sacrificio, y una permanente vigilancia de los instintos que ahoga nuestra naturaleza. Nos protege, la necesitamos para el buen vivir, las reglas, el orden, pero da mucho trabajo sostenerse en este esfuerzo, no digamos ya la tarea titánica de erigirse y mantenerse en la perfección cultural, en la sublime cúspide de la civilización. Daniel Day Lewis representa la pureza de este esfuerzo civilizatorio agotador, el trabajo maniático, el no permitirse un instante de flaqueza o de vulgaridad, el no dejarse arrastrar bajo ningún concepto por el instinto hacia el abismo y el caos, frente a los que lucha denodadamente y sin descanso. Todo lo cuida, todo lo mide, todo lo quiere controlar. Ni el más leve soplo de aire permite a su alrededor. Daniel Day Lewis representa la civilización.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pero los hombres (y las mujeres) también tenemos ese instinto dionisiaco que quiere triscar, bailar, divertirse, dormir a pierna suelta y hacer ruido al comer, untar las tostadas en el desayuno sin tanto protocolo, que no quiere comerse la cabeza y que, como dice la chusma, quiere disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, dejarse llevar. Por eso el personaje arquetípico de Daniel Day Lewis nos resulta tan antipático: nos parece de una soberbia sobrehumana, de un engolamiento que nos resulta insoportable, de una sofisticación asfixiante. La película nos va contando que ni siquiera él puede lo soportar.
Volviendo a la batalla de los arquetipos tenemos frente a este mundo férreamente codificado y artificial que nos cobija, como némesis suya, a la madre naturaleza, que en cambio funciona espontáneamente, que no tiene dominio más que sobre sí misma, que es sucia y desordenada, que deja vía libre a la crueldad y al sueño, al fuego y a la noche. Tenemos frente a la vida artificiosa la perenne tentación de un retorno a lo salvaje, de esa criatura que busca sin mayor propósito la propia afirmación, la supervivencia, la ley natural. Se trata de la nostalgia de la madre, que es nuestra naturaleza primera pero cuidando de nosotros sin condiciones, que nos arrullaba mientras estábamos todavía indefensos, todavía desarmados de normas de conducta y carreras profesionales. Se trata al mismo tiempo de la bruja medieval, que vive extra muros, que no acata las normas, ni siquiera las convenciones, y que busca en el bosque las pócimas con que envenenar el aburguesado proceder del habitante civilizado.
La película es un lento deslizarse de él de la vigilia al sueño, de la luz a la penumbra, de la bombilla al fuego, de la altura de su torre de marfil al suelo de una choza. Está cansado y quiere que la madre bruja lo envenene y lo devuelva a esa noche eterna en la que ser amamantado.
(Esta crítica está hecha desde el punto de vista de un hombre. Supongo que desde el punto de vista de ella puede entenderse como la fortaleza de una mujer dispuesta a lo que sea por cuidar del hombre al que ama, que solo se deja cuidar cuando desciende de su enclaustramiento, deshaciéndose para rehacerse después, renaciendo gracias a ella)
Volviendo a la batalla de los arquetipos tenemos frente a este mundo férreamente codificado y artificial que nos cobija, como némesis suya, a la madre naturaleza, que en cambio funciona espontáneamente, que no tiene dominio más que sobre sí misma, que es sucia y desordenada, que deja vía libre a la crueldad y al sueño, al fuego y a la noche. Tenemos frente a la vida artificiosa la perenne tentación de un retorno a lo salvaje, de esa criatura que busca sin mayor propósito la propia afirmación, la supervivencia, la ley natural. Se trata de la nostalgia de la madre, que es nuestra naturaleza primera pero cuidando de nosotros sin condiciones, que nos arrullaba mientras estábamos todavía indefensos, todavía desarmados de normas de conducta y carreras profesionales. Se trata al mismo tiempo de la bruja medieval, que vive extra muros, que no acata las normas, ni siquiera las convenciones, y que busca en el bosque las pócimas con que envenenar el aburguesado proceder del habitante civilizado.
