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Críticas ordenadas por utilidad
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9
16 de julio de 2023
16 de julio de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sobre la figura de Lance Armstrong se han realizado películas y documentales, de distinto calibre, pero todos siempre muy interesantes de ver y más si somos aficionados al ciclismo.
Este de Alex Gibney es un documental honesto, franco e impactante, en el cual el mismo realizador nos revela el giro que toma debido al destape noticioso del "caso Armstrong". Lo que iba a ser casi una apología de un triunfador que llegó al Olimpo, termina siendo una denuncia sobre ese mismo ganador, después caído a los infiernos.
Todo con un halo de veracidad y realismo que atrapa. Es un producto muy bien realizado, yo diría técnicamente irreprochable, ágil, y que mantiene vivo el interés a lo largo de su desarrollo. Cubre adecuadamente diversas etapas de la vida del ciclista estadounidense, develando incluso su lado más humano y vulnerable, la ausencia de padre, el rol de una madre participativa y motivadora y su desmesurada ambición por ganar desde muy joven, cuestión que será clave en la construcción de su personalidad y carácter, a través de toda su carrera.
Hay que aclarar para los no seguidores del ciclismo mundial, que Lance Armstrong, antes de ganar el Tour de Francia por primera vez en 1999, ya había sido Campeón del Mundo en Ruta, además de otros importantes logros. Por lo tanto, no era ningún advenedizo en el ciclismo de élite. Sólo que se propuso ir a competirle (y ganarle) a los europeos en su propio terreno, procediendo de un país (EEUU) que muy poca historia tenía en el ciclismo mundial.
Entonces se involucra en el tema del doping como un proceso científicamente planificado a cargo de especialistas. Porque triunfar en el evento deportivo más exigente del mundo, con un rigor casi sobre humano, sin ayuda, es prácticamente imposible. Eso el estadounidense lo sabía y la ha sabido el pelotón de corredores desde siempre. Obviamente, no es una práctica nueva, al contrario. Sólo que Armstrong empezó a hacerlo de una manera mucho más eficiente. Demoledoramente efectiva.
Que se muestre o se perciba al ciclismo como el único deporte, o el más contaminado, con el flagelo del doping, es una idea errónea e injusta, cuando, en realidad, son muchas las disciplinas deportivas que recurren a sustancias químicas para incrementar el alto rendimiento. De eso hay abundante evidencia y bullados casos. Al respecto, véase el excelente documental "Icarus", por nombrar sólo uno.
Pero ese es un tema más de fondo, y que dice relación con los múltiples intereses que giran en torno a las competiciones deportivas de nivel mundial, la obsesión por el triunfo y la institucionalización de ciertas formas de alcanzar victorias y medallas. Es todo el deporte comercial y los contratos millonarios de insumos deportivos, de bicicletas, zapatillas, vestuario, equipamiento, accesorios, etc. que están asociados al rendimiento y a la televisión. Esto seguirá ocurriendo y es imparable.
Y respecto a cierta hipocresía sobre el tema de las drogas en el ciclismo (y el deporte de alto rendimiento en general), cito la mítica frase del antiguo ganador de 5 Tour de Francia, el francés Jacques Anquetil: "El Tour no se gana sólo con agua mineral".
Hay que tener en consideración que los estimulantes y sustancias químicas para mejorar el rendimiento en el ciclismo, lo hacen en un 10 % aproximadamente. Cifra que, para los ciclistas "normales", es decir, aficionados, incluso avanzados, pero no profesionales, es poco. Muy poco. Pero para los pedaleros profesionales, y especialmente los de punta, un 10 % es mucho. Demasiado. Simplemente es la diferencia entre ganar o perder. Entre estar o no estar en el podio.
Por otra parte, no cualquier ciclista de élite estaba o está capacitado (aún con un programa intenso de dopaje) para llegar a la cima del Tour y mantenerse ahí varios años. Armstrong era físicamente un portento de la naturaleza (no en vano pudo superar una enfermedad devastadora) y reunía unas condiciones extraordinarias para el ciclismo de alto nivel, en términos de fortaleza y elasticidad muscular, generación de potencia (medida en vatios), capacidad pulmonar, consumo de oxígeno, irrigación sanguínea, tolerancia y recuperación frente al esfuerzo, etc.
Todo aquello era la sólida materia prima de la que dispuso el médico Ferrari, para aplicar sus teorías fisiológicas del ejercicio, extender los límites de la capacidad humana (como era su obsesión científica) y construir un fenómeno deportivo de laboratorio. Fue capaz de triunfar no una, sino varias veces (hasta 7, logro inédito) en la más extenuante competencia del ciclismo mundial.
La pregunta es ¿Por qué, después de ser Armstrong despojado de sus 7 títulos, no le dieron las victorias al corredor que salió segundo, al tercero o incluso al cuarto de cada versión del Tour ganada por el texano? Se decía por entonces, que para encontrar un competidor "limpio", había que retroceder unos 10 ó 12 puestos en la clasificación final.
Entonces ¿era Armstrong el villano casi de terror que han pintado? No. Sólo hizo mejor lo que la gran mayoría hacía y que pertenecía a los códigos no escritos de la disciplina y de la competencia.
El punto es que cometió una inmensa equivocación al retornar a la carrera francesa en 2009, impulsado por su desmesurada ambición, al querer demostrar al mundo que podía volver a ganarla, estando “limpio”. El propio Lance confesó años después, que ese fue su principal y fatal error. El regreso, cuando no tenía ninguna necesidad de hacerlo. Se aprecia en el documental claramente.
