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6,6
10.422
8
30 de septiembre de 2018
30 de septiembre de 2018
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quien te cantará es la nueva propuesta de Carlos Vermut, presentada en la 66 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Tras la premiada, Magical Girl, Concha de Oro, en la 62 edición del Festival Internacional de Cine San Sebastián, Carlos Vermut, vuelve a atraparnos en su atmósfera, para desde el simbolismo, el poder de la imagen y la fuerza de cada enigmático plano, deleitarnos con una nueva historia.
Protagonizada por Najwa Nimri, que dota al personaje de fragilidad y magnetismo, nos adentramos en la vida de Lila, una famosa cantante retirada que, tras sufrir un accidente, pierde la memoria justo cuando preparaba una vuelta a los escenarios. A partir de ahí, rodeados por un ambiente de misterio, se nos presenta la co-protagonista Violeta, fascinante interpretación de Eva Llorach, una imitadora de Lila, acosada por la tiranía de una adolescente, a la que tendrá que recurrir para que le recuerde cómo ser quien es.
Este es el punto de partida de una historia que como en un juego de espejos, se nos hace reflexionar sobre conceptos como la fama, la soledad, la violencia y la identidad. Con ecos de Persona de Bergman, asistimos con inquietud al contacto de dos seres que buscarán en lo íntimo de cada una, para desprenderse de las cadenas de la culpa y descubrir en el otro, aquello que les hace ser reconocibles y únicas.
Estamos encantados de dejarnos seducir por su atmósfera, llegando a lo más profundo de estos personajes. Asomarnos a sus sueños, sus miedos, sus anhelos, con la calidez de sentirse por un vez arropados, comprendidos, dispuestos a dejar las caretas, las muletas y abrirse a cantar su propia historia, en definitiva a “ser”.
Magnética propuesta, dónde cada cual encontrará respuestas y casi seguro nuevas preguntas.
Protagonizada por Najwa Nimri, que dota al personaje de fragilidad y magnetismo, nos adentramos en la vida de Lila, una famosa cantante retirada que, tras sufrir un accidente, pierde la memoria justo cuando preparaba una vuelta a los escenarios. A partir de ahí, rodeados por un ambiente de misterio, se nos presenta la co-protagonista Violeta, fascinante interpretación de Eva Llorach, una imitadora de Lila, acosada por la tiranía de una adolescente, a la que tendrá que recurrir para que le recuerde cómo ser quien es.
Este es el punto de partida de una historia que como en un juego de espejos, se nos hace reflexionar sobre conceptos como la fama, la soledad, la violencia y la identidad. Con ecos de Persona de Bergman, asistimos con inquietud al contacto de dos seres que buscarán en lo íntimo de cada una, para desprenderse de las cadenas de la culpa y descubrir en el otro, aquello que les hace ser reconocibles y únicas.
Estamos encantados de dejarnos seducir por su atmósfera, llegando a lo más profundo de estos personajes. Asomarnos a sus sueños, sus miedos, sus anhelos, con la calidez de sentirse por un vez arropados, comprendidos, dispuestos a dejar las caretas, las muletas y abrirse a cantar su propia historia, en definitiva a “ser”.
Magnética propuesta, dónde cada cual encontrará respuestas y casi seguro nuevas preguntas.

6,8
15.128
7
27 de septiembre de 2015
27 de septiembre de 2015
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
La novia se presentó en la sección Zabaltegi, durante la 63 edición del Festival de cine de San Sebastián.
La directora, Paula Ortiz, se basa en la conocida obra de Bodas de Sangre, de Federico Lorca, para narrarnos, con garra y maestría, la historia de un destino implacable.
Nos dejamos arrastrar con la protagonista, sentimos su impotencia, su desgarro. Sentimos la fuerza arrebatada del viento, como la brizna de hierba, no podemos menos que dejarnos arrastrar, ante la fuerza que clama y alienta a sentirse libre, poderosa, con vida, aunque sea a riesgo de sembrar su propia destrucción.
Resulta fascinante transitar por este entramado, acompañar a Inma Cuesta, magnífica interpretando a la desgarrada novia, en su lucha contra ese sentimiento imparable, bajo ese torrente de sensualidad, en el que palpita la vida.
La película logra traducir las palabras del poeta, a un imaginario cinematográfico, con similar fuerza, y renovada vitalidad.