La película es un lento deslizarse de él de la vigilia al sueño, de la luz a la penumbra, de la bombilla al fuego, de la altura de su torre de marfil al suelo de una choza. Está cansado y quiere que la madre bruja lo envenene y lo devuelva a esa noche eterna en la que ser amamantado.
(Esta crítica está hecha desde el punto de vista de un hombre. Supongo que desde el punto de vista de ella puede entenderse como la fortaleza de una mujer dispuesta a lo que sea por cuidar del hombre al que ama, que solo se deja cuidar cuando desciende de su enclaustramiento, deshaciéndose para rehacerse después, renaciendo gracias a ella)

7,2
39.140
9
10 de diciembre de 2019
10 de diciembre de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El irlandés es una de las mejores películas de los últimos años. Obra maestra incontestable de ese cine católico de Scorsese donde el fuero interno, la culpa, el pecado, representan el último sentido y tribunal supremo de la propia vida.
A quienes no les gusta esta película solo puedo felicitarles. No creo que sea una película apta para menores de 30. Tampoco para mayores de 30 que, aún así, viven a gusto con su escasa conciencia.
Por ponerle alguna pega, diría de ella que me chirría un poco el efecto rejuvenecedor sobre los actores, porque se nota bastante bien que no son jóvenes, que solamente les han quitado las arrugas, y produce un efecto irreal que aleja un poco del drama. Los tres están, no obstante, magníficos.
A quienes no les gusta esta película solo puedo felicitarles. No creo que sea una película apta para menores de 30. Tampoco para mayores de 30 que, aún así, viven a gusto con su escasa conciencia.
Por ponerle alguna pega, diría de ella que me chirría un poco el efecto rejuvenecedor sobre los actores, porque se nota bastante bien que no son jóvenes, que solamente les han quitado las arrugas, y produce un efecto irreal que aleja un poco del drama. Los tres están, no obstante, magníficos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
¿Qué es la vida de un hombre medio? El hombre medio se caracteriza porque tiene que trabajar, en la mayoría de los casos mantener a una familia. Generalmente el hombre medio se gana la vida un poco donde cae en suerte, mal que bien. A veces prosperas, a menudo sin esperarlo, y prosperas porque sí, porque las cosas simplemente vienen así, esto es, sin una clara vocación de éxito. Por el camino que lleva a la prosperidad, como hombre medio, tienes que hacer cosas que no quieres hacer, tienes que traicionar, mentir, engañar a menudo, ocultarte siempre. Muchos que hayáis prosperado en vuestros trabajitos diréis que no, que nunca os traicionasteis, que dais la cara como el que más y que vuestros principios y todo lo demás. Mentís. Todos sabéis que no podéis ser completamente honestos si, siendo hombres medios, queréis prosperar. El gigante, el magnate, el genio, el científico vocacional son casos diferentes, pueden expresar su carácter para abrirse paso, pero el camino que lleva al hombre medio a lo que podríamos llamar cierta prosperidad es un estercolero moral. Una vida así nos va llevando a una conciencia enrarecida, a ser cada vez menos reconocibles, a despreciarnos incluso, y a que nos desprecien. Ni sueñes con que tus hijos vayan a tener aprecio a un padre así: desconocido, alienado, ausente. No sabemos cómo y acabamos, cada vez más viejos, solos y con la conciencia podrida, con un pie en la tumba. Bien pues eso es el irlandés.