Pero está lo otro. Lo que queda para el público y la posteridad. Su gran falla fue faltar a la verdad y persistir en mantener una mentira por tanto tiempo, enlodar a otras personas y la imagen de su deporte, escudándose en su condición de benefactor social.
Este de Alex Gibney es un documental honesto, franco e impactante, en el cual el mismo realizador nos revela el giro que toma debido al destape noticioso del "caso Armstrong". Lo que iba a ser casi una apología de un triunfador que llegó al Olimpo, termina siendo una denuncia sobre ese mismo ganador, después caído a los infiernos.
Todo con un halo de veracidad y realismo que atrapa. Es un producto muy bien realizado, yo diría técnicamente irreprochable, ágil, y que mantiene vivo el interés a lo largo de su desarrollo. Cubre adecuadamente diversas etapas de la vida del ciclista estadounidense, develando incluso su lado más humano y vulnerable, la ausencia de padre, el rol de una madre participativa y motivadora y su desmesurada ambición por ganar desde muy joven, cuestión que será clave en la construcción de su personalidad y carácter, a través de toda su carrera.
Hay que aclarar para los no seguidores del ciclismo mundial, que Lance Armstrong, antes de ganar el Tour de Francia por primera vez en 1999, ya había sido Campeón del Mundo en Ruta, además de otros importantes logros. Por lo tanto, no era ningún advenedizo en el ciclismo de élite. Sólo que se propuso ir a competirle (y ganarle) a los europeos en su propio terreno, procediendo de un país (EEUU) que muy poca historia tenía en el ciclismo mundial.
Entonces se involucra en el tema del doping como un proceso científicamente planificado a cargo de especialistas. Porque triunfar en el evento deportivo más exigente del mundo, con un rigor casi sobre humano, sin ayuda, es prácticamente imposible. Eso el estadounidense lo sabía y la ha sabido el pelotón de corredores desde siempre. Obviamente, no es una práctica nueva, al contrario. Sólo que Armstrong empezó a hacerlo de una manera mucho más eficiente. Demoledoramente efectiva.
Que se muestre o se perciba al ciclismo como el único deporte, o el más contaminado, con el flagelo del doping, es una idea errónea e injusta, cuando, en realidad, son muchas las disciplinas deportivas que recurren a sustancias químicas para incrementar el alto rendimiento. De eso hay abundante evidencia y bullados casos. Al respecto, véase el excelente documental "Icarus", por nombrar sólo uno.
Pero ese es un tema más de fondo, y que dice relación con los múltiples intereses que giran en torno a las competiciones deportivas de nivel mundial, la obsesión por el triunfo y la institucionalización de ciertas formas de alcanzar victorias y medallas. Es todo el deporte comercial y los contratos millonarios de insumos deportivos, de bicicletas, zapatillas, vestuario, equipamiento, accesorios, etc. que están asociados al rendimiento y a la televisión. Esto seguirá ocurriendo y es imparable.
Y respecto a cierta hipocresía sobre el tema de las drogas en el ciclismo (y el deporte de alto rendimiento en general), cito la mítica frase del antiguo ganador de 5 Tour de Francia, el francés Jacques Anquetil: "El Tour no se gana sólo con agua mineral".
Hay que tener en consideración que los estimulantes y sustancias químicas para mejorar el rendimiento en el ciclismo, lo hacen en un 10 % aproximadamente. Cifra que, para los ciclistas "normales", es decir, aficionados, incluso avanzados, pero no profesionales, es poco. Muy poco. Pero para los pedaleros profesionales, y especialmente los de punta, un 10 % es mucho. Demasiado. Simplemente es la diferencia entre ganar o perder. Entre estar o no estar en el podio.
Por otra parte, no cualquier ciclista de élite estaba o está capacitado (aún con un programa intenso de dopaje) para llegar a la cima del Tour y mantenerse ahí varios años. Armstrong era físicamente un portento de la naturaleza (no en vano pudo superar una enfermedad devastadora) y reunía unas condiciones extraordinarias para el ciclismo de alto nivel, en términos de fortaleza y elasticidad muscular, generación de potencia (medida en vatios), capacidad pulmonar, consumo de oxígeno, irrigación sanguínea, tolerancia y recuperación frente al esfuerzo, etc.
Todo aquello era la sólida materia prima de la que dispuso el médico Ferrari, para aplicar sus teorías fisiológicas del ejercicio, extender los límites de la capacidad humana (como era su obsesión científica) y construir un fenómeno deportivo de laboratorio. Fue capaz de triunfar no una, sino varias veces (hasta 7, logro inédito) en la más extenuante competencia del ciclismo mundial.
La pregunta es ¿Por qué, después de ser Armstrong despojado de sus 7 títulos, no le dieron las victorias al corredor que salió segundo, al tercero o incluso al cuarto de cada versión del Tour ganada por el texano? Se decía por entonces, que para encontrar un competidor "limpio", había que retroceder unos 10 ó 12 puestos en la clasificación final.
Entonces ¿era Armstrong el villano casi de terror que han pintado? No. Sólo hizo mejor lo que la gran mayoría hacía y que pertenecía a los códigos no escritos de la disciplina y de la competencia.
El punto es que cometió una inmensa equivocación al retornar a la carrera francesa en 2009, impulsado por su desmesurada ambición, al querer demostrar al mundo que podía volver a ganarla, estando “limpio”. El propio Lance confesó años después, que ese fue su principal y fatal error. El regreso, cuando no tenía ninguna necesidad de hacerlo. Se aprecia en el documental claramente.