La directora, Paula Ortiz, se basa en la conocida obra de Bodas de Sangre, de Federico Lorca, para narrarnos, con garra y maestría, la historia de un destino implacable.
Nos dejamos arrastrar con la protagonista, sentimos su impotencia, su desgarro. Sentimos la fuerza arrebatada del viento, como la brizna de hierba, no podemos menos que dejarnos arrastrar, ante la fuerza que clama y alienta a sentirse libre, poderosa, con vida, aunque sea a riesgo de sembrar su propia destrucción.
Resulta fascinante transitar por este entramado, acompañar a Inma Cuesta, magnífica interpretando a la desgarrada novia, en su lucha contra ese sentimiento imparable, bajo ese torrente de sensualidad, en el que palpita la vida.
La película logra traducir las palabras del poeta, a un imaginario cinematográfico, con similar fuerza, y renovada vitalidad.

7,7
19.099
9
25 de septiembre de 2011
25 de septiembre de 2011
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nader y Simmin, una separación, deslumbró en Berlín, y no es para menos. La historia puede en un principio parecer común: una mujer iraniana decide separarse para poder abandonar su país con su hija, y cumplir el sueño de otorgarle la posibilidad de desarrollarse libremente lejos de la opresiva sociedad donde habita. Planteadas las primeras imágenes imaginamos que el problema será verse enfrentada al férreo control de un marido intransigente y tradicional. Esa es la primera sorpresa de la película que, rompiendo tópicos, muestra a un personaje masculino coherente y responsable con su papel de padre y de hijo. Luego habrá otras, que nos permitirán alejarnos de personajes maniqueos o de lugares comunes. La separación es pues, el punto de partida para una magnífica construcción de personajes complejos, y para una historia que se desarrolla ‘in crescendo’ con un ritmo perfecto y dónde se desentraña, con situaciones cotidianas, los entresijos más profundos de una sociedad iraniana en lucha y evolución.
Sólo las grandes creaciones artísticas pueden transcender la anécdota y mostrarnos cuestiones que simbolizan el presente pero van más allá del lugar y del tiempo que narran. Son temas complejos y universales y tan injustos y sorprendentes como lo es la propia vida.
Sólo las grandes creaciones artísticas pueden transcender la anécdota y mostrarnos cuestiones que simbolizan el presente pero van más allá del lugar y del tiempo que narran. Son temas complejos y universales y tan injustos y sorprendentes como lo es la propia vida.

6,6
381
7
29 de septiembre de 2024
29 de septiembre de 2024
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director griego Costa-Gavras acude por segunda vez tras El capital, al Festival Internacional de Cine de San Sebastián en su 72 edición, para competir por la ansiada Concha de Oro.
El último suspiro es una adaptación de un libro honónimo de Regis Debray, coescrito con el médico de cuidados paliativos Claude Grange, en el que se reflexiona sobre el afrontamiento de la muerte por parte de la sociedad actual. La propuesta protagonizada por Denis Podalydès y Kad Merad se vale del dialogo entre un filósofo y un medico poner en primer plano el desconocido mundo de los cuidados paliativos.
Partiendo de la historia personal del filosofo, Fabrice Toussaint, que le han detectado una pequeña mancha, entra en contacto con el doctor Augustin Masset, quien le irá relatando con un ritmo marcadamente discursivo en qué consiste su labor, hilándolo con historias de pacientes, protagonizadas con actrices tan icónicas como Charlotte Rampling o Ángela Molina.
Hay en este encuentro un acercamiento a un tipo de medicina, que es eludida incluso en la formación de los médicos. Es una medicina que no se dedica a prevenir o curar sinó es una tercera vía que se ofrece en una etapa, que por temida, ha sido poco atendida, el final de vida. Es un momento dónde cambia el objectivo, y dónde el médico todavía tiene una labor importante, la de acompañar y paliar el sufrimiento, para que el paciente y el círculo íntimo pueda afrontar el momento con la mayor serenidad y libertad.
La película resulta útil como testimonio de una etapa olvidada por mucho tiempo por la medicina. El momento es ineludible, no se puede evitar, no se puede negar, solo se puede ayudar a transitar. A veces es medicar, otras es algo que nos cuesta aprender, solo acompañar, solo estar presentes. Qué bueno que haya unidades especializadas, que puedan acompañar, y qué bueno que haya directores de cine sensibles, que pongan sobre la mesa esta labor, sin tabús, dando espacio para poder observarlo con apertura, para empezar a reflexionar y comenzar a reivindicar las posibilidades de una muerte digna, libre de sufrimiento.