Serie

7,0
37.375
6
30 de octubre de 2021
30 de octubre de 2021
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se trata de lo que parece ser el menú surcoreano de temporada. Tuvimos de primer planto Parásitos y esto de segundo. Los dos platos regados con la misma cantinela, el perejil de todas las salsas: el malestar en la cultura capitalista moderna. De postre vendrá para 2022 algo sobre una sociedad quizá felizmente igualitaria, en un futuro distópico en que vivirán en algún lugar de Asia como los hobbits, amenazados de pronto por ávidos capitalistas, que instilan en el interior de la virtud humana el veneno del lucro. Igual que en Parásitos tenemos la misma alfalfa para atiborrar a las masas, esto es, el demonio de la desigualdad, la competitividad que nos hacer ser tan depravados.
Imagino sentadas frente a Netflix a las atolondradas gentes demócratas de todos los rincones de Occidente, empobrecidas e infelices, reconfortadas por su simpatía hacia las víctimas del juego, que somos todos. El ciudadano medio ve esto y desea con más fuerza que nunca la socialdemocracia, esto es, que el Estado redistribuya, que lime más y más esta invivible desigualdad social. Es muy cansina tanta propaganda, en serio.
Imagino sentadas frente a Netflix a las atolondradas gentes demócratas de todos los rincones de Occidente, empobrecidas e infelices, reconfortadas por su simpatía hacia las víctimas del juego, que somos todos. El ciudadano medio ve esto y desea con más fuerza que nunca la socialdemocracia, esto es, que el Estado redistribuya, que lime más y más esta invivible desigualdad social. Es muy cansina tanta propaganda, en serio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Como entretenimiento, mientras uno atiende por ejemplo el móvil, funciona bastante bien. Las escenas de las pruebas, repletas de masacres y de tensión, gustan, especialmente el episodio de las canicas. A destacar su buena factura, su excelente producción y ese colorido que tiene como de Instagram: el mundo de fuera con tintes opresivos y deprimentes, el de dentro del juego colorido, como de consola en la que vas pasando pantallas. Como exige la buena cocina popular nada de sofisticación ni de dobles interpretaciones, no debe haber matices, así que el guión abunda en giros facilones, conversaciones enlatadas, largas hasta la extenuación, recargadas de sentimentalismo barato. Y como decía, como fondo de la sátira, la matraca de la lucha de clases, los pobres degenerados por la pobreza, los ricos degenerados por su riqueza. El complejo corazón humano definido por la pasta que tengas o no tengas. ES fácil así, es simple asumir el mal implícito, el Pecado Original que no está en nosotros, sino en el mundo que nos hace así de malos. En fin todo muy previsible, muy mainstream y cansino. Los personajes no me interesan en ningún momento. Las interpretaciones me irritan (qué alivio cuando cae la loca, abrazada al malote). El último capítulo, eso sí, aburre especialmente.
El juego del calamar es algo que se deja ver para quien prefiera desperdiciar ocho horas de su vida en la nada antes que en algo más productivo. Yo me la he tragado entera.
El juego del calamar es algo que se deja ver para quien prefiera desperdiciar ocho horas de su vida en la nada antes que en algo más productivo. Yo me la he tragado entera.

8,3
6.325
8
13 de agosto de 2021
13 de agosto de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bien podríamos decir el primo, o los primos, morales. Pero vamos por partes.
La película desde el punto de vista artístico es extraordinaria. Mizoguchi recrea los paisajes y ambienta la acción de manera magistral. Nos encontramos en un suntuoso mundo recorriendo las cortes del s.XII, los campos, el eterno mar de Japón, las cabañas de esclavos, la bruja en la noche al raso, llena de peligros, los prostíbulos, el bosque, los restos de un tsunami, la pobreza del campesinado, la mugre, la santidad, la chusma esclava o sierva y los señores, y los trepas. Todo está plasmado en la película con una verdad, una calidad expresiva y una capacidad de evocación realmente sobrecogedoras. Se mire como se mire la película, hablamos de un hito del séptimo arte. Una obra maestra.
El asunto que aborda, o como decimos ahora su mensaje, no es tan cristalino como su incuestionable perfección técnica. O quizá me parece que esa sombra que recorre lo que, me parece, la película nos quiere transmitir sea una parte inherente a su calidad artística.