Pero está lo otro. Lo que queda para el público y la posteridad. Su gran falla fue faltar a la verdad y persistir en mantener una mentira por tanto tiempo, enlodar a otras personas y la imagen de su deporte, escudándose en su condición de benefactor social.

5,7
1.322
8
20 de mayo de 2023
20 de mayo de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con cierto empaque del western estadounidense clásico, pero más cercano al spaghetti, Terence Young y los productores, nos entregan un producto bastante entretenido, que, en rigor, es un eurowestern, por los países que la producen y las locaciones. Película muy bien ambientada, con todos los elementos del género, ataque de comanches incluido, pero con una trama diferente, digamos original y algunos personajes atípicos. Le tengo simpatía, por haberla visto por primera vez siendo un niño. He vuelto a verla hace poco, al revisar los western menos conocidos.
Tiene un notable comienzo, con estupendas escenas y recreación de época. Destaco la llegada del tren a la estación, el ajetreo del público, los uniformados de azul como guardianes del transporte, que lleva 400 mil dólares en monedas de oro y especialmente al embajador de Japón y sus samuráis, ocupantes de uno de los carros, y que portan un valioso obsequio del emperador nipón para el Presidente de EEUU. También el interior de los vagones en movimiento, los pasajeros asustados ante el asalto en curso y la magnífica presentación de los tres protagonistas masculinos, destilando carisma, oficio y dosis de humor.
En seguida, traiciones al más puro estilo spaghetti, intensas balaceras, explosiones e incendios, huidas a caballo, el robo de la katana japonesa y un reguero de muertes. En fin, destacadas escenas de acción dirigidas con destreza por Young (que ya tenía a su haber tres exitosas James Bond).
Esos primeros 20 minutos rayan a gran altura y ahí conocemos el nudo de la historia y que le da sentido a todo el resto.
Después tenemos el largo periplo, con altibajos en su desarrollo, de los formidables Charles Bronson y Toshiro Mifune. Por diferentes motivos, los dos se unen para perseguir al elegante, pero despiadado villano, un Alain Delon destacado y se percibe que disfruta su rol (aunque muy pendiente de su apariencia física). El divo francés vuelve a ser protagónico en el último tercio de la película y entonces, ésta mejora sobremanera el ritmo.
Muy interesante el choque cultural entre el estadounidense y el japonés y sus divertidos diálogos y actitudes que muestran tan distinta visión de mundo. El primero, de moral liviana, chulesco y cierto aire de superioridad y etnocentrismo, actitud típicamente yanqui frente a "los otros, a los diferentes". Muy bien Bronson, aquí más sonriente y expresivo de lo habitual, compone un pistolero simpaticón, que puede aprender otras cosas y de frases agudas, logrando salir de sus registros habituales, aquellos que lo muestran sólo como el duro y lacónico de la función. Por el otro lado, un Mifune inmenso, serio, responsable, de un sentido del honor a toda prueba, sin concesiones, dentro de una sólida interpretación. El samurai más de una lección le da al cobwoy. Y demás está decirlo, es un letal maestro con el sable, que se luce frente al ataque de los pieles rojas y otros forajidos que encuentran en su camino.
Japonés: "El hombre necesita ideas que le ayuden a vivir".
Americano: "¿Y qué se puede comprar con ideas?".
Japonés: "No podrás escapar".
Americano: "No estés tan seguro. Alguna vez tendrás que dormir".
Japonés: "Ya he dormido".
Americano: "Aaahh, sí? ¿Cuándo?".
Japonés: "Mientras caminaba".
Americano: "Digamos que te creo. Pero sólo tendría que pasearte durante siete días por este infierno para hacer que reventaras".
Japonés: "Sí, pero después que hubieras reventado tú".
El occidental y el oriental terminan por respetarse y hasta apreciarse. Por eso mismo, el final de la película no es el que la “galería” quisiera.
En la mitad de la película entra en escena, en todo su esplendor, la hermosa y sensual Ursula Andress, que nos regala parte de sus espléndidos atributos físicos. La suiza se esfuerza por interpretar a una mujer de carácter, que proviene del mundo de los burdeles, y no se deja domesticar fácilmente en una sociedad netamente masculina. Por lo menos la Andress lo intenta y creo que saca adelante su tarea. Lo curioso es que siendo la amante de Delon en la película (como no podía ser de otra manera), no tienen una sola escena pasional.
En cuanto a las demás féminas que aparecen en la cinta, justa mención para las bellas Capucine y Mónica Randall, en papeles menores.
Se ha cuestionado por ahí, la mezcla aparentemente “extravagante” entre pistoleros y samuráis que se hace en "Sol Rojo". Pero no podemos olvidar que el cine de samuráis, básicamente el de Kurosawa, influyó decisivamente en el despegue del spaghetti. Los samuráis eran, a su modo, una especie de cobwoys, claro que con diferentes valores y motivaciones. Además, entiendo que en 1971 se trataba de ofrecer un producto novedoso, para reencantar al público y no reiterar más de lo mismo en materia de westerns, que ya habían cruzado la "delgada línea roja" (la de la decadencia terminal).
Japonés hablándole al americano: "Todo ha cambiado. Pronto el Japón será una nación tan grande como la vuestra. Entonces, la vida de los samuráis terminará. Los sables se guardarán en sus fundas. Los samuráis se convertirán en granjeros, pescadores, terminarán siendo nada". Analogía con la situación de los cobwoys y su forma de vida, amenazada por la llegada de la modernidad, en el Viejo y Salvaje Oeste.
Me sorprende la relativamente baja puntuación que tiene aquí, tal vez por los paradigmas de los cinéfilos del western o en general, y cierta reticencia a aceptar la mezcla de elementos culturales diversos, especialmente aquellos que parecen demasiado "exóticos", en una película de este género.