El último suspiro es una adaptación de un libro honónimo de Regis Debray, coescrito con el médico de cuidados paliativos Claude Grange, en el que se reflexiona sobre el afrontamiento de la muerte por parte de la sociedad actual. La propuesta protagonizada por Denis Podalydès y Kad Merad se vale del dialogo entre un filósofo y un medico poner en primer plano el desconocido mundo de los cuidados paliativos.
Partiendo de la historia personal del filosofo, Fabrice Toussaint, que le han detectado una pequeña mancha, entra en contacto con el doctor Augustin Masset, quien le irá relatando con un ritmo marcadamente discursivo en qué consiste su labor, hilándolo con historias de pacientes, protagonizadas con actrices tan icónicas como Charlotte Rampling o Ángela Molina.
Hay en este encuentro un acercamiento a un tipo de medicina, que es eludida incluso en la formación de los médicos. Es una medicina que no se dedica a prevenir o curar sinó es una tercera vía que se ofrece en una etapa, que por temida, ha sido poco atendida, el final de vida. Es un momento dónde cambia el objectivo, y dónde el médico todavía tiene una labor importante, la de acompañar y paliar el sufrimiento, para que el paciente y el círculo íntimo pueda afrontar el momento con la mayor serenidad y libertad.
La película resulta útil como testimonio de una etapa olvidada por mucho tiempo por la medicina. El momento es ineludible, no se puede evitar, no se puede negar, solo se puede ayudar a transitar. A veces es medicar, otras es algo que nos cuesta aprender, solo acompañar, solo estar presentes. Qué bueno que haya unidades especializadas, que puedan acompañar, y qué bueno que haya directores de cine sensibles, que pongan sobre la mesa esta labor, sin tabús, dando espacio para poder observarlo con apertura, para empezar a reflexionar y comenzar a reivindicar las posibilidades de una muerte digna, libre de sufrimiento.

5,9
1.791
6
25 de septiembre de 2021
25 de septiembre de 2021
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
El nivel director Javier Marco, presenta ‘Josefina’ su ópera prima en la sección de Nuevos directores de la 69 edición de cine de San Sebastián. La película se centra en la vacía existencia de dos personajes, que acaban encontrándose, haciendo patente la dificultad para abrirse, comunicarse y liberarse de la desconexión de sus vidas.
Juan, funcionario de prisiones, notablemente interpretado por Roberto Álamo, observa en silencio cada domingo la visita de la madre de uno de los presos, Berta, interpretada por Emma Suárez. La necesidad de llenar el vacío en el que viven Juan y Berta, les lleva a buscar motivos para encontrarse, y pone de manifiesto su dificultad para expresarse emocionalmente, salir de la inmovilidad a la que se han suscrito y comenzar a elegir sus vidas. Es una película de gestos, miradas, matices en las que el espectador tiene que participar activamente para poder poner palabras a los silencios, y explicar los enigmas que son parte del sello del autor.
Son muchas las incógnitas que tendrá que rellenar el espectador, como asistentes de unos seres que piden desesperados sentir el calor y la conexión. Los personajes gritan en silencio, temeroso que nadie pueda entenderlos, confortarlos, acogerlos para hacer visibles sus vidas.
Juan, funcionario de prisiones, notablemente interpretado por Roberto Álamo, observa en silencio cada domingo la visita de la madre de uno de los presos, Berta, interpretada por Emma Suárez. La necesidad de llenar el vacío en el que viven Juan y Berta, les lleva a buscar motivos para encontrarse, y pone de manifiesto su dificultad para expresarse emocionalmente, salir de la inmovilidad a la que se han suscrito y comenzar a elegir sus vidas. Es una película de gestos, miradas, matices en las que el espectador tiene que participar activamente para poder poner palabras a los silencios, y explicar los enigmas que son parte del sello del autor.
Son muchas las incógnitas que tendrá que rellenar el espectador, como asistentes de unos seres que piden desesperados sentir el calor y la conexión. Los personajes gritan en silencio, temeroso que nadie pueda entenderlos, confortarlos, acogerlos para hacer visibles sus vidas.
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