La película desde el punto de vista artístico es extraordinaria. Mizoguchi recrea los paisajes y ambienta la acción de manera magistral. Nos encontramos en un suntuoso mundo recorriendo las cortes del s.XII, los campos, el eterno mar de Japón, las cabañas de esclavos, la bruja en la noche al raso, llena de peligros, los prostíbulos, el bosque, los restos de un tsunami, la pobreza del campesinado, la mugre, la santidad, la chusma esclava o sierva y los señores, y los trepas. Todo está plasmado en la película con una verdad, una calidad expresiva y una capacidad de evocación realmente sobrecogedoras. Se mire como se mire la película, hablamos de un hito del séptimo arte. Una obra maestra.
El asunto que aborda, o como decimos ahora su mensaje, no es tan cristalino como su incuestionable perfección técnica. O quizá me parece que esa sombra que recorre lo que, me parece, la película nos quiere transmitir sea una parte inherente a su calidad artística.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Aparentemente el mensaje parece claro: el mundo es un lugar cruel repleto de maldad, y la bondad no representa más que momentos aislados en el horror, del cual es víctima. Si los buenos quieren preservarse de la maldad deben recluirse, no les queda otra opción más que rezar.
En un mundo así no hay salvación más que por la política. Un mundo así no se arregla, vamos a decir, predicando.
Veamos a los dos protagonistas, a mi juicio, que son el padre y el hijo. El padre tiene una posición de poder. ESto implica que tiene opciones de ir mejorando las condiciones de vida de sus siervos. Pero digamos que se pasa de pureta y, queriendo imponer su moralidad (cercana al cristianismo) al poder imperial del Japón del s.XII, es finalmente depuesto. Este mensaje que el padre quiere sostener, el de amar a todos por igual, el de erigirse en un evangelizador en su predio, acarrea su desgracia y la de su familia. ¿Es esto mejorar el mundo? Yo diría que no.
Luego el hijo, un chaval más bien bobalicón, cuando quince años después milagrosamente escapa (con el sacrificio propiciatorio de su propia hermana) y es erigido gobernador, ¿Qué hace? De acuerdo, va con su recién adquirido poder donde el intendente Sansho y desmonta el chiringuito esclavista que éste tiene allí montado, apresando a Sansho y liberando de la esclavitud a quienes llevan años ahí metidos, previo discurso. A continuación los esclavos liberados montan una fiesta que recuerda a la cena de Viridiana y acaban quemando las instalaciones. El hijo ve el fuego satisfecho, y dimite como gobernador. Todo gestos morales, qué buena persona soy. Pero son gestos nada más. ¿Qué va a hacer toda esa gente fuera del campo de esclavos de Sansho donde llevan años malviviendo? Las mujeres prostituirse, seguramente, y los hombres convertirse en bandidos y salteadores, como los que quince años antes les secuestraron a ellos.
Me pregunto, ¿no hubiera sido más inteligente alma de cántaro, aprovechar la posición que el destino le había dado para, mediante influencias (esto es la política, señores) ir mejorando poco a poco las condiciones de vida de los siervos? Pues no. Lo que hace en cambio es el gesto grandilocuente, como su padre, ponerse superferolítico en su cruzada moral para acabar dejando las cosas igual que las encontró, si no peor.
Al referirse a la película se habla mucho de justicia, de caridad, de piedad. Virtudes todas cristianas. Frente a la crueldad, la injusticia etcétera. Desde nuestro mundo ya evangelizado tendemos a interpretar su mensaje, me parece, con la claridad engañosa de lucha del bien contra el mal. Quien lucha por el bien debería ser el héroe. Es en el campo de la acción, con la política, con el derecho, con la economía, donde poco a poco se mejoran las cosas. Yo no encuentro en la película heroísmo, ni siquiera lucha. El idealismo moral de sus protagonistas es muy vistoso, esas declaraciones, esos gestos indignados, pero no es heroico sino estúpido y devastador. La película nos muestra que llevado a la práctica es fatídico, no acarreando sino desgracias para su propia familia. Creo que la película, pareciendo idealista, es una crítica al idealismo. Yo no entiendo una cruzada moral superior a defender a mis mujeres, a mi hija, a mi señora, a mi madre, de la intemperie. Los dos varones de la familia son un par de primos. Si les juzgamos por sus obras dos canallas, vamos.