En resumen, me gustó esta historia, por atípica que parezca, bien contada, adecuada duración, un correcto guión, acción de la buena y con los cuatro protagonistas en la cima de sus carreras y que, sin duda, son el principal gancho de la película. Entretención asegurada.
Trama y desarrollo = 8.0
Protagonistas = 9.0
Secundarios = 6.0
Ambientación = 8.0
Música = 7.0
PROMEDIO = 7.6
Se aproxima a 8.0.-
Tiene un notable comienzo, con estupendas escenas y recreación de época. Destaco la llegada del tren a la estación, el ajetreo del público, los uniformados de azul como guardianes del transporte, que lleva 400 mil dólares en monedas de oro y especialmente al embajador de Japón y sus samuráis, ocupantes de uno de los carros, y que portan un valioso obsequio del emperador nipón para el Presidente de EEUU. También el interior de los vagones en movimiento, los pasajeros asustados ante el asalto en curso y la magnífica presentación de los tres protagonistas masculinos, destilando carisma, oficio y dosis de humor.
En seguida, traiciones al más puro estilo spaghetti, intensas balaceras, explosiones e incendios, huidas a caballo, el robo de la katana japonesa y un reguero de muertes. En fin, destacadas escenas de acción dirigidas con destreza por Young (que ya tenía a su haber tres exitosas James Bond).
Esos primeros 20 minutos rayan a gran altura y ahí conocemos el nudo de la historia y que le da sentido a todo el resto.
Después tenemos el largo periplo, con altibajos en su desarrollo, de los formidables Charles Bronson y Toshiro Mifune. Por diferentes motivos, los dos se unen para perseguir al elegante, pero despiadado villano, un Alain Delon destacado y se percibe que disfruta su rol (aunque muy pendiente de su apariencia física). El divo francés vuelve a ser protagónico en el último tercio de la película y entonces, ésta mejora sobremanera el ritmo.
Muy interesante el choque cultural entre el estadounidense y el japonés y sus divertidos diálogos y actitudes que muestran tan distinta visión de mundo. El primero, de moral liviana, chulesco y cierto aire de superioridad y etnocentrismo, actitud típicamente yanqui frente a "los otros, a los diferentes". Muy bien Bronson, aquí más sonriente y expresivo de lo habitual, compone un pistolero simpaticón, que puede aprender otras cosas y de frases agudas, logrando salir de sus registros habituales, aquellos que lo muestran sólo como el duro y lacónico de la función. Por el otro lado, un Mifune inmenso, serio, responsable, de un sentido del honor a toda prueba, sin concesiones, dentro de una sólida interpretación. El samurai más de una lección le da al cobwoy. Y demás está decirlo, es un letal maestro con el sable, que se luce frente al ataque de los pieles rojas y otros forajidos que encuentran en su camino.
Japonés: "El hombre necesita ideas que le ayuden a vivir".
Americano: "¿Y qué se puede comprar con ideas?".
Japonés: "No podrás escapar".
Americano: "No estés tan seguro. Alguna vez tendrás que dormir".
Japonés: "Ya he dormido".
Americano: "Aaahh, sí? ¿Cuándo?".
Japonés: "Mientras caminaba".
Americano: "Digamos que te creo. Pero sólo tendría que pasearte durante siete días por este infierno para hacer que reventaras".
Japonés: "Sí, pero después que hubieras reventado tú".
El occidental y el oriental terminan por respetarse y hasta apreciarse. Por eso mismo, el final de la película no es el que la “galería” quisiera.
En la mitad de la película entra en escena, en todo su esplendor, la hermosa y sensual Ursula Andress, que nos regala parte de sus espléndidos atributos físicos. La suiza se esfuerza por interpretar a una mujer de carácter, que proviene del mundo de los burdeles, y no se deja domesticar fácilmente en una sociedad netamente masculina. Por lo menos la Andress lo intenta y creo que saca adelante su tarea. Lo curioso es que siendo la amante de Delon en la película (como no podía ser de otra manera), no tienen una sola escena pasional.
En cuanto a las demás féminas que aparecen en la cinta, justa mención para las bellas Capucine y Mónica Randall, en papeles menores.
Se ha cuestionado por ahí, la mezcla aparentemente “extravagante” entre pistoleros y samuráis que se hace en "Sol Rojo". Pero no podemos olvidar que el cine de samuráis, básicamente el de Kurosawa, influyó decisivamente en el despegue del spaghetti. Los samuráis eran, a su modo, una especie de cobwoys, claro que con diferentes valores y motivaciones. Además, entiendo que en 1971 se trataba de ofrecer un producto novedoso, para reencantar al público y no reiterar más de lo mismo en materia de westerns, que ya habían cruzado la "delgada línea roja" (la de la decadencia terminal).
Japonés hablándole al americano: "Todo ha cambiado. Pronto el Japón será una nación tan grande como la vuestra. Entonces, la vida de los samuráis terminará. Los sables se guardarán en sus fundas. Los samuráis se convertirán en granjeros, pescadores, terminarán siendo nada". Analogía con la situación de los cobwoys y su forma de vida, amenazada por la llegada de la modernidad, en el Viejo y Salvaje Oeste.
Me sorprende la relativamente baja puntuación que tiene aquí, tal vez por los paradigmas de los cinéfilos del western o en general, y cierta reticencia a aceptar la mezcla de elementos culturales diversos, especialmente aquellos que parecen demasiado "exóticos", en una película de este género.