Mizoguchi, por último, ejecuta aquí un melodramático canto de amor al cristianismo.
En un mundo así no hay salvación más que por la política. Un mundo así no se arregla, vamos a decir, predicando.
Veamos a los dos protagonistas, a mi juicio, que son el padre y el hijo. El padre tiene una posición de poder. ESto implica que tiene opciones de ir mejorando las condiciones de vida de sus siervos. Pero digamos que se pasa de pureta y, queriendo imponer su moralidad (cercana al cristianismo) al poder imperial del Japón del s.XII, es finalmente depuesto. Este mensaje que el padre quiere sostener, el de amar a todos por igual, el de erigirse en un evangelizador en su predio, acarrea su desgracia y la de su familia. ¿Es esto mejorar el mundo? Yo diría que no.
Luego el hijo, un chaval más bien bobalicón, cuando quince años después milagrosamente escapa (con el sacrificio propiciatorio de su propia hermana) y es erigido gobernador, ¿Qué hace? De acuerdo, va con su recién adquirido poder donde el intendente Sansho y desmonta el chiringuito esclavista que éste tiene allí montado, apresando a Sansho y liberando de la esclavitud a quienes llevan años ahí metidos, previo discurso. A continuación los esclavos liberados montan una fiesta que recuerda a la cena de Viridiana y acaban quemando las instalaciones. El hijo ve el fuego satisfecho, y dimite como gobernador. Todo gestos morales, qué buena persona soy. Pero son gestos nada más. ¿Qué va a hacer toda esa gente fuera del campo de esclavos de Sansho donde llevan años malviviendo? Las mujeres prostituirse, seguramente, y los hombres convertirse en bandidos y salteadores, como los que quince años antes les secuestraron a ellos.
Me pregunto, ¿no hubiera sido más inteligente alma de cántaro, aprovechar la posición que el destino le había dado para, mediante influencias (esto es la política, señores) ir mejorando poco a poco las condiciones de vida de los siervos? Pues no. Lo que hace en cambio es el gesto grandilocuente, como su padre, ponerse superferolítico en su cruzada moral para acabar dejando las cosas igual que las encontró, si no peor.
Al referirse a la película se habla mucho de justicia, de caridad, de piedad. Virtudes todas cristianas. Frente a la crueldad, la injusticia etcétera. Desde nuestro mundo ya evangelizado tendemos a interpretar su mensaje, me parece, con la claridad engañosa de lucha del bien contra el mal. Quien lucha por el bien debería ser el héroe. Es en el campo de la acción, con la política, con el derecho, con la economía, donde poco a poco se mejoran las cosas. Yo no encuentro en la película heroísmo, ni siquiera lucha. El idealismo moral de sus protagonistas es muy vistoso, esas declaraciones, esos gestos indignados, pero no es heroico sino estúpido y devastador. La película nos muestra que llevado a la práctica es fatídico, no acarreando sino desgracias para su propia familia. Creo que la película, pareciendo idealista, es una crítica al idealismo. Yo no entiendo una cruzada moral superior a defender a mis mujeres, a mi hija, a mi señora, a mi madre, de la intemperie. Los dos varones de la familia son un par de primos. Si les juzgamos por sus obras dos canallas, vamos.
Mizoguchi, por último, ejecuta aquí un melodramático canto de amor al cristianismo.