En resumen, me gustó esta historia, por atípica que parezca, bien contada, adecuada duración, un correcto guión, acción de la buena y con los cuatro protagonistas en la cima de sus carreras y que, sin duda, son el principal gancho de la película. Entretención asegurada.
Trama y desarrollo = 8.0
Protagonistas = 9.0
Secundarios = 6.0
Ambientación = 8.0
Música = 7.0
PROMEDIO = 7.6
Se aproxima a 8.0.-

8,3
35.912
10
31 de marzo de 2023
31 de marzo de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin entrar a describir una película ya de sobra conocida, sólo quiero enfatizar en que esta cinta del maestro John Ford es simplemente magistral. Tal vez es su mejor obra y uno de los mejores westerns de la historia del cine. Una trama redonda, una puesta en escena que hace escuela, y unas actuaciones sublimes de los cuatro protagónicos (Steward, Wayne, Marvin y Miles), y también muy buenos secundarios. Fotografía, musicalización, escenografía, todo está a gran altura, dentro de un clima de melancolía y que nos deja pensativos, al terminar la función, con ese magnífico final.
Para no reiterar aspectos que ya se han expresado profusamente en estas mismas páginas, quisiera centrarme en lo siguiente: Tiene varios aspectos tan destacables como paradójicos (y que constituyen sus grandes méritos). Es un western cuya acción y diálogos transcurren en la inmensa mayoría del metraje, en interiores, por lo tanto, ausencia total de los típicos paisajes del desierto en el Lejano Oeste. Presenta pocos tiroteos, peleas y sangre. No tiene casi persecuciones a caballo. No hay asaltos al tren llenos de balaceras o al banco de turno. No hay pieles rojas ni caballería. El que hace de sherif (alguacil) es un personaje timorato y ridículo, tal vez la única falencia de Ford, de insistir en ese tipo de personajes que pretenden entregar hilaridad. El principal protagonista es un hombre que casi no sabe disparar, aborrece la violencia (insólito en un western) e incluso realiza labores domésticas en la cocina. Y pese a todo lo anterior (que podría ser un handicap a priori para una cinta del Far West), Ford construye una tremenda película. Entonces ¿Cómo lo consigue? Pues, narrando con talento y oficio una sólida historia, con personajes bien delineados psicológicamente, giros imprevistos en la trama y diálogos bien urdidos. Grandes frases (la leyenda sobre la realidad), simbolismos (cactus v/s rosas), triunfos (personaje de Steward) y derrotas (Wayne), tiene muchas aristas interesantes y más de una lectura.
Nos muestra una aguda observación, como contexto general, sobre la historia de EEUU y su evolución como nación, que todos sabemos se logró sobre ciertos pilares básicos: el individualismo, el capitalismo y la importancia del dinero, la democracia liberal, la ley y el orden, el rol de la educación, la libertad de expresión, la importancia de los medios de transporte mecánico-industriales en un país tan extenso (empezando con el ferrocarril, que lo cambió todo), el uso de las armas y el tema de fondo de la justicia. En la película quedan clarísimas las dicotomías: el progreso v/s la tradición, la modernidad que viene del pujante Este v/s las viejas claves del Oeste.
Un 10 sin discusión.
Para no reiterar aspectos que ya se han expresado profusamente en estas mismas páginas, quisiera centrarme en lo siguiente: Tiene varios aspectos tan destacables como paradójicos (y que constituyen sus grandes méritos). Es un western cuya acción y diálogos transcurren en la inmensa mayoría del metraje, en interiores, por lo tanto, ausencia total de los típicos paisajes del desierto en el Lejano Oeste. Presenta pocos tiroteos, peleas y sangre. No tiene casi persecuciones a caballo. No hay asaltos al tren llenos de balaceras o al banco de turno. No hay pieles rojas ni caballería. El que hace de sherif (alguacil) es un personaje timorato y ridículo, tal vez la única falencia de Ford, de insistir en ese tipo de personajes que pretenden entregar hilaridad. El principal protagonista es un hombre que casi no sabe disparar, aborrece la violencia (insólito en un western) e incluso realiza labores domésticas en la cocina. Y pese a todo lo anterior (que podría ser un handicap a priori para una cinta del Far West), Ford construye una tremenda película. Entonces ¿Cómo lo consigue? Pues, narrando con talento y oficio una sólida historia, con personajes bien delineados psicológicamente, giros imprevistos en la trama y diálogos bien urdidos. Grandes frases (la leyenda sobre la realidad), simbolismos (cactus v/s rosas), triunfos (personaje de Steward) y derrotas (Wayne), tiene muchas aristas interesantes y más de una lectura.
Nos muestra una aguda observación, como contexto general, sobre la historia de EEUU y su evolución como nación, que todos sabemos se logró sobre ciertos pilares básicos: el individualismo, el capitalismo y la importancia del dinero, la democracia liberal, la ley y el orden, el rol de la educación, la libertad de expresión, la importancia de los medios de transporte mecánico-industriales en un país tan extenso (empezando con el ferrocarril, que lo cambió todo), el uso de las armas y el tema de fondo de la justicia. En la película quedan clarísimas las dicotomías: el progreso v/s la tradición, la modernidad que viene del pujante Este v/s las viejas claves del Oeste.
Un 10 sin discusión.

6,8
17.537
8
20 de enero de 2023
20 de enero de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un clásico irrepetible del cine-catástrofe, probablemente la mejor y más recordada película de ese sub-género, que he vuelto a ver, después de décadas, ahora con mis hijos.
Más allá de lo evidente, es decir, la entretención, la espectacularidad visual, la tensión y el drama, (con un reparto coral y efectos especiales sobresalientes para su época), está el trasfondo. Muy interesante y no exento de polémica.
No es que no se deban construir edificios de gran altura. Seguramente lo seguirán haciendo. El punto es la calidad de los materiales y no ahorrar en ellos, por razones de mezquindad económica, sacrificando la seguridad y, en rigor, la vida de las personas. Avaricia tan propia de la cultura capitalista (el homo economicus) y, por qué no, reflejo de la ruindad de la naturaleza humana.
"Infierno en la Torre" (así conocida en Sudamérica), deja bien claro este contexto al filo de la denuncia. Tiene un buen ritmo, el cual no decae, pese a su duración. Se toma el tiempo necesario para presentar a los personajes y la problemática de fondo en cuanto al origen del incendio. Desde el comienzo nos muestran y se comprenden de inmediato, las causas del futuro desastre, vinculadas a errores humanos y/o codiciosas motivaciones. Magníficos diálogos al respecto, serios y realistas, dan cuenta de un sólido guión, especialmente en lo referido al tema central.
Pese a ocupar tiempo en la introducción de la trama principal y paralelamente las secundarias, el primer chispazo eléctrico llega rápido. Después el brote ígneo surgirá en el piso 81 y, a partir de ahí, los hechos se aceleran y ya estamos de lleno inmersos en el clima de tensión, que nos envolverá durante toda la película. Muy buen recurso hacer que el espectador vea/sepa lo que los personajes no ven/no saben.
Apreciamos las reservas y advertencias del arquitecto (un destacado Paul Newman), quien desde el inicio se ve "acosado" por sus subordinados con informes de problemas o detalles técnicos en el flamante rascacielos, que, supuestamente, no sólo es la torre más alta el mundo, sino además, la más segura. La soberbia, cierto desdén y la preocupación por la fiesta de inauguración y su imagen frente a los conspicuos invitados, del constructor y dueño del rascacielos (un correctísimo William Holden), el cinismo y falta de escrúpulos de su yerno contratista (un formidable Richard Chamberlain), quien conoce datos oscuros del magnate de su suegro.
Vemos también a un jefe de seguridad sorprendido y rápidamente sobrepasado por los hechos (un buen O.J. Simpson).
A los 42 minutos de película hace su imponente entrada en escena un solvente y siempre carismático Steve McQueen, como un dinámico jefe de los bomberos, que toma el control de la situación con autoridad y credibilidad.
La historia principal se completa con las típicas sub-tramas de personajes secundarios, bien planteadas e interpretadas, algunos despiertan simpatías (caso Fred Astaire y Jennifer Jones), todo aderezado por una buena banda sonora de John Williams, con el sello característico de sus registros.
Más allá de lo evidente, es decir, la entretención, la espectacularidad visual, la tensión y el drama, (con un reparto coral y efectos especiales sobresalientes para su época), está el trasfondo. Muy interesante y no exento de polémica.
No es que no se deban construir edificios de gran altura. Seguramente lo seguirán haciendo. El punto es la calidad de los materiales y no ahorrar en ellos, por razones de mezquindad económica, sacrificando la seguridad y, en rigor, la vida de las personas. Avaricia tan propia de la cultura capitalista (el homo economicus) y, por qué no, reflejo de la ruindad de la naturaleza humana.
"Infierno en la Torre" (así conocida en Sudamérica), deja bien claro este contexto al filo de la denuncia. Tiene un buen ritmo, el cual no decae, pese a su duración. Se toma el tiempo necesario para presentar a los personajes y la problemática de fondo en cuanto al origen del incendio. Desde el comienzo nos muestran y se comprenden de inmediato, las causas del futuro desastre, vinculadas a errores humanos y/o codiciosas motivaciones. Magníficos diálogos al respecto, serios y realistas, dan cuenta de un sólido guión, especialmente en lo referido al tema central.
Pese a ocupar tiempo en la introducción de la trama principal y paralelamente las secundarias, el primer chispazo eléctrico llega rápido. Después el brote ígneo surgirá en el piso 81 y, a partir de ahí, los hechos se aceleran y ya estamos de lleno inmersos en el clima de tensión, que nos envolverá durante toda la película. Muy buen recurso hacer que el espectador vea/sepa lo que los personajes no ven/no saben.
Apreciamos las reservas y advertencias del arquitecto (un destacado Paul Newman), quien desde el inicio se ve "acosado" por sus subordinados con informes de problemas o detalles técnicos en el flamante rascacielos, que, supuestamente, no sólo es la torre más alta el mundo, sino además, la más segura. La soberbia, cierto desdén y la preocupación por la fiesta de inauguración y su imagen frente a los conspicuos invitados, del constructor y dueño del rascacielos (un correctísimo William Holden), el cinismo y falta de escrúpulos de su yerno contratista (un formidable Richard Chamberlain), quien conoce datos oscuros del magnate de su suegro.
Vemos también a un jefe de seguridad sorprendido y rápidamente sobrepasado por los hechos (un buen O.J. Simpson).
A los 42 minutos de película hace su imponente entrada en escena un solvente y siempre carismático Steve McQueen, como un dinámico jefe de los bomberos, que toma el control de la situación con autoridad y credibilidad.
La historia principal se completa con las típicas sub-tramas de personajes secundarios, bien planteadas e interpretadas, algunos despiertan simpatías (caso Fred Astaire y Jennifer Jones), todo aderezado por una buena banda sonora de John Williams, con el sello característico de sus registros.