6,1
6.730
6
22 de septiembre de 2024
22 de septiembre de 2024
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La película es bastante fresca y es divertida, como pasar dos horas viendo distintos videos de 10 minutos en YouTube. Todos tenemos esas tardes culpables en las que nos montamos en la plataforma nuestro rato de chiste, su poquito de acción, gente guapa, la golosina filosófica, el romance y una moraleja edificante para la vida moderna. Hay que reconocer que Linklater nos ofrece un entretenido constructo de variedades que funciona bastante bien.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Bienvenidos al nuevo cine sin personajes. Esto es, casi en cada escena el protagonista se inventa en un personaje nuevo. Parece un buen chico, pero todo él es actuación. Está programado para ser tan amable con sus alumnos como con su exnovia embarazada o con aquellos que va a meter en la trena. La chica no sabes si es la pobre esposa aplastada por el marido o una viuda negra. Solo sabes con certeza de los dos que eróticamente se sienten atraídos por el otro. La atracción sexual parece ser lo único que aún podría movernos entrañablemente. Policías y delincuentes, por otro lado, representan las distintas funciones dentro del hormiguero humano.
Los únicos personajes sólidos, y por ello imperfectos, digamos los más humanos de todos, son los malos: el policía fracasado, consumido, corrompido y marginado por haber pegado a unos adolescentes y el marido celoso (vaya usted a saber por qué) y burlado. Ambos mueren: como pueden entender esta gente que no está dispuesta a cambiar no cabe en este mundo nuevo.
La verdad de los motivos, de las tramas humanas detrás de lo que vemos, queda oculta, porque detrás de los protagonistas, por lo que se muestra, no eres capaz de saber quién hay realmente. Y es porque, señores, no hay nadie detrás. El intercambio social ya no deben ser personas que se conocen y se respetan, sino un continuo juego de espejos, un juego de engaños en el que más te vale saberte mover bien.
¿Pretendes ser feliz en este mundo líquido? ¿Un ciudadano ejemplar y respetado? Bien, no seas una persona de una pieza, renuncia a tus principios, nos explica la película, el nuevo profesor atractivo dirigiéndose al alumnado, cambia, no hay identidad por encima de una casa grade y una gran sonrisa, líbrate de ese lastre llamado alma.
A mi juicio, el tema de la película es la devastación del alma humana. No es casual que se cite, entre las píldoras que nos ofrece, especialmente a Freud y Nietzsche. La última escena, con los protagonistas pocos años después de los hechos felizmente casados, criando a dos niños, es escalofriante.
Los únicos personajes sólidos, y por ello imperfectos, digamos los más humanos de todos, son los malos: el policía fracasado, consumido, corrompido y marginado por haber pegado a unos adolescentes y el marido celoso (vaya usted a saber por qué) y burlado. Ambos mueren: como pueden entender esta gente que no está dispuesta a cambiar no cabe en este mundo nuevo.
La verdad de los motivos, de las tramas humanas detrás de lo que vemos, queda oculta, porque detrás de los protagonistas, por lo que se muestra, no eres capaz de saber quién hay realmente. Y es porque, señores, no hay nadie detrás. El intercambio social ya no deben ser personas que se conocen y se respetan, sino un continuo juego de espejos, un juego de engaños en el que más te vale saberte mover bien.
¿Pretendes ser feliz en este mundo líquido? ¿Un ciudadano ejemplar y respetado? Bien, no seas una persona de una pieza, renuncia a tus principios, nos explica la película, el nuevo profesor atractivo dirigiéndose al alumnado, cambia, no hay identidad por encima de una casa grade y una gran sonrisa, líbrate de ese lastre llamado alma.
A mi juicio, el tema de la película es la devastación del alma humana. No es casual que se cite, entre las píldoras que nos ofrece, especialmente a Freud y Nietzsche. La última escena, con los protagonistas pocos años después de los hechos felizmente casados, criando a dos niños, es escalofriante.
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