7,7
69.952
9
8 de mayo de 2022
8 de mayo de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se ha señalado repetidamente que la violencia y la agresividad son componentes del código genético de la especie humana y que prácticamente no podríamos hacer nada para evitarlo. Nuestra especie es ancestral e instintivamente violenta, es el juicio dominante. Sólo que a través de la cultura (llamada civilización también) ese instinto agresivo y depredador se ha ocultado o inhibido, mediante un sistema normativo y valórico, que no es otra cosa que el control social.
Si a lo anterior agregamos elementos aprendidos como la venganza, la corrupción, la inmoralidad, el abuso institucionalizado y la injustica, y todo ese cuadro lo condimentamos con alta dosis de humor negro y lo enmarcamos en una notable puesta en escena, magníficas actuaciones y gran banda sonora, entonces tenemos "Relatos Salvajes".
El antropólogo francés Lévi-Strauss -analizando el desarrollo de las culturas- escribió la obra "Lo crudo, lo cocido y lo podrido". Esto último tal vez está simbolizado por esta entretenida cinta argentina, con su implícita e incisiva crítica psicosocial.
Como habitualmente se dice, una película dividida en episodios no mantiene un nivel parejo. Este caso sería una excepción, pues todas las historias rayan a gran nivel, si bien -obviamente- hay unas superiores a otras. Veamos.
1) Pasternak.
El avión. La más breve, funciona perfectamente como una introducción que ya nos anuncia cómo están cargadas las tintas. Es una historia de venganza, llena de humor negro en su trasfondo, muy correctas interpretaciones, dentro de un relato bastante fluido, que va progresivamente entregando antecedentes de cuál es el meollo del asunto. Culmina con un desenlace estremecedor, en el cual nos explicamos todas las conexiones anteriores, de sus personajes. Calificación 8.
2) Las Ratas.
El pequeño café-restorán. Excelentes interpretaciones, destacando una inmensa Rita Cortese como la cocinera, en un rol muy convincente y visceral. La historia empieza directa al grano, no pierde tiempo en rodeos argumentales. Y eso le da mucha fuerza y agilidad al relato, pleno de malas vibras. Otro cuento de venganza en plenitud, ese sentimiento y comportamiento tan humano y universal.
Calificación 10.
3) El más fuerte.
La pelea en la autopista. Se puede interpretar como “una lucha de clases”, con el conductor del vehículo elegante mostrando ese aire despreocupado, de superioridad económica y social y de desprecio también, al ver delante suyo al auto antiguo que le obstaculiza el paso. Su Audi logra adelantar (con gesto y frase ofensiva incluida), pero más allá sufre un percance mecánico, y se ve obligado a bajarse a revisar. Y al ver aproximarse al conductor del viejo Peugeot 504, se sube rápidamente a su vehículo, demostrando su temor, pues sabe que a los puños no tiene chance contra el conductor del auto modesto, más fuerte físicamente. Ni siquiera es capaz de bajarse para enfrentar a su rival, después de recibir una agresión y abyecta humillación, con elementos escatológicos.
Toda la acción de este capítulo está muy bien filmada, muestra de manera tremendamente efectiva la tensión y la rabia que va aumentando de los dos participantes, todo desemboca en una desesperada pelea al interior de uno de los vehículos. Aquí tenemos violencia física muy realista y en primer plano, más creíble que varias de esas películas estadounidenses con efectistas balaceras, choques y explosiones al por mayor, todo bien digitalizado, en que los protagonistas salen casi indemnes, como si nada.
Estupenda musicalización y un clímax negrísimo y genial. Un 10.
4) Bombita.
El indignado. ¿Alguien no ha sentido alguna vez la necesidad de tirar todo y rebelarse con violencia ante el abuso institucionalizado? Este capítulo tiene reminiscencias de “Un día de furia” de Joel Schumacher con Michael Douglas. Eso representa Bombita, magistralmente interpretado por Ricardo Darín. Esa indignación e impotencia se transmite al espectador, quien termina por hacerla suya, porque de alguna manera nos hace partícipes, nos vemos involucrados. Es tan cotidiano lo que observamos, nos pasa casi a todos. Cuando esa indignación deja de ser algo puramente individual y pasa a ser colectiva, estamos en presencia de un fenómeno social mucho más serio y preocupante.
Acá en Chile, tuvimos el llamado "estallido social" de octubre 2019. Y ejemplos hay muchos, en América y Europa. Un 9.
5) La propuesta.
El atropello provocado por el hijo de familia adinerada y que pretende ser ocultado. Inmensa historia de corrupción y absoluta falta de ética y de escrúpulos, (a nivel personal e institucional), el poder del dinero, la desigualdad socioeconómica, las apariencias de las familias llamadas "de bien", la dignidad de los humildes entregada por lo material, en una feroz crítica social. Con notables actuaciones, destacando un soberbio Oscar Martínez en el rol de Mauricio y Germán de Silva, como el jardinero, incluso Osmar Núñez como el abogado está muy acertado ( a propósito ¿cuántos abogados valen callampa?) Magnífico retrato psicosocial y económico de la sociedad contemporánea capitalista, no sólo argentina. Y, como no, con un cierre sorprendente y brillante. Un 10.
6) Hasta que la muerte nos separe.
El escándalo en la fiesta de matrimonio. También otra crítica social implícita, a la institución del matrimonio y los enlaces de "sociedad", muchas veces por conveniencia y con el envoltorio de esas fiestas suntuosas, dentro de una atmósfera de hipocresía y apariencias. Es una buenísima historia original, crea gran expectación y muy bien llevada, hasta dos tercios del desarrollo. Después se alarga demasiado, se aprietan mucho las tuercas y se cae en la exageración (incluyendo las interpretaciones principales), diríamos surrealista, perdiendo la capacidad de sorpresa, que era su gran mérito hasta la primera mitad. Un 7.
Promedio final un 9.
Felicitaciones al cine argentino de calidad.
Si a lo anterior agregamos elementos aprendidos como la venganza, la corrupción, la inmoralidad, el abuso institucionalizado y la injustica, y todo ese cuadro lo condimentamos con alta dosis de humor negro y lo enmarcamos en una notable puesta en escena, magníficas actuaciones y gran banda sonora, entonces tenemos "Relatos Salvajes".
El antropólogo francés Lévi-Strauss -analizando el desarrollo de las culturas- escribió la obra "Lo crudo, lo cocido y lo podrido". Esto último tal vez está simbolizado por esta entretenida cinta argentina, con su implícita e incisiva crítica psicosocial.
Como habitualmente se dice, una película dividida en episodios no mantiene un nivel parejo. Este caso sería una excepción, pues todas las historias rayan a gran nivel, si bien -obviamente- hay unas superiores a otras. Veamos.
1) Pasternak.
El avión. La más breve, funciona perfectamente como una introducción que ya nos anuncia cómo están cargadas las tintas. Es una historia de venganza, llena de humor negro en su trasfondo, muy correctas interpretaciones, dentro de un relato bastante fluido, que va progresivamente entregando antecedentes de cuál es el meollo del asunto. Culmina con un desenlace estremecedor, en el cual nos explicamos todas las conexiones anteriores, de sus personajes. Calificación 8.
2) Las Ratas.
El pequeño café-restorán. Excelentes interpretaciones, destacando una inmensa Rita Cortese como la cocinera, en un rol muy convincente y visceral. La historia empieza directa al grano, no pierde tiempo en rodeos argumentales. Y eso le da mucha fuerza y agilidad al relato, pleno de malas vibras. Otro cuento de venganza en plenitud, ese sentimiento y comportamiento tan humano y universal.
Calificación 10.
3) El más fuerte.
La pelea en la autopista. Se puede interpretar como “una lucha de clases”, con el conductor del vehículo elegante mostrando ese aire despreocupado, de superioridad económica y social y de desprecio también, al ver delante suyo al auto antiguo que le obstaculiza el paso. Su Audi logra adelantar (con gesto y frase ofensiva incluida), pero más allá sufre un percance mecánico, y se ve obligado a bajarse a revisar. Y al ver aproximarse al conductor del viejo Peugeot 504, se sube rápidamente a su vehículo, demostrando su temor, pues sabe que a los puños no tiene chance contra el conductor del auto modesto, más fuerte físicamente. Ni siquiera es capaz de bajarse para enfrentar a su rival, después de recibir una agresión y abyecta humillación, con elementos escatológicos.
Toda la acción de este capítulo está muy bien filmada, muestra de manera tremendamente efectiva la tensión y la rabia que va aumentando de los dos participantes, todo desemboca en una desesperada pelea al interior de uno de los vehículos. Aquí tenemos violencia física muy realista y en primer plano, más creíble que varias de esas películas estadounidenses con efectistas balaceras, choques y explosiones al por mayor, todo bien digitalizado, en que los protagonistas salen casi indemnes, como si nada.
Estupenda musicalización y un clímax negrísimo y genial. Un 10.
4) Bombita.
El indignado. ¿Alguien no ha sentido alguna vez la necesidad de tirar todo y rebelarse con violencia ante el abuso institucionalizado? Este capítulo tiene reminiscencias de “Un día de furia” de Joel Schumacher con Michael Douglas. Eso representa Bombita, magistralmente interpretado por Ricardo Darín. Esa indignación e impotencia se transmite al espectador, quien termina por hacerla suya, porque de alguna manera nos hace partícipes, nos vemos involucrados. Es tan cotidiano lo que observamos, nos pasa casi a todos. Cuando esa indignación deja de ser algo puramente individual y pasa a ser colectiva, estamos en presencia de un fenómeno social mucho más serio y preocupante.
Acá en Chile, tuvimos el llamado "estallido social" de octubre 2019. Y ejemplos hay muchos, en América y Europa. Un 9.
5) La propuesta.
El atropello provocado por el hijo de familia adinerada y que pretende ser ocultado. Inmensa historia de corrupción y absoluta falta de ética y de escrúpulos, (a nivel personal e institucional), el poder del dinero, la desigualdad socioeconómica, las apariencias de las familias llamadas "de bien", la dignidad de los humildes entregada por lo material, en una feroz crítica social. Con notables actuaciones, destacando un soberbio Oscar Martínez en el rol de Mauricio y Germán de Silva, como el jardinero, incluso Osmar Núñez como el abogado está muy acertado ( a propósito ¿cuántos abogados valen callampa?) Magnífico retrato psicosocial y económico de la sociedad contemporánea capitalista, no sólo argentina. Y, como no, con un cierre sorprendente y brillante. Un 10.
6) Hasta que la muerte nos separe.
El escándalo en la fiesta de matrimonio. También otra crítica social implícita, a la institución del matrimonio y los enlaces de "sociedad", muchas veces por conveniencia y con el envoltorio de esas fiestas suntuosas, dentro de una atmósfera de hipocresía y apariencias. Es una buenísima historia original, crea gran expectación y muy bien llevada, hasta dos tercios del desarrollo. Después se alarga demasiado, se aprietan mucho las tuercas y se cae en la exageración (incluyendo las interpretaciones principales), diríamos surrealista, perdiendo la capacidad de sorpresa, que era su gran mérito hasta la primera mitad. Un 7.
Promedio final un 9.
Felicitaciones al cine argentino de calidad.
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